"Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. Os han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la crítica de lo que ha ocupado vuestro lugar...habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo -agnóstico, pero también un historiador que trata de ser objetivo- os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad. Muchas veces no es cierto y si en algún caso lo es, también es cierto que tras un balance de veinte siglos de cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas. Luego ¿por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a vosotros? ¿Acaso han sido mejores los resultados de los que han venido después?"
Léo Moulin, sociólogo belga, (1906-1996)
Citado por V. Messori, Leyendas negras de la Iglesia, Barcelona (1997)
Nos acercamos al mayor momento de todos.
La Fe no está ahora en la presencia de una herejía particular como lo estuvo en el pasado ante la herejía arriana, la maniquea, la albigense o la mahometana... El enemigo al cual la Fe tiene que enfrentar ahora, y que podría ser llamado “El Ataque Moderno”, constituye un asalto integral a lo fundamental de la Fe, a la existencia misma de la Fe. Y el enemigo que ahora avanza sobre nosotros está cada vez más consciente de que no existe la posibilidad de ser neutrales. Las fuerzas que ahora se oponen a la Fe están diseñadas para destruir. De aquí en más la batalla se librará sobre una bien definida línea divisoria y lo que está en juego es la supervivencia o la destrucción de la Iglesia Católica. Y toda su filosofía; no una parte de ella.
Sabemos, por supuesto, que la Iglesia Católica no puede ser destruida. Pero lo que no sabemos es la medida del área en la cual habrá de sobrevivir. No conocemos su poder para revivir ni el poder del enemigo para empujarla más y más hacia atrás hasta sus últimas defensas, hasta que parezca que el Anticristo ha llegado y estemos a punto de decidir la cuestión final. De tal envergadura es la lucha ante la cual se halla el mundo...
No existe una religión que se llame “religión cristiana”. Nunca existió una religión así.
Existe y siempre existió la Iglesia y varias herejías procedentes del rechazo de algunas de las doctrinas de la Iglesia por parte de personas que seguían queriendo retener el resto de sus enseñanzas y de su moral. Pero nunca hubo, nunca podrá haber y nunca habrá una religión cristiana general, profesada por todas las personas dispuestas a aceptar algunas importantes doctrinas centrales y poniéndose de acuerdo en disentir respecto de otras. Desde el principio siempre estuvo, y siempre estará, la Iglesia por un lado y, del otro, una variedad de herejías condenadas ya sea a decaer, o bien, como el mahometanismo, a crecer y convertirse en una religión aparte. Nunca hubo y nunca podrá haber una definición de una religión cristiana común porque algo así no existió jamás.
No hay una doctrina esencial de una característica tal que, habiéndonos puesto de acuerdo sobre ella, podamos diferir en cuanto al resto. Por ejemplo, no es posible aceptar la inmortalidad pero negar a la Trinidad. (Si partiéramos de ese falso supuesto) una persona podría autodenominarse cristiana aún negando la unidad de la Iglesia Cristiana; podría autodenominarse cristiana aún negando la presencia de Jesucristo en el Sagrado Sacramento; podría autodenominarse alegremente cristiana aún negando la Encarnación.
No; la lucha es entre la Iglesia y la anti-Iglesia; entre la Iglesia de Dios y el anti-dios; entre la Iglesia de Cristo y el Anticristo...
MORAL, TRADICIÓN Y AUTORIDAD CATÓLICAS VS. REVOLUCIÓN
Hay una clara cuestión establecida entre el mantenimiento de la moral, la tradición y la autoridad católicas por un lado, y el esfuerzo activo orientado a destruirlas por el otro. El ataque moderno no nos tolerará. Tenemos que intentar destruirlo porque es el enemigo, totalmente equipado y apasionado, de la Verdad por la cual viven los seres humanos. El duelo es a muerte...
Examinemos al Ataque Moderno –al avance anticristiano– y distingamos su naturaleza especial.
Para empezar, hallamos que es, al mismo tiempo, materialista y supersticioso.
Hay aquí una contradicción racional pero la fase moderna, el avance anticristiano, ha abandonado a la razón. Está enfocada en la destrucción de la Iglesia Católica y la civilización creada por ella. No le preocupan las aparentes contradicciones en su propio organismo mientras la alianza general esté dirigida a terminar con todo aquello por lo cual hasta ahora hemos vivido. El ataque moderno es materialista porque, en su filosofía, considera solamente causas materiales. Es supersticioso sólo como una consecuencia secundaria de este estado mental. Alimenta superficialmente las tontas extravagancias del espiritualismo, el vulgar sinsentido de la “Ciencia Cristiana”, y sólo el cielo sabe cuantas fantasías adicionales. Pero estas tonterías no están alimentadas por un hambre de religión sino por la misma raíz que ha convertido al mundo en materialista: por la incapacidad de comprender la verdad primordial de que la fe está en la base de todo conocimiento; por pensar que la verdad no se puede apreciar sino por experiencia directa....
Esa es la naturaleza de la batalla en la que ahora nos encontramos y contra semejantes enemigos la posición de la Iglesia Católica hoy parece ser por cierto débil.
En las próximas páginas consideraré cuáles pueden ser los resultados inmediatos de esta nueva gran idolatría y, en las siguientes, discutiré la cuestión principal; que es la de establecer si el proceso apunta a convertir a la Iglesia en una fortaleza aislada que se defiende de grandes adversidades –en un arca en medio de un creciente diluvio que, si bien no hunde a la nave, tapa y destruye todo lo demás– o bien si la Iglesia puede quizás restaurar en algo su antiguo poder.
El Ataque Moderno contra la Iglesia Católica –el más universal de todos los que ha sufrido desde que fuera fundada– ha progresado tanto que ya ha producido consecuencias sociales, intelectuales y morales. Estas consecuencias, combinadas, le dan cierto sabor a religión.
Este Ataque Moderno... es mucho más profundo y sus consecuencias son mas devastadoras que las anteriores herejías. Es esencialmente ateo, aún cuando su ateísmo no sea abiertamente predicado. Considera al hombre como un ser autosuficiente, a la oración como una autosugestión y –esto es fundamental– a Dios como nada más que un producto de la imaginación; como la propia imagen del ser humano arrojada al universo; como un fantasma y no como una realidad...
La negación de Dios había estado confinada a un número comparativamente reducido de intelectuales, esa negación ahora ha ganado a las multitudes y se halla actuando en todas partes como una fuerza social.
Éste es el enemigo moderno; éste es ese diluvio en progreso; ésta es la mayor lucha, y puede ser la final, entre la Iglesia y el mundo. Debemos juzgar a este enemigo por sus frutos y los mismos, si bien aún no están maduros, ya se han hecho reconocibles...
El asalto a la razón comenzó cuando el Ataque Moderno se hallaba en gestación hace algunas generaciones atrás, por los tiempos en que estuvo confinado a un pequeño número de intelectuales. Pareció que iría a progresar poco fuera de un círculo restringido. El hombre común con su sentido común (y ambos constituyen los baluartes de la razón) no se vieron afectados. Hoy lo están.
Hoy en día la razón está desacreditada por todas partes. El antiguo proceso de convicción por medio de argumentos y pruebas ha sido reemplazado por la afirmación reiterativa; y casi todos los términos que otrora fueron la gloria de la razón conllevan ahora una atmósfera de desprecio. Véase, por ejemplo, lo que ha sucedido con la palabra “lógica”, con la palabra “controversia”. Nótense frases populares tales como: “Nadie se ha convencido todavía mediante argumentos”; o bien: “Se puede demostrar cualquier cosa”; o bien: “Todo eso podrá estar muy bien según la lógica pero en la práctica es muy diferente”. El idioma corriente de las personas se está saturando con expresiones que en todas partes muestran una connotación de desprecio por la utilización de la inteligencia.
Pero la Fe y la utilización de la inteligencia están inextricablemente unidas. La utilización de la razón es una parte principal –o más bien el fundamento– de toda investigación de las cosas más elevadas. La Iglesia proclamó el misterio precisamente porque a la razón se le había dado esta autoridad divina; esto es: la Iglesia admitió que la razón tenía sus límites. Tenía que ser así ya que, de otro modo, los poderes absolutos adjudicados a la razón podrían conducir a la exclusión de verdades que la razón puede aceptar pero no demostrar. La razón fue limitada por el misterio tan sólo para aumentar la soberanía de la razón en su propia esfera.
LA RAZÓN DESTRONADA
Cuando se destrona a la razón no es sólo la Fe la que también resulta destronada (ambas subversiones van juntas). Cuando ello sucede toda moral y toda actividad legítima del alma humana resultan destronadas al mismo tiempo. No hay más Dios. De modo que las palabras “Dios es Verdad”, que la mente de la Europa Cristiana utilizó como postulado en todo lo que dijo, cesan de tener significado. Nadie puede analizar ya la justa autoridad del gobierno ni ponerle límites. En la ausencia de la razón, la autoridad política que descansa sobre la mera fuerza se convierte en ilimitada. Y la razón se convierte así en víctima porque lo que el Ataque Moderno está destruyendo con su falsa religión de la humanidad es a la humanidad misma. Al ser la razón la corona del ser humano y, al mismo tiempo, su carácter distintivo, los anarquistas marchan contra la razón y ven en ella a su principal enemigo.
De este modo el Ataque Moderno opera y se desarrolla. ¿Qué es lo que presagia para el futuro? Ésa es la cuestión práctica, inmediata, que todos tenemos que enfrentar. El ataque ya está lo suficientemente desarrollado como para que hagamos algunos cálculos acerca de cual puede ser la siguiente fase. ¿Qué desgracia caerá sobre nosotros?...
Pero aún cuando no en forma total, en lo esencial uno de estos dos destinos tiene que concretarse: o bien una victoria católica o bien una victoria anti-cristiana. El Ataque Moderno es tan universal y se mueve con tanta rapidez que las personas muy jóvenes de hoy seguramente vivirán para ver algo así como una decisión en esta gran batalla**.
Algunos de los más agudos observadores de la generación pasada y de la actual han utilizado su inteligencia para tratar de descubrir hacia qué lado se inclinará el destino. Uno de los católicos franceses más inteligentes, un judío converso, ha escrito una obra para sugerir (o demostrar) cuál de las dos posibilidades constituirá nuestra suerte. Imagina a la Iglesia en sus últimos años viviendo aparte. Ve a una Iglesia del futuro reducida a muy pocos miembros y dejada de lado por la corriente general del nuevo paganismo. Según su visión, en el interior de la Iglesia del futuro habrá, por cierto, una devoción intensa pero será una devoción practicada por un organismo pequeño, aislado y olvidado en medio de sus semejantes.
El fallecido Robert Hugh Benson escribió dos libros, notables cada uno de ellos, y ambos previendo posibilidades opuestas. En el primero de ellos –El Amo del Mundo”– presenta el cuadro de una Iglesia reducida a una banda trashumante, como regresando a sus orígenes, el Papa a la cabeza de los Doce, y una conclusión al día del Juicio Final. En el segundo libro, avizora la restauración plena del organismo católico, con nuestra civilización restablecida, reforzada, asentada una vez más y revestida de su mentalidad correcta, porque en esa nueva cultura –aún cuando llena de imperfecciones humanas– la Iglesia habrá recuperado su liderazgo entre las personas e ilustrará al espíritu de la sociedad otra vez con equilibrios y con belleza.
¿Cuales son los argumentos a esgrimir por cualquiera de las dos partes? ¿Sobre qué bases deberíamos afirmarnos para establecer una tendencia en un sentido o en otro?
En cuanto a la primera cuestión (la disminución de la influencia católica, la reducción de nuestro número y de nuestro poder político hasta el borde de la extinción), lo que hay que destacar es la cada vez mayor ignorancia del mundo acerca de nosotros, y eso unido a la pérdida de aquellas facultades mediante las cuales las personas podrían apreciar el significado del catolicismo y favorecer su salvación. El nivel cultural, incluyendo el sentido del pasado, está disminuyendo visiblemente. Con cada década ese nivel es más bajo que en la década pasada. En esa declinación, la tradición se está interrumpiendo y diluyendo como la nieve al final del invierno; grandes fragmentos se caen en distintos momentos para disolverse y desaparecer.
En nuestra generación se ha perdido la supremacía de los clásicos. Por todas partes es posible hallar personas en posiciones de poder que han olvidado de dónde venimos; personas para las cuales el griego y el latín –los idiomas fundamentales de nuestra civilización– son incomprensibles; o bien y en el mejor de los casos, meras curiosidades. Los ancianos actualmente vivos pueden recordar vagamente una rebelión contra la tradición; pero los jóvenes, por su parte, sólo perciben cuan poco queda de aquello en contra de lo cual podrían rebelarse y muchos temen que, antes de que estos jóvenes mueran, el cuerpo de la tradición haya desaparecido.
Esa clase de fe ha sido, en su mayor parte, desmantelada; al menos para la mayor parte de las personas, como todos admitirán. Tan cierto es esto que ya una mayoría (y yo afirmaría que es una mayoría muy grande) ya ni sabe qué significa la palabra “fe”. Para la mayoría de las personas que la escuchan (en relación con la religión) significa, o bien una aceptación ciega de afirmaciones irracionales y de leyendas que la experiencia común condena, o bien un simple hábito heredado de imágenes mentales que nunca han sido puestas a prueba y que, ante el primer contacto con la realidad, se disuelven como los sueños que imaginan que son. Para la gran masa de las personas modernas ha cesado de existir todo el extenso cuerpo de la apologética y toda la ciencia teológica (la reina exaltada que se halla por sobre cualquier otra ciencia). Basta con mencionar esas disciplinas para dar una impresión de irrealidad y de insignificancia.
Aún las personas más desorientadas, o las más ignorantes, cuando hablan de “iglesias” usan hoy un lenguaje que suena hueco... No hay varias iglesias; hay una sola. Es la Iglesia Católica de un lado y su mortal enemigo del otro. Las listas están cerradas.
De este modo nos hallamos ante el más tremendo de los interrogantes que hasta ahora se le ha presentado al intelecto humano. Estamos ante una encrucijada de la cual depende todo el futuro de nuestra raza.
*Síntesis del capítulo "La Fase Moderna" de la obra "Las Grandes Herejías" de Hilaire Belloc. Título, subtítulos y cita inicial del post por CATOLICIDAD.
** Considérese que esto fue escrito en 1938 y que la Revolución Anticristiana ha avanzado mucho en las siguientes décadas.
Hilaire Belloc (La Celle, 1870 - Guildford, 1953). Prolífico ensayista, novelista, humorista y poeta británico. Hijo de madre inglesa y padre francés, católicos ambos, estudió en Oxford. Fue miembro del Parlamento desde 1906 hasta 1910, año en que, no satisfecho por la política inglesa, se retiró a la vida privada.
Su nombre figura junto al de Chesterton, sobre el que ejerció una indudable influencia; con él llevó a cabo, en perfecto acuerdo, una intensa campaña de propaganda y defensa del catolicismo. (Fuente: Biografías y vidas).
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Muy bueno esto. ¡Cuántas verdades!
ResponderEliminarSaludos en Cristo.
No hemos podido ver todos estos videos por falta de tiempo. De lo poco -muy poco- que pudimos observar es que si bien mucha información recopilada es cierta, los editores de esos videos son protestantes. Si se ven, hay que hacerlo con ojo crítico. Sobre todo en lo que se refiere a doctrina e interpretaciones bíblicas.
ResponderEliminarEn lo que alcanzamos a observar, sus críticas a la New Age -al Nuevo Orden Mundial- están bien fundamentadas (al menos en lo que pudimos reproducir unos minutos, que fue poco).
Gracias por enviar este enlace.
Atte
CATOLICIDAD