viernes, 20 de abril de 2018

EL PECADO PREDILECTO DEL DEMONIO ES LA SOBERBIA



El orgullo es el pecado de Lucifer. El orgullo nubla la razón y el entendimiento. Cuando alguien se siente lastimado en él reacciona como animal herido perdiendo toda capacidad de juicio.

Buscar la verdad a pesar de nuestro orgullo herido es una virtud que pocos alcanzan. Sólo pidiéndola a Dios se logra. Es una cualidad casi imposible de hallar hoy en día. Es para los elegidos, que la imploraron.

Por la soberbia se ciegan y se pierden muchos. Es de los pecados más difíciles de superar. Lleva muchas almas a la perdición eterna. El demonio se vale de los soberbios para atacar lo que más detesta.

Fue ese el pecado de Lutero y de tantos como él.

Deberíamos rezar y pedirle diariamente a Dios que aunque lastimen nuestro ego, eso no nos ciegue nunca y conozcamos la verdad y permanezcamos en ella siempre. El problema es que anteponemos con tanta facilidad nuestro parecer porque nos resulta más cómodo. Y la soberbia nos ancla en él.

2 comentarios:

  1. EXAMEN DE CONCIENCIA DE LOS PECADOS VENIALES, SEGÚN SAN ANTONIO MARÍA CLARET
    El alma debe evitar los pecados veniales, especialmente aquellos que conducen al pecado mortal. No es suficiente, alma mía, tener una resolución firme de sufrir la muerte antes que consentir cualquier pecado grave. Es necesario tener la misma resolución frente a los pecados veniales. Aquél que no tiene este deseo dentro de sí mismo, no puede tener seguridad.

    No hay nada que pueda darnos una seguridad cierta, como un cuidado sin interrupción para evitar aún el pecado venial más insignificante y un celo extensivo a todas las practicas de la vida espiritual -fervor en la oración y en las relaciones con Dios; fervor en la mortificación y en la abnegación, en ser humillado y aceptar desprecios, obedeciendo y renunciando a nuestros deseos; fervor en el amor a Dios y al prójimo-. Quien desee ganar este fervor y guardarlo, debe necesariamente estar resuelto siempre a evitar especialmente los siguientes pecados veniales:
    El pecado de dar entrada en su corazón cualquier sospecha irracional, todo juicio injusto contra el prójimo.
    El pecado de introducir en la conversación los defectos de otros y ofensas contra la caridad de cualquier clase, aún ligeramente.
    El pecado de omitir, por pereza, nuestras prácticas espirituales o cumplirlas con negligencia voluntaria.
    El pecado de tener un afecto desordenado por alguien.
    El pecado de tener una vana estimación de sí mismo, o el hablar con vana satisfacción de cosas que nos conciernen.
    El pecado de recibir el Santísimo Sacramento sin cuidado, con distracciones y otras irreverencias y sin una preparación seria.
    Impaciencia, resentimiento, cualquier objeción para aceptar las desilusiones como venidas de la mano de Dios; porque esto pone obstáculos a los decretos y disposiciones de la Divina Providencia respecto a nosotros.
    El pecado de darnos a nosotros mismos una ocasión, que aún remotamente, manche la santa pureza.
    La falta de ocultar voluntariamente a quien debe conocer (es decir, el confesor o director espiritual) las malas inclinaciones, debilidades y mortificaciones, buscando seguir el camino de la virtud no bajo la dirección de la obediencia, sino dejándose guiar por los propios caprichos [1].
    NOTA
    [1] Se habla aquí de situaciones ante las que podríamos tener una dirección cierta, si la buscamos, pero preferimos seguir nuestra propia luz borrosa.

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    1. Muy útil este comentario, gracias.
      Y eso que este párrafo es algo complicado "Impaciencia, resentimiento, cualquier objeción para aceptar las desilusiones como venidas de la mano de Dios; porque esto pone obstáculos a los decretos y disposiciones de la Divina Providencia respecto a nosotros"

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