"La paciencia mantiene en la humildad a los que prosperan, hace fuertes en la adversidad y mansos frente a las injusticias y afrentas. Enseña a perdonar enseguida a quienes nos ofenden, y a rogar con ahínco e insistencia cuando hemos ofendido. Nos hace vencer las tentaciones, tolerar las persecuciones, consumar el martirio. Es la que fortifica sólidamente los cimientos de nuestra fe, la que levanta en alto nuestra esperanza, la que encamina nuestras acciones por la senda de Cristo, para seguir los pasos de sus sufrimientos. La paciencia nos lleva a perseverar como hijos de Dios imitando la paciencia del Padre".
San Cipriano, El bien de la paciencia,
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