lunes, 20 de mayo de 2024

ELOGIO DE LA VIDA SENCILLA


La lectura sosegada de la poesía de Pemán permite al lector valorar la vida de otra manera. La brillantez intelectual se amalgama con el pensamiento cristiano católico. Pemán pudo conjugar, sin negar ni reprimir sus ideas, su talante creador y su fe en Dios. De ahí la tácita manifestación de esa fe cristiana en su obra poética.

La figura de José María Pemán (Cádiz, 1898-1981) es central en la literatura española del siglo veinte. No cabe duda de que su poesía está entre lo mejor de la última centuria. El conjunto de su poesía nos muestra a un poeta con una sensibilidad humanista superior.


Elogio de la vida sencilla

(José María Pemán)


Vida inquieta, frenesí

de la ambición desmedida...

¡Qué mal comprende la vida

el que la comprende así!


la vida es soplo de hielo

que va marchitando flores;

no la riegues con sudores

ni la labres con desvelo;


la vida no lo merece:

que esa ambición desmedida

es planta que no florece

en los huertos de la vida.


Necio es quien lucha y se afana

de su porvenir en pos:

gana hoy pan y deja a Dios

el cuidado de mañana.


Vida serena y sencilla,

yo quiero abrazarme a ti,

que eres la sola semilla

que nos da flores aquí.


Conciencia tranquila y sana

es el tesoro que quiero;

nada pido y nada espero

para el día de mañana.


Y así, si me da ese día

algo, aunque poco quizás,

siempre me parece más

de lo que yo le pedía.


Ni voy de la gloria en pos,

ni torpe ambición me afana,

y al nacer cada mañana

tan sólo le pido a Dios


casa limpia en que albergar,

pan tierno para comer,

un libro para leer

y un Cristo para rezar;


que el que se esfuerza y se agita

nada encuentra que le llene,

y el que menos necesita

tiene más que el que más tiene.


Quiero gozar cuanto pueda,

y, con acierto y medida,

gastar moneda a moneda

el tesoro de mi vida;


mas no quiero ser jamás

como el que amontona el oro

y no goza del tesoro

por acrecentarlo más.


Quiero gozar sin pasión,

esperar sin ansiedad,

sufrir con resignación,

morir con tranquilidad;


que, al llegar mi postrer día,

quiero pensar y decir:

"Viví como viviría

si ahora volviera a vivir.


Viví como un peregrino,

que, olvidando los dolores,

pasó cogiendo las flores

de los lados del camino;


cantando he dejado atrás

la vida que recorrí;

pedí poco y tuve más

de lo poco que pedí;


que si nadie me envidió

en el mundo necio y loco,

en ese mundo tampoco

he envidiado a nadie yo.


Tras los honores no voy;

la vida es una tirana,

que llena de honores hoy

al que deshonra mañana.


No quiero honores de nombres;

vivo sin ambicionar,

que ese es honor que los hombres

no me lo pueden quitar.


He resuelto despreciar

toda ambición desmedida

y no pedirle a la vida

lo que no me puede dar.


He resuelto no correr

tras un bien que no me calma;

llevo un tesoro en el alma

que no lo quiero perder,


y lo guardo porque espero

que he de morir confiado

en que se lo llevo entero

al Señor, que me lo ha dado.


José María Pemán

(1898-1981)

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