jueves, 31 de julio de 2025
miércoles, 30 de julio de 2025
SE ES HUMANO DESDE EL MOMENTO MISMO DE LA CONCEPCIÓN
Nacer no lo convirtió en ser humano. Ya lo era, desde el momento de su concepción. Nacer no convirtió a su progenitora en madre. Ella fue madre desde el momento de la concepción. Por eso, la vida y dignidad humanas de los no natos deben respetarse, porque tienen igual valor que la de cualquiera de nosotros.
martes, 29 de julio de 2025
lunes, 28 de julio de 2025
sábado, 26 de julio de 2025
LA REVOLUCIÓN Y LA RESTAURACIÓN DEL SER
Sobre la disolución del orden y la vocación eterna de la forma
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I. EL COMIENZO DE LA PÉRDIDA
La historia no siempre avanza: también se precipita. Hay siglos que edifican, y hay momentos que desgarran la urdimbre invisible del mundo. La Revolución no fue una evolución, ni una maduración de la conciencia humana, sino una ruptura: no un fruto, sino una gangrena. Su origen no está en una reivindicación justa mal canalizada, sino en un principio falsificado desde su raíz: la negación del orden recibido, la desacralización del mundo, la apostasía del ser.
La tradición católica, a través de sus pensadores más lúcidos, ha discernido en la Revolución no un fenómeno político, sino un movimiento metafísico. No comienza en las plazas, sino en los corazones. No estalla con la guillotina, sino con la apostasía. El siglo XVIII no hizo más que consumar la obra iniciada mucho antes, cuando el pensamiento europeo, seducido por el espejismo de la autonomía, decidió destronar a Dios en nombre de la razón y emancipar al hombre de su Creador. Esa pretendida liberación no trajo luz, sino oscuridad; no generó armonía, sino desintegración.
“La Revolución no comienza cuando cae una monarquía, sino cuando el alma deja de inclinarse ante lo que está por encima de ella.”
(Joseph de Maistre)
La autoridad dejó de ser reflejo del Autor de todo, y se convirtió en una ficción contractual. La ley dejó de expresar la voluntad divina para convertirse en el producto efímero del consenso. El bien dejó de ser aquello que conviene a la naturaleza, y pasó a ser lo que cada uno decida. Y así, el mundo comenzó a vaciarse de sentido, mientras el hombre, ebrio de una libertad sin forma, se lanzaba a una danza macabra con el caos.
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II. LA NEGACIÓN DEL SER
Toda Revolución es, en el fondo, una negación ontológica. Niega la esencia de las cosas, su naturaleza, su forma. Pretende rehacerlo todo desde el artificio, sin atender a lo que las cosas son. En nombre de la voluntad, se destruye la verdad. En nombre de la igualdad, se nivela la jerarquía del ser. En nombre del derecho, se aniquila el deber. Y así, el orden natural, moral y político es minado desde sus cimientos.
“La Revolución no destruye simplemente el trono o el altar: destruye la noción misma del orden.”
(Louis de Bonald)
Cuando la razón ya no se reconoce como participante del Logos divino, sino como fuente autónoma de toda verdad, lo real deja de ser norma y límite, y se convierte en materia moldeable al capricho humano. Esta es la raíz profunda del nihilismo moderno: no un odio explícito a lo verdadero, sino su ignorancia práctica, su sustitución por construcciones arbitrarias que no se anclan en nada que trascienda al individuo.
Donoso Cortés vio con claridad esta dinámica cuando advirtió que detrás de la idolatría del progreso o la soberanía popular se escondía la negación de Dios. Si Dios no reina, el hombre se diviniza. Pero el hombre sin Dios no es más que carne sin forma, voluntad sin dirección, poder sin límite. Y el resultado no puede ser otro que la autodestrucción.
“El siglo moderno ha dado la espalda a Dios, y se asombra de que el mundo se le derrumbe.”
(Juan Donoso Cortés)
El proceso revolucionario, que comenzó negando la ley natural, ha terminado negando la misma naturaleza. Donde antes había jerarquía, ahora hay igualitarismo; donde había formas estables, hay fluidez; donde había deberes, hay deseos. Todo puede redefinirse: el hombre, la familia, la vida, la muerte, el cuerpo, la patria. Nada permanece. Todo se disuelve.
Y sin embargo, esta negación no se presenta como tal: se disfraza de libertad, de derechos, de humanismo. Pero es una libertad sin verdad, unos derechos sin deberes, un humanismo sin hombre.
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III. LA IDOLATRÍA DE LA LIBERTAD
La libertad, cuando no está ordenada al bien, no es más que una cadena invisible. El drama del mundo moderno no es que haya buscado la libertad, sino que la haya absolutizado, desfigurándola. La Revolución no propuso una libertad concreta, limitada, responsable, sino una libertad abstracta, incondicional, sin forma ni fin. No una libertad para el bien, sino una libertad para lo que sea.
“No es enemigo de la libertad quien le da forma, sino quien la disuelve.”
(Louis de Bonald)
Así, la libertad, desprovista de su vínculo con la verdad y el bien, se convirtió en un ídolo. Y como todo ídolo, exige sacrificios: se ha sacrificado la autoridad, la familia, la ley, el sentido común. Bajo la consigna de “liberar al hombre”, se lo ha dejado sin patria, sin padre, sin Dios. Y lo que se ha generado no es un individuo soberano, sino un ser fragmentado, huérfano, manipulable, esclavo de sus pasiones y del poder que se disfraza de libertad.
“La libertad que no reconoce superior alguno se convierte en tiranía.”
(Juan Vázquez de Mella)
La verdadera libertad no consiste en hacer lo que uno quiera, sino en poder hacer lo que se debe. El árbol que crece sin dirección no alcanza la luz; el hombre que vive sin ley no alcanza su plenitud. La autoridad, lejos de oprimir, eleva; la ley, lejos de encadenar, forma. Pero esto la Revolución no lo comprendió jamás. Rechazó todo límite como si fuera opresión, y confundió el deber con imposición, la disciplina con violencia.
Así, la libertad se volvió auto-referencial, narcisista, vacía. Y en ese vacío, creció la anarquía. No como caos aparente, sino como sistema: una anarquía legalizada, institucional, tecnocrática, que ya no reconoce otro orden que el de la voluntad del momento. Se ha destruido el alma de la ley, y solo queda su cáscara: el poder de hacer normas sin anclaje moral alguno.
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IV. EL MITO DEL PROGRESO
Si la libertad fue el ídolo de la Revolución, el progreso fue su religión. Una fe sin revelación, sin dogma, sin teología, pero con todos los rasgos de una superstición moderna. Se creyó —y aún se cree— que la historia marcha inevitablemente hacia un bien mayor, que cada cambio es un avance, que toda innovación es mejora. La ciencia, la técnica, la economía: todo se volvió medida de valor. Ya no se preguntó por el bien, sino por la novedad; ya no se buscó la sabiduría, sino la eficiencia.
“El progreso material sin progreso moral es una aceleración hacia el abismo.”
(Blanc de Saint-Bonnet)
Esta fe ciega en el progreso sustituyó a la Providencia divina. Pero el progreso no tiene alma. No sabe a dónde va. Puede construir puentes o cámaras de gas. Puede conectar a millones o aislar a cada uno. Puede prolongar la vida o destruirla en el vientre materno. La técnica, sin la moral, es poder sin freno; y el poder sin freno engendra monstruos.
El progreso sin orden no edifica: pulveriza. Ha destruido la comunidad, ha trivializado la vida, ha hecho del cuerpo un producto, del lenguaje un juego, de la educación una ideología, del arte una provocación. Ha prometido emancipación y ha entregado desarraigo. Ha hecho del hombre un consumidor compulsivo, un dato estadístico, una masa sin rostro.
“No hay progreso sin forma, como no hay música sin partitura.”
(Charles Péguy)
Y sin embargo, el mundo moderno sigue cantando su canto de sirena, convencido de que lo nuevo es siempre mejor, de que lo viejo es siempre opresión. Se desprecia la sabiduría de los siglos, se ridiculiza la virtud, se sepulta la tradición. El progreso se ha convertido en una carrera sin meta, en una fiebre sin cura.
Pero el alma humana no se sacia con novedades. Tiene hambre de sentido, de belleza, de verdad. El progreso que no responde a estas hambres es puro vértigo, puro humo.
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V. LA DEMOCRACIA COMO IDOLATRÍA POLÍTICA
Cuando la Revolución destronó a Dios, no dejó el trono vacío: lo ocupó con la voluntad humana. Primero lo hizo en nombre del pueblo; luego, en nombre del individuo; y finalmente, en nombre del deseo. Así nació la democracia como dogma, no como forma de gobierno limitada, sino como teología laica de la soberanía absoluta del hombre.
“La Revolución es la soberanía del número; el culto de la cantidad, la negación de la verdad.”
(Joseph de Maistre)
La democracia moderna no reconoce más verdad que la opinión, ni más autoridad que el sufragio. No pregunta si una ley es justa, sino si ha sido votada. No examina si una acción es buena, sino si ha sido consensuada. La mayoría ha sustituido al bien. Y en esa transmutación se ha fundado la legitimidad del error, la legalización del crimen, la institucionalización del pecado.
“La democracia moderna es el politeísmo del yo: cada uno un dios, todos esclavos.”
(Miguel Ayuso)
Se ha disuelto la política como arte del bien común, y en su lugar se ha instalado una mecánica de voluntades. La comunidad ha sido sustituida por la masa. La prudencia ha cedido al cálculo. El bien ha sido exiliado del lenguaje público. Lo que queda es un poder sin principios, un sistema sin alma, un consenso sin verdad.
La democracia se vuelve así idolatría cuando olvida su vocación subsidiaria, cuando se cree fin en lugar de medio. Y peor aún: cuando se convierte en la coartada perfecta para la injusticia legalizada. Porque en nombre de la voluntad colectiva, se puede aniquilar toda forma, toda ley natural, todo límite sagrado.
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VI. LA AUTODEMOLICIÓN DEL SUJETO MODERNO
Después de haber negado a Dios, disuelto el orden, profanado la forma, el hombre moderno se enfrenta ahora a sí mismo. Y no se reconoce. Se ha convertido en un extraño en su propia carne, en su propio sexo, en su propio nombre.
“El sujeto moderno no sabe quién es porque ha olvidado de dónde viene y a dónde va.”
(Danilo Castellano)
Esta es la segunda etapa de la Revolución: su fase terminal. Ya no basta con destruir las estructuras externas; ahora hay que demoler la identidad misma. Se ha pasado del ateísmo al transhumanismo, del individualismo al nihilismo, del racionalismo al caos emocional. El yo se ha diluido en el deseo. La libertad ha devenido fluidez. El cuerpo ya no es forma, sino material disponible. La palabra ya no es signo de verdad, sino vehículo de manipulación.
La posmodernidad, lejos de superar los errores del modernismo, es su ruina final. El hombre ya no quiere ser libre, sino percibirse libre. No quiere ser verdadero, sino sentirse auténtico. Y esa autenticidad subjetiva, sin forma ni ley, lo devora.
“El hombre posmoderno ya no cae: se disuelve.”
(Juan Fernando Segovia)
La revolución, en su etapa última, ha devorado al sujeto que la engendró. Ha destruido al yo que decía liberar. Y en su lugar queda un vacío que ni el placer ni la técnica pueden llenar. Porque el alma no se alimenta de estímulos, sino de sentido. No se sacia con derechos, sino con verdad. No se eleva con elección, sino con forma.
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VII. LA RESTAURACIÓN DEL SER
Frente a esta disolución universal, la Contrarrevolución no es una nostalgia, ni una estrategia, ni una política. Es una ontología. Una afirmación del ser, del orden, de la verdad. No es una reacción, sino una revelación: la reaparición del Logos en medio del caos.
“El desorden no se combate con resistencia, sino con forma.”
(Donoso Cortés)
La Contrarrevolución no es solo una negación del error, sino una afirmación de la plenitud. Es la voz del Ser que reclama su forma perdida. Es el resplandor del orden eterno que quiere volver a habitar la historia. No se limita a protestar: propone. No se contenta con resistir: edifica. No se esconde en el pasado: lo trasciende hacia la plenitud.
Esta restauración no comienza en los sistemas, ni en las instituciones, ni en las leyes. Comienza en el alma. En cada hombre que acepta ser criatura, que vuelve a su principio, que consiente el límite y abraza la forma. Allí renace el orden. Allí se siembra la civilización nueva. No por planificación, sino por conversión. No por ideología, sino por santidad.
“La verdadera Contrarrevolución es una restauración espiritual: es volver a ser.”
(Ramiro de Maeztu)
Y ese “volver a ser” no es un proyecto humano, sino un acto de gracia. Una respuesta libre al llamado eterno. Una aceptación del orden que nos precede y nos trasciende. Una vocación a la plenitud que solo se alcanza por el camino de la forma, del sacrificio, de la obediencia, del amor.
CONCLUSIÓN Y EPÍLOGO FINAL
El Orden que Arde: El Fiat que Reconstruye el Mundo
La Revolución no fue un extravío accidental de la razón. Fue una traición esencial del alma. Una apostasía que, en nombre de la libertad, desfiguró al hombre; en nombre del progreso, profanó la forma; en nombre del poder, destronó a Dios. No nació como error, sino como rebelión. No quiso reformar el mundo: quiso rehacerlo sin su Creador. Fue, en palabras de Donoso, “el proceso de autodeificación de la criatura”.
“El siglo moderno ha dado la espalda a Dios, y se asombra de que el mundo se le derrumbe.”
(Donoso Cortés)
Y se derrumba. Con cada generación más confundida que la anterior. Con cada civilización más desarraigada, más líquida, más invertebrada. La Revolución prometió libertad y nos dejó esclavitudes sin nombre. Prometió igualdad y sembró resentimiento. Idolatró un progreso sin alma y entregó un hombre sin rostro.
Frente a este abismo, la Contrarrevolución no es un eco del pasado, ni una reacción visceral. Es una afirmación profunda y luminosa del ser. Es la restauración del orden perdido: en la ley, en la autoridad, en la familia, en la forma, en el alma. No se contenta con decir “no” al error; dice un “sí” rotundo, glorioso, eucarístico a la verdad. No teme a la historia, porque conoce su origen y su destino. No se rinde ante la cultura dominante, porque vive de una fuente que el mundo no puede secar.
“No es enemigo de la libertad quien le da forma, sino quien la disuelve.”
(Louis de Bonald)
Hoy, más que sistemas, necesitamos almas. Más que estructuras, necesitamos conversiones. Más que reformas políticas, necesitamos corazones inflamados por la verdad. Porque el orden no se impone por decreto: se engendra desde dentro. Se fecunda en lo profundo. Se siembra en la interioridad que ha sido purificada por la gracia y encendida por el amor.
Y es allí, en esa interioridad abierta, donde el mundo puede comenzar de nuevo. Pero no en cualquier alma. En un corazón concreto, perfecto, inviolado: el de María.
“El Corazón de María es la primera tierra contrarrevolucionaria: intacta, invicta, inviolable.”
(Ramiro de Maeztu)
Allí, en ese santuario purísimo, el Ser fue acogido sin sombra de resistencia. Allí, el orden no fue discutido, sino amado. Allí, la forma no fue rechazada, sino encarnada. Mientras la Revolución vociferaba su eterno “non serviam”, una joven de Nazaret pronunciaba el “Fiat” que volvió a abrir el cielo. En ese Fiat se rehizo el mundo, porque en ese consentimiento ardía todo el orden divino, humano y cósmico.
“El triunfo del Corazón Inmaculado será el triunfo del orden.”
(Miguel Ayuso)
Por eso, toda verdadera Contrarrevolución será mariana. No por devoción sentimental, sino por necesidad teológica. Porque solo en ese Corazón se conserva intacto lo que la Revolución ha querido destruir: la ley, la forma, la virginidad, la obediencia, la gracia. Allí permanece el diseño eterno. Allí reposa la arquitectura de lo humano. Allí se custodia, como en un arca viva, el modelo del orden que salva.
Quien quiera restaurar la civilización, comience por consagrarse. Quien desee reconstruir el mundo, rinda su alma a ese Corazón. Porque cuando todo se disuelva, cuando el polvo cubra los restos de las catedrales rotas, cuando el lenguaje se haya vuelto irreconocible y la ley incomprensible, ese Corazón seguirá latiendo. Y desde Él, como desde un nuevo Génesis, se volverá a decir el Fiat que rehace todas las cosas:
Fiat voluntas tua.
Fiat ordo.
Fiat pax.
OMO
viernes, 25 de julio de 2025
SANTIAGO
SANTIAGO
Columna del Cielo, Grito de la Tierra
(No era voz de guerra, sino liturgia del combate)
No era un grito,
era una consagración.
Una hostia de fuego
que el pueblo alzaba
no con dedos de incienso,
sino con manos abiertas al martirio.
¡Santiago y cierra España!
No fue voz de soldados.
Fue respuesta de piedras,
de madres que parieron con cruz al pecho,
de monjes que escribieron en silencio
el nombre de Dios sobre la forma del mundo.
Ese grito no divide pueblos.
Divide el cielo del abismo.
La luz de la sombra.
El sí del no.
La fe de la nada.
Y cuando sonó por vez primera,
el infierno supo llegaba
la última frontera del caos:
un pueblo que aún sabía
que la libertad no es capricho,
sino obediencia a la Verdad.
Santiago no fue enviado para escribir cartas,
ni para fundar sectas de simpatía.
Vino con la espada
porque el mundo ya no entendía el Verbo.
Y donde no entra el Verbo,
entra el acero.
Y donde no entra el amor,
entra el amor que sangra.
Fue columna antes que palabra.
Fue altar antes que voz.
Fue clavo del orden en la carne de la historia.
¡Santiago y cierra España!
No para que no entren otros,
sino para que no salga Dios.
España no era frontera.
Era custodia.
Era cáliz.
Era casa de la Cruz y de la espada.
Y Santiago cerró.
Como se cierra una herida.
Como se cierra una tumba.
Como se cierra una puerta cuando el enemigo acecha
y el pan de los hijos no puede ser arrojado a los perros.
Quien grita ese grito,
no pide tolerancia.
Hace memoria.
Hace justicia.
Hace guerra santa en el alma.
Porque ya no hay neutralidad.
Ya no hay lugar donde esconder la Verdad
sin convertirla en traición.
Y ese grito,
ese grito que suena a trueno viejo,
no ha muerto.
Está en los montes.
En la sangre dormida de los pueblos.
En los silencios de los justos.
En los himnos no cantados
por los niños que aún no nacen.
¡Santiago y cierra España!
Que venga el juicio.
Que venga el Reino.
Que venga el combate.
La Fiesta ha comenzado.
El altar está dispuesto.
Falta solo el hombre.
Y tú, Apóstol,
tú que no huiste de Herodes,
ni callaste ante el César,
ni negociaste con los ídolos…
hazte presente.
No como estatua.
No como historia.
Como columna del Cielo.
Como grito de la Tierra.
No vino a narrar mitos.
Vino a hundir el pie en la tierra
como quien clava un estandarte en el lomo del caos.
No habló de amor.
Lo obedeció.
No sembró culturas.
Plantó dogmas.
No vino a abrazar los pueblos,
vino a erigirlos.
Santiago fue el peso de Dios sobre la historia.
Una columna.
No simbólica.
Real.
Pesada.
Fundante.
Antes de que España fuera nación,
fue altar.
Antes de que fuera imperio,
fue verbo encarnado en los huesos de un apóstol.
Porque todo orden comienza por una piedra,
y esa piedra era hombre,
y ese hombre era mártir,
y ese mártir era Santiago.
La cruz no se posa:
se clava.
La fe no se propone:
se proclama.
Y Santiago no sugirió la verdad:
la selló con sangre.
Por eso la Hispanidad no es proyecto: es descendencia.
No es invención de reyes:
es herencia de apóstol.
Nacida no del cálculo,
sino de la obediencia.
No del pacto,
sino del culto.
Él no vino a visitar.
Vino a quedarse.
A fermentar los siglos.
A hincar la eternidad en el corazón de un pueblo
que, sin él, no sería más que polvo hambriento.
Y lo que vino a instaurar no fue religión,
fue orden integral del mundo:
— altar antes que escuela,
— altar antes que leyes,
— altar antes que mercado.
Y si después hubo espada,
fue porque antes hubo hostia.
Y si hubo reino,
fue porque hubo sacrificio.
Y si hubo imperio,
fue porque el alma primero se hincó
donde Santiago cayó de rodillas.
No se le llama patrón:
se le llama piedra angular.
No es símbolo:
es raíz.
No representa a España:
la sostiene.
No la dirige:
la define.
Quien hoy quiera restaurar lo perdido,
que no cite tratados.
Que no arme congresos.
Que vuelva a esa piedra.
Y se someta.
Y la bese.
Y la sangre de nuevo.
Porque Santiago no se conmemora.
Se obedece.
Se imita.
Y no es él quien funda el Reino,
pero es piedra viva de su andamiaje.
No es la Roca,
pero está sellado sobre ella.
No se honra a Santiago si se lo separa de la Roca.
Él no es el fundamento,
pero es columna sellada en sangre sobre el único Fundamento.
Su gloria no nace de sí,
sino de su obediencia al Verbo.
Por eso la Hispanidad no nace de él,
pero sí se alza sobre él,
porque donde pisa un apóstol fiel,
Dios edifica pueblos que no mueren.
Y quien no siembra sobre esa piedra,
no cosecha Reino,
sino ruina.
Oscar Méndez
jueves, 24 de julio de 2025
ACERCA DE LA LEYENDA NEGRA
"Si está en un dibujo 'vintage' debe ser real"
Hemos crecido con vergüenza y cargo de conciencia de ser católicos, todo por las mentiras tan repetidas contra la Iglesia. Afortunadamente son mentiras no aguantan un poquito de investigación histórica.
Cuando nos hablan de la inquisición, nos hacen imaginar una película de sadismo al estilo 'Saw', sólo para desacreditar la autoridad de la Iglesia y la monarquía española. Si bien no es perfecta, nada está más lejos de la realidad.
¿Qué fue la Inquisición?
Podemos asegurar que la Santa Inquisición fue una de las fuentes de los actuales derechos humanos internacionales, propiamente entendidos.
La podemos definir como un tribunal solicitado por el pueblo y administrado por la autoridad civil, para la investigación, descubrimiento y corrección para los católicos (o que fingían serlo), a fin de mantener una sola y misma fe y evitar los riesgos que las herejías implican para el alma y para la sociedad.
Funcionaba como una especie de sínodo donde el acusador era confrontado con el acusado, a quien se le permitía explicar o defender su postura ante sinodales o expertos, de forma que era corregido, impuesto alguna penitencia y liberado, a menos que hubiese renuencia y terquedad, para lo que se imponían penas más severas como ayunos, peregrinaciones y rezo de salmos. Rara fue la ocasión en la que hubo tortura.
"El tribunal de la Inquisición, si bien había sido instituido para toda la Cristiandad, sería aplicado de hecho solo en los lugares más afectados por la herejía: Francia, Italia, España y Alemania, junto con los Países Bajos. En Inglaterra solo se instalaría para el juicio a los Templarios."
Hubo tres inquisiciones:
• La Inquisición Católica, llamada «Tribunal de Misericordia». Solicitada por la gente para la defensa de su fe, y de los infiltrados o herejes que pudiesen condenar su alma por sus errores (algo que urge en nuestros tiempos con tantos improvisionistas protestantoides).
• La Inquisición protestante, responsable de la aniquilación de indios en Norteamérica, de la quema de brujas en Salem e Inglaterra, del asesinato también de mártires católicos en la hoguera, guillotina y ahorcados.
• La "inquisición" musulmana o Yihad, encargada de localizar infieles (كافر kāfir, en singular; كفّار kuffār en plural) para matar a los hombres, violar a sus esposas, prostituir o casar a sus hijas, y esclavizar a los niños.
La Inquisición Católica se resume así:
1. La inquisición no obligaba a las gentes a hacerse católicas, obligaba al católico a no ser traidor a su religión.
2. La inquisición respetaba al judío y al moro en sus respectivos credos.
3. Lo notable de la inquisición no era la crueldad, sino la relativa templanza de sus procedimientos: proporcionándolos a la resistencia del reo, atendiendo y curando a éste después; de hecho fue el primer tribunal del mundo en abolir la tortura.
4. La inquisición era popular y querida con entusiasmo.
5. Fray Tomas de Torquemada era un rectísimo varón y un religioso intachable, ejemplar confesor de una reina ejemplar.
6. ¿Sabia que la inquisición empezaba siempre sus actividades con un "edicto de gracia" -que luego repetía de tiempo en tiempo-, invitando a los que se estimaran culpados representarse a "reconciliación" y perdonando a quienes lo hacían?
7. Los curas andaban entre los que más sufrieron con la Inquisición y no los seglares.
8. Da la casualidad que los siglos XVI y XVII, edad de oro de la inquisición, fueron la edad de oro de las letras hispanas.
9. En México los indios estaban expresamente exentos de la jurisdicción del Santo Oficio.
10. ¿cuántas vidas piensa que costó la inquisición en México en tres siglos? ¿500 mil? ¿100 mil? ¿10 mil? Sólo 43 personas.
Fuente: JUNCO, Alfonso. Inquisición sobre la inquisición, Editorial Jus, México, 1959, páginas 7-15.
Instrumentos que NUNCA uso la Inquisición (pero salen en dibujitos y en los "museos" de la "inquisición":
• La flauta del alborotador. Creada en el siglo XVII. Su primera mención viene de los años 1680-90 de la República de Venecia usada contra los desertores de la guerra entre el imperio otomano y la República de Venecia.
• El aplasta cabeza. Creada en el siglo XIV. Su primera mención viene de 1340 en Alemania. No fue usada por la Inquisición sino por los tribunales germánicos contra los enemigos de algunos príncipes electores.
• La cuna de Judas. Creada en el siglo XV. Su primera mención viene de 1450-80 en Francia. Usada por el Parlamento Francés y no por la Inquisición, esta fue abolida en 1430.
• La Sierra. Creada en el siglo XV. Su primera mención viene de 1450-70. Usada por el tribunal húngaro contra los musulmanes en el marco de la guerra entre el imperio otomano, el imperio bizantino y el reino de Hungría.
• La Pera. Creada en el siglo XV. Su primera mención viene de 1450. Usada por el parlamento francés y no por la Inquisición, esta fue abolida en 1430.
• La Capa de la infamia. Creada en el siglo XVII. Su primera mencione viene de Johann Philipp Siebenkees en 1790. Usada por el parlamento de Nuremberg (Protestante) contra ladrones y prostitutas.
• La Doncella de Hierro. Creada en el siglo XIX. Creada por ordenes del II Reich como parte de la propaganda anti-católica tomando como base la Capa de la Infamia del siglo XVII por la Nuremberg Luterana.
• El tenedor de los herejes, las Botas, la Zarpa de gato y la Jaula de Hierro. Creados en el siglo XV-XVI. Usada por el Parlamento Frances y no por la Inquisición, esta fue abolida en 1430.
Con esto queda claro qué instrumentos de tortura y cuales no uso la Inquisición Católica. Lo demás, son mentiras. Como diría historiador Nigel Townson:
"Las siniestras salas de tortura dotadas de ruedas dentadas, artilugios quebrantahuesos, grilletes y demás mecanismos aterradores sólo existieron en la imaginación de sus detractores".
Todos los herejes contumaces eran llevados ante la autoridad del estado para ser enjuiciados, con una nota de los inquisidores eclesiásticos rogando a favor del hereje, pero la Iglesia nunca mato a nadie, por eso los anti-católicos jamás pueden citar un solo caso en el cual la Iglesia se haya visto involucrada directamente en la muerte de un hereje.
¿Cuál era en realidad el encarcelamiento y el uso de la Tortura de la Inquisición?
Sabemos cómo eran las cárceles de la Inquisición. Eran piezas altas, sobre bóvedas con luz, secas. Había celdas individuales y plurales. Los penados tenían camas con sabanas, mantas y almohadas. Sillas y una mesa. En la mesa se dejaba una pluma, tinta y hojas. Si era casado, podía asistirle su mujer; si tenía criados, podía ser servido por ellos. La Inquisición costeaba toda la manutención de sus presos, dándoles a todos, ricos y pobres, tres veces al día, comida abundante, bien condimentada y hasta con su ración diaria de carne, y asistencia de médico en caso necesario.
En el año 1252 la Bula «Ad Extirpanda» admite la tortura pero siempre con un medico:
“El podestá -o alcalde- o el rector de la ciudad está obligado a constreñir a los herejes a hacer confesiones y a denunciar a sus cómplices sin que, sin embargo, les haga perder un miembro o poner en peligro su vida" Bula Ad Extirpanda, 15 de Mayo de 1252, Inocencio IV.
De esta manera la Inquisición establece desde 1252 sólo tres torturas y nada mas:
El cordel, a garrucha y con agua.
¿Cuántos murieron a mano de la inquisición protestante?
• Calvino en un solo día mandó a la hoguera a 500 herejes.
• Los calvinistas en Holanda y Suiza ejecutaron a todos los curas y monjes de 400 iglesias y conventos.
• Enrique VIII de Inglaterra para instalar el anglicanismo mandó matar más de 200,000 católicos.
• María Tudor (Bloody Mary) ejecutó a casi 60,000 personas por brujería;
• Jacobo I de Inglaterra se le atribuyen en su reinado (1603-1625) unas 500 víctimas al año.
• En los primeros 300 años del anglicanismo se estima que se condenaros a muerte más de 264,000 personas por diversos delitos, a razón de 800 por año; etc.
Si quieres estudiar por temas, en videos interesantísimos o tener más fuentes y herramientas, te recomendamos leer los siguientes libros:
De Cristian Rodrigo Iturralde
• La Inquisición, un tribunal de Misericordia, Ed. Vórtice.
• 1492: Fin de la barbarie y comienzo de la civilización en América, Tomo I, Ediciones Buen Combate, Buenos Aires.
• 1492: Fin de la barbarie y comienzo de la civilización en América, Tomo II, Edición del Autor, Buenos Aires.
De Vittorio Messori
• Leyendas Negras de la Iglesia.
De María Elvira Roca Barea
• Imperiofobia y la Leyenda Negra, Ediciones Siruela.
De Antonio Caponetto
• Hispanidad y Leyendas Negras, 3a. Ed. Corregida y aumentada, Buenos Aires, Nueva Hispanidad.
• Los críticos del revisionismo histórico, vol I, Buenos Aires, Instituto Bibliográfico Antonio Zinny.
• Los críticos del revisionismo histórico, vol. II, Buenos AIRES, Instituto Bibliográfico Antonio Zinny.
De Javier Olivera Ravasi
• Que no te la cuenten I y II.
De Alfredo Sáenz S.J.
• Los 12 Volúmenes de "La Nave y las Tempestades".
De Carlos Alvear Acevedo
• Historia Universal Contemporánea, Editorial Jus.
De José María Iraburu
• Hechos de los apóstoles de América.
De Henry Kamen
• La Inquisición Española
De Alfonso Junco
• Inquisición sobre la Inquisición.
Magistral análisis.
Otros autores:
• Los diarios de Colón, de Cristobal Colón, Editorial Porrúa, Sepan cuántos...
• La Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, Editorial Porrúa, Sepan cuántos...
Si no les creen, están estos historiadores y arqueólogos antiespañoles: Marvin Harris (muy recomendable), Theresa Prestwick y Miguel León Portilla.
Si quieren mismos indigenas hablando y escribiendo sobre la barbarie de la cual nos sacaron los españoles, puedes leer a: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Álvaro Tezozomoc (muy famoso), Muñoz Camargo, Juan Bautista Pomar, Fco. Antonio Quimalpachin, Garcialaso de la Vega y Toribio de Benavente.
Fuente: Modernist Chanel.
miércoles, 23 de julio de 2025
QUE LOS SEMINARISTAS SEAN FORMADOS CONFORME A LA INTEGRIDAD DE LA TRADICIÓN CATÓLICA, TE ROGAMOS SEÑOR
QUE LOS SEMINARISTAS SEAN FORMADOS CONFORME A LA INTEGRIDAD DE LA TRADICIÓN CATÓLICA, TE ROGAMOS SEÑOR
Señor, para celar tu honra, y gloria, danos sacerdotes santos.
Señor, para aumentar nuestra fe, danos sacerdotes santos.
Señor, para sostener tu Iglesia, danos sacerdotes santos.
Señor, para predicar tu doctrina, danos...
Señor, para defender tu causa, danos...
Señor, para contrarrestar el error, danos...
Señor, para aniquilar las sectas, para sostener la verdad, danos...
Señor, para dirigir nuestras almas, danos...
Señor, para mejorar las costumbres, danos...
Señor, para desterrar los vicios, danos...
Señor, para iluminar al mundo, danos...
Señor, para enseñar las riquezas de tu Corazón, danos...
Señor, para hacernos amar al Espíritu Santo, danos...
Señor, para que todos tus ministros sean la luz del mundo y la sal de la tierra, danos...
Oración. — Corazón de Jesús, Sacerdote santo, te pedimos con el mayor encarecimiento del alma que aumentes de día en día los aspirantes al sacerdocio y que los formes según los designios de tu amante Corazón. Sólo así conseguiremos Sacerdotes Santos, y pronto en el mundo no habrá más que un solo rebaño y un solo Pastor. Así sea. Amén.
(Indulgencia de 7 años y una plenaria al mes, con las condiciones ordinarias).
martes, 22 de julio de 2025
ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE
¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo: escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y represéntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos, ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todos los fieles y pastores, y otorgue abundante vocaciones de sacerdotes y religiosas, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el sacramento de la penitencia que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
lunes, 21 de julio de 2025
LARGO Y DURO PURGATORIO POR COMETER ADULTERIO
Esto le sucedió a Santa Lidwina de Schiedam (1380 – 1433), mística y patrona de los enfermos crónicos.
Está santa aprovechaba las largas horas de insomnio y los dolores físicos producto de su deteriorada salud, para redoblar su permanente oración y entrega a Dios. Era entonces cuando experimentaba profundos éxtasis en los que según ella, su ángel guardián se le aparecía y conducía en cuerpo y espíritu al Purgatorio, en donde divisaba sus inmensos misterios. Sus descripciones sobre el lugar son minuciosas, interesantísimas y de una condición sobrenatural que ponen los pelos de punta con su lectura.
Describió en muchas ocasiones los diferentes estadios dentro del Purgatorio.
La santa vio durante uno de sus éxtasis a un alma en un estrato muy bajo del Purgatorio, en donde su sufrimiento atroz se asemejaba a aquel que padecen los condenados en el infierno. Se trataba del alma de un hombre al que había conocido bien durante su vida y al que ella apreciaba mucho. Quizá por ello su espanto y preocupación fueron enormes cuando, tras 12 años desde la muerte del desdichado y estando ella rezando precisamente por la salvación de su alma, le vio encerrado en las llamas de un bajísimo Purgatorio. “Pero ¿qué has hecho para merecer este castigo?”, le preguntó estremecida.
Entonces el alma de aquel conocido le relató lleno de amargura que durante su vida había vivido de forma muy disipada, habiendo tenido gran cantidad de amantes, provocando por ello un gran sufrimiento a su familia, que duró hasta los últimos días de su existencia. Por pura Misericordia, quiso el Señor que al caer él enfermo sintiera un gran arrepentimiento, por lo que pidió confesión y murió en gracia de Dios.
Durante doce largos años Santa Lidwina rezó con fervor por su alma, pues conocía su fama de rufián y la permanente traición hacia la esposa, suponiendo que todas sus plegarias serían pronto escuchadas. Precisamente por esta razón se aterrorizó cuando después de ese extenso tiempo se lo encontró entre las llamas de ese terrible Purgatorio.
El ángel de la guarda de la santa, que la acompañó visiblemente a semejante viaje, viendo el dolor que la estaba causando esta visión le dijo: –puedes ofrecer algo para aliviarle, para que alcance el cielo–. La santa accedió de inmediato y una vez recobrado el conocimiento ofreció ayunos, sus enfermedades, dolencias y todo tipo de oraciones, para liberar a esa pobre alma desgraciada.
Cuando Lidwina comprendió que no podía soportar más infortunios, rogó desesperadamente a Dios por la salvación de aquel por quien tanto había orado. Entonces el Señor le permitió ver cómo el alma del condenado a ese Purgatorio atroz, se elevaba suavemente desde los abismos hasta un fuerte halo de luz. Así comprendió que ninguno de sus padecimientos se había echado a perder. ¡Dios utiliza hasta la más pequeña de nuestras oraciones para salvar almas!
sábado, 19 de julio de 2025
DIEZ PRINCIPIOS PARA DEFENDER LA PALABRA DE DIOS EN EL MUNDO
En la densa niebla de la desinformación y la perversión del lenguaje, donde cada vocablo puede tornarse filo o veneno, la fe católica se erige como faro y baluarte inamovible. Este decálogo no es solo norma: es estandarte, armadura y cruzada de lucidez. Es un llamado urgente al alma fiel para que resguarde, como centinela en la noche, la pureza de la palabra y la claridad del pensamiento, anclando su vida en la sabiduría inmarcesible de la Iglesia. Porque el combate por la palabra es, en su esencia más profunda, un combate espiritual por el destino del hombre.
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1. Reconoce el lenguaje como tu preciosa participación en el Verbo Encarnado.
No olvides que cada palabra tuya, pronunciada o callada, posee peso de eternidad, pues el hombre habla porque es imagen viviente del Dios que habla. Toda palabra verdadera resuena, aunque el mundo la olvide, como eco del Logos eterno (Jn 1,1). Enseña Santo Tomás: “El lenguaje humano, reflejo de la luz de la inteligencia creada, participa de la luz increada” (De Veritate).
2. Subordina siempre la palabra a la realidad, jamás al poder ni a la voluntad.
Que tu lengua no doblegue la realidad al capricho del hombre ni a la imposición de los poderosos. La verdad es la correspondencia fiel entre lo que dices y lo que es; no cedas ante redefiniciones arbitrarias, ni aunque provengan de costumbres antiguas o de autoridades temporales. “La verdad consiste en la adecuación del intelecto a la realidad” (STh I, q.16).
3. Rechaza con vehemencia la ambigüedad y la manipulación ideológica.
No toleres en tu boca palabras dobles ni equívocas, pues la confusión es madre de la discordia y raíz de toda ruina. Guarda celo por la precisión de la doctrina y la integridad de tus expresiones, como enseñó León XIII: “El error se propaga con más facilidad por la ambigüedad de los términos que por la falsedad de los conceptos.”
4. Desconfía radicalmente del sentimentalismo y del subjetivismo.
No es la verdad lo que complace, conmueve o seduce, sino solo lo que corresponde al ser. Que la opinión personal no eclipse jamás el juicio objetivo de la inteligencia. “El conocimiento es verdadero en cuanto es conforme con el objeto conocido” (Santo Tomás).
5. Resiste activamente el lenguaje programado por la técnica y los algoritmos.
No permitas que tu pensamiento sea pastoreado por la tiranía de la inmediatez digital. Mantente libre ante el flujo mecánico de palabras que la técnica produce y disemina. “La técnica es servidora del hombre, no su dueña” (Pío XII, Miranda Prorsus).
6. Custodia celosamente la lengua materna y la tradición litúrgica.
Defiende la lengua que heredaste de tus padres y la oración que la Iglesia recita desde los siglos. La familia y la liturgia tradicional son baluartes donde la palabra se mantiene pura y fecunda: “lex orandi, lex credendi” (Pío XII). No dejes que el deterioro del lenguaje profane la oración ni desfigure la alabanza.
7. No cedas bajo ninguna circunstancia al lenguaje ideológico ni a los eufemismos del mundo.
No entregues tus palabras a la ingeniería social, ni permitas que el “lenguaje inclusivo” o los eufemismos enmascaren la realidad. Recuerda: “Quien controla las palabras, controla las conciencias” (Marcel de Corte). Sé firme, fiel, inamovible en la gramática y en el sentido perenne de los términos.
8. Prefiere el silencio contemplativo y la lectura de los santos al ruido y al espectáculo.
Solo el silencio fecunda la palabra auténtica; solo la oración profunda prepara la mente para la verdad. Rechaza el ruido y la superficialidad del mundo, y haz de la lectura de los santos y doctores tu escuela de pureza verbal. “La meditación es la madre de la verdad” (Santo Tomás).
9. Educa y corrige en la verdad, con inquebrantable caridad, pero sin concesión al error.
Asume tu deber de formar y corregir, especialmente a los jóvenes, sin titubear ni adular. Hazlo con caridad firme, sabiendo que “nada hay más cruel que dejar al error sin refutar” (León XIII).
10. Haz de tu vida un vibrante testimonio de la Palabra Encarnada.
Que la verdad resplandezca en cada palabra tuya y la caridad se haga carne en tu vida. Vive de modo que tu “sí” sea sí, y tu “no” sea no (Mt 5,37). Sé, ante el mundo, señal viva de la fidelidad al Verbo. “La caridad no puede existir sin verdad” (Castellano).
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Que este decálogo sea tu brújula inquebrantable en la noble tarea de defender la verdad y la integridad de la palabra, para la mayor gloria de Dios y el verdadero bien de la humanidad. Recuerda siempre: la batalla por el lenguaje es, en su esencia más profunda, la batalla por el alma misma del hombre. Solo anclados firmemente en la Verdad que es Cristo —el Verbo Encarnado— podremos restaurar la palabra a su dignidad original y, con ella, forjar una civilización que glorifique a Dios.
OMO
viernes, 18 de julio de 2025
UN EXCELENTE CONSEJO: PRACTICA DIARIAMENTE LA DEVOCIÓN DE LAS TRES AVEMARÍAS
¿En qué consiste la devoción de las tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla o bien para alcanzar algún favor por su mediación.
¿Cuál es el fin de esta devoción?
Honrar los tres principales atributos de María Santísima, que son:
1.- El poder que le otorgó Dios Padre por ser su Hija predilecta.
2.- La sabiduría con que la adornó Dios Hijo, al elegirla como su Madre.
3.- La misericordia con que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.
De ahí viene que sean tres las Avemarías a rezar y no otro número diferente.
¿Cuál es la forma de rezar las tres Avemarías?
"María Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.
1. Por el poder que te concedió el Padre Eterno
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
2. Por la sabiduría que te concedió el Hijo.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
3. Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén!"
¿Cuál es el origen de la devoción de las tres Avemarías?
Santa Matilde, religiosa benedictina, suplicó a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte. La Virgen María le dijo lo siguiente: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."
Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.
¿Cuáles son las promesas de la Virgen a quienes rezasen diariamente las tres avemarías?
Nuestra Señora prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con sólo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.
María renueva su promesa de protección:
Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras:
"No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN"
También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”
Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo".
Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".
¿Cuál es el fundamento de esta devoción?
La afirmación católica de que la Santísima Virgen poseyó, en el más alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría y misericordia.
Esto es lo que enseña la Iglesia al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.
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