domingo, 20 de septiembre de 2015

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5 comentarios:

  1. Para evitar malos entendidos: nadie, ni el Papa, tiene ese poder de cambiar la doctrina de Jesús. El Papa es vicario, o sea, representante de Cristo, no es sustituto de Cristo. Tiene el poder de confirmar lo que Cristo enseñó, pero no puede quitar, ni agregar, ni reemplazar (Lc 22,32). Si quien me representa no enseña lo que yo le enseñé, me traiciona, y su enseñanza en mi nombre no es válida, porque está enseñando en su propio nombre. En cuanto a la doctrina legada por Cristo, otra doctrina diferente no sólo no es válida, sino maldita ella y quien la proclame (Gál 1,8).
    Cuando Cristo les dice a sus discípulos que lo que aten y desaten en la tierra será atado y desatado en el Cielo (Mt 18,18) se refiere a perdonar (desatar) o no perdonar (atar), pues este verso hace parte de un pasaje más extenso que empieza en el verso 15 y termina en el 18 y que aclara el sentido que se propuso Jesús. Pero ese poder de atar y desatar no se refiere a que ellos pueden hacer y deshacer lo que se les antoje con las doctrinas establecidas por Cristo. Si así fuera, las enseñanzas de Cristo eran provisionales. Y la verdad no es provisional, es permanente. Fue, es y será verdad que 2 + 3 = 5. Y Cristo es la Verdad (Jn 14,6), la Verdad Eterna.

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    1. ¡Muy buena explicación en pocas palabras!

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  2. El paciente gravemente diabético al médico: Doctor, tenga misericordia de mí, no me prohíba ingerir productos con azúcar.
    El médico le dice: Está bien, seré misericordioso, no se los prohíbo; como médico que soy, le doy mi autorización de ingerir productos con azúcar.
    Este medicucho no es misericordioso, es un irresponsable, un incompetente, un traidor a los postulados de su profesión, y se escuda en el pretexto de ser misericordioso. Sabe que el paciente empeorará, pero no le importa, le importa más que lo llamen misericordioso.
    No le importa que por esa falsa misericordia el paciente pronto perderá la visión, habrá que amputarle alguna extremidad, morirá en condiciones de grave deterioro y sufrimiento.
    Peor se conducen los prelados que, escudándose en la misericordia, se obstinan en autorizar la Comunión a los adúlteros, aunque tengan que negar la gravedad de este pecado (Éx 20,14), pecado que no fue abolido por Jesús, antes bien, le impuso condiciones más estrictas (Mt 5,28).
    Y digo que se conducen peor que el médicucho mencionado, pues al grave pecado de adulterio le agregan el más grave de cometer sacrilegio profanando la Eucaristía, poniendo a los adúlteros sacrílegos en inmenso riesgo de no salvarse (1 Cor 11,29).
    Pero los obispos tales enfrentan condena inminente, porque con este desafío a la autoridad perenne de la doctrina de Cristo, a la que quieren convertir en relativa según la época histórica, desafían al Espíritu Santo, y ese pecado no se les perdona ni en esta vida ni en la otra (Mt 12,32).
    ¡Para lo que les importa! Tan fácil como abolir el pecado de adulterio les resulta abolir la enseñanza del infierno. ¡Y todos al Cielo!, gracias a la misericordia de estos obispos.

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  3. Comparto cada palabra. Me autoriza a copiar lo y compartirlo?

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