lunes, 26 de julio de 2021

¡VIVA SANTIAGO APÓSTOL!


Ayer celebramos a Santiago Apóstol, “el Mayor”. 

 Dos de los Apóstoles de Jesús se llamaban Santiago. Para distinguirlos, de acuerdo con su edad, se les ha llamado Santiago, el Mayor (el hijo de Zebedeo) y Santiago, el Menor (el hijo de Alfeo).

  Santiago Apóstol, era hermano de San Juan Evangelista y ambos eran apodados “Boanerges” (hijos del trueno), por sus temperamentos impulsivos. Y antes de seguir al Señor eran discípulos de Juan el Bautista.  

  Santiago y Juan vivían con sus padres, Zebedeo y Salomé, en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea.  

  Cuando Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Pedro y Andrés, que estaban pescando, los llamó para seguirle y convertirlos en pescadores de hombres. También, llamó a los hermanos Santiago y Juan, que en una barca, con su padre Zebedeo, estaban remendando redes. Los dos abandonaron lo que estaban haciendo dejando a su padre, que no se opuso a su vocación, y siguieron al Maestro.  

  El nombre “Santiago”, proviene de dos palabras “Sant” y “Iacob”. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: “Sant Iacob, ayúdenos”. Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago.  

  Aunque todos los apóstoles fueron muy amados de Jesucristo, por ser sus queridos discípulos, a quienes confió sus misterios, Santiago fue uno de los predilectos, y a quien comunicó más abiertamente sus secretos.  

  Estuvo presente en la curación de la suegra de Pedro y cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo. Tuvo además la dicha de estar presente en la Transfiguración del Señor y contemplar su cuerpo glorificado, aunque con gloria pasajera, lo cual no fue otorgado más que a su hermano san Juan y a san Pedro. También tuvo el privilegio de acompañar a Jesús en el Huerto de Getsemaní, donde fue entregado por Judas Iscariote a los judíos para matarlo.  

  Cuenta el Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que Él no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número de personas posible.  

  Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús les dijo: "¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?" Ellos le dijeron: "Sí somos capaces". Cristo añadió: "El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial". Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: "El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir". Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.  

  Después de la Ascención de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles, lo destacaba su gran celo en el progreso y en la defensa de la religión Cristiana. Por eso, en el año 44 d.C. cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo para complacer a los judíos, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Lo cual fue efectivamente motivo de alegría para los judíos, que temían que el establecimiento de la religión cristiana contribuyese en gran manera a destruir la suya.   

  Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.   

  Tradiciones nos dicen que Santiago alcanzó a ir hasta lo que hoy es España a evangelizar. Por ello se le considera el patrón de este país y de su caballería. Desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la Catedral de Compostela, donde lo han visitado miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo.   

  Hoy, Santiago Apóstol nos enseña a vivir nuestra fe con autenticidad; a ser testigos fieles del Evangelio con nuestra vida, pero sobre todo a perdonar a nuestros enemigos, a amar a los que nos han ofendido y a quienes nos han hecho sufrir.  

  ¡Que viva Santiago Apóstol!

No hay comentarios:

Publicar un comentario