sábado, 10 de diciembre de 2016

¿CÓMO MURIÓ GALILEO?


Experimento: salga ud. a la calle y pregunte a los viandantes al azar qué juicio les merece que la Iglesia quemase en la hoguera a Galileo por decir que la Tierra era redonda.

Apuesto a que solo una minoría responderá que no fue por decir que la Tierra fuera redonda -que era la tesis convencional desde, al menos, Eratóstenes, que se molestó en medirla en el siglo III antes de Cristo-.

Y apuesto a que aún menos serán los que recuerden que Galileo no murió en la hoguera, sino en la cama y de viejo, concretamente en su casa de San Giorgio, junto al mar.

Con Galileo, por cierto, se produjo un fenómeno que se reproduce una y otra vez en la historia, cuando el estamento científico -eso que tendemos a llamar campanadumente ‘la ciencia’- demuestra que, al fin, no está formado por ángeles ocupados solo en el descubrimiento de la verdad, sino por seres de carne y hueso que se empecinan en sus teorías y responden a todas las tentaciones comunes al ser humano.

Fue ese estamento, fueron sus colegas, los que llevaron ante el tribunal a aquel petulante que osaba contradecir el consenso científico de la época (¡no piensen en el Cambio Climático!), el modelo ptoloméico, y se sirvieron del poder del momento, como podrían haberle llevado ante el Politburó en eras y lugares distintos.

Iba a cumplir 78 años, cuando falleció cristianamente
 en su lecho con la bendición papal e
 indulgencia plenaria.
Fue un cura polaco, Copérnico, quien publicó la tesis de que la Tierra giraba en torno al Sol… y lo hizo con todas las bendiciones eclesiásticas.

Por lo demás, la leyenda de que la Iglesia no podía concebir que la Tierra girase en torno al Sol en lugar de hacerlo al revés queda desmentida por el hecho de que más o menos por las mismas fechas un sacerdote polaco, Copérnico, publicaba la misma tesis con todas las bendiciones eclesiásticas.

Alguien debería pararse a pensar que la Iglesia no puede haber perseguido a los científicos cuando el único nombre que se le ocurre a la gente es Galileo. Si fuera como quiere la leyenda, habría docenas de nombres.

Vivimos de tópicos y entre tópicos, y ni siquiera tienen la ventaja de ser como esos clichés que nos lega la experiencia de siglos, la sabiduría de la abuela, sino de leyendas más ennegrecidas a conciencia que meramente negras.

En lo que tiene de meramente humano e histórico, la Iglesia es vulnerable a todos los errores y pecados de los hombres, y así es absurdo que nos sorprenda o escandalice todo lo que en su nombre se hizo mal.

Pero entre esas cosas que hizo mal no está, a mi modo de ver, la Inquisición  (haz clic aquí: http://www.catolicidad.com/2010/11/inquisicion-sobre-la-inquisicion.html y acá: http://www.catolicidad.com/2013/01/despejan-mitos-de-la-inquisicion-en-la.html) y, muchísimo menos, un ‘enfrentamiento’ con la ciencia que solo existe en la mente de sus enemigos y que genera una narrativa no distinta, sino exactamente opuesta a la realidad.

El profesor y doctor Alfonso Carrascosa, científico del CSIC, en su reciente conferencia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso titulada ‘Iglesia católica y ciencia en la España del siglo XX’, sostiene que “algunos de los errores atribuidos a la Iglesia en cuanto a la conciliación ciencia y fe, pertenecen al conjunto de eslóganes que son denominados la leyenda negra, construida con ella por sus enemigos a partir de producirse el cisma de Occidente“. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro.

Ninguna cultura ha ido de capaz de sistematizar el saber científico, ninguna… excepto la cristiana.

¿Nadie se ha parado a pensar por qué la ciencia se ha desarrollado precisamente allí donde la Iglesia ha ejercido una influencia cultural absoluta?

China conocía cosas como la pólvora o el papel, incluso la imprenta, mucho antes de que se conocieran el Occidente.

Los musulmanes destilaron el alcohol y a uno de ellos le debemos el desarrollo del álgebra, y los indios introdujeron el cero en las matemáticas.

Sin embargo, ninguna de estas culturas sistematizó el saber científico, ninguna dio con el método para dar el gran salto en la ciencia de ser una actividad privada, de unos pocos eruditos, a convertirse en un proceso masivo y autoconstructivo: el método científico, en fin, pergeñado por primera vez por Roberto Grosseteste, obispo de Lincoln, en el siglo XIII.

Es absurdo contraponer la cultura cristiana a una cultura materialista y atea, sencillamente porque nunca ha existido una cultura originariamente materialista y atea. Pero entre las culturas reales, las que han existido en la historia, ha sido la cristiana la que, al separar tajantemente el Creador de su Creación y postular un universo racional la que ha permitido el desarrollo de la ciencia.


Por Candela Sande

Fuente: Actuall



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4 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, le hace justicia a la Iglesia que en realidad nunca ha estado en pelea con ella. Razón, Ciencia y fe son parte de la humanidad.

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  2. Gran trabajo hermano! Este blog ha sido una bendición para mí, y gracias a esa labor he aprendido mucho y sigo aprendiendo y creciendo espiritualmente. Qué bueno es saber estas cosas siendo que es fácil encontrar información falsa en otros sitios no católicos.
    Le tendré también en cuenta en mis oraciones.
    Bendiciones.

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  3. Y las fuentes de donde se obtuvo esa información? Es muy sencillo escribir la verdad que más me agrade o que se ajuste a mis creencias y pensamientos pero.... Los hechos se demuestran con pruebas en este caso con las citas bibliográficas de la información aquí publicada.

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    1. En cualquier biografía puede constatar esto. No es nada oculto ni difícil de verificar. Es un hecho histórico muy sencillo de investigar. La fuente de donde se tomó el escrito está al final del post. En el artículo del link, al final del mismo, se dan las fuentes.

      No encontrará una fuente seria que desmienta lo aquí dicho. Solo los ignorantes creen que fue ajusticiado en la hoguera. Ningún autor -ni católico ni anticatólico- serio lo afirma.

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