Tema relacionado: http://www.catolicidad.com/2009/05/el-labrador.html
jueves, 1 de junio de 2017
¿TU CORAZÓN ES TIERRA FÉRTIL A LA PALABRA O TERRENO ROCOSO?
Reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a él, dijo esta parábola: Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al sembrar, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo (...). La semilla es la palabra de Dios. Los que están junto al camino son aquellos que han oído; pero viene luego el diablo y se lleva la palabra de su corazón, no sea que creyendo se salven (Lc 8,4-5 y 11-12).
Parte cayó sobre terreno rocoso y una vez nacida se secó por falta de humedad (...). Los que cayeron sobre terreno rocoso son aquellos que, cuando oyen, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíces; ellos creen durante algún tiempo, pero a la hora de la tentación se vuelven atrás (Lc 8,6 y 13).
Parte cayó en medio de las espinas y habiendo crecido con ella las espinas la sofocaron (...). La que cayó entre espinas son los que oyeron, pero en su caminar se ahogan a causa de las preocupaciones, riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto (Lc 8,7 y 14).
Parte cayó en la tierra buena, y una vez nacida dio fruto al ciento por uno (...). Son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto mediante la paciencia (Lc 8,8 y 15).
Esta parábola habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a los oyentes de Jesús dos mil años atrás. Nos recuerda que nosotros somos el terreno donde el Señor lanza incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos? ¿Cómo está nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece: a un camino, a un pedregal, a unas zarzas? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, pero formado y cultivado con cuidado, para que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos.
Si queremos y somos dóciles, el Señor está dispuesto a cambiar en nosotros todo lo que sea necesario para transformarnos en tierra buena y fértil. Hasta lo más profundo de nuestro ser, el corazón, puede verse renovado si nos dejamos arrastrar por la gracia de Dios, siempre tan abundante.
Nadie se condena sin culpa personal. En uno está dejar que las espinas sofoquen y apaguen la Palabra que busca salvarnos o bien, ser esa tierra fértil y buena que la acoge y, así, de esta manera, la simiente -que siente la caricia del terruño- abra sus entrañas a la Vida.
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"Vuela la simiente de su puño,
ResponderEliminarcae sobre la tierra removida,
siente la caricia del terruño
y abre sus entrañas a la vida."
¡¡¡No se puede describir mejor ni de una manera más bella y poética esto!!!
El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere salvar con su Palabra y con su gracia, para que le sigamos y lo imitemos a El, que es perfectus Deus, perfectus homo. Seamos dóciles a sus mociones.
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