sábado, 6 de septiembre de 2025

NO DEJEMOS QUE NUESTROS HIJOS MUERAN EN SUS HABITACIONES

 

Los hijos se nos escapan, generación tras generación, muriendo en sus habitaciones, como si estuvieran en un laberinto sin salida. Antes, los perdíamos en los ríos, en los matorrales, en los mares, pero hoy los perdemos en el silencio de sus cuartos.

Recuerdo cuando jugaban en los patios, sus voces resonaban en el aire, sus fantasías nos hacían sonreír. Pero ahora, con la tecnología dominando sus vidas, nos preguntamos: ¿dónde están nuestros hijos?

Están allí, en sus habitaciones, con auriculares y dispositivos electrónicos, perdidos en un mundo de fantasía. Muertos en sus relaciones con nosotros, sus padres, y vivos solo en sus cuerpos. La tecnología los está alejando de nosotros, de sus valores familiares, de su identidad.

Se convierten en una mezcla de todo lo que han visto y oído, muchos de ellos atrapados mentalmente por la pornografía o por ideologías disolventes o contrarias a la fe, y nosotros, los padres, no siempre sabemos ya quiénes son. 

Es hora de sacar a nuestros hijos de sus habitaciones, de sus dispositivos, y llevarlos a la sala, al patio, a jugar juegos de mesa, al campo, a hablar, a reír, a prepararse intelectual y religiosamente .

Escuchemos sus voces, sus palabras, sus silencios. Están hablando, aunque no lo parezca. Están gritando por atención, por amor, por conexión que requieren. No los dejemos morir en silencio. Saquémoslos de su encierro y llevémoslos a la vida.

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