ADEMÁS, UN BELLO RELATO
Quienes anunciaron la verdad y fueron ministros de la gracia divina, cuantos desde el comienzo hasta nosotros trataron de explicar, en sus respectivos tiempos, la voluntad salvífica de Dios hacia nosotros, dicen que nada hay tan querido ni estimado de Dios como el que los hombres, con una verdadera penitencia, se conviertan a Él.
Y, para manifestarlo de una manera más propia de Dios que todas las otras cosas, la Palabra divina de Dios, el primero y único reflejo insigne de la bondad infinita. Pues no sólo sanó nuestras enfermedades con la fuerza de los milagros, sino que, habiendo aceptado las debilidades de nuestras pasiones y el suplicio de la muerte –como si Él mismo fuera culpable, siendo así que se hallaba inmune de toda culpa-, nos liberó, mediante el pago de nuestra deuda, de muchos y tremendos delitos y, en fin, nos aconsejó, con múltiples enseñanzas, que nos hiciéramos semejantes a Él, imitándolo con una condescendiente benignidad y una caridad más perfecta hacia los demás.
Consideró que era un padre excelente aquel hombre que esperaba el regreso de su hijo pródigo, al que abrazó porque volvía con disposición de penitencia, y al que agasajó con amor paterno, sin pensar en reprocharle nada de todo lo que antes había cometido. Por la misma razón, después de haber encontrado la ovejilla alejada de las cien ovejas divinas, que erraba por montes y collados, no volvió a conducirla al redil con empujones y amenazas, ni de malas maneras, sino que, lleno de misericordia, la puso sobre sus hombros y la volvió, incólume, junto a las otras.
De las cartas de San Máximo Confesor, Abad (PG 91, 454-455).
Bien lo dijo Fray Pedro de los Reyes:
¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo de morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?
Loco debo de ser, pues no soy santo.
RELATO SOBRE LA MISERICORDIA DE DIOS
Un editorialista narraba recientemente que en una pequeña iglesia de Mallorca está la imagen de un doliente Cristo. La mano derecha del Crucificado está desclavada de la cruz.
Cuenta la piadosa leyenda que hace muchos años un hombre llegó a la capilla buscando a un sacerdote para pedirle que lo escuchara en confesión. Terribles eran los pecados de aquel hombre; sus culpas eran más grandes que las mayores que el sacerdote había conocido en toda su vida, larga ya, de confesor. No existía falta en que el malvado no hubiese incurrido; todos los pecados mortales los cometió aquel torvo mortal.
-¿Qué hago? -se preguntaba en su interior el sacerdote lleno de congoja-. ¿Cómo voy a darle la absolución a este monstruo de maldad? ¡Sus culpas no pueden tener perdón de Dios!
En ese momento oyó en la capilla un ruido como de madera que se resquebrajaba. El Padre volvió la vista y se quedó admirado: el Cristo había desclavado su mano de la cruz y con dulce mirada de misericordia le estaba dando la bendición a aquel hombre arrepentido de sus graves pecados. Era la respuesta de Dios a sus dudas. Entonces, muy conmovido, procedió a absolverlo.
Leyenda o realidad (pues si no lo fue, mereció serlo), este relato retrata a la perfección la misericordia de Dios hasta con el peor pecador si realmente está contrito de su faltas, por graves que sean, y si se propone luchar por no volverlas a cometer.
Por ello esta cuaresma, acógete a la misericordia de Dios, confía en ella y acude al Confesionario para que ella se derrame sobre ti y tus culpas queden perdonadas. Cumplirás, además, con un precepto de la Iglesia: Confesar al menos una vez al año, por la cuaresma; o antes, si existe peligro de muerte o si se va a comulgar.
¿QUÉ DICE EL SEGUNDO MANDAMIENTO DE LA SANTA MADRE IGLESIA?
485.- ¿Qué nos manda la Iglesia con las palabras del segundo mandamiento: CONFESAR LOS PECADOS MORTALES AL MENOS UNA VEZ AL AÑO? - Con las palabras del segundo mandamiento: Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, la Iglesia obliga a todos los cristianos que han llegado al uso de razón, a cercarse por lo menos una vez al año al sacramento de la Penitencia para confesar los pecados mortales.
486.- ¿Cuál es el tiempo más oportuno para satisfacer el precepto de la confesión anual? - El tiempo más oportuno para satisfacer el precepto de la confesión anual es la Cuaresma, según el uso introducido y aprobado de toda la Iglesia.
487.- ¿Por qué dice la Iglesia que confesemos los pecados mortales al MENOS una vez al año? - La Iglesia dice: al menos, para darnos a entender su deseo de que nos acerquemos más a menudo a los santos sacramentos.
488.- ¿Es, pues, útil confesarse a menudo? - Es utilitísimo confesarse a menudo, sobre todo porque es difícil que se confiese bien y esté alejado del pecado mortal quien rara vez se confiesa.
489.- ¿Por qué se añade: Y EN PELIGRO DE MUERTE? - Se añade en el segundo mandamiento de la Iglesia y en peligro de muerte, porque de una santa muerte depende la salvación del alma y una buena confesión facilita una santa muerte.
490.- ¿Por qué se indican últimamente: Y SI SE HA DE COMULGAR? - Se indica en último lugar: y si se ha de comulgar, porque la Sagrada Comunión se ha de recibir en estado de gracia, y el que tenga pecado mortal ha de ponerse en gracia mediante la confesión precisamente, no bastando el acto de contrición perfecta.
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Amigos,
ResponderEliminaruna pregunta un poco tonta, sabrán ustedes de dónde proviene el término Pascua Florida?, es decir, acaso es para diferenciar de otra Pascua por decir Pentecostés que yo la he oído nombrar como Pascua del Espíritu Santo o de la Pascua Judía del Antiguo Testamento que es "celebrada" implícitamente en nuestro tiempo cuaresmal? ¿Por qué el término Florida?
Saludos!
Es un nombre plenamente justificado, porque la Pascua coincide con la estación en la que tras el letargo invernal, la naturaleza vive, de forma repentina y casi inesperada, la explosión de color, formas, perfumes, vida y belleza que denominamos primavera. "Pascua florida" une en perfecta armonía la fiesta cristiana, litúrgica, y la experiencia natural, profana, que subyace a ella.
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