jueves, 10 de abril de 2014

LA PRESENCIA REAL: TESTIMONIO DE LA IGLESIA por San Pedro Julián Eymard

Ecce agnus Dei
“He aquí el cordero de Dios” (Jn 1, 36).

Si amas a Cristo, nunca -por ningún motivo- recibas la Sagrada comunión en la mano, pues ahí quedan partículas consagradas (donde está todo Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) que caerán al suelo o en cualquier otro sitio, pues el seglar no purifica sus manos como lo hace -o debe hacer- el sacerdote al final de la liturgia, ni tiene las manos consagradas (Haz click AQUÍ).

La misión de san Juan Bautista fue anunciar y mostrar al Salvador prometido y prepararle los caminos.

Una misión igual, pero más amplia y constante, puesto que se extiende a todos los países y a todas las edades, es la que desempeña la Iglesia católica con Jesús sacramentado. Nos lo da a conocer predicándole por medio de la palabra; nos lo muestra con su fe y con sus obras, que son una predicación, aunque muda, tan elocuente como la primera.

"HOC EST ENIM CORPUS MEUM"
En efecto, la Iglesia católica, con una autoridad igual a la del divino Salvador, se presenta ante nosotros repitiéndonos y explicándonos estas palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”.

Ella nos asevera, y nosotros debemos creerlo, qué por la fuerza divina de estas palabras sacramentales, tomadas en su sentido natural y obvio, Jesucristo se halla verdadera, real y sustancialmente presente en el santísimo Sacramento del altar, bajo las apariencias de pan y de vino.

Ella nos dice, y nosotros debemos creerlo, que Jesús, en virtud de su omnipotencia, ha cambiado la sustancia del pan en su cuerpo y la sustancia del vino en su sangre, y que su alma y su divinidad están unidas a su cuerpo y a su sangre.

Ella nos dice, y nosotros debemos creerlo, que la obra divina de la transubstanciación se verifica continuamente en la Iglesia por el sacerdocio de Jesucristo, al que invistió Él de su mismo poder con aquellas palabras: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19).

Y desde la primera Cena, la Iglesia proclama esta fe a través de los siglos.

Los apóstoles unánimemente la predicaron, los doctores enseñaron la misma doctrina, y sus hijos profesaron esta misma fe y patentizaron el mismo amor hacia el Dios de la Eucaristía.

¡Qué majestuoso testimonio de fe este unánime sentir del pueblo cristiano! ¡Cuán bella y conmovedora la armonía de sus alabanzas y de su amor!

Cada uno de los verdaderos hijos de la Iglesia quiere aportar a los pies del divino Rey presente el tributo de sus homenajes, una dádiva de su amor: quién, trae oro; quién, mirra; todos, incienso, y todos ellos aspiran a tener un puesto en la corte y en la mesa del Dios de la Eucaristía.

Hasta los mismos enemigos de la Iglesia, los cismáticos y una gran parte de los herejes, creen en la real presencia de Jesucristo en la Eucaristía... Porque menester es estar ciego para negar la presencia del sol, o ser un abismo de ingratitud para desconocer y menospreciar el amor de Jesucristo que se queda perpetuamente en medio de los hombres.

Nosotros creemos firmemente en el amor de Jesús y estamos persuadidos de que nada es imposible para el amor de un Dios.

II

Nadie debe comulgar sin confesar antes TODOS los pecados
 mortales cometidos luego de su última confesión bien hecha.

Haz click AQUÍ.
El testimonio de su palabra lo confirma la Iglesia con el testimonio de su fe práctica y de su ejemplo. Así como el Bautista, después de haber señalado al Mesías, se postró a sus pies para atestiguar la viveza de su fe, así también la Iglesia consagra un culto solemne, todo su culto, a la persona adorable de Jesús, que nos muestra en el santísimo Sacramento.

Jesucristo, realmente presente, aunque oculto, en la Hostia divina, es adorado por la Iglesia como Dios. Ella le tributa los honores debidos a sólo Dios; se postra ante el santísimo Sacramento como los moradores de la corte celestial ante la majestad soberana de Dios.

Aquí no hay distinción: grandes y pequeños, reyes y vasallos, sacerdotes y fieles todos de cualquiera clase y condición que fueren, hincan su rodilla ante el Dios de la Eucaristía: ¡Es Dios!
No basta la adoración a la Iglesia para atestiguar su fe, sino que quiere que vaya acompañada de espléndidos y públicos honores. Esas suntuosas basílicas son expresión de su fe en el santísimo, Sacramento. No ha querido construir sepulcros, sino templos que sean como un cielo en la tierra, donde su Salvador y su Dios encuentre un trono digno.

Con la más delicada atención y solícito cuidado ha dispuesto la Iglesia, descendiendo hasta los menores detalles, todo lo que se refiere al culto de la Eucaristía. No ha querido confiar a nadie este cuidado de honrar a su divino esposo, porque cuando se trata del santísimo Sacramento, todo es grande, importante, divino.

Lo más puro que da la naturaleza, lo más precioso que se encuentra en el mundo, quiere consagrarlo al servicio regio de Jesús.

Todo el culto de la Iglesia se refiere a este misterio, todo tiene un sentido ultraterreno y espiritual, posee alguna virtud, encierra alguna gracia.

¡Cómo convidan al recogimiento la soledad y el silencio de los templos!

Cuando vemos postrados a los creyentes delante del sagrario, no podemos menos de exclamar: ¡Aquí hay alguien más grande que Salomón, superior a todos los ángeles! Está Jesucristo, ante el cual se dobla toda rodilla, lo mismo en el cielo que en la tierra y en los abismos del infierno.

En presencia de Jesús sacramentado no hay grandeza que no se eclipse ni santidad que no se humille: todo ante Él queda como reducido a la nada.

Jesucristo está allí.

Huye de donde no se trate a Cristo con el
respeto debido. La desacralización de este
 sacramento es un infamia modernista.
Fuente (nuevo blog en la red): Propaganda Católica

3 comentarios:

  1. Hola, es muy común (al menos en mi país Argentina) que los sacerdotes den la comunión en la mano. Soy recién iniciada en mi fe, pero hasta ahora nunca la acepté en la mano, porque me habían comentado anteriormente que no lo hiciera, y además porque lo leí en éste sitio.
    Pero también vi otros parrocos que cuando la quieren recibir en la mano, hacen un gesto negativo, y brindan la santa comunión en la boca. Hay de todo en la viña... supongo estas "nuevas" modalidades habrán sido aceptadas desde el concilio vaticano II, una pena!... porque veo mucha gente mayor, sobretodo los hombres, que la aceptan con la mano....

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  2. Tambien de Argentina y lo que vi es lo mismo que dice el anonimo de las 13:22.

    El problema es simple, se dio un indulto para los lugares que este arraigado ... pero que paso, malignamente se inducio en aquellos lugares que NO ESTABA arraigado, a que se realice, conclusion: se arraigo.

    Entonces, ahora tenemos lugares que no estaba arraigado, en donde lo esta, por ende el indulto para esos lugares tambien es valido, brillantemente malevolo, no creen?

    La pregunta es que hacer? Yo creo que tenemos obligacion de enseñar estas cosas de la manera correcta a todos.

    Pero estoy en desacuerdo con la expresion de la entrada del blog, tambien brillantemente mezcla de mentira con verdad de:

    "Huye de donde no se trate a Cristo con el respeto debido"

    Porque mentira con verdad ? Porque la frase entera es VERDADERA 100% pero esta utilizandose en un escenario falso, la traduccion de esta frase es:

    "Dejen de ir a Misas donde se comulgue con la mano"

    Y estoy terminantemente en desacuerdo con esa frase, que como se puede observar, es lo que se quiere expresar con un manto de verdad. El indulto lamentablemente existe.

    A mi humilde entender, cada uno debe hacer lo que este a su alcance para revertir la situacion... incluso empezar a pensar en como se puede llegar a gestar un cambio es empezar a actuar.....

    Saludos.

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    1. La frase "huye de donde no se trate a Cristo con el respeto debido" no tiene ningún aspecto falso. Las gravísimas irreverencias contra Cristo y su Templo no se reducen a la comunión en la mano, como usted erróneamente interpreta. Existen muchas otras además: prédicas heréticas, sacrilegios (como permitir se comulgue en pecado grave sin confesarse antes), música impropia e indebida de lugar santo, actos profanos indebidos en la Casa de Dios, y un sin número de hechos desacralizadores. Hay que alejarse de sacerdotes y templos donde no se trate a Cristo con todo el respeto debido. Hay que buscar sacerdotes fieles a Cristo y a su Iglesia, y huir de los falsos pastores que el mismo Redentor nos advirtió que vendrían.
      Nadie iría a ver a un mal médico sabiendo que lo es. Por el contrario, se busca al que mejor nos pueda curar y atender. De igual modo hay que obrar, ¡y con mayor razón! en las cosas espirituales.

      Gracias por escribir.
      Un abrazo.

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