lunes, 15 de septiembre de 2025

SENCILLAMENTE


 SENCILLAMENTE 


Estaba la Dolorosa

junto al leño de la Cruz

¡Qué alta palabra de luz!

¡Qué manera tan graciosa

de enseñarnos la preciosa

lección del callar doliente!

Tronaba el cielo rugiente

La tierra se estremecía

Bramaba el agua...María

estaba sencillamente.


José María Pemán


sábado, 13 de septiembre de 2025

SÍ EXISTIERON LOS NIÑOS HÉROES DE CHAPULTEPEC (Y EL SÉPTIMO NIÑO HÉROE)


Monumento a los Niños Héroes de Chapultepec.
por Pablo Ramos

En la historiografía Mexicana, cada 13 de septiembre México recuerda el ejemplo llevado a cabo por estudiantes del heroico Colegio Militar en la Ciudad de México, en el año de 1847; sus estudiantes casi niños de 14 años a 17 años de edad, defendieron su escuela del ejercito de ocupación norteamericano que había invadido a México desde mayo de 1846, ocurriendo varias batallas hasta llegar a la Capital de la República Mexicana. Los hechos heroicos de los cadetes y hasta su existencia, en años anteriores, se habían puesto en duda, pero el archivo histórico de la Secretaria de la Defensa Nacional cuenta en sus bóvedas con los expedientes de estos heroicos estudiantes, símbolo de valor y entrega y amor por su país, como ocurrió en Monterrey meses antes de la Batalla de Monterrey de 1846 cuando en julio los estudiantes del Seminario de Monterrey, entre ellos Simón de la Garza Melo e Indalecio Vidaurri y mas de 40 jóvenes estudiantes, solicitaron a su superior autorización para tomar las armas y defender la Ciudad. La petición fue aceptada. Esta historia es poco conocida.

Discurso pronunciado en septiembre de 1849 donde
se habla por vez primera de los Niños Heroes de 1847.
Haz clic para ampliarlo. Lee el final donde se les nombra.

El encabezado del mismo diario que se reproduce es de otra fecha.
Pero la tragedia de los niños héroes de Chapultepec del 13 de Septiembre de 1847 fue reseñada en periódicos de la época como el PERIÓDICO SIGLO DIEZ Y NUEVE que narra el discurso pronunciado por un CADETE del Colegio Militar en Septiembre de 1849, es decir apenas dos años después de ocurridos los hechos, donde se les señala nominalmente a cada uno de ellos.

En Nuevo León, la Batalla de Monterrey ocurrió un año antes, es decir en 1846, y esa ciudad fue defendida de manera heroica durante los tres días que duraron los combates, ocurriendo infinidad de hechos heroicos y de verdadero patriotismo. Ahí defendieron la ciudad los militares, los ciudadanos y las mujeres como María de Jesús Dosamantes y María Josefa Zozaya, entre otros; falta conocer más sobre los 40 seminaristas de Monterrey que defendieron su ciudad. ¿Serían acaso los Niños Héroes Regiomontanos?.

Fuente: labatallademonterrey1846.blogspot.mx






EL SÉPTIMO NIÑO HÉROE: MIGUEL MIRAMÓN

La historia oficial se encargó de reducir la jornada de
 Chapultepec, exclusivamente al sacrificio de seis jóvenes
 cadetes, pero entre ellos se encontraba, también, otro de
15 años de edad, que se convertiría en presidente de México.

Pintura: Miramón, presidente.
A la derecha se observa el Castillo de Chapultepec
que defendió heroicamente años antes.

A los 15 años de edad, siendo un joven cadete, estuvo apunto de morir en el ataque de los norteamericanos sobre el Castillo de Chapultepec. Sin embargo si el destino le perdonó en convertirse en el “Séptimo Niño Héroe”, solo sería para enfrentar, 20 años después, un pelotón de fusilamiento junto al Emperador Maximiliano.

Miguel Miramón fue una del las figuras más dinámicas y azarosas del siglo XIX mexicano. Militar destacado, líder del Partido Conservador, Presidente de la República a los 26 años, enemigo acérrimo de Benito Juarez; su vida ha cautivado a muchos y sido tema de diversas biografías.

El escritor José Fuentes Mares escribió sobre él: “Es el único de los defensores de Chapultepec de 1847, a quién la historia convencional de México mancha todavía con el estigma de traidor”.

Miramón nació en la Cd. de México un 29 de Septiembre, día de San Miguel, de 1831. Su abuelo paterno era de origen francés, de un poblado cercano a los Pirineos, lugar donde aún en la actualidad existe el título de Condes de Miramón.

Desde muy temprana edad Miramón se inclinó por las carrera de las armas. Un hecho poco de extrañar, sobre todo en una familia en donde todos eran militares. Su padre, el General Bernardo Miramón, había pertenecido al Ejército de las Tres Garantías de Agustín de Iturbide. Sus hermanos mayores, Bernardo y Joaquín, eran ya oficiales del Ejército Méxicano.

En febrero de 1846 Miramón ingresó al Colegio Militar. Creado 18 años atrás, el Colegio Militar era una institución en donde jóvenes selectos eran educados para ser formados como futuros oficiales del ejército. Aunque generalmente eran admitidos a los 16 años de edad, Miguel logró ingresar a los 14. Una excepción común de la época, sobre todo cuando eran hijos de militares.

Dirigido por el General José Mariano Monterde, un distinguido ingeniero y conocido intelectual, el Colegio Militar estaba integrado por alrededor de 100 alumnos, divididos en 2 compañías. Miramón fue agregado a la 2° Compañía, la cual estaba formada por los cadetes más jóvenes.

A finales de 1846 el colegio inauguró sus nuevas instalaciones en el Cerro de Chapultepec, en la antigua la mansión de verano de los Virreyes de la Nueva España, y que ahora era conocida como el Alcázar o Castillo de Chapultepec. Nombre dado por hallarse en la parte más alta del cerro, a la manera de los castillos medievales.

El Alcázar era en realidad un edificio de 2 pisos, dotado con aulas, dormitorios, comedor, biblioteca, alberca, capilla y dirección. Había incluso un amplio patio que servía como “Plaza de Armas”, en donde los alumnos pasaban revista y practicaban sus formaciones.

Sin embargo la vida de estudios y educación militar pronto fue interrumpida con el inicio de la guerra entre México y los Estados Unidos; y los jóvenes cadetes tendrían un inesperado bautizo de fuego.

En un principio limitada a los campos de batalla del norte del país -sitio donde los hermanos de Miramón se destacaron con creces- la guerra tomó un nuevo giro cuando los norteamericanos cambiaron de estrategia.

Siguiendo un camino más corto, los yankis desembarcaron en Veracruz y dirigiéndose tierra adentro, llegaron al Valle de México en Agosto de 1847. Después de una serie de sangrientas batallas, los norteamericanos se prepararon para la embestida final sobre la capital de México en Septiembre.

El General Winfield Scott, comandante del ejército invasor, decidió atacar la ciudad por el poniente, lugar donde el cerro de Chapultepec y su Alcázar dominaban la ruta. Durante todo el 12 de Septiembre, la artillería norteamericana bombardeó el Castillo de Chapultepec, en preparación para el ataque al día siguiente. Sin embargo el General Santa Anna, comandante del ejército mexicano, pensando que aquello solo era una finta, y que el verdadero asalto sería por el sur, decidió reforzar el Castillo con solo 800 hombres –la mayoría de ellos Guardias Nacionales- al mando del General Nicolás Bravo.

Para el anochecer, después de aquel intenso bombardeo, la moral de la guarnición mexicana estaba quebrantada. Muchos soldados habían ya desertado, y muchos más continuaron, aprovechando la obscuridad. No obstante los jóvenes alumnos del Colegio Militar permanecieron en sus puestos.

Al despuntar el aurora del 13 de Septiembre, los cadetes, como era su rutina, fueron llamados al comedor para tomar su desayuno. “Confieso que me supo muy amargo” –recordaría muchos años después uno de aquellos jóvenes - “pues me preocupaba, como a mis demás compañeros, que de un momento a otro pudiéramos ser destrozados por alguno de los proyectiles que caían sin interrupción”.

A las 8:00 de la mañana el bombardeo cesó, y las columnas norteamericanas comenzaron el ataque. En el castillo los cadetes aguardaban impacientes ser designados en algún punto para la defensa del colegio.

Finalmente la orden de formar filas llegó. Solo 50 cadetes se encontraban en el plantel ese día, ya que algunos alumnos habían sido retirados por sus padres desde semanas antes.

En posición de firmes, con sus rifles cargados y las bayonetas caladas, los cadetes escucharon a su director. Pero el discurso fue breve: los alumnos debían bajar del colegio. “Muy mal cayeron aquellas palabras” –declaró después un cadete- “porque consideramos aquel descenso como un acto de fuga”.

En grupos de dos o tres, los cadetes comenzaron a bajar por el lado del cerro que aún no era atacado. Sin embargo muchos de ellos se unieron a los soldados que defendía las faldas del cerro, e incluso un grupo, desobedeciendo las órdenes, decidió quedarse en el castillo. Entre ellos el cadete Miguel Miramón.

Después de conquistar la rampa o escalar el cerro, los yankis empezaron a precipitarse sobre el edificio del colegio. Cada aula y cada cuarto fue fieramente defendido por los mexicanos. Incluso en algunos sitios se dio la lucha cuerpo a cuerpo.

Herido en el rostro, Miramón cayó al suelo en lo más reñido del combate, y cuando su contrincante estaba a punto de atravesarlo con la bayoneta, la intervención oportuna de un oficial norteamericano impidió que aquel soldado acertara el golpe mortal.

En sus Memorias, Concepción Lombardo -quién sería después esposa de Miramón- afirma que el oficial norteamericano “admirado por el valor, la serenidad y la firmeza del alumno” lo tomó prisionero, escoltándolo hasta el hospital.

La providencia le salvó la vida aquel día, más no ocurrió lo mismo con seis de sus compañeros. Con el tiempo aquellos cadetes muertos se convertirían en los seis “Niños Héroes”, y la defensa heroica de su colegio, en una de las leyendas más populares de la historia de México. Honrados y venerados se transformarían en auténticos símbolos del sacrificio a la Patria.

El destino en cambio tomaría un rumbo muy distinto para Miguel Miramón. Contradictorio hasta cierta forma, del que pudo haber sido si hubiera muerto en Chapultepec. General a los 24 años, Presidente a los 26, sus proezas al mando del ejército Conservador –durante la Guerra de Reforma- lo harían famoso. Derrotado por Juárez,  se exilió en Europa durante algunos años. Regresaría a México, tratando de unir su suerte a la del Emperador Maximiliano y a la de una causa perdida. Hecho prisionero en Querétaro, finalmente murió fusilado en 1867, negando hasta el último momento la acusación por la que fue sentenciado.

Discurso del General Miguel Miramón antes de ser fusilado

Miramón, desde el lugar de honor en que fue colocado, con tono sereno y firme, pero con voz tronante, como cuando dictaba órdenes del ejercito en el campo de batalla, exclamó:
"¡Mexicanos!, mis defensores trataron de salvar mi vida en el consejo de guerra; aquí, próximo a perderla, y cuando voy a comparecer a la presencia de Dios, ¡protesto contra la acusación de traidor que se me ha lanzado al rostro para cubrir mi ejecución! Muero inocente de este crimen, con la esperanza de que Dios me perdonará y de que mis compatriotas apartarán de mis hijos tan vil mentira, haciéndome justicia. Mexicanos: ¡Viva México!".
El pelotón hizo fuego.




 

viernes, 12 de septiembre de 2025

CREYÓ EL ASESINO QUE CON SU COBARDE ACTO LO SILENCIARÍA...


Nota: No lo conocíamos ni conocemos todo su pensamiento, solo que era provida, pero sea cual fuere, no necesitamos concordar con todo para condenar el artero asesinato que dejó dos pequeños huérfanos y una inconsolable viuda y lo hizo famoso como nunca imaginó en vida.


jueves, 11 de septiembre de 2025

SAN ATANASIO DIXIT


"Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal".

San Atanasio, Epístola a Serapión.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

PROPONEN REFORMAR LA REFORMA LITÚRGICA DE ACUERDO CON LA VERDADERA TRADICIÓN CATÓLICA



La revolución litúrgica de Pablo VI “implantó el protestantismo en el corazón de la Iglesia”
Por Edwin Botero Correa

8 septiembre, 2025. El cardenal Gerhard Ludwig Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha iniciado un profundo debate sobre la necesidad de reformar aspectos fundamentales de la Misa según el rito de Pablo VI, conocida como Novus Ordo, señalando paralelismos históricos con las propuestas litúrgicas de Martín Lutero que han generado considerable discusión en círculos teológicos.

La estructura actual del Novus Ordo, implementada después del Concilio Vaticano II, otorga al celebrante cierta flexibilidad en varios momentos de la celebración, una característica que, según diversos expertos litúrgicos, puede dar lugar a interpretaciones y prácticas no siempre acordes con la tradición católica. Esta libertad litúrgica, aunque pensada para facilitar la participación de los fieles, ha sido objeto de preocupación por parte de teólogos respetuosos de la Sagrada Tradición y fieles a ella, no sin razones de peso de su parte.

Entre las modificaciones propuestas destaca el retorno a la celebración ad orientem, donde tanto el sacerdote como la congregación miran hacia el este litúrgico durante las partes más sagradas de la Misa, especialmente desde el ofertorio. Esta orientación común en la oración representa, según los expertos, una expresión física de la unidad de la Iglesia en su adoración a Dios.

Un punto crucial de la reforma sugerida es la restauración del Canon Romano como única Plegaria Eucarística permitida en el rito romano. El término «canon», que significa «regla» o «norma», subraya la importancia de mantener una forma establecida y venerable de oración eucarística, evitando la multiplicidad de opciones que caracteriza al rito actual.

La manera de recibir la Sagrada Comunión también es objeto de atención. Se propone volver a la práctica secular de recibirla de rodillas y en la boca, un gesto que enfatiza la reverencia y adoración debidas al Santísimo Sacramento. Esta forma de recepción expresa más claramente la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

Las oraciones del ofertorio han sido identificadas como un área particularmente problemática. Las actuales, inspiradas en bendiciones del ritual judío del Sabbat y con elementos del Talmud, no expresarían adecuadamente el carácter sacrificial de la Misa, reduciendo su significado al de una simple comida conmemorativa. Esta modificación histórica refleja, según los críticos, una influencia directa del pensamiento de Martín Lutero, quien se opuso firmemente a la concepción católica de la Misa como sacrificio.

La preservación del Latín, al menos en el Canon Romano, se presenta como otro elemento esencial para mantener la continuidad con la tradición litúrgica de la Iglesia. El uso de la lengua latina, además de su valor histórico y universal, sirve como vínculo tangible con la herencia bimilenaria de la Iglesia católica.

Estas propuestas de reforma se enmarcan en un contexto más amplio de reflexión sobre la liturgia postconciliar y su relación con la tradición católica. Estas modificaciones fortalecerían la identidad católica y corregirían las desviaciones introducidas durante la reforma litúrgica de Pablo VI.

La discusión sobre estos cambios propuestos continúa generando debate entre liturgistas, teólogos y fieles, reflejando una tensión entre tradición y renovación en la vida litúrgica de la Iglesia católica. El diálogo sobre estas cuestiones fundamentales sigue siendo una parte vital de la reflexión teológica y eclesial sobre la mejor manera de celebrar los sagrados misterios.

Fuente:

Ver también: La reforma litúrgica de Pablo VI introdujo la visión de Lutero -Schneider


lunes, 8 de septiembre de 2025

8 DE SEPTIEMBRE: NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


“Esta es la Virgen que concibió en su seno, esta es la Virgen que dio a luz un hijo… Ella es la puerta del santuario, que nadie atravesará sino solamente el Dios de Israel. Esta puerta es la bendita María; de Ella se escribió: “El Señor pasará a través de Ella”, y se cerrará después de su parto; porque concibió virgen y dio a luz virgen”. 

~San Ambrosio (Epist. 42,4 PL, XVI)

 Lope de Vega, nacido en 1562, y uno de los poetas y dramaturgos más representativos del Siglo de Oro español compuso lo siguiente:


Canten hoy, pues nacéis vos,

los ángeles, gran Señora,

y ensáyense, desde ahora,

para cuando nazca Dios.


Canten hoy, pues a ver vienen

nacida su Reina bella,

que el fruto que esperan de ella

es por Quien la gracia tienen.


Digan, Señora, de vos,

que habéis de ser su Señora,

y ensáyense, desde ahora,

para cuando nazca Dios.


Pues de aquí a catorce años,

que en buena hora cumpláis,

verán el bien que nos dais,

remedio de tantos daños.


Canten y digan, por vos,

que desde hoy tienen Señora,

y ensáyense, desde ahora,

para cuando nazca Dios.


Y nosotros, que esperamos

que llegue pronto Belén,

preparemos también,

el corazón y las manos.


Vete sembrando, Señora,

de paz nuestro corazón,

y ensayemos, desde ahora,

para cuando nazca Dios. Amén.


sábado, 6 de septiembre de 2025

NO DEJEMOS QUE NUESTROS HIJOS MUERAN EN SUS HABITACIONES

 

Los hijos se nos escapan, generación tras generación, muriendo en sus habitaciones, como si estuvieran en un laberinto sin salida. Antes, los perdíamos en los ríos, en los matorrales, en los mares, pero hoy los perdemos en el silencio de sus cuartos.

Recuerdo cuando jugaban en los patios, sus voces resonaban en el aire, sus fantasías nos hacían sonreír. Pero ahora, con la tecnología dominando sus vidas, nos preguntamos: ¿dónde están nuestros hijos?

Están allí, en sus habitaciones, con auriculares y dispositivos electrónicos, perdidos en un mundo de fantasía. Muertos en sus relaciones con nosotros, sus padres, y vivos solo en sus cuerpos. La tecnología los está alejando de nosotros, de sus valores familiares, de su identidad.

Se convierten en una mezcla de todo lo que han visto y oído, muchos de ellos atrapados mentalmente por la pornografía o por ideologías disolventes o contrarias a la fe, y nosotros, los padres, no siempre sabemos ya quiénes son. 

Es hora de sacar a nuestros hijos de sus habitaciones, de sus dispositivos, y llevarlos a la sala, al patio, a jugar juegos de mesa, al campo, a hablar, a reír, a prepararse intelectual y religiosamente .

Escuchemos sus voces, sus palabras, sus silencios. Están hablando, aunque no lo parezca. Están gritando por atención, por amor, por conexión que requieren. No los dejemos morir en silencio. Saquémoslos de su encierro y llevémoslos a la vida.

viernes, 5 de septiembre de 2025

EL RELOJ BIOLÓGICO Y EL ÉXITO PROFESIONAL DE LA MUJER


 
Una proclama contra la mentira moderna


I. EL DESORDEN DE LA PROMESA INCUMPLIDA

El tiempo no es un aliado de las ideologías; es su acusador. Tiene la curiosa costumbre de refutar los eslóganes con arrugas, de desmentir las consignas con silencios. En el cuerpo femenino late un idioma más antiguo que cualquier congreso feminista: la vocación a la vida.

A la mujer se le enseñó a cambiar ese idioma por otro más útil para el mercado, y así aprendió a recitar horarios en vez de nanas. Pero cuando llega la madurez y la casa está vacía, el silencio no es un detalle trivial: es el testimonio de un contrato roto. El hogar sin hijos no es solo un vacío; es una acusación contra la mentira que prometió libertad y entregó soledad.


II. EL MITO DEL ÉXITO Y LA NUEVA ESCLAVITUD

Se llamó “éxito” a la inmolación. Y se midió a la mujer no con las medidas del corazón, sino con las tablas del contable. El hogar, que nunca fue cárcel, fue convertido en caricatura; la maternidad, que siempre fue misterio, fue rebajada a “opresión”.

La modernidad no la levantó: la arrancó de su trono. La sometió a la devoción de nuevos ídolos: el currículum, el horario, la productividad. Y el resultado es grotesco: mujeres que fueron reinas de la vida y que hoy son secretarias de la nada. Porque la casa vacía, en su silencio, no es neutra: es un templo consagrado a la esterilidad.


III. EL RELOJ BIOLÓGICO: EL JUICIO DEL TIEMPO

El tiempo, además de juez, tiene otra rareza: siempre gana. La ciencia lo dice con la impasibilidad de un notario. Henri Leridon lo documentó en Human Reproduction: a los 30 años, alrededor del 75 % de las mujeres logra un hijo vivo en un año de intentos; a los 35, apenas el 66 %; a los 40, solo el 44 %; y a los 45, la posibilidad es casi nula.

Cada cifra es un grito silencioso, un apellido que desaparece, un linaje que se extingue. Nybo Andersen y colaboradores lo confirmaron en el BMJ (2000): los abortos espontáneos suben del 13 % en la veintena a más del 27 % a los 40–44, y superan el 50 % en la primera mitad de los cuarenta. Hulten (Reproduction, 2010) mostró que la trisomía 21 afecta a menos de 1 por mil nacidos vivos a los 25–29, pero a más de 13 por mil en los 40–44.

Esto no son estadísticas; son epitafios. Las casas sin niños no son simplemente tranquilas: son mausoleos. Y cada sociedad que aplaude su propio envejecimiento no escribe un plan de futuro, sino un testamento.


IV. LAS TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN: LA PROFANACIÓN DEL SER

Cuando la naturaleza pone un límite, el hombre moderno lo llama “reto científico”. Y así, en lugar de ordenar su vida, inventa artificios para violentarla. Fecundación in vitro, congelación de óvulos, vientres de alquiler: no son soluciones, son sacrilegios.

La fecundación en laboratorio es una usurpación: el científico disfrazado de creador, el microscopio que suplanta al seno materno. La congelación de embriones es una ironía macabra: vidas humanas almacenadas junto a tubos de ensayo, como si fueran repuestos biológicos. Y el descarte de embriones no es un “efecto colateral”: es homicidio frío en nombre del progreso.

Incluso los números lo denuncian. Leridon demostró que las técnicas de reproducción asistida compensan apenas un tercio de los nacimientos perdidos cuando la maternidad se retrasa de los 35 a los 40 años. Es decir, ni logran revertir lo que la naturaleza impone ni son moralmente aceptables. No son avances: son profanaciones. Y lo más curioso es que incluso la conciencia secular lo intuye: todos saben, en el fondo, que el amor no se fabrica y que la vida no se compra ni se vende.


V. EL DRAMA EXISTENCIAL DE LOS CUARENTA

La depresión de la madurez no es un capricho clínico; es una confesión existencial. Es la amarga verdad que el alma se susurra a sí misma: “He perseguido un fin falso”.

La psicología lo confirma: la infertilidad hiere el ser. Se pierde el propósito vital, se resquebraja la identidad, se debilita la pareja, se multiplica el aislamiento. Y lo que los manuales llaman “síndrome depresivo” no es sino el duelo por lo no vivido.

La infertilidad personal es espejo del drama cultural. Fuentes, Sequeira y Tapia-Pizarro (2020) documentan que, en América Latina, la postergación del primer hijo no solo disminuye el número total de nacimientos, sino que multiplica el riesgo de quedarse sin ninguno. Se multiplicaron diplomas, pero se extinguieron apellidos. Se construyeron carreras, pero se derrumbaron genealogías.


VI. EL LUGAR INSUSTITUIBLE DE LA MADRE Y EL ECOSISTEMA FAMILIAR

La madre es insustituible. No por romanticismo, sino por realismo. El padre puede aportar dirección y fortaleza, pero es la madre quien hace que un conjunto de paredes se convierta en hogar. Su latido es calor, su voz es arraigo, su amor es cemento invisible.

La sociología no es lírica, pero aquí coincide con la poesía. Sara McLanahan lo mostró en Demography (2004): los hijos de familias desintegradas acumulan mayor riesgo de pobreza, fracaso escolar, depresión y problemas emocionales. La sociedad que se atreve a despreciar la presencia de la madre desprecia su propio futuro.

Los “nuevos modelos de familia” son experimentos que fracasan. La familia íntegra no es un recuerdo pintoresco: es el primer baluarte contra el caos, la primera escuela, la primera iglesia, la primera patria.


VII. LA VERDADERA ELEVACIÓN DE LA MUJER

La tradición no encierra a la mujer: la eleva. El orden no es cadena, es trono.

Santo Tomás enseña que la virtud perfecciona el ser. Y la virtud de la mujer no es una copia de la del varón: es distinta, complementaria, necesaria. Su fortaleza no es la de empuñar la espada, sino la de resistir en la fragilidad; no la de conquistar tierras, sino la de custodiar la vida.

La modernidad la obligó a ser un varón mediocre en lugar de una mujer excelente. Y en ese engaño, perdió su esplendor. Porque la mujer no es más cuando imita: es más cuando es ella misma, plenamente mujer, reina de la vida.


VIII. LAS EXCEPCIONES Y LA FECUNDIDAD ESPIRITUAL

No todas las mujeres pueden, por circunstancias queridas o permitidas por Dios, vivir la maternidad biológica. Sería cruel ignorarlo. Pero tampoco ellas quedan fuera del designio: su fecundidad se manifiesta en otras formas igualmente reales y preciosas. La historia de la Iglesia está llena de mujeres que, sin haber engendrado hijos propios, dieron vida espiritual, intelectual y cultural a generaciones enteras.

La verdadera dignidad femenina no se reduce al hecho biológico, sino que consiste en vivir ordenadamente la vocación que se recibe de Dios. Quien no puede dar vida con el cuerpo, puede darla con el espíritu, con la enseñanza, con la caridad, con la oración. En ellas también resplandece la verdad de la mujer: ser fuente de vida y de comunión.

De esta manera, la excepción no niega la regla, sino que la confirma: toda mujer está llamada a la fecundidad, natural o espiritual, y esa vocación nunca es estéril cuando se vive en fidelidad al orden divino.


IX. LLAMAMIENTO: EL TAMBOR DE GUERRA DEL RELOJ

Una sociedad que desprecia la maternidad cava su tumba con solemnidad burocrática. Un Estado que no protege a la familia firma su fracaso en papel membretado. Una cultura que llama “progreso” a fabricar y descartar embriones no sabe ya lo que es un hijo.

El reloj biológico no es enemigo, sino tambor de guerra. Su tic-tac no es amenaza, es llamada. Es el sonido de la reconquista. La verdadera rebeldía no es imitar al varón ni someterse al mercado: es reconstruir el hogar.

La mujer que hoy decide ser madre no es una reliquia inmóvil ni una mera innovadora: es la continuidad viva de la tradición y, al mismo tiempo, la vanguardia de la reconquista. En ella, lo heredado se convierte en futuro; lo eterno se proyecta hacia adelante. Y el día en que la cultura vuelva a arrodillarse ante este misterio, volverán la música de las cunas, el ruido bendito de los hermanos y la certeza de que siempre habrá un lugar al cual volver.

Óscar Méndez O.

jueves, 4 de septiembre de 2025

LA IMPERATIVA DESOBEDIENCIA


La Iglesia Católica está obligada por la ley divina a sufrir el martirio antes que comprometer una doctrina, u obedecer la ley del gobernador civil, que viola la conciencia; y además de esto, no sólo no puede ofrecer una desobediencia pasiva, lo cual puede hacerse en una esquina, y por lo tanto no se detecta, y porque no se detecta no es castigada; la Iglesia Católica, sin embargo, no puede permanecer en silencio; no puede mantener su paz; no puede dejar de predicar las doctrinas de la revelación, no sólo de la Trinidad y de la Encarnación, sino también de los siete sacramentos, y de la infalibilidad de la Iglesia de Dios, y de la necesidad de la unidad y de la soberanía de ambos, espiritual y temporal, de la Santa Sede.

CARDENAL ENRIQUE MANNING. Opúsculo “El Papa y el Anticristo”, año 1861.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

3 DE SEPTIEMBRE: S.S. SAN PÍO X



"¿Qué clase de fruto quieren obtener estos predicadores? No tienen ciertamente ningún otro propósito más que el de buscar por todos los medios ganarse adeptos halagándoles los oídos, con tal de ver el templo lleno a rebosar, no les importa que las almas queden vacías. Por eso es por lo que ni mencionan el pecado, los novísimos (o postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria), ni ninguna otra cosa importante, sino que se quedan sólo en palabras complacientes, con una elocuencia más propia de un arenga profana que de un sermón apostólico y sagrado, para conseguir el clamor y el aplauso; contra estos oradores escribía San Jerónimo:

“Cuando enseñes en la Iglesia, debes provocar no el clamor del pueblo, sino su compunción: las lágrimas de quienes te oigan deben ser tu alabanza” (Ad Nepotiam).

San Pío X, Motu Proprio Sacrorum Antistitum

_______________________________________________

ENCÍCLICA “PASCENDI DOMINICI GREGIS”
(8-IX-1907)
A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS
ORDINARIOS DEL LUGAR EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SILLA
APOSTÓLICA, ACERCA DE LAS DOCTRINAS DE LOS MODERNISTAS
PÍO PP. X

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica  

1. Deber primero de Nuestro oficio
No podemos callar. Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como deber primario el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa Fe, tanto contra las novedades profanas de lenguaje como contra la oposición de una falsa ciencia. Seguramente que no ha existido época en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, hombres de lenguaje perverso, vanos discursos seductores (1) que yerran y que inducen al error (2). 

Pero es preciso reconocerlo: en estos últimos tiempos ha crecido extrañamente el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales con artes enteramente nuevas y llenos de perfidia se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir de alto a bajo, si les fuera posible, el imperio de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de Nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada como un olvido de Nuestro ministerio. 

Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilaciones el silencio, es la circunstancia de que al presente no es menester ya ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudiciales, cuanto lo son menos declarados. 

Hablamos, Venerables Hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e impregnados, por el contrario, hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar la propia persona del divino Redentor, que rebajan, con sacrílega temeridad, a la categoría de puro y simple hombre.  

2. Tales hombres podrán extrañar verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia; pero no habrá fundamento para tal extrañeza en ninguno de aquellos que, prescindiendo de intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozcan sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. 

Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijera que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya se notó, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. 

Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma: esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, pasan a hacer circular el virus por todo el árbol, y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. 

Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico lo hacen con habilidad tan refinada, que llevan fácilmente la decepción a los pocos adversarios, por otra parte, temerarios consumados. No hay clase de consecuencias que les hagan retroceder, o más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan con esto, y es lo más apropósito para engañar, una vida llena de actividad, asiduidad y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que han venido a ser despreciadores de toda autoridad, impacientes de todo freno, y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo. A la verdad, Nos habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos primero la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra Nuestra voluntad, las reprimendas públicas. 

Pero no ignoráis, Venerables Hermanos, la esterilidad de Nuestros esfuerzos; esos hombres han inclinado un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, Nos podríamos tal vez disimular; pero se trata de la Religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.  

3. Táctica insidiosa.
Y como una táctica, a la verdad, insidiosísima, de los modernistas (así se los llama vulgarmente, y con mucha razón), consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue, fluctuantes e indecisos en sus ideas cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes, ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas desde un punto de vista único y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar a continuación las causas de los errores y prescribir los remedios adecuados a cortar el mal.  

4. Filosofía modernista.
Para proceder con claridad en materia tan compleja, preciso es advertir ante todo que cada modernista representa variedad de personajes, mezclando, por decirlo así, al filósofo, al creyente, al teólogo, al historiador, al crítico, al apologista, al reformador: personajes que conviene deslindar con exactitud, si se quiere conocer a fondo sus sistemas y darse cuenta de los principios y de las consecuencias de sus doctrinas.


lunes, 1 de septiembre de 2025

domingo, 31 de agosto de 2025

LA EVASIÓN: EL NUEVO MANDAMIENTO DE LOS JÓVENES



“Sé libre, no te ates.”
Ese es el catecismo que el mundo moderno repite sin cesar a los jóvenes. Les ha convencido de que la promesa es una cadena, de que el compromiso es cárcel, de que el sacrificio es locura. La cultura entera se ha convertido en una escuela de fugitivos: nadie debe decir “para siempre”, nadie debe abrazar la cruz de la fidelidad, nadie debe permanecer.

Y sin embargo, la paradoja estalla en cada corazón: si todo es tan libre, ¿por qué todo se siente tan vacío? Si hay miles de “contactos”, ¿por qué nadie conoce de verdad? Si el amor es tan líquido, ¿por qué resuena tan fuerte la soledad?

El nuevo mandamiento de la evasión no libera: encadena. El joven que huye de todo compromiso no conquista la libertad, sino que se condena a la ansiedad perpetua de no tener nunca un hogar. Un barco sin puerto no navega más: se pierde. Un corazón que nunca se ata no vuela más: se desangra en el aire.


I. EL VACÍO COMO PRUEBA

No hace falta teoría para comprobarlo: basta mirar. La generación que más presume de opciones es la más incapaz de elegir. La que más proclama la libertad, es la más esclava de la ansiedad. La que más habla de vínculos, es la más sola.

El vacío no es casualidad: es evidencia. El corazón humano no fue creado para saltar de experiencia en experiencia, sino para permanecer en el amor. Cuando se niega esa permanencia, se cae en la nada.


II. EL DESORDEN DEL FIN

Santo Tomás lo enseña con claridad: todo ser obra en orden a un fin, y el fin último del hombre es la bienaventuranza, es decir, Dios. Pero el evasor ha cambiado la escala: ha puesto su felicidad en lo que es pasajero. Busca la plenitud en el placer, en la comodidad, en la gratificación inmediata.

No es que ame el mal, sino que busca el bien en donde no está. Y por eso su vida se vuelve frustración constante: porque intenta beber agua en el desierto. La evasión es, metafísicamente, la tentativa absurda de hallar felicidad en la nada.


III. EL VICIO QUE ATROFIA LA VOLUNTAD

La evasión no es un accidente: es un vicio. Y el vicio, diría el Doctor Angélico, no es solo un mal hábito, sino una corrupción de la naturaleza. La virtud perfecciona la voluntad, el vicio la mutila.

La cultura de la huida ha criado jóvenes cuya voluntad se ha atrofiado. No es que no quieran comprometerse: es que ya no pueden. Su voluntad, domesticada en la fuga, se ha vuelto incapaz de un “sí” definitivo. Así, el evasor no es un héroe rebelde, sino un esclavo débil, incapaz de abrazar su propia vocación.


IV. EL AMOR REDUCIDO A INSTINTO

El amor, en su sentido pleno, es un acto de la voluntad racional. El animal se mueve por instintos; el hombre, por razón y elección. Pero en la cultura de la evasión, el amor ha sido reducido a sentimiento, a apetito, a química pasajera.

Por eso los vínculos son tan frágiles: porque dependen de emociones que cambian al ritmo del humor. El “amor sin metafísica” no es amor: es apetito disfrazado. Y un apetito no funda hogares, no sostiene matrimonios, no da hijos.

El otro ya no es fin, sino medio. Ya no es un alma creada a imagen de Dios, sino un objeto de consumo. Por eso las relaciones modernas se parecen tanto a las vitrinas de un mercado: se elige, se usa, se cambia, se desecha.


V. LA SOCIEDAD COMO ESCUELA DE EVASORES

El joven no ha inventado esta fuga: ha sido adiestrado en ella. La familia debilitada no enseñó sacrificio; la escuela suprimió la exigencia; la Iglesia contemporánea prefirió callar antes que predicar la verdad; el mercado convirtió al prójimo en producto; la tecnología fabricó un mundo virtual donde todo es reversible, todo efímero, todo descartable.

Nunca hubo tantos “amigos” y nunca hubo menos amistad. Nunca hubo tantas parejas y nunca tan poco amor. Nunca hubo tantas libertades y nunca tanto miedo. La evasión es el mandamiento no escrito de un sistema que necesita hombres sin raíces, sin permanencia, sin hogar.


VI. EL PECADO DE LA EVASIÓN

La evasión no es neutral: es pecado. Es la negación del sacrificio, y por tanto la negación del amor. Es la herejía vital de una generación que rechaza la cruz. Pero sin cruz no hay amor, y sin amor no hay vida.

El Evangelio lo dijo hace siglos: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” La evasión susurra lo contrario: “No hay error más grande que dar la vida por nadie.” Una cultura que vive así se ha condenado de antemano a la esterilidad.


VII. LA GRACIA COMO REMEDIO

Aquí Santo Tomás es tajante: la naturaleza herida no puede levantarse sola. La voluntad enferma por el pecado original no tiene fuerzas para pronunciar un “sí” definitivo.

La Gracia no es un adorno: es la única medicina. La confesión, la Eucaristía, la oración no son ritos accesorios: son los lugares donde el hombre recibe la fuerza para prometer y permanecer. El “sí para siempre” del matrimonio, de la vocación religiosa o de la amistad fiel no es hazaña humana, sino milagro de la Gracia.

Sin Dios, todo compromiso acaba en fuga. Con Dios, incluso lo imposible —la fidelidad perpetua— se vuelve camino de santidad.


VIII. LA BELLEZA DE LA PERMANENCIA

No basta hablar de verdad y de bien. También la belleza desenmascara la evasión. Porque la evasión es fea. Una vida hecha de fugas es como un cuadro roto, como una sinfonía interrumpida en cada compás: carece de forma, de integridad, de armonía.

El compromiso, en cambio, es bello. La fidelidad de un matrimonio largo es más espléndida que cualquier vitrina de placeres efímeros. La vocación sostenida en el tiempo tiene la majestad de una catedral erguida. La amistad que resiste años y pruebas es más melodiosa que cualquier canción de moda.

La evasión promete juventud, pero entrega fealdad. El sacrificio parece duro, pero resplandece de hermosura. Lo supo la tradición: la Cruz, espantosa a los ojos carnales, es la más alta belleza del amor, porque en ella se muestra el orden perfecto de la entrega.


IX. EL SER Y LA PERMANENCIA

La modernidad ha divinizado el cambio, lo efímero, lo reversible. Pero Santo Tomás enseña que el ser es permanencia, que lo mutable es accidental, y que la fidelidad humana participa del mismo ser de Dios, que es eterno e inmutable.

El evasor no lo sabe, pero cuando huye de todo compromiso, no solo renuncia al amor: renuncia al ser. Se disuelve en la nada, porque la nada es lo único que no permanece. El hombre que promete y cumple, en cambio, participa de la estabilidad del mismo Dios.


CONCLUSIÓN: DEL “TAL VEZ” AL “SÍ”

El mandamiento moderno de la evasión ha hecho del mundo un cementerio de promesas rotas. Ha producido hogares vacíos, amistades frágiles, almas cansadas.

Pero el corazón sabe lo que la ideología niega: que solo el que promete y permanece es feliz. La evasión deja ruinas; el compromiso levanta catedrales. La fuga produce fealdad; la fidelidad engendra belleza. El capricho es humo; la promesa es roca.

El joven tiene ante sí dos caminos: seguir adorando al ídolo de lo efímero y terminar perdido en la nada, o atreverse a decir “sí” definitivo y descubrir allí la única libertad verdadera.

Porque solo el que se entrega sin huir vive; solo el que permanece ama; y solo el que ama participa ya, desde ahora, de la eternidad.

 Oscar Méndez O.

viernes, 29 de agosto de 2025

DAR DE COMER AL HAMBRIENTO


 Cuando tenía 13 años, éramos tan  pobres, que me daba vergüenza ir a la escuela. Evitaba mirar a mis compañeros, porque nunca llevaba comida. En los recreos, al ver cómo mis compañeros sacaban su almuerzo, yo me daba la vuelta para que nadie viera ni oyera cómo me rugía el estómago. Ellos sacaban sus bocadillos, manzanas, galletas. Y en mis manos no había más que aire y una sensación de humillación que me hacía querer que me tragara la tierra. Siempre fingía que simplemente no tenía hambre, que estaba demasiado ocupado con un libro o con las conversaciones. Pero por dentro era muy duro. A veces, hasta dolía...

Y todo eso podría haberse quedado solo como mi secreto de infancia, si no fuera por una niña. Un día me tendió un trozo de su bocadillo — y en ese momento entendí lo que es la verdadera bondad. El primer día simplemente se me acercó y, en silencio, me ofreció la mitad de su almuerzo. No sabía qué decir. Me dio vergüenza, pero lo acepté. 

Desde ese día compartía comida conmigo todos los días. A veces era un panecillo, a veces una manzana, a veces un trocito de pastel que horneaba su madre. Yo comía despacio, intentando alargar aquel milagro, y por primera vez en mucho tiempo sentía que a alguien le importaba. No recuerdo si le di las gracias en voz alta. Creo que sí. Pero por dentro le daba las gracias cada día.

Y luego nos fuimos de vacaciones, y después de eso ella ya no estaba en nuestra clase. Simplemente dejó de ir a la escuela. El profesor dijo después que su familia se había mudado a otra ciudad, y no la volví a ver nunca más. 

Entonces me sentí tan mal, como si me hubieran quitado algo importante. Cada vez que en clase sonaba la campana del almuerzo, me volvía automáticamente — por si acaso entraba, se sentaba a mi lado, volvía a poner delante de mí la mitad de su bocadillo y sonreía. Pero ella no estaba.

Me sentía triste y solo. Entendía que ella fue la única que se dio cuenta de mi problema, la única que no miró hacia otro lado. Nadie más me ofrecía comida, nadie decía: «Toma, esto es para ti». Y yo me había acostumbrado tanto a su gesto pequeño, pero tan importante.

A veces cerraba los ojos y veía su rostro — bondadoso, sencillo, con esa sonrisa que te calienta por dentro. Y llevé ese sentimiento conmigo toda la infancia. Incluso cuando el dolor se fue calmando un poco, recordaba: una niña una vez me regaló no solo pan, sino la sensación de que no era invisible, de que le importaba a alguien.

Pensé que aquel recuerdo quedaría solo como una sombra de mi pasado difícil. Pero 25 años después volvió a mi vida de una manera que me puso la piel de gallina. 

Ayer mi hija pequeña volvió de la escuela. Colocaba los cuadernos sobre la mesa, luego sacó su fiambrera y, al cerrarla, dijo de pronto, como si nada:

— Papá, ¿puedes ponerme dos bocadillos mañana?

— ¿Dos? — me sorprendí. — Si nunca te terminas ni uno.

Me miró con seriedad, nada infantil:

— Es para poder  compartir otra vez mañana. En nuestra clase hay un niño… dijo que hoy no había comido nada y le di la mitad de mi bocadillo.

Me quedé inmóvil. Me pareció que el tiempo se detenía por un segundo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Vi delante de mí no solo a mi hija, sino también a aquella niña de mi infancia. La que alguna vez me salvó del hambre. En su gesto sentí esa misma continuidad — como si la bondad no hubiera desaparecido, sino que hubiera seguido su camino, a través de los años, a través de las generaciones.

Y entonces entendí: quizá nunca vuelva a encontrar a aquella niña. Puede que ni siquiera se acuerde de mí. Pero su bondad no se desvaneció — siguió su camino. Se quedó viviendo en mí. Y ahora — en mi hija.

Salí al balcón y me quedé mirando el cielo durante mucho rato. Tenía ganas de llorar. Porque por dentro estaba todo a la vez — los recuerdos de una infancia difícil, la gratitud, el dolor y una especie de alegría tranquila. Recordé mis tardes de escuela, cuando me acostaba con hambre y pensaba que el mundo era injusto. Y entendí que aquella niña, con su gesto sencillo, cambió mi vida. Me enseñó a creer que, incluso cuando lo estás pasando mal, siempre habrá alguien que te tienda la mano.

No sé dónde está ahora. Quizá tenga familia, hijos. Quizá ni siquiera recuerde al chico al que alguna vez le ofrecía la mitad de su bocadillo. Pero yo sí me acuerdo. Y lo recordaré mientras viva.

Y lo sé con certeza: mientras mi hija comparta pan con otro niño, la bondad seguirá viva. En cada pequeño trozo de pan, en cada  pequeño gesto que calienta el corazón de otro.Y de solo pensarlo se me encoge  el corazón… y por primera vez en muchos años me dieron ganas de llorar.


jueves, 28 de agosto de 2025

NO SE HUBIERA RECUPERADO SI LE HUBIERAN EXTRAÍDO LOS ÓRGANOS

 

Pese a que mostró actividad motora, los coordinadores pretendían continuar con el procedimiento.
______________________

Danella Gallegos, una mujer de 38 años de Nuevo México, fue declarada en coma irreversible y su familia accedió a donar sus órganos, confiando en el diagnóstico médico. Sin embargo, cuando se preparaba todo para la cirugía de extracción en el hospital Presbyterian de Albuquerque, uno de sus familiares notó algo inquietante: lágrimas corriendo por su rostro. Al ser descartadas como simples reflejos, nadie esperó lo que sucedería después. El día del procedimiento, una de sus hermanas observó movimientos y un médico le pidió a Gallegos que parpadeara si podía oírlo y lo hizo. A pesar de ello, coordinadores de donación de órganos presionaron para continuar, incluso sugiriendo administrar morfina para reducir su actividad motora. Afortunadamente, el equipo médico se negó a seguir adelante y suspendió todo. Danella no solo estaba consciente, sino que días después logró recuperarse por completo.