jueves, 6 de noviembre de 2025

EL DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE INTENTA DESPOJAR DE SUS TÍTULOS A LA SANTÍSIMA VIRGEN

 

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) acaba de publicar un nuevo documento al menos tan escandaloso como Fiducia Supplicans, ya que ataca a la Santísima Virgen, nuestra Madre, negándole los títulos que le han sido otorgados a lo largo de la historia de la Iglesia, autorizados por varios papas y muy apreciados por los teólogos.

El texto incendiario del cardenal Víctor Fernández, prefecto del DDF, lleva por título Mater Populi fidelis (Madre del pueblo fiel). Ahí explica sin ironía alguna que su panfleto pretende profundizar en los «fundamentos justos de la devoción mariana», lo que implica «una profunda fidelidad a la identidad católica y, al mismo tiempo, un esfuerzo ecuménico particular».

En otras palabras, la devoción mariana debe fijarse en los errores, las herejías y las impiedades de los no católicos hacia la Madre de Dios: una forma singular de manifestar su piedad hacia quien es nuestra Madre. La Iglesia, hasta el Concilio Vaticano II, nunca necesitó desviar la mirada para contemplar la verdad.

El sitio web InfoCatolica comenta acertadamente este recurso al ecumenismo: «A algunos analistas les ha llamado la atención el recurso al mantra del ecumenismo, como en los años 70. La ruptura más fuerte con el ecumenismo en los últimos tiempos es el documento Fiducia Supplicans, del propio cardenal Fernández, y no parece que haya ninguna revisión».

Una «tontería» para el Papa Francisco

Como se señaló en un artículo de Fsspx.Actualidad  —que se retomará ampliamente aquí— durante la homilía de la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la basílica de San Pedro, el 12 de diciembre de 2019, el Papa Francisco se refirió despectivamente al título de correredentora. Este rechazo es impío, ya que se trata de una tradición muy arraigada, retomada y desarrollada por varios Papas, incluso después del Concilio Vaticano II.

En esta homilía, Francisco, tras aceptar tres títulos —mujer o dama, madre y discípula—, descartó rotundamente el título de corredentora. Añadió que se trata de un «sin sentido», pero la traducción al inglés habla de «locura», y la consulta del original nos da un significado aún más fuerte: «tontería» o «estupidez». Este sermón se cita en una nota del documento del DDF.

La corredención de la Virgen María

Basta con consultar cualquier tratado de mariología anterior al concilio para darse cuenta de la importancia que la noción de corredención, aplicada a la Virgen María, había adquirido en el pensamiento teológico durante cinco siglos. Para convencerse de ello, basta con recordar las palabras de los Papas, desde Pío IX, el Papa de la Inmaculada Concepción, hasta Pío XII, el Papa de la Asunción.

Pío IX

En la bula Ineffabilis Deus, que proclama el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, Pío IX escribe: «Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie inmaculado». Si bien la palabra «corredentora» no aparece, la idea y su realidad están bien expresadas.

León XIII

Varios textos del Papa León XIII también expresan esta doctrina. La encíclica Supremi apostolatus officio (1883): «En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles».

En una encíclica sobre el rosario, Jucunda semper (1894), el mismo Papa enseña: «Junto a la cruz de Jesús estaba María, su madre, que movida de inmenso amor hacia nosotros, para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor».

En la constitución apostólica Ubi primum (1898), sobre la cofradía del Rosario: «Cuando por primera vez, por los designios secretos de la Divina Providencia, fuimos promovidos a la Cátedra de Pedro... espontáneamente nuestro pensamiento se dirigió a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano».

Finalmente, en la encíclica Adjutricem populi (1895), León XIII da la expresión más completa de esta corredención, asociándola a la mediación universal de María: «Porque desde allí, según los designios de Dios, comenzó a velar por la Iglesia, a asistirnos y a protegernos como una Madre, de modo que, después de haber sido cooperadora de la Redención humana, se convirtió también, por el poder casi inmenso que le fue concedido, en dispensadora de la gracia que deriva de esta Redención para todos los tiempos».

San Pío X

Este santo Papa también evocó la doctrina de la corredención en su famosa encíclica Ad diem illum (1904), con motivo del cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción: «Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, ella mereció convertirse con toda dignidad en reparadora del orbe perdido (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX) y, por lo tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre». El santo papa subraya el vínculo entre la corredención y la mediación universal.

Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913 elogió «la costumbre de añadir al nombre de Jesús el de su Madre, nuestra corredentera, la bienaventurada Virgen María». La misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que se llama a María « corredentora del género humano », el 22 de enero de 1914.

Benedicto XV

A su vez, habló de esta doctrina en su carta Inter solidacia: «Al asociarse a la Pasión y muerte de su Hijo, sufrió como si Ella misma muriera (…) para apaciguar a la justicia divina; tanto como pudo, inmoló a su Hijo, de tal modo que se puede decir con razón que junto con Él redimió al género humano. Y, por esta razón, todas las gracias que obtenemos del tesoro de la redención nos llegan, por así decirlo, de las manos de la Virgen dolorosa».

Pío XI

Primero debemos citar su Carta Explorata res (2 de febrero de 1923), en la que ofrece esta hermosa alabanza a nuestra Madre Celestial: «No puede sucumbir eternamente aquel a quien asis­tiese la Santísima Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte. Y esta sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano y corroborada por una ininterrum­pida experiencia, apóyase muy principalmente en que la Virgen do­lorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención».

Fue el primer Papa en usar el término corredentora. En su radiomensaje a los peregrinos de Lourdes por el Jubileo de la Redención, recitó esta oración: «Oh Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención del género humano, como corredentora nuestra y asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pe­dimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra compa­sión» (29 de abril de 1935).

Y durante la Alocución a los peregrinos de Vicenza (30/11/1933), afirmó claramente: «Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora».

Pío XII

El Pastor Angélico mencionó repetidamente el hecho de la corredención de María, incluso si no utilizó esta palabra. En la encíclica Mystici corporis (1947), por ejemplo: «Finalmente, María, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros... 'en pro de su Cuerpo [de él]..., que es la Iglesia' (Col 1,24)».

Si bien el término «corredentora» no fue escrito textualmente por este Papa, la doctrina está ahí con toda la claridad posible. Juzguemos por esta cita de la encíclica Ad caeli Reginam (1954), sobre la realeza de María:

«En el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo» (...) «Así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen es nuestra Señora y Reina por la manera única en que contribuyó a nuestra Redención, ya suministrando su carne a su Hijo, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación» .

El Concilio Vaticano II y los Papas posteriores
Mater Populi fidelis afirma que «el Concilio Vaticano II evitó utilizar el título de Corredentora por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas». ¡Menuda confesión! E incluso añade que Juan Pablo II lo utilizó «al menos siete veces», pero eso no tiene mucho valor a ojos de los redactores. Destacan sobre todo la oposición del cardenal Joseph Ratzinger, que consideraba que se trataba de un «término erróneo».

En cuanto al Papa Francisco, expresó al menos en tres ocasiones su oposición al uso del título de corredentora. Y el texto añade: «Cuando una expresión requiere numerosas y constantes explicaciones para evitar que se desvíe de su significado correcto, no presta un buen servicio a la fe del Pueblo de Dios y se convierte en inconveniente».

El sitio web InfoCatolica no puede evitar comentar que el cardenal Fernández «intenta explicar cómo Fiducia Supplicans puede hablar de bendiciones que no son bendiciones a parejas que no son parejas. ¿Presta así servicio «a la fe del pueblo de Dios»?

Hay que decirlo, el rechazo de los títulos de la Santísima Virgen, especialmente los de Corredentora y Mediadora, tiene su origen en el ecumenismo. Ya en 1950, cuando se proclamó el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen, los modernistas se indignaron, viendo en ello un nuevo obstáculo para el acercamiento con los protestantes.

En el Concilio Vaticano II, los Padres suprimieron pura y simplemente el esquema preparado sobre la Santísima Virgen, para no darle demasiada importancia, y lo convirtieron en un simple capítulo de la constitución Lumen gentium sobre la Iglesia. El Concilio reconoce a María títulos como Abogada, Auxiliadora, Socorro e incluso Mediadora, la proclama Madre de la Iglesia, pero la tendencia es al minimalismo.

En definitiva, este nuevo texto desvirtúa la devoción mariana, sustituyendo los gloriosos títulos de Corredentora y Mediadora por expresiones vagas como Madre de los creyentes (término incluso aplicable a los musulmanes), Madre de gracia o Madre del pueblo fiel, que diluyen la fe católica para no incomodar a los no católicos.

Fuentes: Saint-Siège/FSSPX.Actualités.  FSSPX Actualidad. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ataca a la Santísima Virgen. 6 Noviembre 2025.

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