martes, 20 de abril de 2010

LAS ETAPAS DE LA EDUCACIÓN EN LA INFANCIA



¿EDUCAMOS A NUESTROS NIÑOS SEGÚN SU EDAD?
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Antes de describir la educación de los niños de acuerdo a su edad, insistiremos en que el buen ejemplo y la armonía familiar son indispensables para formar a los hijos, independientemente de los años que tengan. En la necesidad de rezar mucho por ellos y de tener la confianza de que Dios nos guiará para darles una buena educación. Para ello recibimos, sin duda, gracias especiales en el Sacramento del Matrimonio.

¿Si no somos perfectos, no podemos educarlos? Claro que sí, de hecho, los padres tenemos que reemplazar nuestras imperfecciones por un constante esfuerzo por alcanzar las virtudes que intentamos educar y reconocer nuestras debilidades, demostrando que uno las detesta y que se hacen esfuerzos por corregirse, para que el niño comprenda que todos nos esforzamos por alcanzar la perfección. Así mismo, es necesario un ambiente familiar en donde reine la caridad, pues a todos los hijos les afectan las riñas, las peleas, la falta de atención, de respeto y de todo lo que no armonice en su hogar.

0 a 2 años (desarrollo inicial)

Es conveniente bautizar al niño lo antes posible, antes de que cumpla el mes de edad. Recordemos que el niño nace con el pecado original y hasta que se bautiza éste se borra, recibe las gracias necesarias para su santificación y pasa a ser hijo de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Es conveniente ponerle un nombre católico, un nombre de un santo, un nombre que les guste, sí, pero que corresponda a un santo al que le tienen devoción, o del que admiran su vida. Tengan en cuenta que él será en el cielo su santo patrono, un intercesor de las gracias de Dios para su hijo.

En esta etapa hay que tratar de que el niño vaya adquiriendo buenas costumbres. Las buenas costumbres dan origen a los buenos hábitos y más adelante, éstos, a las virtudes, por lo que sí se fracasa en esta etapa será más difícil la educación posterior. Más por la repetición de los buenos actos que por el razonamiento de ellos, la niña o el niño va aprendiendo, va logrando adquirir esa buena costumbre, por ello es necesario que les hagamos seguir un horario. Hay que tener paciencia y no desesperarse. Recordemos que en esta edad el niño es egoísta por naturaleza, se considera el rey de la casa: papá, mamá y hermanos son personajes de su corte por lo que quiere que se le cumplan todos sus caprichos. Bueno, pues quererlos mucho consiste precisamente en no cumplírselos, sino ser firmes en las decisiones que tomemos. Se puede tolerar, hasta cierto punto, que armen bulla, que sean curiosos, que deseen tocarlo todo. Pero ese “cierto punto” lo dicta el sentido común cuando lo que hacen puede ser un peligro o un daño para ellos mismos, para otros o para un objeto de valor. Al ponerle un límite el niño también va entendiendo poco a poco la causa de esa limitación.


“Amadlos cuanto podáis, pero no por vosotros sino por ellos”. Por ellos, por los niños, no hay que ceder a sus caprichos y empeñarnos en ahorrarles el menor esfuerzo. No se trata de suprimir los goces de un pequeño, sino de vigilar para que ellos estén siempre en relación con el bien y evitar el fomentar el egoísmo.

Para educar al niño es necesario observarlo a fin de descubrir los verdaderos motivos de sus acciones, hay que evitar siempre lo que pueda dañarles, no solo el cuerpo sino también el alma.

La transmisión de los padres a sus hijos de los principales valores morales, entre el año y los dos años de edad, se efectúa a través de la alegría y del sufrimiento. Su inteligencia no está suficientemente desarrollada como para que sea “la explicación de las cosas” nuestro principal mecanismo de educación. Entonces utilicemos más a menudo a la sensibilidad. Desde el momento en que el educador alienta un acto con una sonrisa, una caricia o un pequeño regalo, el niño entiende que este acto es bueno. Por el contrario, si hacemos una cara seria, un gesto de enfado, una acción que le cause dolor sin dañarlo o una prohibición de algo habitualmente permitido, le dice claramente que el acto es malo. Tal es el más sencillo y eficaz medio de comunicación con los niños de esta edad.

Desde esta edad se debe de ir acostumbrando al niño a la existencia de Dios, la Virgen, su Angel de la Guarda y los santos. Esto se puede lograr con pequeñas prácticas como: besar un crucifijo, una estampa de la Virgen, decir el nombre de Jesús y de María, persignarse o recibir la bendición de sus padres. Hay que esforzarse por descubrir en cada niño bautizado, la Santísima Trinidad que en él reside, para hacer de ellos templos sagrados de Dios.

3-5 años (Primera infancia)

A esta edad el niño es muy dócil y cree al pie de la letra lo que dicen sus padres, por lo que se debe de tener cuidado para no decirles cosas inexactas, ya que se pueden quedar con ideas falsas y más adelante nos lo pueden reclamar.

Como poseen un sentido terrible de la propiedad (todo lo quieren para sí) hay que enseñarlos poco a poco a mirar a su alrededor e inculcarles que el dar las cosas por amor es bueno, pues así descubriremos rasgos de generosidad insospechados.

Empieza a hacer conciencia de que hay cosas que no deben hacerse, como tomar los juguetes de otros o decir mentiras. Es preciso ser reiterativos en nuestras órdenes o llamadas de atención (con paciencia, sin exagerar). Nada de explicaciones prolijas; bastan explicaciones breves, frases cortas, a veces sólo un gesto o una mirada. Son mejores las órdenes claras y firmes y en el momento oportuno. De la misma forma, si hay que sancionar, hacerlo en el momento siguiente a la falta.

A esta edad se les dice a los niños “imitamonos” porque tienden a calcar lo que ven en sus mayores, así es que mucho cuidado con lo que decimos o con lo que hacemos.

No debemos mimarlos en los momentos que se han portado mal. No hay que reírse nunca de sus malos actos, aunque nos hayan parecido chistosos. Una mentira o un mal modo o una desobediencia o una grosería, no dejan de serlo porque lo haga un niño chiquito con cierta gracia; para los adultos puede resultar simpático o de poca importancia, pero para los niños puede deformar mucho su conciencia.

Tenerle un horario discreto y seguirle fomentando la buena costumbre del orden es importante. Que recoja sus juguetes y otras cosas que tire, cuando acabe de jugar o de hacer la actividad correspondiente, antes de iniciar otra actividad. También es importante alentarlo en el esfuerzo y acostumbrarlo a que termine lo que empieza; no permitirle pasar a otros juegos o tareas mientras no termine el juego o la tarea anterior, si esto es prudente.

El sentido moral a esta edad aún no se ha despertado del todo. Se está entre la inconsciencia de la más tierna edad y el contacto racional con la vida. Es el momento de enseñarle las primeras oraciones y de hablarle del Niño Dios, del Niño Jesús. También es cuando debemos empezar a enseñarles a comportarse en misa y a acompañarnos a rezar el rosario, paulatinamente, por ejemplo, un misterio para empezar.

En esta edad es muy imaginativo y hay que aprovechar esta característica para enseñarle a través de las imágenes. Afortunadamente existen, y podemos conseguirlas fácilmente, muchas estampas preciosas de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen, del Ángel de la Guarda, de su Santo Patrono, de los santos. También les podemos contar historias; existen pasajes muy pintorescos del Evangelio que podemos adaptar para su edad, así como la vida de los santos o cuentos que muestren la bondad y maldad.

Este periodo de la vida es una etapa prodigiosa. El niño es todo espontaneidad y sinceridad. Se puede lograr mucho, pero sobre todo se puede inculcar desde estos primeros años, el amor a Dios, a lo bueno, a la verdad y la aversión a los que actúan contra Dios, a lo malo, a la mentira.

6 –9 años (Segunda infancia)

En las etapas anteriores el niño toma posesión de sus sentidos, ahora comienza el desarrollo de la inteligencia y de la voluntad. Es el periodo de los “¿Por qué?”(9 años) en el cual va a aprender a juzgar, apreciar las cosas y los acontecimientos. No hay que tomar a la ligera sus preguntas. El arte del educador consiste en inducir al niño a encontrar la explicación de las cosas, esto permite al niño relacionar mejor los “por qué” con los “cómo”.

La virtud a fomentar predominantemente es la obediencia, cuya finalidad, podría decirse, es la de obtener del niño una gran generosidad de corazón. La prontitud al obedecer acostumbra al niño a no calcular en torno del deber. No se le deje, pues, discutir consigo mismo ni con ustedes. Las órdenes deberán ser breves y no permitir escapatorias, ni discusiones dilatorias. Que las recompensas y los castigos sean precisos, si se quiere que el niño sea un día capaz de hacer el bien sin titubeos ni debilidad. De esta manera se va despertando la conciencia personal del niño, explicándole porqué es conveniente actuar de una manera más bien que de otra. Después de dar una orden o un regaño es conveniente razonar con él, pero solamente cuando el niño esté calmado y sea capaz de comprender las explicaciones.

Como el desarrollo de la inteligencia debe ir a la par con el de la voluntad, debemos insistir nuevamente en la formación de buenos hábitos, a través de fortalecer la voluntad. He aquí algunos ejemplos para ejercitarla: Fomentar el trabajo bien hecho y completo, levantarse rápidamente de la cama, ordenar sus cosas, hacer la tarea antes que jugar, evitar la televisión que alienta la pasividad y merma la imaginación (no implica ningún esfuerzo, ya sea físico o mental), gastar el dinero con responsabilidad, comer lo que se le sirva aunque no le guste y que no lo haga entre comidas, etc. A medida de que van pasando los años, se necesitan dar más razones con el objeto de que la inteligencia colabore con la virtud de la obediencia en el esfuerzo que supone adquirir un bueno hábito. Se necesita firmeza y perseverancia por parte de los padres para lograr que la voluntad se fortalezca y pueda adquirir principalmente las virtudes de: paciencia, justicia, generosidad, perseverancia y responsabilidad.

Esta edad es clave para “tirar hacia arriba”, es decir, elevar la vista de los niños al cielo, hacia Dios y conseguir que las virtudes naturales lo ayuden a llevar una vida sobrenatural. Es el momento de que aprendan a oír misa, de sus primeras confesiones, de hacer su primera comunión (preferentemente a los siete años), por eso hay que prepararlos con el catecismo e inculcarles un profundo respeto y amor a Jesús Sacramentado a través de actos de amor como ponerse de rodillas, agachar la cabeza, decir jaculatorias, etc.

10 a 12 años (Tercera infancia)

En esta etapa su pensamiento es más sistemático y pueden tener rasgos de la adolescencia, que ya está por iniciarse, si no es que ya empezó.

Hay varios puntos importantes a considerar especialmente en esta edad:

-Vigilar sus amistades. Fomentar y facilitar las buenas amistades, ya que en esta edad son muy influenciables y es muy difícil corregir el daño que puede hacer una mala amistad.

-Aprovechar su interés por la lectura. Fomentarla y proporcionarles buenos libros que contengan un ideal a seguir y modelos a quien imitar.

-Las sanciones físicas deben, de preferencia, cambiarse por las sanciones morales, siempre correspondiendo su magnitud a la falta cometida. No hay regla absoluta, sin embargo, puede afirmarse que: “la sanción es buena si da resultado”.

-Es muy importante inculcarles el sentido de la responsabilidad. Permitir que hagan las cosas por sí mismos, vigilar que terminen el trabajo que se les encomiende y que sea bien hecho.

-Es una edad en que el niño se da cuenta de las contradicciones y empieza a cuestionar lo que se le presenta. Por ello “nuestro hacer” debe de tratar de ser congruente con “nuestro decir” y no debemos contestar a sus preguntas con mentiras o cuentos, sino con verdades, aunque teniendo en mente que no hay que ir más allá de lo que el niño desea saber, sobre todo al tratar el tema de la educación sexual.

-Es la edad en la que se pueden forjar los grandes ideales. La juventud está por empezar. Qué diferente vivirla con el sentimiento de Dios y de sus cosas en el corazón, aunque les revoloteen miles de mariposas en la cabeza, que pasarla con el vacío de Dios, el cuál necesariamente llenan los falsos ídolos (cantantes, deportistas, grupos de rock, etc.).

- A esta edad deben haber ya hecho su primera comunión (lo óptimo es a los siete años) y recibir el Sacramento de la Confirmación, además deben seguir con la instrucción conveniente en materia de religión y el catecismo adecuado para su edad.

-No podemos imaginar el bien que les hace la confesión y comunión frecuente. Es, sin duda, el mejor hábito que pueden adquirir. Un hábito que les trae en sí mismo un torrente de Gracias Sobrenaturales para ganar el Cielo. Un hábito que es un escudo indestructible contra el mal, contra los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne. Por ello debemos de alentarlo lo más posible y recordar que lo haremos mejor si damos el ejemplo.

Qué lata con lo del ejemplo ¿verdad? pero así es y qué bueno, pues lo que no hicimos por nuestro propio bien, lo terminamos haciendo por cariño a nuestros hijos. Ojalá nunca nos reclamen “LO QUE VEO EN TI NO ME DEJA ESCUCHAR LO QUE ME DICES”.

Autora: Cecilia Barrera Arredondo

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1 comentario:

  1. Muy interesante escrito. Felicidades por su excelente blog.

    José

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