martes, 21 de octubre de 2025
AMO LA BELLEZA DE LA MISA TRIDENTINA.
Amo el catolicismo tradicional y la misa tridentina, bella, solemne y profunda.
Amo el respeto con el que se vive toda la misa; amo que cada frase, cada acto, cada adorno en el altar y cada ornamento del sacerdote, tienen un significado profundo. Amo el latín, amo ver al sacerdote dando la misa de frente a Dios, mirando hacia el altar, haciendo de mediador entre el cielo y la tierra, dándole un carácter verdaderamente teocéntrico a la Sagrada Misa; mirando a la gente cuando le habla a la gente y mirando a Dios cuando le habla a Dios.
Amo la mantilla, la falda y en general la vestimenta usada, que debe reflejar la virtud de la modestia. Amo su música acompañada de violín o de órgano, amo sus cantos y más si son en latín… amo los cantos gregorianos, pues son una verdadera belleza que llega al alma.
Amo la misa tridentina, siempre igual, con una gran reverencia hacia el altar y sobre todo al misterio del sacrificio de la Sagrada Eucaristía; amo sus períodos de silencio, sus referencias a la intercesión de los santos, las genuflexiones y la mortificación que representa para los fieles estar de rodillas un tiempo relativamente largo, todo ofrecido por amor a Dios.
Amo comulgar de la mano del sacerdote, en la boca y de rodillas. Recibir la Sagrada Eucaristía de la mano del sacerdote y directamente en la boca, es un privilegio y una confirmación de que él, el sacerdote, es el único merecedor de tocar el Cuerpo de Dios mismo. Qué bello es el significado de la patena, que hace más sólida la actitud de absoluto respeto, pues evita la caída al suelo de cualquier fragmento eucarístico. Amo recibir la comunión de rodillas, como un acto público de devoción, de adoración y de reconocimiento a la grandeza, divinidad y presencia real del mismo Dios en la Sagrada Eucaristía.
Amo lo que queda de la belleza de los templos, cuando en todas las Iglesias se ofrecía la misa tridentina. Amo la belleza y solemnidad de su arquitectura, misma que te lleva a una inevitable actitud de respeto, de fervor, de solemnidad y a la convicción, de que ser católico es un verdadero privilegio y una maravillosa bendición.
GUR
Gloria Urbina Rodríguez
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