Perelman no acudió al congreso celebrado el 8 y 9 de junio pasados en París para celebrar la resolución de la conjetura de Poincaré, enunciada hace más de un siglo, -por la que se le dio el premio-, y ahora ha comunicado oficialmente su rechazo.
La razón es que cree que su contribución a la resolución del problema no fue mayor que la de su colega estadounidense Richard Hamilton, quien indicó el camino a seguir, según la agencia Interfax.
El Instituto Clay, con sede en Estados Unidos, no entra en las razones del rechazo, pero indica que en otoño anunciará el destino del dinero del premio, que se utilizará en beneficio de las matemáticas.
“Sorpresa total”
El genial matemático ruso de 43 años ya rechazó, en 2006, recoger la Medalla Fields, un reconocimiento considerado el Nobel de las Matemáticas y dotado con 10.000 dólares. Aquella edición de los Fields se celebró en Madrid y los premios fueron entregados por el propio Rey Don Juan Carlos. Perelman aseguró entonces no estar interesado ni en el galardón ni en el dinero.
Y el pasado marzo, cuando el Instituto Clay decidió adjudicarle el premio de un millón de dólares por su logro, Grigori Perelman se limitó a decir a los periodistas, a través de la puerta cerrada de su diminuto apartamento de San Petersburgo, donde vive con su madre, que “lo tiene todo y no necesita dinero”. Algo que, según sus propios vecinos (que juzgan sólo el aspecto materialista), dista mucho de ser cierto, ya que -informan- Perelman y su madre viven de la modesta pensión de ella y de lo que gana el genio ruso dando clases particulares de matemáticas. El Premio del Milenio instituido por la Fundación Clay se convirtió, de esta forma, en el segundo galardón a la resolución de la conjetura de Poincaré que rechaza Perelman.
El premio rechazado ahora corresponde a la primera solución hallada para uno de los siete problemas seleccionados en 2000 por el Instituto Clay, fundado por el filántropo Landon T. Clay. La selección reflejó los mayores desafíos a que se enfrentaban los matemáticos al iniciarse el siglo.
“La solución de la conjetura de Poincaré fue una sorpresa total”, recordó el director del instituto, James Carlson, en una recientes declaraciones a El País, “y eso es lo que pasará seguramente con los demás problemas. Es imposible saber cuál será el próximo en resolverse”.
Mientras, Perelman, que asegura haberse retirado de las matemáticas para no convertirse en un “mono de feria”, estaría, según David, uno de sus mejores amigos, trabajando duramente en otro desafío, la demostración matemática de la existencia de Dios. “Somos amigos desde niños -asegura David a Pravda- y él es un hombre profundamente ascético y espiritual. Su apartamento está profusamente decorado con iconos. Él lleva barba y grandes crucifijos, y tiene siempre un rosario en el bolsillo. Reza cada noche y está convencido de haber logrado probar la existencia de Dios”. Si realmente ha hecho tal cosa, y la publica en internet (como hizo con la conjetura de Poincaré, una cuestión que llevaba 109 años abierta), habrá que ir pensando en nuevos premios para este asceta huraño y de mente privilegiada. Quién sabe, puede que si eso sucede empiece a dejarse ver y abandone de una buena vez su retiro y su silencio.
No sólo de dólares vive el hombre.
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