Si ya lo conoces, no lo olvides; si no, medítalo....
El padre, dirigió un gesto severo al niño y repuso:
- ¡Mirá hijo, esos informes, ni tu madre los conoce, no me molestes que estoy cansado!
- Pero papá, te pido por favor, dime ¿cuánto ganas por hora?
Ya el padre reaccionando menos severamente simplemente le contestó:
- Doscientos pesos la hora. ¿Por qué?
- Papi, ¿me podrías prestar cien pesos?
El padre montando en cólera y tratando con brusquedad al pequeño le dijo:
- ¡Así que esa era la razón de saber lo que gano! ¡Vete a dormir y no molestes, muchacho aprovechado!
Había caído la noche. El padre, meditando lo sucedido se sintió culpable, y se dijo a sí mismo “a lo mejor necesitaba comprarse algo”.
Entonces queriendo descargar su conciencia dolida se asomó al cuarto de su hijo y le preguntó:
- ¿Duermes hijo?
- No -contestó entre sueños-
- Aquí te traigo el dinero que me pediste -le dijo el padre-.
- ¡Gracias papá!
El niño tomó el dinero y metiendo su manito bajo la almohada sacó otros billetes y le dijo al padre:
- Ahora al fin completé los doscientos pesos. ¿Papá, me podrías vender una hora de tu tiempo pues siempre estás muy ocupado?
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