“El Cristianismo logró forjar sobre la base de las instituciones grecorromanas, y con el aporte del mundo bárbaro, un sólido edificio de civilización que alcanza su plenitud en el siglo XIII.
La Iglesia, encarnada en la realidad de la Ciudad Católica, se oponía a las herejías con las mismas estructuras sociales y políticas, y era propósito de las herejías destruir esas estructuras junto con el espíritu que las animaba, a fin de sumir al hombre en un sistema de desorden que le privara de los beneficios de la redención.
Cristo, a través de la Iglesia, edifica la Ciudad Católica de la sociedad medieval. Operando sobre el interior de las almas la Iglesia edifica la Ciudad Cristiana. Hombres y mujeres plenamente cristianos establecen familias cristianas, una estructura económico-social cristiana y un orden político cristiano.
Pero el diablo no podía aceptar esta restricción. Tenía que intentar destruir la Ciudad Católica. Tenía que intentar la Revolución Anticristiana.
Una sociedad fuertemente estructurada en sólidas instituciones no puede ser abatida de un solo golpe. Era necesario, para derribarla, una acción destructiva que fuese dirigida progresivamente, y de acuerdo con la jerarquía de su importancia, contra cada una de sus partes. He aquí el cometido de la Revolución Anticristiana”.
(Padre Julio Meinvielle, El Comunismo en la Revolución Anticristiana, capítulo II)
"Hoy, en pleno siglo XXI, nos encontramos en la fase final de esta Revolución en donde, para terminar de destruir a la persona (y que ésta no reaccione y ni siquiera piense) se intenta crear un hombre nuevo, inhumano, lo más opuesto posible a la “imagen y semejanza” del Creador como fue pensado. Un hombre sin Dios, sin Patria, sin raíces, sin ley moral, sin familia, sin derechos naturales que pueda defender; un hombre en contra de todo principio de autoridad y sobre todo la divina, para poder manipularlo como un objeto. Delirio extremo de la razón humana autónoma y totalmente emancipada del Dios Creador.
Este es el último exceso de la soberanía racionalista. El hombre, “dios” de sí mismo y legislador de sus leyes morales. Eso era por último lo que quería Satán: ser autor de la ley, por lo que tentó e hizo caer a Adán: poseer la ciencia del bien y del mal, que es lo que define a Dios.
El espíritu que impulsa a la creación de este nuevo hombre viene de aquel angélico enemigo de Dios, Luzbel, encarnado en los hombres y por lo tanto en las ideas filosóficas de los distintos siglos. A través de la historia podrán aparecer miles de nombres que lo “encarnen”, pero, si nos remontamos a los capitanes espirituales de esta batalla, nos encontraremos con tan sólo dos: Satanás creatura frente a Dios Creador, tratando de arrebatarle el alma inmortal del hombre".
(Marta Arrechea Harriet de Olivero. Síntesis de la línea histórica de la Revolución Anticristiana).
Ver video: http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2009/06/batallas-metafisicas.html
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Excelente entrada.
ResponderEliminar¡Excelente artículo!
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