No sé quiénes ni cuándo te quitaron el madero oscuro y tosco, sobre el cual estabas clavado, y te pusieron en su lugar una cruz preciosa, en madera noble, trabajada en taracea. ¡Qué contrasentido! ¡Qué contraste hay entre tu cuerpo que tiene todas las huellas del sufrimiento, con esa cruz artificial, con esa cruz vistosa, con esa cruz lujosa!
Un gran artista talló tu figura serena y a la par dolorosa, que infunde piedad; un artista famoso entre los famosos te forjó: José de Mora. Manos torpes, mentes despojadas de fuste artístico, cambiaron tu cruz que convenía con el misterio del sufrimiento, por este trozo de madera artificialmente trabajada.
Así somos muchos hombres, Señor. No te queremos ver clavado en una cruz obscura, incómoda, ignorada, tosca; te queremos contemplar, oh contradicción, en una cruz resplandeciente, suave, fácil, agradable, lujosa.
Como contradice una cruz fácil a tu pasión difícil; una cruz lujosa a tu muerte obscura; una cruz soberbia a tu vida humilde; una cruz llamativa a tu actitud sencilla.
Cruz fácil, lujosa, soberbia, llamativa, equivale a decir profesión de fe cristiana con una vida sin mortificación, sin abnegación, sin sufrimiento. Una contradicción viviente.
Es natural esta tendencia a la ley del mínimo esfuerzo, a lo fácil, a lo cómodo. Sí muy natural; pero muy poco sobrenatural es corregirte a Ti la plana, Señor, que nos salvaste sobre una Cruz muy tosca, que nada tenía del lustre y vistosidad de esta pieza de taracea en que te han enclavado hombres de buena voluntad pero que no comprendieron en profundidad la realidad de tu muerte.
Y quiero, Señor, para mí, la cruz que Tú me has elegido, no la que yo quisiera. Pues bien sabes que por naturaleza buscaré siempre lo que más satisface a mi amor propio aunque desdiga de mi fe cristiana.
Dame, Señor, valentía para clavarme en la cruz auténtica de mi vida, en la cruz de mi enfermedad, en la cruz del cumplimiento de la monotonía del deber cotidiano; en la cruz de la incomprensión; en la cruz de la humildad, a fin de que muriendo contigo en el calvario, resucite contigo desde la tumba.
Merece la pena ver al Cristo de los Mendez, desde hace más de 10 años que lo veo año tras año y todos los años hace que me ponga a llorar, su cara expresa perfectamente el sufrimiento. Un Cristo único, un Cristo muy sencillo, y que expresa todo.
ResponderEliminarEl Cristo de los Méndez ciertamente es bellísimo y fue realizado por de Antonio Martinez Olalla que logró una copia idéntica del Cristo de la Misericordia que se venera en la Iglesia de San José de Granada y del que es autor el bastetano José de Mora.
ResponderEliminarGracias por su comentario.
Un abrazo en Cristo
CATOLICIDAD