domingo, 7 de junio de 2009

AQUEL QUE SE SALVA, SABE...EL OTRO NO SABE NADA

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Estos versos deberíamos tenerlos diariamente a la vista, resumen el jugo de toda la sabiduría.
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Tomado de: El cruzamante
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2 comentarios:

  1. Carta Abierta a Mi Amigo El Cura.
    Carta destinada a un neoparroco de la Arquidiocesis de Buenos Aires, del cual reservamos su nombre, en respuesta a expresiones suyas en la homilía de la Procesión de Ramos sobre la Cruz levantada en el atrio parroquial que lleva la impresión “SALVA TU ALMA”

    Querido Padre y amigo:

    “Salva tu alma”, así reza la Cruz que se levanta a las puertas de la parroquia que te ha sido confiada por nuestro Arzobispo, y asi rezan miles de cruces que a lo largo de la historia, los misioneros han dejado en las puertas de los Templos para recordar a cada uno de los hombres que pasan por allí, el llamado a la santidad que cada uno de los hombres hemos recibido.

    Dias previos a instalar aquella Cruz los misioneros recorrían casa por casa los barrios y los pueblos para llevarle el anuncio que la Redención era posible, pues Cristo en su Cruz había pagado por ellos el precio de la Salvación. Alli, en la Cruz, el Crucificado nos llama a salvar el alma, la de cada uno, pero nos hace a su vez testigos de la Salvacion frente a nuestros hermanos.

    ¿Qué es salvar el alma? Entendiendo esto, uno comprende que lejos esta aquella frase, que llama a tan alto destino, de ser una frase egoísta, “chiquitita, elitista”, como tú has predicado el Domingo de Ramos. Quizas en estas lineas pueda explicarte porque no es ni egoísta, ni elitista, y lo haré con la pobre teologia que me ha dado el rumiar el Evangelio durante 38 años, bajo la sabia guia de santos y fieles pastores de la Iglesia.

    La Cruz nos recuerda que nuestra vocación es la santidad, esto es la perfección, y esto es posible porque el Perfecto derramó su sangre por nosotros y nos llamo a “ser perfectos como nuestro Padre Celestial es perfecto”. Pero ¿como es posible alcanzar la perfección, la santidad? Esta es la pregunta que se hace aquel que, al pasar por la puerta de tu Parroquia y la de tantas Iglesias que han conservado aquellas cruces, lee aquella frase no solo con los ojos del cuerpo, sino, por una gracia especial de Dios, con los ojos del alma. “Salva tu alma”, en su interioridad le preguntarán al Señor, como el joven rico, «Maestro, ¿que de bueno he de hacer para obtener la vida eterna?» (Mt. 19,16). O, para ponerlo en otras palabras: ¿Qué debo hacer para alcanzar la salvación? ¿Cómo debo salvar mi alma? Entendemos, querido amigo, que la salvación “es el logro del último fin del hombre, es decir, la eterna vision de Dios en el Cielo”.

    sigue abajo en el siguiente comentario:

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  2. Aquel lector que lee con los ojos del alma de aquella frase, para ti elitista, para mí maravillosa. Aquel que lea: “Salva tu alma” y e indague el como es posible hacerlo, en la Fuente de santidad, recibirá del Maestro la primera y gran respuesta que hecha por tierra tu aseveración: «Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos» (Mt. 19,17). ¿Cuáles son los mandamientos? Diez que se pueden resumir en dos: “Amar a Dios sobre todas las cosas” y “Amar al prójimo por amor a Dios”. Nadie puede salvar su alma sin cumplir estos mandamientos, por tanto nadie puede salvarse desde el egoismo. Amar a Dios y al projimo es el mandato necesario para salvar el alma.

    Cierto es que hay quienes pretenden diluir la individualidad de cada hombre en la vida social. “Si no estamos en comunidad nadie se salva”. La salvación es antes que nada un llamado y una respuesta personal que cada uno dá, desde la aceptación libre y voluntaria del mandato Divino. Quien pretende, siguiendo ideologias contrarias a la Fe católica, diluir todo en la vida comunitaria y social niega la misma dignidad de la persona quien es un ser único e irrepetible y aunque social, dotado de una libertad personal que le permite elegir entre la Verdad y el error. No menos cierto es que no se puede vivir solo en esta vida y uno se santifica en el testimonio de amor a Dios y al prójimo por amor a Dios.

    Querido padre y amigo, espero que no cometas la tontera de reemplazar aquella Cruz con esta magnifica frase y la reemplaces por alguno de esos carteles estupidos, protestantizados a los que nos tiene acostumbrado el progresismo. Solo la Cruz salva y de ella proviene el llamado a la salvación.

    Pido a la Virgen, que otrora nos uniera en la tarea apóstolica, por tu ministerio, pero pido especialmente para vos y para mí que sepamos responder generosamente el llamado que Dios nos hace a ser santos y que como consecuencia de esa respuesta demos de tal manera testimonio que en nuestras obras los que estan a nuestro lado puedan ver la Cruz de Cristo que nos interpela en un llamado: “SALVA TU ALMA”.



    Marcelo Eduardo Grecco
    Versailles, junto a la Virgen de la Salud

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