jueves, 1 de mayo de 2025
CUANDO LOS CREYENTES CALLAN
“Puesto que no eres ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”
Apocalipsis 3,16
⸻
Existe un tipo de apostasía que no necesita herejía.
Una apostasía sin panfleto, sin renuncia formal, sin siquiera conciencia de haberla cometido.
Se consuma en silencio, con una sonrisa cordial, con un asentimiento diplomático.
Y lo más sorprendente de todo es que no se da entre enemigos del Evangelio,
sino entre sus propios defensores.
Defensores que ya no empuñan la espada, porque podría parecer mala educación.
Cristianos que siguen creyendo, sí.
Pero que ya no predican, porque el mundo tiene cosas más urgentes que escuchar.
Como por ejemplo… la última tontería viral.
Y así, cuando los creyentes callan, el mundo no se llena de error.
Se llena de ruido.
Y entre tanto ruido, el Logos se vuelve sospechoso por sonar como orden, y el pecado se vuelve invisible por parecer costumbre.
⸻
LA RELIGIÓN DE LA BUENA EDUCACIÓN
El primer mandamiento del creyente moderno no es amar a Dios.
Es no incomodar al prójimo.
El segundo no es predicar el Evangelio.
Es no parecer fanático.
Y el tercero es dejar la verdad para el fuero interno,
como si el alma fuera un armario donde se guarda la fe para los domingos.
El problema no es que hayamos dejado de creer.
Es que hemos aprendido a esconder la fe como si fuera un defecto elegante.
La herejía del siglo XXI no es doctrinal:
es tibia, es diplomática, es bien vestida.
⸻
LA NUEVA PIEDAD: NO DECIR NADA
El mundo está en llamas, pero nosotros discutimos los tonos de voz.
Las almas se congelan, y nosotros debatimos si usar la palabra “pecado” podría sonar agresivo.
Se dice que la caridad debe ser suave.
Y así hemos inventado una caridad que no hiere ni salva.
Una compasión que no tiene verdad,
y por lo tanto, no tiene poder.
Hemos sustituido el testimonio por la tolerancia,
la claridad por la simpatía,
y la cruz… por el consenso.
⸻
EL ESCÁNDALO DE LOS QUE YA NO ESCANDALIZAN
Hubo un tiempo en que los cristianos escandalizaban al mundo porque no se adaptaban.
Hoy escandalizan cuando no se adaptan lo suficiente.
Y por eso muchos han optado por no escandalizar más.
Pero una fe que no incomoda, es una fe que no viene del Cielo, sino de la estadística.
El mundo moderno ha logrado lo que Nerón no pudo:
que el cristiano se avergüence de parecer cristiano.
La nueva persecución no necesita leones.
Le basta con una ceja levantada, una mueca de burla, un “eso ya no se usa”.
⸻
LOS CREYENTES QUE ESCONDIERON SU LUZ… PARA NO DESPERTAR A NADIE
No es que hayamos apagado la luz.
Es que la cubrimos con el miedo al juicio ajeno.
Nos escandaliza que nos llamen rígidos,
pero no nos escandaliza que el pecado sea celebrado con aplausos.
Hemos cambiado la llama por la linterna,
y la proclamación por el murmullo estratégico.
Y así, el alma pierde su voz,
y la verdad pierde su carne.
⸻
LA TIBIEZA NO ES LA AUSENCIA DEL MAL: ES LA DESERCIÓN DEL BIEN
Durante siglos temimos al pecado visible.
Pero lo que ahora nos consume es más sutil:
no lucha, no vocifera, no contradice.
Simplemente no ama.
La tibieza es el alma que ya no se entrega.
El alma que dice “sí” con la boca y “quizá” con la vida.
Es la renuncia sin escándalo, la traición sin acto, la infidelidad sin sangre.
Y el tibio —a diferencia del pecador que aún desea—
ya no desea ni siquiera ser rescatado.
Se sienta. Calcula. Conserva.
Y así, la fe no muere por ataque: muere por abandono.
⸻
CUANDO LOS PASTORES SE ESCONDEN, EL REBAÑO SE DISPERSA
Hay silencios que son prudentes.
Hay silencios que son orantes.
Y hay silencios que son culpables.
En los templos se ha predicado dulzura sin Verbo,
paz sin cruz, amor sin verdad.
No por falta de fe, sino por exceso de cálculos.
Muchos que debieron hablar desde el púlpito
han preferido callar desde el escritorio.
Y no por humildad, sino por temor a sus propias sombras.
Porque quien tiene pecados escondidos no puede denunciar sin temblar.
Y quien debe favores no puede predicar sin pedir permiso.
En México, como en tantas tierras bautizadas,
la Iglesia sufre por dentro:
no por el pueblo que tropieza, sino por los pastores que no se levantan.
Obispos demorados.
Sacerdotes tibios o comprometidos.
Predicadores que esconden su voz para no despertar sus culpas.
¿Hasta cuándo seguirán negándonos la Verdad
por temor a que hable más fuerte que sus propios silencios?
Y sin embargo, no los odiamos.
Los esperamos.
Pero no los esperamos sentados.
Los esperamos de pie, con el Evangelio alzado.
Y de rodillas, pidiendo a Dios que los encienda, o que nos dé fuerza para encender lo que ellos han dejado apagar.
⸻
EPÍLOGO: CUANDO LOS CREYENTES VUELVAN A ARDER
Cuando los creyentes vuelvan a arder —no a debatir, no a postear, no a pactar, sino a arder— el infierno recordará que perdió la batalla en el primer madero.
Cuando ya no nos baste con parecer buenos,
cuando no temamos más al mundo que a Dios, cuando el Nombre de Cristo vuelva a sonar como una espada en la lengua de los justos, entonces el Reino volverá a marchar.
No con slogans.
No con influencers.
Sino con almas consumidas por el Amor,
como antorchas en este siglo frío.
Nos salvarán los santos,
no los comités.
Nos salvarán los que digan “sí” con la sangre, “no” con el rostro firme, y “Amén” aunque les cueste todo.
Y si hemos de ser mártires, que no sea por accidente, sino por decisión.
Que arda, Señor.
Que arda de una vez.
O que nos consuma Tu Verdad.
Y si todo se apaga,
que Ella nos conserve encendidos por dentro, como guarda en su Corazón las brasas que el mundo ya no ve, pero que aún pueden incendiar la historia.
Oscar Méndez
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario