viernes, 9 de mayo de 2025
¿QUÉ DEBE HACER UN PAPA, SEGÚN SAN AFONSO MARÍA DE LIGORIO?
Cuando estaba a punto de reunirse el cónclave de 1774, el cardenal Castelli pidió a monseñor Alfonso María de Ligorio que escribiera una carta sobre las medidas que el nuevo Papa debía tomar para reformar la Iglesia afligida por una laxitud general. Se citan los principales pasajes de la carta de san Alfonso.
"Amigo y Señor mío, respecto al sentimiento que deseáis de mí respecto de los asuntos actuales de la Iglesia y de la elección del Papa, ¿qué sentimiento quiero demostrar yo, miserable ignorante y de tan poco espíritu como soy?
"Sólo digo que se necesita oración, pero mucha oración; considerando que, para sacar a la Iglesia del estado de relajamiento y confusión en que se encuentran universalmente todas las clases sociales, ni toda la ciencia y prudencia humana pueden remediarlo, sino que es necesario el brazo todopoderoso de Dios.
Entre los obispos, pocos tienen verdadero celo por las almas.
Las comunidades religiosas, prácticamente todas, son relajadas; Porque en la vida religiosa, en la actual confusión de las cosas, falta la observancia y se pierde la obediencia.
En el clero secular la situación es aún peor: es claramente necesaria una reforma general para todos los eclesiásticos, con el fin de remediar la gran corrupción moral que existe entre los seculares.
Es necesario, pues, pedir a Jesucristo que nos dé una Cabeza de la Iglesia que, más que doctrina y prudencia humana, esté dotada de espíritu y celo por el honor de Dios, y esté totalmente desprendida de todo partido y respeto humano; porque si alguna vez, para nuestra desgracia, aconteciese un Papa que no tuviese delante de sus ojos sólo la gloria de Dios, el Señor le ayudará poco, y las cosas, como están en las presentes circunstancias, irán de mal en peor.
Por lo tanto, las oraciones pueden remediar muchos males, obteniendo de Dios que ponga su mano sobre ellos y les dé un remedio.
[…] desearía, ante todo, que el futuro Papa (ya que hay muchos cardenales por proveer) escogiera, entre los que le propongan, a los más doctos y celosos del bien de la Iglesia, y avisara de antemano a los Príncipes, en la primera carta en que les informe de su exaltación, que, cuando le pidan el cardenalato para algunos de sus favoritos, le propongan sólo sujetos de probada piedad y doctrina; porque de lo contrario no puede admitirlos en buena conciencia.
Además, quisiera que fuese bastante fuerte para negar ulteriores beneficios a quienes ya están provistos de los bienes de la Iglesia, en la medida suficiente para su mantenimiento, según su estado. Y en esto debe emplear todas sus fuerzas contra los compromisos que surjan.
Además, quisiera que se evitase el lujo entre los prelados, y por tanto que el número de siervos se determinase para todos (de lo contrario no se remediaría nada), según lo que corresponde a cada clase de prelados: una cierta cantidad de siervos y no más; un cierto número de caballos y no más; para que los herejes ya no puedan hablar.
Además, sea puesto mayor diligencia en conferir beneficios sólo a aquellos que han servido a la Iglesia, y no a individuos particulares.
Además, se debe usar toda diligencia en la elección de los obispos (de quienes principalmente dependen el culto divino y la salvación de las almas), y se debe obtener información de diversas partes sobre su buena vida y la doctrina necesaria para gobernar las diócesis; y que incluso a aquellos que se sientan en sus iglesias, metropolitanos y otros, se les pida en secreto que se informen sobre aquellos obispos que se preocupan poco por el bien de sus ovejas.
Quisiera también que en todas partes se esclareciera que los obispos que fueren negligentes y deficientes en la habitación y lujo del pueblo a su servicio, o en el gasto excesivo de muebles, banquetes y cosas semejantes, serán castigados con la suspensión o con el envío de vicarios apostólicos para enmendar sus faltas; y que darán ejemplo de vez en cuando, según sea necesario.
Cualquier ejemplo de este tipo haría que todos los demás prelados negligentes se cuidaran de moderarse.
[…] Sobre todo, quisiera que el Papa redujera universalmente a todos los religiosos a la observancia de su primer Instituto, al menos en las cosas más importantes.
Ahora, no quiero molestarte más. No podemos hacer otra cosa que pedir al Señor que nos dé un Pastor lleno de su Espíritu, que sepa establecer estas cosas que tan brevemente he descrito, según lo que mejor conviene a la gloria de Jesucristo.
Con esto os hago la más humilde reverencia, mientras protesto con toda obsequiosidad.
Por Vuestra Excelencia, devoto, humilde y verdadero servidor.
Alfonso María, obispo de Santa Águeda de los Godos".
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