¡Oh Jesús, Pontífice
eterno, Pastor bueno, Fuente de
vida!, que por singular
magnificencia de tu dulcísimo
Corazón nos diste a nuestros
Sacerdotes para que cumplieran
en nosotros aquellos designios
de santificación que tu gracia
inspira a nuestros corazones; te
suplicamos les ayudes con tu
misericordioso auxilio.
Que la fe, ¡oh Jesús!,
vivifique en ellos sus obras; que
la esperanza sea indestructible
en sus pruebas, que la caridad
sea ardiente en sus propósitos. Tu
palabra, rayo de la eterna Sabiduría,
sea, por la continua meditación, el
alimento perenne de su vida interior;
que los ejemplos de tu Vida y Pasión se
renueven en su conducta y en sus
sufrimientos para enseñanza nuestra,
para luz y aliento en nuestros corazones.
Haz, ¡oh Señor!, que nuestros
Sacerdotes, desprendidos de todo
interés humano y únicamente celosos
por tu gloria, permanezcan fieles a su
deber, con pura conciencia, hasta
el último aliento.
Y cuando, por la muerte del cuerpo,
pongan en tus manos la bien cumplida
tarea, hallen en Ti, Señor Jesús, que
fuiste su Maestro en la tierra, el premio
eterno de la corona de justicia en el
esplendor de los santos. Amén.
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