sábado, 20 de agosto de 2011

CUANDO EL PADRE DE FAMILIA NO ORA


El pequeño Paul, que tiene sólo cuatro años y medio, está arrodillado al lado de su cama diciendo sus oraciones de la noche; parece que toma mucho tiempo.

El papá que no ora
“¿No has terminado tus oraciones?”, le pregunta su sirvienta.
“Sí”, responde el niño, un poco avergonzado.
“Bien, entonces, ¿qué están haciendo ahora?”. El niño enrojece y murmura tímidamente, “yo rezo cada noche dos veces, por mí y por mi papá. Le escuché que objetó a mi mamá cuando ella le pidió que hiciera sus oraciones; así que ahora estoy haciéndolas por él”.
¿Precoz, diría usted? Quizá. ¿Pero no nos sorprenden a menudo los niños con sus percepciones? ¡Qué necios son los padres que creen que pueden descuidar la lógica con sus hijos! ¡Qué poco saben los padres sobre el funcionamiento de esas jóvenes mentes y corazones! ¡Qué poco saben los padres sobre cómo pueden utilizar lo que escuchan esos pequeños! 
________________________________________________________________________________
Puede ser que los padres no hayan perdido el hábito de la oración, por la gracia de Dios, pero podría ser que no hagan que sus hijos los vean rezando a menudo. Orar y dejar que los hijos vean que uno reza, son dos cosas diferentes. No basta con rezar individualmente. Su deber como cabeza de familia es orar en nombre de la familia, a la vista de la familia y con la familia. Los niños deben saber que su padre honra a Dios. Deben ver que él mismo se comporta respetuosamente ante El. Deben aprender de su ejemplo el gran deber de la adoración y del culto.
Ejemplo paterno

La oración, al menos por la noche, debe decirse en común. En muchas familias donde todos se reúnen al final del día para honrar a Dios, es la madre quien dirige la oración hasta que llegue el momento en que cada niño sea capaz de tomar su turno. Sería mucho mejor que el padre tomara la iniciativa. Es la función que le cabe, una función que es de un carácter casi sacerdotal.

Siempre debo ver quién escucha. Los niños no pierden nada…

(Adaptado de “Cristo en el hogar”, del Padre Raoul Plus, S.J. Acción-Familia).
_________________________________________________

El cristiano sin oración es como un niño muy pequeño, que todavía no sabe hablar con el Padre celestial. El caso es alarmante. Cuando unos padres ven que su niño, ya crecido, no aprende a hablar, se preocupan y le llevan al médico, pues piensan que el lenguaje pertenece a la integridad de la condición humana. No es un accesorio optativo o de lujo, y por eso su carencia es una deficiencia grave. Así, de modo semejante, el cristiano sin oración es un enfermo grave: no sabe hablar con Dios, su Padre. Le falta para ello luz de fe o amor de caridad. Aunque está bautizado, y Jesús le abrió el oído y le soltó la lengua, sigue ante Dios como un sordo mudo: ni oye, ni habla (Mc 7,34-35).
_____________________________________________________________________________

1 comentario:

  1. La oración cristiana es una relación personal, filial e inmediata del cristiano con Dios, a la luz de la fe, en amor de caridad. Lo propio y peculiar de la oración es que ella nos une a Dios inmediatamente, poniendo en Dios todo cuanto hay en nosotros, mente, corazón, memoria, afectividad y cuerpo. La oración es un trato de amistad con Cristo. «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15,14). Como toda amistad requiere tiempo e intimidad. Una amistad que no se cultiva se va perdiendo con el tiempo. Se guardan buenos recuerdos, hay cordialidad... pero no hay verdadera amistad. Para que haya verdadera amistad se requiere tiempo, trato. Y, además, se requiere intimidad. Unos amigos que permanecen herméticos, sin comunicarse sus inquietudes más hondas, que nunca hablan a solas, que nunca hablan de cosas serias y profundas... no son verdaderos amigos. Son compañeros, compañía, conocidos... Pero la amistad requiere intimidad. «El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor» (Eclo 6,14-15). Ciertamente, entre dos amigos, la amistad pide largas y frecuentes conversaciones; pero también es cierto que a veces, si lo anterior no es posible, la amistad se mantiene y crece con frecuentes relaciones personales breves. Pues bien, es posible que Dios no le dé a un cristiano la gracia de tener largos ratos de oración, pero es indudable que quiere dar a todos sus hijos, sea cual fuere su vocación y forma de vida, esa oración continua que nos hace vivir siempre en amistad filial con él. Siempre es posible la oración de todas las horas, esto es, vivir en la presencia de Dios.

    «Los limpios de corazón verán a Dios» (Mt 5,8). Sólo quien vive en gracia puede levantar el vuelo de la oración. Como un globo que, cortadas sus amarras, se eleva poderosamente hacia la altura, así el cristiano, que tiene en sí al Espíritu Santo, con su inmensa fuerza, se eleva con toda sencillez hacia las mayores alturas en la medida en que va cortando todo aquello que hay en su vida que lo separa de Dios. Por eso, para ir adelante en el camino de la oración lo principal es, sin duda, vivir en gracia que conlleva, por un lado, el librarse del pecado y, por otro lado, el crecer en la vida cristiana intentando que nuestra voluntad y la de Dios sean una sola.

    ResponderEliminar