martes, 10 de agosto de 2010

LA VIEJA, EL CARNICERO Y EL CAPITÁN


Por Elaine Marie Jordan

La siguiente historia verídica fue relatada a Sor Verónica M. Murphy por una monja anciana que lo escuchó de los labios del difunto reverendo padre Estanislao SS.CC.

En un pequeño pueblo de Luxemburgo, un capitán de la Guardia Forestal se encontraba en una profunda conversación con el carnicero cuando una anciana entró en la tienda. El carnicero interrumpió la conversación para preguntar a la mujer de edad lo que quería. Ella había venido a pedir un poco de carne, pero no tenía dinero. Al capitán le causó gracia la conversación que se entabló entre la pobre mujer y el carnicero:

"Sólo un poco de carne, pero ¿cuánto me vas a dar?" El carnicero le preguntó.

-"Lo siento -respondió la mujer- no tengo dinero pero voy a oír misa para usted".

Tanto el carnicero y el capitán eran muy indiferentes a la religión, por lo que de inmediato comenzaron a burlarse de la respuesta de la anciana.

-"Está bien -dijo el carnicero- anda y oye misa para mí y cuando regreses te voy a dar tanta carne cuanto la misa valga."

La mujer salió de la tienda y regresó una hora más tarde. Ella se acercó al mostrador y el carnicero, al verla, le dijo: "Muy bien, entonces, ahora vamos a ver."

Tomó una hoja de papel y escribió en éste "Oí una misa para usted." Luego colocó el papel en la balanza y un pequeño hueso en el otro lado pero no pasó nada. A continuación, colocó un trozo de carne en lugar del hueso, pero aún así el papel resultó ser más pesado.

El capitán, que había decidido permanecer en la tienda para ver cómo acabaría el pequeño drama, miró al carnicero. Ambos hombres estaban comenzando a sentir vergüenza de su burla.

El carnicero colocó un pedazo grande de carne en la balanza, pero aún así el papel se mantenía más pesado. El carnicero, exasperado, examinó la balanza, pero encontró que estaba bien. Si se colocaba un pedazo extremadamente grande en la balanza, ésta, no obstante, favorecía el peso del papel.

Quitó ambos objetos, y nuevamente chequeó el mecanismo de la balanza y probó pesando otros artículos, pero la balanza resultó ser exactamente precisa.

Exasperado, el carnicero le dijo amablemente a la mujer: "¿Qué desea mi buena mujer, tengo que darle una pierna entera de cordero?"

Entonces colocó la pierna de cordero en la balanza, pero el papel sobrepasó el peso de la carne. Una mayor ración de carne fue colocada, pero de nuevo el peso se mantuvo en el lado del papel.

Esto impresionó tanto al carnicero que se convirtió, y prometió dar a la mujer su ración diaria de carne. Él mantuvo su promesa y el negocio prosperó más que nunca antes.

En cuanto al capitán, salió de la tienda como un hombre cambiado, y se convirtió en un apasionado amante de la misa diaria. Debido a ese incidente, se convirtió en un asistente diario de la misa y sus hijos fueron educados para seguir su ejemplo. La paz y felicidad en el hogar aumentaron a medida que creció el amor a Dios en la familia. Dos de sus hijos se convirtieron en sacerdotes, un Jesuita y el otro, Padre del Sagrado Corazón.

Más tarde, cuando sus hijos se hicieron sacerdotes, el capitán les aconsejó decir misa todos los días y nunca hacer perder el Sacrificio de la Misa por culpa propia.

El Padre Estanislao terminó diciendo "Yo soy el Religioso del Sagrado Corazón, y el capitán era mi padre."

Fuente: tradition in action ...........................Ver comentarios
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1 comentario:

  1. Tal vez si nos damos cuenta de la importancia de una Santa Misa, pero vivimos de manera diferente. Intentamos sustituir la Santa Misa por otra actividad pensando que vale más. Creemos que vale más nuestro descanso o una película que vemos, o incluso ver o participar en un deporte. No es que estén mal esas actividades, pero nunca podremos compararlas al valor de una Santa Misa. Con un poco de orden, además de la Santa Misa, caben muchas otras buenas actividades.

    Vivamos, pues, teniendo muy presente en nuestras vidas el valor incalculable que tiene la asistencia a una Santa Misa.

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