sábado, 21 de julio de 2012

PARA QUÉ LEER LA VIDA DE LOS SANTOS

Existen amenas biografías de los santos escritas 
para adultos  y son de gran utilidad para asimilar
 sus enseñanzas y ejemplos

Los Santos son los verdaderos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. La vida de los Santos es el Evangelio puesto en práctica y por esto son los modelos que tenemos que conocer e imitar para salvarnos. Sin embargo, los que hoy llamamos santos eran hombres como nosotros, que tenían problemas y dificultades en sus familias, con sus hijos y sus vecinos. También ellos tenían tentaciones, pecados e incluso algunos de ellos fueron grandes pecadores como San Agustín.

¿Cómo de pecadores alcanzaron la santidad? ¿Cómo vencieron la ira, la pereza, la envidia, los malos deseos y todas las tentaciones? En una palabra, ya fueran jóvenes o viejos, religiosos o seglares, padres o madres de familia, muchachos o muchachas, ¿qué medios emplearon para protegerse del mal, fortalecerse, santificarse, progresar, vencer y triunfar? Al leer su vida sabremos estas cosas. Mejor aún, la lectura de su vida, junto con la lectura del Catecismo y del Santo Evangelio nos fortalecerá, iluminará, instruirá y nos ayudará a ser verdaderos católicos, con la paz en el alma y la sonrisa en el rostro, a pesar de las dificultades de la vida.

Leer en familia

Los católicos de los siglos pasados, que conocían el valor y la importancia de estas buenas lecturas, hacían a veces sacrificios enormes para poder adquirir la vida de los mártires y de los santos; y constituían así un patrimonio intelectual católico para sus hijos. Pues no hay que olvidarlo nunca, los santos son los héroes y campeones del cristianismo; los mejores hijos de la Iglesia y los vencedores del mundo, de la carne y del demonio. A ellos es a quienes tenemos que conocer, imitar y seguir, y no a los protagonistas corruptos de la televisión y del cine.

Las familias católicas se reunían , después de la cena, rezaban juntos y leían cada día algunas páginas de las vidas de los santos, del Catecismo o del Evangelio. Esta lectura cotidiana alimentaba las inteligencias, fortificaba la voluntad; inflamaba su celo; los ponía en guardia contra las trampas y mentiras del demonio y de sus secuaces; unía a los miembros de la misma familia; formaba jóvenes virtuosos, obedientes, fuertes contra el mal y orgullosos de ser católicos, hijos de Dios y herederos del cielo, a tal punto que decían “antes morir que pecar” (S. Domingo Savio).

Frutos de la buena lectura

Esta lectura ha hecho Santos y familias felices. ¡Dichosos los padres que les dan a sus hijos la costumbre de leer la vida de los campeones de la Fe: tendrán hijos o nietos santos! Así, Santa Teresa de Jesús, cuando era niña, al leer la vida de los Santos con su hermano, se entusiasmó por la felicidad del cielo y finalmente llegó a él gloriosamente (1). ¡Dichosos los padres que defienden a sus hijos y nietos cerrando la puerta de su casa a los malvados, corruptos y corruptores de la caja de todos los vicios, impura y mentirosa! ¡Dichosos los padres que eligen buenos compañeros y modelos para sus hijos, pues los niños tienden a imitar todo!

«Dime con quién andas y te diré quién eres». Si les dan a leer a sus hijos la vida de los Santos, se sentirán movidos por estos héroes y, consciente o inconscientemente, tratarán de imitar sus virtudes de fortaleza, trabajo, obediencia y respeto de sí y de los demás. Muchos pecadores se convirtieron y se hicieron a su vez Santos al querer imitar los buenos ejemplos de los santos cuya vida leían; y otros hombres están, por desgracia, en el infierno por haber leído o visto cosas malas.

Algunos conocemos el caso del soldado español Ignacio de Loyola. Herido, clavado en su lecho de sufrimiento, Ignacio leyó la vida de Nuestro Señor Jesucristo y de los Santos. Esta lectura repetida lo convirtió, le hizo descubrir la verdadera sabiduría e hizo de él mediante los Ejercicios Espirituales y la Compañía de Jesús, el mayor defensor de la Fe católica frente a la herejía protestante naciente.

La lectura es una escuela de santificación

¿Quieren ustedes vencer el pecado, saber santificar el sufrimiento, vivir cristianamente, salvar su alma, ser católicos militantes que ayudan a sus hermanos a vencer y a salvarse? Lean y hagan que otros lean la vida de los Santos y de los Mártires. Lean la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis, la Introducción a la Vida Devota de San Francisco de Sales, la Vida de San Juan Bosco, la de Santo Domingo Savio, San Pío X, Santa Mónica, Las Glorias de María de San Alfonso María de Logorio, etcétera.

Hoy en día, triunfan el mal y las sectas porque atacan a católicos ignorantes, cadáveres ambulantes, a gente que paga por dejarse envenenar a sí mismo y a sus familias, en lugar de formarse leyendo buenos libros.

Los santos nos hablan de la lectura

Miren lo que hacían los Santos: a unas religiosas que le pedían cilicios, San Alfonso de Ligorio les respondió enviándoles un buen lote de libros que les ayudarían a santificarse mejor (2). El mismo San Alfonso escribía: “No tengo la posibilidad, pero si pudiera quisiera imprimir tantos ejemplares de este pequeño libro (“El gran medio de la Oración”) como hay fieles vivos en el mundo, y distribuírselo a todos para que comprendieran la gran necesidad de la oración para salvarnos” (3).


Hay excelentes versiones apropiadas para
 niños. Los santos deben ser sus héroes y no
 tantos  personajes de ficción de dudosos
 valores  morales. Los padres deben velar por
 las buenas lecturas de sus hijos.
El Santo Cura de Ars leía cada día la vida del santo del día y decía: “Leamos sobre todo la vida de algún santo, donde veremos lo que ellos hacían para santificarse; esto nos alentará” (4).

San Antonio María Claret decía: “Al considerar el bien tan grande que trajo a mi alma la lectura de libros buenos y piadosos, es la razón por la que procuro dar con tanta profusión libros por el estilo, esperando que darán en mis prójimos a quienes amo tanto los mismos felices resultados que dieron en mi alma ” (5). Y el mismo santo añadía: “El bien que se puede recabar de la lectura de un buen libro no se puede calcular, y siendo ésta la mejor limosna que puede hacerse, ciertamente recibirá de Dios un premio centuplicado en la vida eterna”(6). Delante de la inercia y flojera de unos católicos San Claret se quejaba: “¿Hasta cuando serán más prudentes y diligentes los hijos de las tinieblas que los de la luz? (Lucas 16, 8). Si los impíos lo hacen para pervertir ¿por qué no haremos nosotros otro tanto para conservar y aumentar la piedad de los fieles?” (7). Para mantener al pueblo en la fe católica y rechazar el veneno de los herejes, San Claret escribía a un amigo suyo: “Doy continuas gracias a Dios y a ustedes por el celo que veo les anima para hacer circular los escritos buenos, y que no sean más prudentes y solícitos los hijos de las tinieblas en hacer circular sus pestíferos errores escritos que los hijos de la luz en hacer correr los escritos saludables”(carta no 19). ¿Qué hacer para afrontar las sectas: “Conviene que salgan libros buenos, muchos y a bajo precio, y que se extiendan por toda España”, decía el mismo Santo (carta no 23). ¿Por qué no decir la misma cosa para nuestra nación?

La buena lectura nos ayuda a ser buenos

La lectura de los libros buenos produce un cambio de costumbres, amor a la paz, unión en la familia, cumplimiento de los deberes de estado; respeto y caridad hacia el prójimo, hace amar la virtud, rechaza el vicio, impulsa hacia lo bueno, lo verdadero, lo eterno, la santidad que es fuente de la felicidad y de todos los bienes.

Por consiguiente, el que quiere ser verdadero católico lea vidas de los Santos y medite sus ejemplos, ya que son estrellas brillantes y ardientes que encienden el corazón. No hay mejor lectura para llegar a la virtud como la lectura de la vida de los Santos. La lectura de la vida de los Santos es un arsenal en el que hallamos todas las armas para vencer a los enemigos de la salvación y domar nuestras pasiones; la vida de los Santos es una farmacia espiritual en la que hallamos todos los remedios para curar todas las enfermedades del alma. En la vida de los Santos hallamos fuerza, paciencia, caridad, justicia, buenos ejemplos y verdadera vida de familia católica. Así pues, el que quiere salvarse y salvar a su familia, lea y haga leer las vidas de los santos ofreciéndolas a sus hijos, nietos, ahijados, amigos como regalo de cumpleaños, o fiesta de su santo patrono. Pues sólo hay un camino para ir al cielo, es el que tomaron los Santos.

Sigámoslos pues y ayudemos a los demás a tomarlo. Sigamos a nuestros héroes, hagamos lo que ellos hacían y, como ellos, triunfaremos con la gracia de Dios.


(1) Santa Teresa de Jesús, Autobiografía, cap 1, no. 5
(2) San Alfonso de Ligorio, Obras Selectas, Madrid, BAC, 1954 tomo II, pág. 5
(3) El Gran Medio de la Oración, Prefacio
(4) San Juan María Vianney Sermones Escogidos, tomo I, pág. 50
(5) San Antonio María Claret, Escritos Autobiográficos, Madrid, BAC 1981 no. 42
(6) San Antonio María Claret, Escritos Espirituales, BAC, pág. 427-428
(7) San Antonio María Claret, Cartas Selectas, Madrid, BAC, pág. 24, carta no. 9
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