miércoles, 7 de septiembre de 2011

DONDE NO HAY ODIO POR LA HEREJÍA, NO HAY SANTIDAD

“....para esto he venido al mundo, para
dar testimonio de la Verdad” (Jn 18, 37)

Si nosotros no odiamos el pecado como Él debió haberlo odiado, puramente, varonilmente, nosotros deberíamos hacer más penitencia, nosotros deberíamos infligirnos más auto-castigos, nosotros deberíamos sentir pesar por nuestros pecados con más constancia. Luego, una vez más, la suprema deslealtad a Dios es la herejía. Es el pecado de los pecados, la más repugnante de las cosas que Dios desprecia en este mundo maligno. Sin embargo, ¡qué poco comprendemos su excesivo carácter odioso! Es la profanación de la Verdad de Dios, que es la peor de todas las impurezas.

Sin embargo, ¡qué poco caso hacemos de ella! Nosotros la vemos, y permanecemos calmos. La tocamos y no nos estremecemos. Nos mezclamos con ella y no tenemos temor. Vemos que toca las cosas santas, y no tenemos sentido del sacrilegio. Respiramos su olor, y no mostramos signos de aborrecimiento o repugnancia. Alguno de nosotros aparenta su amistad; y alguno incluso atenúa su culpa. Nosotros no amamos a Dios lo suficiente para preocuparnos por Su Gloria. Nosotros no amamos lo suficiente a los hombres para ser verdaderamente caritativos con sus almas.
La ira de Dios
El católico odia el pecado pero ama al pecador

Perdido el tacto, el gusto, la visión, y todos los sentidos de la conciencia celestial, nosotros podemos morar en medio de esta plaga odiosa con tranquilidad imperturbable, reconciliados con su vileza, no sin algunas profesiones jactanciosas de liberal admiración, tal vez incluso con una muestra solícita de simpatía tolerante.

¿Por qué nosotros estamos tan por debajo de los antiguos santos, e incluso de los modernos apóstoles de estos últimos tiempos, en la abundancia de nuestras conversaciones? Porque no tenemos la antigua austeridad. A nosotros nos hace falta el espíritu de la vieja Iglesia, el antiguo genio eclesiástico. Nuestra caridad es falsa, porque no es severa; y es poco convincente, porque es falsa.

Nosotros carecemos de devoción a la Verdad como Verdad, como Verdad de Dios. Nuestro celo por las almas es débil, porque no tenemos celo por el honor de Dios. Nosotros actuamos como si Dios fuera cumplimentado por las conversiones, cuando son almas temblorosas rescatadas por un exceso de misericordia.

Nosotros decimos a los hombres la mitad de la Verdad, la mitad que mejor convenga a nuestra propia pusilanimidad y vanidad; y luego nos asombramos que tan pocos se conviertan, y que de esos pocos tantos apostaten.

Nosotros somos tan débiles como para sorprendernos que nuestras medias verdades no logren tanto como las verdades íntegras de Dios.

Donde no hay odio por la herejía, no hay santidad.

Un hombre, que pudo ser un apóstol, se vuelve un enconado en la Iglesia por falta de esta justa indignación.

Autor: Padre Frederick Faber (uno de los grandes autores católicos del siglo XIX).

Tomado de La Preciosa Sangre
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9 comentarios:

  1. "Que todos seamos una sola familia para gloria de Dios"

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  2. ......Buen articulo. Es verdad..... En el tiempo presente,la Iglesia necesita imperiosamente, almas que amen y sientan La VERDAD, con entrañas espiritualmente ¡¡¡vivas!!. Existen muchos apostoles para hablar de Cristo????, pero pocos para Vivirlo...... Unos escogen el medio oral; la evangelizacion mediante la palabra. Otros.... En fin, somos almas mas pequeñitas, optamos por la evangelizacion con el ejemplo,es decir, por las obras,manifestado ,a traves de una delicada, meticulosa , muy cuidada ,decidida, imquebrantable e insobornable fidelidad. No nos entregamos al debate, unicamente, permanecemos firmes cada vez que debemos elegir ,entre agradar al modernisimo clero y mundo adulador, o sea, a lo hombres.... u obrar ,siendo consecuentes con la Santa FE Y el BENEPLACITO DIVINO, la VOLUNTAD DE DIOS. Permanecemos de pie como los frondosos y grandes arboles, que desde su silencio , se mantienen erguidos, soportando las embestidas de las tormentas, los fuertes vientos y las tempestades, sin ostentacion pretenciosa, profundamente enraizados en la tierra, pero con su copa mirando hacia lo alto....Humildemente inmoviles . El mundo pasa de largo avanzando tras sus veleidosos cambios...... Ellos, los arboles, prefieren la noble certidumbre inmutable de lo ETERNO, el leve movimiento y sonido de su hojas, emula a la caridad.... Su elocuente silencio, santuario virtuosamente adornado, con la humildad. Quizas debiera acabar puntualmente con las palabras admonitivas de Cristo ; .......Quien tenga oidos oiga, entendimiento , entienda.+++ Porque... ¿¿¿ Cuantas almas comprendan esto??? Ciertamente, aquellas que no interpelen y desaprueben. Las que sientan esta maxima..... Muchos apostoles hay para hablar de Cristo, pero pocos, muy poquitos .....Para VIVIRLO. +

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  3. 1. La religiòn que viene del cielo es verdad, y ella (la catòlica) es intolerante con las otras doctrinas.
    2. La religiòn que viene del cielo es caridad, y ella (la catòlica) està llena de tolerancia hacia las personas.
    tomado de la obra: "LA INTOLERANCIA DOCTRINAL" DEL CARDENAL PIE

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  4. Es notorio también que aquél que se adhiere a la doctrina de la Iglesia como a regla infalible, asien­te A TODAS las cosas que la Iglesia enseña, pues de otra manera, si de las cosas que ésta enseña admitiera las que quiere y rechazara otras que no quiere, no se adheriría ya a la doctrina de la Iglesia como a re­gla infalible, sino a su propia voluntad. Y de este modo, es evidente que el hereje, que tenazmente no cree en un artículo de la fe, no está dispuesto a seguir en todos los demás la doctrina de la Iglesia; pero si no lo cree obstinadamente, ya no es hereje, sino estará solamente en el error. Por lo cual es evidente que tal hereje acerca de un artículo no tiene fe (ni formada ni informe) en los demás artículos, sino cierta opinión, conforme su propia voluntad..

    ..diremos que los demás artículos de la fe, en los que no yerra el hereje, no los admite del mismo modo que el fiel, esto es adhiriéndose en absoluto a la primera verdad, para lo cual necesita el hombre ser ayudado por el hábito de la fe; sino que admite las cosas que son de fe por su propia voluntad y juicio.

    Santo Tomás de Aquino.
    Suma Teológica Parte Segunda‑Segunda, Cuestión 5, Art. 3

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  5. Excelente la cita del anterior comentario.

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  6. Como dijo un conocido comentarista:

    "En la Iglesia caben muchísimos. Es cierto. Pecadores la inmensa mayoría pues el pecado no excluye de la Iglesia. Sólo de la salvación eterna cuando proceda. Y la aplicación concreta sólo está en manos de Dios. Pero hay algo que sí aparta de la Iglesia: no creer en lo que ella cree ... Es una autoexclusión que no tiene eximentes. Y el que se autoexcluye, fuera está. Lo declare la misma Iglesia o no diga nada.

    Se puede ser asesino y católico, pederasta y católico, terrorista y católico. Por supuesto que un católico pecador y culpable de gravísimos pecados. Sin poder acercarse a recibir el Cuerpo de Cristo mientras permanezca en esa situación. Pero todo ello no excluye de la condición católica. Como uno no deja de ser español por ser criminal, estafador o violador. Pero es posible dejar de ser español. Y también dejar de ser católico. Deja de ser católico, lo declare la Iglesia o no, quien no crea en lo que la Iglesia considera verdades de fe. No es que le hayamos echado. Es que se ha ido él. Y en eso no vale lo de que cabemos todos. Él ya no cabe. Porque se ha querido ir.

    ...Pero si no se cree no se está en la Iglesia...Aunque sus puertas siempre estén de par en par para quienes quieran volver o llegar por vez primera. Con enorme alegría en el cielo.

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  7. San Anselmo, doctor de la Iglesia, Prosologion, cap. 1:

    “Porque no busco entender para poder creer, sino que creo a fin de entender. Por esto también creo, porque si no creyera, no entendería”.

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  8. Odio = Antipatía y aversión hacia ALGO o hacia alguien cuyo mal se desea. (Real Academia de la Lengua). EL ODIO A LA HEREJÍA: "Es una aversión hacia algo": Es una aversión a la profanación de la Verdad de Dios que es la peor de las impurezas. No es un odio al hereje al que se ama y se desea su conversión. En este caso, es una repulsión A ALGO no a alguien. "Cuyo mal se desea": Se desea fervientemente que la herejía fracase y que no sea seguida por nadie. Se le desea el mayor mal posible al error y que no se difunda. No es un deseo del mal personal para el hereje, al que por el contrario deseamos su mayor bien: su arrepentimiento para que se salve. El odio al mal es el mayor bien.

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  9. ¡Muy buena entrada! Muy educativa, y también estoy de acuerdo con los comentarios.

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