jueves, 7 de mayo de 2009

PROPOSITOS ANTE EL CRUCIFIJO



Cumplir con mi conciencia sin esperar que los otros me entiendan. Callar ante lo que considero injusto contra mi persona, pues el errado puedo ser yo.Pensar bien de las intenciones de los demás hacia mí. Soportar -en silencio- lo que me pudiera ser injurioso y responder sólo con amor, pues el que ofende es el que más requiere ser amado. No presentarme como paladín de mi propia causa ni orquestarla con otros, pues en realidad no es justicia lo que busco, sino defender mi vanidad herida. No sentirme "bueno" pues sólo mi Padre es realmente Bueno. No sentirme víctima pues sólo lo soy de mis errores, defectos y pecados. No sacar la espada por mí sino sólo defender la causa de Cristo verdaderamente, haciéndome a un lado en la recompensa y aceptando las bofetadas que son poco pago a mis defectos y grandes pecados, y que servirán, además, en algo para lavar mis enormes culpas que debo aún, luego de arrepentirme y reconocer mi soberbia disfrazada de indignación y colmada de disculpas a lo que hago. Si no acepto mis defectos, ni mi soberbia, si me creo el "bueno", si deseo recompensa por el poco bien que pueda hacer, si la busco aquí en la tierra, es claro que no vivo el verdadero espíritu católico.

¡Ayúdame Señor a seguirte! Déjame participar aunque sea de manera mínima en tu Calvario. Poco será lo que haga por todo lo que debo. Soy un pecador y un miserable. Un sólo pecado mortal mío lo demuestra (y son muchos). Y a veces mi orgullo, todavía, me hace sentir "bueno".Tú eres sólo la Bondad. Perdóname, Señor, y ayudame a vivir en realidad como católico y discípulo tuyo.

Señor: Que sólo piense en tu honra y en la de tu vilipendiada Iglesia, atacada por miles de enemigos. Qué deje de pensar tanto en mí y que todo lo haga sólo por tí y por el prójimo. Ayúdame a vivir -de manera genuina- la caridad hacia mis hermanos y perdóname por tantas fallas, de mi parte, en el amor. Ayúdame a controlar mi temperamento y seguirte en TODO. Sé que me juzgarás en el amor en la tarde de mi vida, Señor, ayúdame para que tu juicio no sea rechazarme, sino -antes bien- acogerme en la bienaventuranza eterna.

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