sábado, 6 de marzo de 2010

EL PUDOR: EL VALOR DE LA INTIMIDAD


David Isaacs es Profesor Ordinario de educación en la Universidad de Navarra en la que fue director del Instituto de Ciencias de la educación y Vicerrector. Ha escrito extensamente sobre temas de educación. En torno a la familia ha publicado Reunión familiar (Barcelona 1994), Dinámica de la comunicación en el matrimonio (Pamplona 1986) y Familias contra corriente (Madrid 1995)Participa en Congresos Internacionales relacionados con la familia y ha desarrollado seminarios y pronunciado conferencias en 34 países repartidos entre los cinco continentes. Está casado, tiene siete hijos y seis nietos.

En 1974, el profesor Isaacs escribió sobre la educación de las virtudes humanas en lo que fue, seguramente el primer aporte de lengua castellana al tema de la educación de los valores. Hoy se ha extendido a la enseñanza mundial la preocupación por este tema. La educación de las virtudes humanas sigue teniendo tanta vigencia como en 1974, ya que la naturaleza humana no cambia y los jóvenes siempre van a necesitar desarrollar sus virtudes para ir alcanzando progresivamente una mayor madurez humana.Ahora las reflexiones del Prof. Isaacs, en video, en un diálogo con la periodista Elica Brajnovic.








COMENTARIO DE CATOLICIDAD:

Cristo señala que quien ve a una mujer con deseo sexual ya fornicó con ella en su corazón, de ahí que quien -con su modo de vestir o de actuar- provoca al prójimo a ese deseo, naturalmente es culpable del pecado grave que éste comete. Y esto vale para hombres y mujeres, sin ignorar que -en general y por sus características psicológicas y culturales- el hombre tiene una tendencia mayor a estos pecados, de ahí que algunas mujeres, a veces, no distingan lo provocativo que tal moda o actitud. Muchas veces es necesario hacérselos ver con la debida delicadeza y considerando su edad, para que estén conscientes de ello. Esta función atañe a la educación en casa.

Lo grave es que, generalmente, uno se engaña y muchas veces intenta ignorar qué es lo provocativo, y se dice que tal moda o tal actitud no lo es porque muchos o muchas la utilizan o actúan de tal o cual modo. Pero hablando con esa plena sinceridad sin sombra de hipocresía, de esa honesta sinceridad de que hace gala la juventud, no es posible que ante la exhibición descarada que se hace del cuerpo no se sienta la voz del instinto como un canto de sirena que incita a pecar.

Así, por ejemplo, a una mujer le está vedado ir indecorosamente vestida a cualquier sitio, pues es indebido -por sí mismo- que se presente de esa forma; pero que penetre al templo así es aun más grave. El templo es un lugar sagrado, es la casa de Dios, donde su presencia es más real y efectiva, y donde está Cristo prisionero de amor en el Sagrario, que se inmola día tras día en el Santo Sacrificio de la Misa por nuestros pecados. Merece un respeto absoluto, una compostura rigurosamente impecables. Resulta triste ver que una gran masa de católicos han olvidado (?) como deben estar ante la Presencia Divina.

Si no es lícito exhibir desnudeces en ningún lado, en el templo menos que en otra parte. Así deben evitarse vestidos transparentes o cortos o exiguos de tela, o escotados, tampoco usar ropa ceñida, ni nada que muestre o sugiera lo que las mujeres honestas de cualquier época siempre ocultaron. Menos, todavía, deben acercarse así a los sacramentos. Incluso, debe cuidarse la DIGNIDAD y no sólo el pudor. Es, por ejemplo, inconveniente que un hombre acuda en shorts a la iglesia.

El vestido es para vestir y no para sugerir o enseñar

De ahí la necesaria congruencia tanto de la mujer realmente católica como del varón cristiano en su vestir digno y su comportamiento social, y sobre todo en la casa de Dios.

El pudor es una cualidad humana que se aprende desde niño, quien no lo ha aprendido así o lo ha olvidado, es sumamente difícil que lo adquiera o lo recupere. De ahí la necesidad de que esta importante virtud se enseñe en casa, desde niños.

Existen muchos aspectos a cuidar en un niño. Así, sólo por dar algunos ejemplos, no debe haber en la casa ni revistas impropias, ni videos o películas inconvenientes, ni un acceso indiscriminado o poco vigilado a la T.V. o al internet, etc. Del mismo modo cuidar y supervisar los juegos de los niños, la clase de compañeros y amigos que tienen, etc., así como conservar la propia intimidad de cada miembro de la familia, evitando, por ejemplo, bañar juntos a los hermanos o descuidos en la forma de vestir de los demás miembros sólo por estar en casa.

El cuidado y la enseñanza de la debida intimidad, deberá de realizarse con esmero, poniendo los padres el ejemplo, pero sin una actitud gazmoña que pueda provocar malicia. Al contrario, el pudor debe ser una manera alegre y natural de vivir, una virtud que se vive con convicción y no como una carga. En la vestimenta no implica vestir sin buen gusto. El pudor, en el amplio sentido, con todo lo que abarca, es una cualidad humana, pero indudablemente tendrá un fundamento mayor cuando se sobrenaturaliza y se finca en el amor a Dios, en el Dios que es precisamente la esencia del Amor.

Y finalmente, consideremos que en una sociedad como la nuestra, es más fácil pecar de liberalidad que incurrir en exageración en este tema, por lo que es fundamental revisar nuestros usos y costumbres, y hacer una sincera y profunda reflexión -ante Dios- de todo ello. Siendo católicos, nuestras normas no son las del mundo.

Tema relacionado: MUJER, TUS MODAS INDECENTES ME CRUCIFICAN NUEVAMENTE
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4 comentarios:

  1. Hay que hacer una distinción entre la forma que tiene de experimentar el pudor la mujer y el hombre. La mujer es más difícil que vea al hombre como un objeto de placer. En ella pesa más lo afectivo que lo sensual, es más sensible a percibir en el hombre las cualidades de una masculinidad psíquica; se fijará en cómo es su voz, qué temas de conversación tiene, qué características psicológicas posee. No desprecia su masculinidad física, pero ésta pasa a un segundo plano.

    El hombre, sin embargo, tiene una sensualidad más fuerte que hace que la afectividad quede relegada. Es más fácil que vea en la mujer un objeto de placer; de hecho, en un primer momento, esto es lo que fija su atención. “La mujer no siente ese tirón automático ante el cuerpo de un hombre.

    El hombre sí lo siente ante el cuerpo de la mujer. Por no saber esto, muchas mujeres interpretan equivocadamente las miradas de muchos hombres (...) No saben que el hombre tiende espontáneamente a fijarse en los aspectos meramente carnales, en lo que la mujer tiene de objeto.

    Y por eso cometen el error de querer llamar la atención jugando con lo propiamente sexual. Si supieran lo que pasa muchas veces por la cabeza de los hombres que las miran, y el desprecio que a menudo provocan en ellos se sorprenderían mucho”

    Es importante conocer estas diferencias ya que el pudor es una virtud para vivir en la sociedad; no basta que una persona vista de una forma correcta según su propia sensibilidad, tiene que tener en cuenta la sensibilidad de los demás. Precisamente, a la mujer le resulta más difícil entender la necesidad del pudor, la conveniencia de cubrirse porque no experimenta en sí misma una sensualidad tan fuerte.

    La mujer tiende a considerar en primer lugar los aspectos personales, afectivos, humanos. Lo estrictamente carnal viene, normalmente, sólo después de lo afectivo.Pero en el hombre no es así. Por eso las mujeres consideran como cariño lo que, por parte del hombre, es, en muchas ocasiones simple satisfacción del apetito. Se sienten queridas cuando en realidad estánsiendo usadas.

    Ante una minifalda, unos minishorts o un escote, una mujer puede juzgar fríamente la forma de las piernas, mientras que un hombre es posible que cosifique a la dueña de la prenda convirtiéndola en un objeto sexual.

    Paz Gómez

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  2. Los frailes que vinieron durante y luego de la conquista, enseñaron a los aborígenes de América que el andar desnudos sí iba contra el pudor. Sí hay usos y costumbres que traspasan la moral. La concupiscencia del hombre siempre está presente como consecuencia del pecado original.

    Veamos ahora, por ejemplo, las playas. Los trajes de baño practicamente son para sugerir y enseñar y NO PARA VESTIR. A pesar de que el impudor es generalizado en la playa y ésto sea la costumbre, es muy difícil con esas modas no sentir el aguijón de la carne. Lo provocativo provoca y para eso está hecho.

    Muchos siguen las modas con pretexto de serlo y para estar al día y con la corriente social. Sólo que el cristiano no sigue -o más bien no debe seguir- al mundo. El cristiano, el verdadero católico va contracorriente a la inmoralidad generalizada.

    Es más fácil caer en el liberalismo de las modas actualmente. Lo grave es que hasta muchos sacerdotes callan y toleran o contemporizan con todo ello. Hay que ser muy ingenuo para suponer que la constante exhibición de la carne y del cuerpo deja sin reacción al prójimo. Claro que para quienes -y es el caso de muchos hombres- están muy depravados, no llaman impudor a lo que no es excesivamente descarado, aunque también lo sea. Estos depravados tendrán malos deseos hasta con la mujer más recatada. Pero ellos no son la norma y el parámetro.

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  3. El vestido es para vestir y no para sugerir o enseñar

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  4. Buen artículo y buenos, también, los comentarios.

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