sábado, 4 de octubre de 2025

ARIDEZ


 "Os halláis en la aridez, pues glorificad la gracia de Dios, sin la cual nada podéis; abrid entonces vuestra alma al cielo, bien así como la flor abre su cáliz a la salida del sol para recibir el rocío bienhechor.

   Os halláis en la más completa impotencia, el espíritu entre tinieblas, el corazón bajo el peso de su frivolidad, el cuerpo atormentado por el dolor; haced entonces la adoración del pobre; salid de vuestra pobreza e id a habitar junto al Señor, o bien ofrecedle vuestra pobreza para que Él la trueque en riqueza: esto es una gran obra digna de su gloria".

San Pedro Julián Eymard

viernes, 3 de octubre de 2025

LOS PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO



En el Evangelio se nos habla de ciertos pecados contra el Espíritu Santo, que no serán perdonados en este mundo ni en el otro (cf. Mt. 12, 31-32; Mc. 3, 28-30; Lc. 12, 10). ¿Qué clase de pecados son ésos?

Noción.
 Los pecados contra el Espíritu Santo son aquellos que se cometen con refinada malicia y desprecio formal de los dones sobrenaturales que nos retraerían directamente del pecado. Se llaman contra el Espíritu Santo porque son como blasfemias contra esa divina Persona, a la que se le atribuye nuestra santificación.

Cristo calificó de blasfemia contra el Espíritu Santo la calumnia de los fariseos de que obraba sus milagros por virtud de Belcebú (Mt. 12, 24-32). Era un pecado de refinadísima malicia, contra la misma luz, que trataba de destruir en su raíz los motivos de credibilidad en el Mesías.

Número y descripción.
 En realidad, los pecados contra el Espíritu Santo no pueden reducirse a un número fijo y determinado. Todos aquellos que reúnan las características que acabamos de señalar, pueden ser calificados como pecados contra el Espíritu Santo.

Pero los grandes teólogos medievales suelen enumerar los seis más importantes, que recogemos a continuación:

1º. La desesperación, 
entendida en todo su rigor teológico, o sea, no como simple desaliento ante las dificultades que presenta la práctica de la virtud y la perseverancia en el estado de gracia, sino como obstinada persuasión de la imposibilidad de conseguir de Dios el perdón de los pecados y la salvación eterna. Fue el pecado del traidor Judas, que se ahorcó desesperado, rechazando con ello la infinita misericordia de Dios, que le hubiera perdonado su pecado si se hubiera arrepentido de él.

2º. La presunción, 
que es el pecado contrario al anterior y se opone por exceso a la esperanza teológica. Consiste en una temeraria y excesiva confianza en la misericordia de Dios, en virtud de la cual se espera conseguir la salvación sin necesidad de arrepentirse de los pecados y se continúa cometiéndolos tranquilamente sin ningún temor a los castigos de Dios. De esta forma se desprecia la justicia divina, cuyo temor retraería del pecado.

3º. La impugnación de la verdad
 conocida, no por simple vanidad o deseo de eludir las obligaciones que impone, sino por deliberada malicia, que ataca los dogmas de la fe suficientemente conocidos, con la satánica finalidad de presentar la religión cristiana como falsa o dudosa. De esta forma se desprecia el don de la fe, ofrecido misericordiosamente por el Espíritu Santo, y se peca directamente contra la misma luz divina.

4º. La envidia del provecho espiritual del prójimo. 
Es uno de los pecados más satánicos que se pueden cometer, porque con él «no sólo se tiene envidia y tristeza del bien del hermano, sino de la gracia de Dios, que crece en el mundo» (Santo Tomás). Entristecerse de la santificación del prójimo es un pecado directo contra el Espíritu Santo, que concede benignamente los dones interiores de la gracia para la remisión de los pecados y santificación de las almas. Es el pecado de Satanás, a quien duele la virtud y santidad de los justos.

5º. La obstinación en el pecado,
 rechazando las inspiraciones interiores de la gracia y los sanos consejos de las personas sensatas y cristianas, no tanto para entregarse con más tranquilidad a toda clase de pecados cuanto por refinada malicia y rebelión contra Dios. Es el pecado de aquellos fariseos a quienes San Esteban calificaba de «duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros siempre habéis resistido al Espíritu Santo» (Act. 7,51).

6º. La impenitencia deliberada, 
por la que se toma la determinación de no arrepentirse jamás de los pecados y de resistir cualquier inspiración de la gracia que pudiera impulsar al arrepentimiento. Es el más horrendo de los pecados contra el Espíritu Santo, ya que se cierra voluntariamente y para siempre las puertas de la gracia. «Si a la hora de la muerte –decía un infeliz apóstata– pido un sacerdote para confesarme, no me lo traigáis: es que estaré delirando».

¿Son absolutamente irremisibles?

En el Evangelio se nos dice que el pecado contra el Espíritu Santo «no será perdonado ni en este siglo ni en el venidero» (Mt. 12,32). Pero hay que interpretar rectamente estas palabras. No hay ni puede haber un pecado tan grave que no pueda ser perdonado por la misericordia infinita de Dios, si el pecador se arrepiente debidamente de él en este mundo.
Pero, como precisamente el que peca contra el Espíritu Santo rechaza la gracia de Dios y se obstina voluntariamente en su maldad, es imposible que, mientras permanezca en esas disposiciones, se le perdone su pecado.
Lo cual no quiere decir que Dios le haya abandonado definitivamente y esté decidido a no perdonarle aunque se arrepienta, sino que de hecho el pecador no querrá arrepentirse y morirá obstinado en su pecado.
La conversión y vuelta a Dios de uno de estos hombres satánicos no es absolutamente imposible, pero sería en el orden sobrenatural un milagro tan grande como en el orden natural la resurrección de un muerto.

Fray Antonio Royo Marín

jueves, 2 de octubre de 2025

LOS ÁNGELES DE LA GUARDA (2 de Octubre)



   El Altísimo mandó a sus ángeles que cuidasen de ti; los cuales te guardarán en cuantos  pasos dieres; te llevarán en sus manos;  no sea que tropiece tu pie contra la piedra, (Salmo, 90, 11-12).

   I. Admira la bondad de Dios que ha destinado a un príncipe de su corte a que vele sobre tu conducta. Tu ángel de la guarda día y noche se mantiene a tu lado; te defiende contra el demonio y las tentaciones; te inspira santos pensamientos; te desvía del mal; intercede por ti ante Dios. Agradece a Dios la bondad que te demuestra al darte un conductor tan fiel y tan caritativo, y ve en esta gracia una prueba de la estima que tiene de tu alma. Agradece a tu ángel custodio por los servicios que te presta; pídele los continúe hasta tu muerte.

   II. Ten profundo respeto por tu ángel y demuéstraselo todos los días con alguna oración. No mal trates, no escandalices a nadie; acuérdate de la palabra del Señor que te prohíbe escandalizar a los pequeñuelos, porque sus ángeles ven siempre el rostro de su Padre. Estos ángeles vengarán el daño que hicieres a quienes están a su cuidado. Si trabajas por convertir a algún pecador, ruega a su ángel custodio que te ayude. Honra a tu ángel de la guarda. No hagas en su presencia lo que no harías en presencia de una persona respetable. (San Bernardo).

   III. Considera a tu ángel custodio como al mejor amigo que tienes en este mundo. Él es fiel, no te abandonará en tus necesidades. Está infinitamente iluminado, consúltalo en tus dudas: no te engañará. Es poderoso para socorrerte: tiene más poder, más inteligencia y más fuerza que los hombres en quienes pones tu confianza. Escucha lo que te inspira. ¡Ah! si tuvieses un poco de fe, nada temerías, sabiendo que tu ángel está contigo.

ORACIÓN: Oh Dios, que, por inefable providencia, os dignáis enviar a vuestros santos ángeles para que nos guarden, conceded a nuestras humildes súplicas la gracia de ser sostenidas por su protección, y el gozo de ser en la eternidad los compañeros de su gloria. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 1 de octubre de 2025

DESCARGA TU CONCIENCIA POR MONSEÑOR DE SEGUR.


 
   Confesar equivale a descubrir. La Confesión es el descubrimiento que debemos hacer de nuestros pecados a un sacerdote, para obtener el perdón de Dios. Confesarse es ir a encontrar a un sacerdote, a un ministro de Jesucristo y descubrirle con sencillez y arrepentimiento todas las faltas que se ha tenido la desgracia de cometer.

   Los que no se confiesan se forman de la confesión las ideas más extravagantes y ridículas. Una señora protestante que frecuentemente tomaba consejos de Monseñor de Cheverus, obispo de Boston, le decía que la Confesión le parecía muy absurda. «No tanto como os parece, le dijo sonriendo el buen obispo; sin que lo dudéis, vos sentís su valor y su necesidad; porque hace tiempo que os confesáis conmigo sin saberlo. La Confesión no es otra cosa que el confiarme las penas de conciencia que queréis exponerme para descargarla.» Aquella señora no tardó mucho en confesarse formalmente y en hacerse católica.

   Por lo demás nada hay más natural que la Confesión. Voltaire, autoridad nada sospechosa, por cierto, así lo confesaba en uno de sus momentos lúcidos: «Quizás no hay, escribía, institución más útil; la mayor parte de los hombres, cuando han caído en grandes faltas, sienten por natural consecuencia el aguijón del remordimiento; y solo encuentran consuelo sobre la tierra, pudiéndose reconciliar con Dios y consigo mismos.»

   Así pues, cuando nos confesamos descargamos nuestra conciencia de los pecados que la deshonran, y vamos a buscar en el Sacramento de la Penitencia la paz del corazón y la gozosa tranquilidad del alma.