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jueves, 2 de junio de 2022

10 ESTRATEGIAS PARA SUPERAR LAS TENTACIONES


 Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

Convivimos con las tentaciones, pero no sólo nos pasa a nosotros, a Dios cuando se hizo humano también le pasó. Pero hay formas de evitar que las tentaciones nos hagan hacer cosas de las que nos arrepentiremos y nos pasen la factura.

QUÉ ES LA TENTACIÓN

 Una definición de la tentación bastante sencilla y sucinta es que “la tentación es la obra del diablo para arrastrarte al infierno”. De modo que al luchar contra la tentación estamos en una guerra con un enemigo que quiere destruirnos. Quiere esto porque él tiene envidia de nuestra excelencia ante Dios.

En un sentido más académico, la tentación se define como una atracción, ya sea desde fuera o desde dentro de uno mismo, para actuar contrario a la recta razón y los mandamientos de Dios.

Jesús mismo durante su vida en la tierra fue tentado, tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios, para manifestar tanto la oposición entre él y el diablo como el triunfo de su obra de salvación sobre satanás.

¿POR QUÉ PERMITE DIOS QUE LA TENTACIÓN? 

En un sentido la tentación es “necesaria” para la libertad.

Como personas libres que somos invitadas a amar a Dios y decir que sí a su voluntad, debemos estar autorizados a decir que no. Debe haber alternativas reales a lo que Dios ofrece.

Si Dios puede forzar nuestros sí, entonces no seríamos libres y nuestro sí no tendría ningún significado real.

Pero ¿por qué no limita Dios la tentación para que tengamos más de una oportunidad? De hecho, Dios pone límites a la tentación hasta cierto punto. Y también nos ofrece otras fuentes sagradas de influencia.

Limita la tentación por el simple hecho de que no todo es posible para nosotros. Experimentamos límites físicos, intelectuales, económicos, y así sucesivamente. Tampoco podemos tener cada opción disponible en todo momento; elegir una cosa excluye a menudo otras.

Además, Dios nos envía buenas influencias. Su voz hace eco en nuestra conciencia. Él nos ha dado la inteligencia y la razón para que seamos capaces de descifrar la Ley Natural. Él nos ha dado una atracción a la bondad, la belleza y la verdad. Él nos ofrece la gracia de la fe y todas las demás gracias necesarias para soportar.

Él nos ha dado la revelación directa en su Escritura para que podamos acceder por la fe. Él ha enviado profetas y aún a su propio Hijo. Y su Hijo continúa su ministerio de la enseñanza de la salvación y la reconciliación a través de Su Cuerpo, la Iglesia.

Así que Dios pone límites a la tentación y nos da otras buenas influencias para equilibrar las tentaciones.

LAS TENTACIONES DE LA CARNE

Aquí, “carne” no se refiere al cuerpo físico en sí, sino a nuestras muchas tendencias pecaminosas. La carne es esa parte de nosotros que es rebelde, que no le gusta que le digan qué hacer, que se resiste a la verdad y se eriza a ser menos que Dios y a ser dependiente de Él.

En las enseñanzas tradicionales, los siete pecados más básicos son el orgullo, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Otras tendencias pecaminosas de la carne incluyen el miedo, el odio, la venganza, la incredulidad y la mundanidad.

Estos sirven como fuentes profundas de la tentación y explican por qué el mal nos tienta, por qué es difícil de resistir, y por qué a menudo nos sentimos abrumados por el diablo y el mundo.

Algunas tentaciones vienen directamente de satanás y los demonios, que nos sugieren malos pensamientos y cosas malas. Satanás también es capaz de manipular el mundo (ya que él es el príncipe de este mundo) y nuestra carne, desde que le abrimos una cantidad de puertas.

¿CÓMO PODEMOS VENCER LA TENTACIÓN?

Cuando la gente pregunta sobre la superación de la tentación muy a menudo tienen en cuenta lo que hay que hacer “en el momento” de la tentación.

Pero si nos centramos únicamente en el momento de la tentación nos estamos perdiendo la mayor parte del trabajo que hay que hacer.

Para tener más éxito en resistir la tentación se necesita establecer una base sólida. Hay mucho trabajo por hacer como el cultivo en la virtud, la realización de las purificaciones activas y las mortificaciones, la profundización de nuestra vida de oración y la relación con Dios, aprender a evitar las ocasiones de pecado comunes, enraizar nuestros pensamientos menos en el mundo y más en lo que importa a Dios, y así sucesivamente.

Fielmente y de manera constante, hay una batalla hacia la comprensión de lo que está mal y lo que es bueno y más perfecto.

Si hacemos esto, lo que nos tienta disminuirá y la intensidad de lo que queda como tentación será más débil.  Si nos limitamos a buscar consejo rápido sobre cómo ignorar o resistir pensamientos lujuriosos sin una buena base los resultados pueden ser bastante desalentadores.

7 PRÁCTICAS PARA CREAR UNA BASE PARA SUPERAR LAS TENTACIONES

Teólogos morales y espirituales hablan de una serie de prácticas que ayudan a superar las tentaciones que veremos brevemente.

1 – El crecimiento en el autoconocimiento y el conocimiento de Dios 

Llegar a conocer nuestras fortalezas y debilidades como Dios nos las revela. Considerar realmente quienes somos ante Dios y a la luz de Su misericordia Divina. Aprender de nuestra nada sin Dios y nuestra condición de mendigos ciegos, que buscamos Su gracia y la iluminación y hacer un progreso constante dejando el orgullo por la verdadera humildad, gratitud y dependencia de Dios.

2 – Mortificaciones 

Donde aprendemos a aplicar el consejo del Señor que debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirlo. Aprendemos a perder nuestra vida para encontrarla. Las mortificaciones implican llevar a la muerte, por la gracia de Dios, las excesivas demandas de la carne y las actitudes pecaminosas tales como la venganza y el odio. Uno puede incluso eliminar placeres lícitos por completo como una manera de ganar una mayor auto-dominio y autoridad sobre las pasiones.

3 – Centrarse en las raíces del pecado 

Donde nos fijamos sobre todo en los 7 pecados cardinales (o capitales) de la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, junto con otros como el miedo y la ingratitud. Buscamos entender lo que son y aprender sus movimientos. Nombrarlos y ver cómo trabajan sutilmente es un viaje hacia la obtención de un mayor dominio sobre ellos por la gracia de Dios.

4 – Detectar el defecto dominante

Donde tratamos de aprender nuestras tendencias y debilidades más comunes y ponemos especial énfasis en aprender a dominar y superar esas tendencias. Esto se une a la práctica de un “examen particular” en el que nos centramos y miramos en profundidad estas fallas predominantes, mientras nos preparamos para la confesión y comprometemos nuestro examen diario.

5 – El crecimiento de todas las virtudes 

Santo Tomas enfatiza dos en lo que se refiere a las tentaciones. La voluntad humana se ve obstaculizada por dos maneras de seguir la rectitud de la razón. En primer lugar, a través de ser orientado por un objeto de placer distinto de lo que exige la rectitud de la razón; y este obstáculo se elimina por la virtud de la templanza. En segundo lugar, a través de la voluntad de no estar inclinado a seguir lo que es conforme a la razón, a causa de alguna dificultad que se presenta. Con el fin de eliminar este obstáculo es necesaria la fortaleza de la mente.

– Purificaciones activas:

A – De los Sentidos – Tales como el cuidado de los ojos y los oídos y nuestra necesidad excesiva de comodidades y placeres corporales.

B – De la imaginación – Donde buscamos inyectar pensamientos cada vez más santos en nuestro paisaje mental con el fin de desplazar los pensamientos necios, impuros y profanos.

C – De la memoria – En el que la memoria de nuestros pecados pasados es borrada cada vez más por no pensar demasiado en ellos y mediante la sustitución de estos recuerdos con más y mejores cosas santas. Debemos alimentar lo que es santo y matar de hambre a lo que es doloroso o pecaminoso. El buen pensamiento se convierte en nuestro interés y los malos pensamientos y los recuerdos son cada vez más despojadas de oxígeno y se marchitan. Aquí  también está la práctica loable de orar por el don de lágrimas santas, en el que lloramos por nuestros pecados no pensando demasiado en ellos, sino desarrollando una aversión y una evitación de pensar de nuevo en ellos con deleite.

D – Del intelecto – Donde estudiamos con frecuencia la Santa Sabiduría de Dios, la Biblia, buenos libros teológicos y espirituales, la vida de los santos, etc. Estamos menos conformados a la locura del mundo y más transformados por la renovación de nuestras mentes, y formas nuevas y espirituales de pensamiento arraigados en la sabiduría de Dios. Ten en cuenta que Jesús recurrió a las Escrituras para refutar todas las tentaciones en el desierto. Y así Él enseña que nuestro intelecto se debe llenar de la sabiduría de Dios para refutar al diablo, a la carne y al mundo. 

E – De la Voluntad – Donde practicamos cada vez más e intencionalmente la virtud, reforzándola y desplazando las malas tendencias (vicios). Buscamos crecer en el amor a Dios y al prójimo y actuar menos por amor propio. En la medida que la virtud crece se hace más natural y hacemos las cosas buenas con mayor facilidad. Los vicios atenúan con ello (se debilitan).

6 – La confesión regular y la Santa Comunión 

Allí recibimos la gracia de evitar el pecado, crecer en santidad y el deseo de Dios en lugar del pecado. En la Sagrada Comunión, sobre todo, nos volvemos más y más como Aquel que recibimos. Son como la medicina y la alimentación, para sanarnos y fortalecernos.

7 – Oración 

Aquí entendida no como mera recitación sino como unión cada vez más profunda con Dios, cuyo amor nos transforma para que tengamos disgusto por el pecado y amor por la bondad, la belleza y la verdad.

ES NECESARIO UNA PREPARACIÓN PARA CUANDO LLEGA LA TENTACIÓN

Vemos entonces que la preparación previa es necesaria mucho antes del momento de la tentación, si queremos evitar algunas tentaciones por completo y queremos estar mejor equipados para evitar aquellas que vienen.

La virtud es su propia recompensa. Es evidente que los que han vivido vidas que fueron profundamente sumidas en el pecado van a enfrentarse a un montón más de tentaciones en el futuro, incluso si se han arrepentido. 

Vemos, pues, el papel preventivo de la virtud y de desarrollar buenos hábitos a temprana edad.

Y así vemos cómo el pecado engendra pecado.

Aprender y practicar la virtud fielmente es un gran medio para evitar una multitud de tentaciones. 

Hay que acumular buenas alternativas. Es típico cuando se trata de perder peso que uno se aconseja eliminar malas elecciones de alimentos y acumula buenos alimentos que le gustan.

Hay que abastecerse de buena lectura y materiales de audio que te gustan para pasar el tiempo aprendiendo y creciendo en las cosas buenas de la vida que más te atraigan.

No cometas el error de la simple eliminación de las cosas de tu vida porque se crean vacíos no saludables. En cambio, “desplaza” las cosas malas con algo mejor, a partir de lo que te gusta y deja que las cosas buenas te lleven a otras cosas buenas que no te gusten, pero más tarde.

 10 FORMAS PARA RESISTIR LAS TENTACIONES CUANDO LLEGAN

¿Y luego qué? Ninguno de nosotros escapa totalmente a toda tentación. Cuando lleguen, prueba algunas de estas cosas:

1 – Hacer lo que estás haciendo

En otras palabras, desarrollar el hábito de centrarte en lo que estás haciendo y de no ser fácilmente distraído. Ser consciente e intencional es una forma de disciplinar nuestras mentes. El aprendizaje de esta disciplina nos ayuda cuando surgen tentaciones (muchas de los cuales son formas de distracción). En la medida de lo posible, mantener la concentración y claridad sobre lo que estás haciendo en todo momento. Nuestra mente puede verse afectada y ayudada incluso por la disciplina física de la limpieza de una cocina o escribir un artículo.

2 – Recuerda, una victoria ayuda a allanar el camino para las demás 

No vamos a ganar necesariamente todas las batallas al principio. Pero gana las que puedas y sé agradecido. Así que no te desanimes: gana lo que puedas y cuando te caigas, caerás sobre Jesús y conseguirás hacerlo de nuevo y tratarás de ganar el siguiente round. Una victoria a la vez.

3 – Considera que el pecado es un placer pasajero pero la factura inevitablemente viene más tarde

Resistir la tentación requiere esfuerzo, pero trae recompensas y no facturas más tarde. La Escritura dice: Bendito es el que soporta la tentación, porque, después de haber superado la prueba, esa persona recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman (Santiago 1:12).

4 – ¡Pedir a Jesús! 

La escritura dice, porque él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18). Ten en cuenta que Él es capaz de ayudar. Pide confiar y actuar Su Palabra, que dice: Mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo (1 Juan 4: 4).

5 – Mantente alerta y sobrio (con una mente clara que sabe lo que está pasando en cada momento) 

Mantente en oración consciente de Dios. La mayoría de la gente vive la vida en el modo de reacción en lugar del modo de reflexión. Aquellos que reflexionan puede ir hasta un grupo de chismosos, comprender lo que está pasando, y luego dar un paso atrás en lugar de cooperar, quizás incluso dirigir la conversación hacia otro lugar. Los que están en modo de reacción sólo se unen de pleno sin pensar. Jesús dice: Velad y orad para que no entréis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Mateo 26:41).

6 – Acepta que vas a tener que sufrir a veces para resistir la tentación 

Es fácil y muchas veces agradable el pecado. Es difícil y a veces desagradable resistir sus impulsos.

7 – Si algo te hace pecar con frecuencia, debes estar dispuesto a desprenderse de él, incluso si es difícil 

Resuelve hacerlo si es necesario. Por ejemplo, si la televisión por cable es un problema para ti, deshazte de ella, y así con otras cosas.

8 – Muchas tentaciones ocurren por la noche al intentar dormir, de ahí la importancia de la oración antes de acostarse. Mínimo se aconseja un Acto de Contrición (Señor mío Jesucristo...), un Padrenuestro y tres Avemarías, junto con la oración a San Miguel Arcángel y pedir por la familia, por los pecadores y por los difuntos.

Durante el día no dejemos nunca el Santo Rosario diario.

9 – Ama a Dios y pídele en los momentos de tentación por la gracia de amarlo más que al pecado, más que a ti mismo, y más que a tu placer 

Mira el momento de la tentación como un tiempo para demostrar que tu amor por Dios es mayor que el que tienes al mundo. Acepta el reto y date cuenta que cada victoria tenderá a aumentar tu amor por Dios y su verdad.

10 – En algunas tentaciones (como las adicciones) es bueno tener un patrocinador o amigo que podemos llamar cuando estamos luchando

Ellos nos ayudan a apoyarnos y también a hacernos responsables.

Ten en cuenta que estas sugerencias pueden ayudar pero la verdadera victoria se basa en que nuestra base sea fuerte. Mantén la construcción de los cimientos y recuerda que la santidad es una ganancia a largo plazo.

Al mundo moderno le gusta el microondas, pero el camino de Dios es más como una cazuela de barro.

Aprende a saborear el crecimiento constante de la santidad y ve como las tentaciones disminuyen y se vuelven menos irritantes.

Las tentaciones nunca dejarán este lado del velo, pero pueden disminuir de manera significativa y perder su poder para molestarte mucho, por la gracia de Dios, y en el tiempo de Dios.

No luches solo contra la tentación, pide ayuda a Cristo (y a su Santísima Madre) porque sin Él no podréis. En cambio, con Él y con la ayuda de su Madre ciertamente lo lograrás si pones todo de tu parte.


Fuente: Catholic. Net. Cortesía de: Foros de la Virgen María.

viernes, 1 de marzo de 2013

EL COMBATE DE LAS TENTACIONES


CÓMO DEBE SER LA CONDUCTA DEL ALMA

[A) Antes de la tentación

Investiguemos ahora lo que el alma debería de hacer antes, durante y después de la tentación. La estrategia fundamental para evitar la tentación fue sugerida por Nuestro Señor cuando dijo a los discípulos en Getsemaní: “Velad y orad para que no accedáis a la tentación” (Mt. 26, 41). Esto significa que tanto la vigilancia como la oración son necesarios aun antes de presentarse las tentaciones.

Respecto a la vigilancia, el demonio nunca abdica por completo en su batalla para ganar nuestra alma. Si a veces parece dejarnos en paz y no tentarnos, sólo es para volver al ataque cuando menos nos lo esperamos. Durante los períodos de calma debemos estar convencidos de que la batalla se reanudará y quizás con mayor intensidad que antes. Por lo tanto, es necesario mantenerse en alerta vigilancia para que no seamos tomados por sorpresa. Esta vigilancia se manifiesta en evitar todas las ocasiones de pecado, en intentar anticipar los asaltos inesperados, en la práctica de auto-control –especialmente del sentido de la vista y de la imaginación– en el examen particular, en la renovación frecuente de la resolución firme de uno de no volver a pecar jamás, evitando la pereza, la madre del vicio. Estamos en estado de guerra con el demonio, y no podemos abandonar nuestro puesto a no ser que deseemos ser superados en un momento de debilidad o de descuido.

Cristo nos enseñó cómo orar
Pero la sola vigilancia no es suficiente. Para permanecer en la gracia de Dios y por lo tanto ser victoriosos contra toda tentación se requiere una gracia eficaz de Dios, obtenible sólo por medio de la oración. La más cuidadosa vigilancia y los esfuerzos más fervientes serían totalmente ineficaces sin la ayuda de la gracia de Dios. Pero con Su gracia la victoria es infalible. Como dijimos, la gracia eficaz no depende del mérito de la estricta justicia, y por esa razón no se debe a nadie, ni hasta a los mayores santos. Pero Dios nos ha dado Su palabra de que Él nos concederá infaliblemente su gracia si se lo pedimos con oración que reúne las necesarias condiciones. Esto debería de hacer evidente lo importante que es la oración de petición. Por buena razón dice S. Alfonso respecto a la necesidad absoluta de la gracia eficaz que puede ser obtenida sólo por medio de la oración: “El que reza, será salvado; y el que no reza, será condenado”. Ésta es la razón por la cual Cristo nos enseñó a pedirle a Dios en el Padre Nuestro: “No nos dejes caer en la tentación”. También es razonable que en esta oración preventiva invoquemos a la Sma. Madre, que aplastó la cabeza de la serpiente con su talón virginal, y a nuestro ángel custodio, que tiene como uno de sus principales deberes el defendernos contra los asaltos del demonio.

[B) Durante la tentación

Durante la tentación la conducta del alma puede ser resumida en una importante palabra: resistir. No es suficiente permanecer meramente pasivo ante la tentación; la resistencia positiva es necesaria. Esta resistencia puede ser directa o indirecta. La resistencia directa es aquella que se enfrenta a la misma tentación y la conquista haciendo precisamente lo contrario de lo que se sugiere. Por ejemplo, empezar a hablar bien de una persona cuando estamos tentados a criticarle, dar una limosna generosa cuando nuestro egoísmo nos mueve a rehusar, prolongar nuestra oración cuando el demonio nos sugiere que lo acortemos o abandonemos por completo. La resistencia directa puede usarse contra cualquier clase de tentación, excepto aquellos contra la fe o la pureza, como veremos en un momento.

La resistencia indirecta no ataca la tentación sino que se retira de ella distrayendo la mente a algún otro objeto que es completamente distinto. Este tipo de resistencia es especialmente indicada para tentaciones contra la fe o contra la pureza, porque en estos casos un ataque directo muy probablemente aumentará la intensidad de la misma tentación. Lo importante es encontrar algún hobby o pasatiempo o actividad que es lo bastante interesante como para absorber la atención de uno por el momento.

A veces la tentación no desaparece enseguida, y el demonio podría atacar una y otra vez con gran tenacidad. Uno no debería desanimarse por esto. La insistencia del demonio es una de las mejores pruebas de que el alma no ha sucumbido a la tentación. El alma debería resistir sus ataques tan frecuentemente como sea necesario, pero siempre con gran serenidad y paz interior, teniendo cuidado de evitar cualquier tipo de nervios o disturbio.

[C) Después de la tentación

Siempre es aconsejable manifestar estas cosas al director espiritual de uno, especialmente si es cuestión de tentaciones muy tenaces o los que han ocurrido repetidas veces. El Señor suele recompensar este acto de humildad y sencillez con nuevas y poderosas ayudas. Por esa razón, deberíamos tener la valentía de manifestar nuestra conciencia sinceramente y honestamente, sobre todo cuando nos sentimos inclinados a permanecer en silencio sobre estas cuestiones. Uno no debería de olvidar nunca la enseñanza de los maestros de la vida interior: “Una tentación declarada ya está medio conquistada”.

Cuando termina la tentación, una de tres cosas ocurre: el alma ha sido victoriosa, ha cedido a la tentación, o permanece en un estado de duda. Si el alma ha conquistado y está seguro de ello, lo ha hecho sólo con la ayuda de la gracia de Dios. Por eso debería dar gracias y pedir la continuación de la ayuda divina en otras ocasiones. Esto se podría decir con gran brevedad y sencillez, como en la siguiente oración breve: “Gracias Os sean dadas, Oh Dios; Os lo debo todo; continuad a ayudarme en todas las ocasiones peligrosas y tened misericordia de mí”.

Si el alma ha caído y no lo duda, no debería de desanimarse. Debería recordar la infinita misericordia de Dios y la lección del hijo pródigo, y entonces lanzarse con toda humildad y arrepentimiento a los brazos del Padre, pidiéndole perdón y prometiendo con Su ayuda nunca pecar más. Si la caída ha sido grave, el alma no debería de contentarse con un simple acto de contrición, sino que debería acercarse al Sacramento de la Reconciliación y usar esta triste experiencia de pecado para redoblar su vigilancia e intensificar su fervor para no pecar nunca más.

Si el alma permanece en duda sobre si ha dado o no su consentimiento, no debería examinar su conciencia detalladamente y con escrupulosidad, ya que esto podría posiblemente provocar la tentación de nuevo y hasta aumentar el peligro de caer. A veces es mejor dejar que pase cierto período de tiempo hasta que el alma se vuelva más tranquila, y entonces examinar la conciencia de uno cuidadosamente para ver si el pecado ha sido o no ha sido cometido. En cualquier caso, es bueno hacer un acto de contrición y darle a conocer al confesor en el debido momento la tentación que se ha encontrado, reconociendo la culpabilidad de uno tal y como aparece ante la vista de Dios.

Parte III, Capítulo 3 de “La teología de la perfección cristiana” por el P. Antonio Royo Marín, O.P.

Ver también: catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2011/11/las-tentaciones-por-el-beato-tomas.html
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viernes, 25 de noviembre de 2011

LAS TENTACIONES por el Beato Tomás Hemerkem de Kempis

"Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente alrededor 
de vosotros, buscando a quién devorar" (1 Pedro 5,8)


Mientras vivimos en este mundo no podemos estar sin trabajos ni tentaciones. Por eso está escrito en el libro de Job: ¿acaso no es milicia la vida del hombre sobre la tierra?

Siendo esta así, debería cada cual andar solícito y estar prevenido contra sus tentaciones y velar en oraciones continuas para no dar lugar a las acechanzas del demonio, que nunca duerme, sino que anda siempre en derredor buscando a quien devorar.

No hay hombre tan perfecto y tan santo que no tenga tentaciones; así que no podemos vernos enteramente libres de ellas.

Utilidad de las tentaciones

Pero las tentaciones, aunque molestan y penosas, no dejan de ser a menudo útiles al hombre, porque le humillan, le purifican y le instruyen.

Todos los santos tuvieron que sufrir muchas penas y tentaciones, y de ellas sacaron grandes ventajas para su perfección. Y los que no fueron capaces de resistir a la tentación se hicieron réprobos y se perdieron para siempre.

No hay orden tan santa ni lugar tan retirado y desierto en donde no se hayan de sufrir tentaciones y adversidades.

Nadie está exento de tentaciones
El hombre, mientras vive, jamás podrá verse exento enteramente de tentaciones, porque en nosotros está el germen de ellas, es decir, la concupiscencia, en la cual nacimos.

No bien se ha sorteado una tentación o tribulación, sobreviene otra en seguida; y así siempre tendremos algo que sufrir. Y la razón es porque perdimos el don sustancial de nuestra felicidad primera.

Muchos procuran huir de las tentaciones, y caen más gravemente en ellas. No basta huir para vencerlas; son necesarias la paciencia y la verdadera humildad: con ellas nos hacemos inexpugnables a todos nuestros enemigos.

Quien se contenta con eludir únicamente la ocasión superficialmente y no arranca el mal de raíz trabajará en vano, y las tentaciones le asaltarán más pronto y con redoblada violencia.

Más fácilmente vencerás poco a poco, con paciencia y confianza, mediante el favor divino, que obrando con obstinación y dureza.

Pide a menudo consejo en las tentaciones y no te muestres desabrido con quien las padece, antes procura consolarle como desearías que hicieran contigo.

El origen de las tentaciones es el espíritu inconstante y la poca confianza en Dios.

Porque cual nave sin timón, impulsada en todas direcciones por las olas, así el hombre descuidado e inconstante en sus propósitos va a la deriva a merced de los embates del enemigo.

Así como el fuego prueba la dureza del hierro, así la tentación al hombre justo

Con harta frecuencia ignoramos lo que podemos por nosotros mismos; más la tentación pone de manifiesto qué en realidad somos.

Por eso debemos estar sobre aviso, máxime al principio de la tentación; porque es más fácil vencer al enemigo si, apenas llama a la puerta del alma, se sale a su encuentro y no se le deja entrar en ella, sino que se la rechaza en el umbral.

Por eso alguien dijo: Ataja el mal en sus principios; porque, de lo contrario, toda dilatación lo agrava, y entonces será tardío el remedio.

En efecto, primero asoma un simple pensamiento, luego sigue la imaginación ardiente; en seguida irrumpe la delectación y el movimiento desordenado, y el consentimiento.

Hay que resistirlo desde el inicio
Así se introduce insensiblemente el maligno enemigo hasta adueñarse totalmente del alma, cuando no se la resiste desde el comienzo.

Y cuanto más tardo y perezoso es uno en oponerle resistencia, tanto más débil se va tronando cada día, y el enemigo cobra mayores fuerzas contra él.

En cuanto a la violencia de las tentaciones, algunos las padecen más graves al principio de su conversión; otros por el contrario, al fin, al paso que otros las perecen a lo largo de casi toda su vida.

Los hay que sufren leves tentaciones, conforme al juicio y sabiduría de Dios, que las dosifica con equidad según el estado y méritos de los hombres, y lo ha ordenado todo de antemano para salvación de sus elegidos.

Por lo mismo, no debemos desalentarnos cuando nos acosa la tentación, sino pedir a Dios con insistencia que se digne socorrernos en toda tribulación. Porque, según dice San Pablo, Él nos dará, junto con la tentación, un auxilio tan eficaz, que con él podremos sostenernos.

Humillemos, pues, nuestras almas bajo la mano de Dios en toda tentación y angustia, porque Él salvará y ensalzará a los humildes de corazón.

En las tribulaciones y tentaciones es donde mejor puede apreciarse el progreso espiritual del hombre, porque en ellas se adquiere mayor merecimientos y se pone más de relieve la virtud.

Porque no es de admirar que el hombre sienta devoción o fervor cuando no le oprime aflicción alguna; más si al tiempo de la adversidad sabe sufrirla con paciencia, entonces cabe esperar de él un gran progreso espiritual.

Algunos saben guardarse muy bien contra las grandes tentaciones, y son vencidos con frecuencia en las nimiedades de cada día; y esto para que, humillándose, nunca confíen en sí mismo en las grandes pruebas, cuando se muestran tan débiles en las de menor importancia.

Fuente: "Imitación de Cristo" del Beato Tomás Hemerkem de Kempis
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