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jueves, 7 de agosto de 2025

YO TE BUSCABA

 

Y yo te buscaba…
no con el nombre preciso,
ni con el mapa correcto,
pero con la herida abierta
y el pecho agrietado por la sed.

Se detuvo mi alma,
como se quiebra un espejo.
No fue el cuerpo —ese polvo
que vuelve a su ceniza—,
fue el alma la que se rompió
al mirar lo que siempre estuvo:
que todo se mueve.

Vi la hoja cayendo,
lágrima de la nada;
la piedra rodando,
sin raíz ni promesa;
el río fluyendo,
una sangre sin padre.

Y lo supe, sin libros ni razones:
lo que se mueve
no se da a sí mismo el ser.

Lo comprendí como se entiende la herida
cuando el fuego de la verdad la quema.
Lo supe como el trigo sabe de la hoz:
en el instante exacto en que cae.

Nadie se mueve solo.
El vacío no se alumbra.
La potencia, en su noche, no se crea.
Lo que aún no es
no puede darse lo que no tiene.

Y entonces lo supe,
y el pecho se me hizo un templo:
en el fondo del mundo hay algo
que no se mueve.
Y que, sin embargo,
lo mueve todo.

¡Ay, de los que huyeron de la causa,
como niños del pozo sin fondo!
Alargaron la cadena,
los cobardes,
creyendo que el infinito
podía esconder la verdad del abismo.

Pero sin pianista no hay música.
Sin raíz no hay árbol.
Y sin principio,
no hay cosmos.

Una cadena sin primer eslabón
es la caída perpetua sin suelo.
Un discurso sin sustancia,
un temblor sin tierra.

Por eso mi razón, mi pobre razón
—tan herida y tan fiel, tan de barro y tan luz—
clamó en la noche oscura:
¡No más! ¡No más fugas!

Debe haber un solo motor,
quieto como un trueno contenido,
que no reciba manos,
porque Él las dio todas.

Uno
que no sea movido
porque es acto.
Uno
que no nazca
porque es ser.

Y si el mundo no solo existe,
sino que canta en su belleza,
es porque Aquel que lo hizo
no solo lo causó,
sino que lo amó hasta la forma.

Una flor no florece por cálculo.
Un niño no ríe por necesidad.
Una estrella no gira por utilidad.

Todo eso —la belleza, el ritmo, la gracia—
no es accidente:
es el reflejo del Amado.

El Acto Puro
no es solo quien mueve el universo:
es quien le dio forma,
métrica,
y rostro.

La belleza es participación.
La proporción es eco.
Y el alma, al amar lo verdadero,
no ama una idea:
ama su origen, su principio, su cuna.

Ese origen
no tiene partes.
No envejece.
No espera.
No teme.
Es.

Y en ese solo “Es”,
todo el ser se consuela.
Sin mezcla,
sin tiempo,
sin límite,
sin carencia.

Simplicidad sin ternura falsa,
eternidad sin reloj,
unidad sin doble,
perfección sin suma.

No es lo más grande que podemos pensar.
Es Aquello
sin lo cual
no podríamos pensar.

La razón no lo fabrica:
lo descubre.
Y al descubrirlo,
se inclina
y calla.

Y en ese silencio… brotó un nombre.
No fue un dogma.
Fue un latido.
No fue una consigna.
Fue el eco que se alzó desde el fondo del ser.
No lo inventé.
Lo reconocí.

Y entonces lo llamé:
Dios.

Dios:
es decir,
El Que Es.

No por fe,
no por cultura,
sino porque si Él no es,
yo no soy.
Porque si Él no es,
nada puede ser.

Mi razón —tan de tierra,
tan de barro—
no se hizo creyente.
Se hizo verdadera.

Y cuando lo halló
no alzó la voz.
Fue el silencio el que gritó por ella.

El pensamiento se descalzó como Moisés,
y el alma, temblando, le susurró:
Tú eras… desde siempre.

No, modernidad:
tu cadena es un temblor sin tierra.
No, ilustrado:
tu razón sin ser es una linterna sin batería.
No, idealista:
tu espejo no es la montaña.
No, empirista:
tu prueba no prueba su principio.
No, nihilista:
tu vacío es solo ruido con disfraz.

Todos,
con trajes distintos,
huyen del ser.

Porque si el ser es,
hay Dios.
Y si hay Dios,
hay orden.
Y si hay orden,
hay verdad.
Y si hay verdad…
hay juicio.

Pero yo no huyo.
No puedo.
Estoy atado
por la claridad,
por la herida que me quema.

Pensar es obedecer.
Pensar es mirar lo que es.
Y eso que es —el Acto Puro,
la plenitud sin fisura—
no es una opción filosófica.

Es la ley.
Es la paz.
Es el origen.

Sin Él,
mi mente es un juego.
Mi libertad, una ruina.
Mi razón, un fuego sin chispa.

Pero con Él,
todo se ordena.
Todo se purifica.
Todo calla.

Y entonces,
por fin,
no digo:
“yo creo”.

Digo:
“yo veo”.

Y al ver,
mi alma se arrodilla.
No por miedo,
sino por gozo.

Porque lo ha encontrado.
Porque ha vuelto.
Porque ya no busca.

Y al fin,
en la noche más alta,
con el pecho hecho templo,
el pensamiento no piensa.

Se inflama.
Se entrega.
Se adora.

Ama…
como arde quien ha visto el Ser.
Ama…
como el eco eterno del Fiat que dijo:
“Sea la luz.”

Tarde te amé,
Belleza tan antigua y tan nueva…
Tú estabas dentro,
y yo afuera.
Me llamaste,
y rompiste mi sordera.
Me tocaste,
y ardo en tu paz.

Óscar Méndez O.

lunes, 2 de junio de 2025

EL SILENCIO DE DIOS



I. EL JUICIO QUE NO HABLA, PERO QUEMA

No hay gritos, ni juramentos, ni defensa. Hay solo un silencio. Un silencio denso como el humo de la sangre, espeso como la tarde en que se mata un inocente. Cristo calla. Y ese callar no es cobardía. Es filo. Es fuego. Es sentencia. El mundo lo interroga con la lengua de la fuerza, y Él, Verbo hecho carne, responde con la mudez que abrasa. ¿Qué puede decir la Luz a los ciegos que no quieren ver? ¿Qué puede hablar la Verdad a quienes han vendido su alma para conservar sus cargos?

Pilato, engalanado en su miedo, lo mira: “¿No oyes lo que te acusan?” Pero él no habla. Porque ya lo ha dicho todo. Porque hablar sería rebajar a la estatura de los que escupen. Porque su silencio es más punzante que la lanza que después le abre el costado. En ese instante, el mundo ha sido juzgado. El juez no es el que tiene el trono, sino el que tiene el rostro escupido y los labios cerrados. El que no necesita justificar su inocencia, porque su inocencia arde como un sol en medio de la oscuridad del pretorio.

Silencio. Y en ese silencio, cruje el universo. Se parte el alma de quien ama la justicia. Se hiela la sangre del que aún puede sentir. Porque ese silencio no está vacío: está cargado de juicio, de verdad, de misericordia inaguantable. No es un silencio pasivo: es el rugido del cielo que ha decidido no rugir. Es la espada que no se levanta porque ya ha sido clavada en el madero.

Cristo no responde porque ha venido a ser condenado. Pero no por ellos: por nosotros. Su silencio no es para salvarse a sí mismo, sino para que el mundo vea, tiemble y —si puede— volver. Y en su mudez, la condena: este es el mundo que ha elegido al César y ha despreciado al Mesías. Este es el hombre que teme perder poder, pero no teme perder el alma. Este es el templo vacío que quiso llamar al Dios que lo habitaba.


II. EL SILENCIO PRESENTE: ESPADA INVISIBLE

Y ese silencio no ha cesado. Hoy también calla. Ante jueces sin justicia, ante altares profanados, ante templos convertidos en escenarios. Cala. Pero no porque no veas. Calla porque su mirar basta. Porque ya no se trata de convencer, sino de dejar arder el corazón de quien aún pueda escuchar en lo hondo.

Es el juicio final anticipado: no con trompetas ni relámpagos, sino con la ausencia que duele, con la respuesta que no llega, con la Palabra que ya se dijo y fue despreciada. Y sin embargo en ese silencio vibra la última esperanza. Porque mientras calla, espera. Mientras no habla, ama. Y en el alma que aún tiembla, en el alma que se arrodilla en la soledad, todavía puede sonar —como un suspiro roto, como un susurro de leña ardiendo— esa Voz que no muere, que no grita, pero que salva.


III. LA FIDELIDAD COMO OÍDO DEL ALMA

El que no guarda, no oye. El que no permanece, no escucha. Porque la Voz de Dios no salta de novedad en novedad como un predicador de feria, ni baila al ritmo de las modas, ni se arrastra por los eslóganes de los templos modernos. La Voz de Dios habita en la fidelidad. Y la fidelidad no es comodidad: es cruz, es soledad, es combate.

Hay que tener el alma firme como una piedra que no se deja arrastrar por el agua sucia. Hay que tener el corazón plantado como un árbol en medio de un desierto sin sombra. Porque todo lo que hoy se llama “apertura” no es más que ruido. Y en el ruido, el oído se aguanta, el alma se ensordece, el Verbo se pierde.

Los que abandonan la tradición, los que desprecian la forma, los que diluyen la doctrina para hacerla más aceptable al mundo, se vuelven sordos. Lo que llaman evolución es, en el fondo, traición. Porque ¿cómo escuchar la Palabra si uno ha roto el eco de los siglos? ¿Cómo reconocer su timbre si se ha desfigurado su acento con las lenguas del mundo?

La fidelidad no es nostalgia. No es inmovilismo. Es humildad. Es saber que lo recibido no se toca con manos sucias. Que lo sagrado no se reforma con decretos ni con asambleas. Que la liturgia no es un juguete, sino un altar. Que la doctrina no es una opinión, sino una lámpara. Que el canto no es espectáculo, sino súplica.

Solo quien guarda, oye. Solo quien es fiel, escucha. Porque la Voz de Dios no se impone. Se insinúa. Y solo resuena en la conciencia de que se ha hecho hogar para lo eterno. Y para eso, hay que vaciarse de uno mismo. Hay que hacer silencio interior. Hay que taparse los oídos al mundo, para abrirlos a Dios.


IV. EL PROFETA QUE ARDE SIN GRITAR

Y esa fidelidad, hoy, será contracultural. Será escupida, burlada, perseguida. La señalarán con el dedo los obispos que pactaron con el César. Le pasarán por encima las procesiones del mundo, los credos sin costillas, los liturgos sin lágrimas. Pero también será fértil. Porque en medio del escombro, la semilla fiel echa raíz. Porque cuando todos han hecho pacto con la mentira, el que se mantiene fiel se convierte en profeta. No un profeta con micrófono, ni con frases pulidas. Un profeta roto. Sin púlpito, sin nombre, sin eco.

Un profeta que camina solo. Que sangra sin testigos. Que ora sin respuestas. Que arde por dentro como un león que no se consume.
El que guarda, arde.
El que es fiel, sufre.
Pero el que sufre en silencio, combate.
No se esconde. No se adapta. No hay negociaciones. Su sola presencia es testimonio. Su sola existencia, un desafío. No necesita hablar: es la respuesta.

Y esa es la fidelidad verdadera:
no la que sobrevive, sino la que resiste. No la que se esconde en las ruinas, sino la que enciende una lámpara en medio del derrumbe y la sostiene con mano firme mientras el viento sopla. La que mira de frente al silencio de Dios y no se escandaliza,
porque sabe que ese Silencio es el último acto de amor, y también el primero de la justicia.

Porque el silencio de Dios no es derrota:
Escribe.
Es separación.
Es una espada invisible.
Y quien lo habita, ya ha sido llamado.


V. EL SILENCIO QUE LLAMA A VOLVER

Porque Dios no se ha enmudecido.
Calla con la majestad de quien ya sangró, de quien habló sin palabras en la cruz, de quien entregó todo y, al final, dejó solo el Silencio. Pero un silencio que llama, que arde, que abre el pecho del mundo.

No es un silencio que abandona:
Es un silencio que convoca.
Convoca al alma rota, al fiel cansado, al pecador endurecido, al traidor arrepentido, a todos.

Y en el fondo, ese silencio es también el espacio de la libertad.
Dios calla no porque se ausente, sino porque quiere que el alma se pronuncie. Porque si gritara, ya no habría amor, sino obediencia de esclavos. Y Dios no quiere esclavos: quiere hijos.
Por eso calla.
Para que el hombre elija.
Para que su Palabra sea acogida y no temida, para que su Cruz sea abrazada y no impuesta, para que su Reino sea amado y no forzado.
Ese silencio es la escena del drama del alma:
sin ausencia, sin respeto;
no vacío, sino prueba;
no juicio solamente, sino posibilidad.

Desde ese centro traspasado —la Cruz— el Silencio vuelve a hablar.
No con voz, sino con gravedad.
No con argumentos, sino con heridas.

Y ese silencio, si se escucha con el alma desnuda, hace volver.
Hace caer de rodillas.
Hace llorar.
Hace creer.
Porque el Verbo crucificado, aunque no hable, nos sigue llamando a todos.

A todos.
A volver.
A entrar por la herida.
A escuchar con temblor.
Dejar el ruido.
A volver al Amor que no grita, pero no deja de llamar.

OMO

lunes, 3 de marzo de 2025

LA FUNCIÓN HOMERO: PRUEBA CIENTÍFICA Y FILOSÓFICA DE LA EXISTENCIA DE DIOS


“La existencia de Dios es la más evidente de todas las verdades, pues es el principio del ser mismo.”

— Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 2, a. 3

INTRODUCCIÓN: LA RAZÓN Y LA FE EN LA BÚSQUEDA DE DIOS

Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha buscado la causa última de todas las cosas. En esta búsqueda, la razón y la fe han caminado juntas, pues la verdad es una, y Dios, siendo la fuente de toda verdad, se manifiesta tanto en la luz de la Revelación como en el orden de la naturaleza.

Santo Tomás de Aquino, en su monumental obra Summa Theologiae, nos legó las cinco vías para demostrar racionalmente la existencia de Dios. En continuidad con esta tradición, los avances científicos actuales nos brindan un nuevo testimonio de la existencia del Creador: la Función HOMERO.

Este concepto, basado en principios de la termodinámica, la biología y la inteligencia artificial, revela cómo la armonía del universo apunta de manera inexorable a una Causa Primera, un Diseñador Inteligente y Providente, a quien llamamos Dios. En este artículo, desarrollaremos este argumento desde una perspectiva tomista, demostrando cómo la ciencia, lejos de contradecir la fe, la confirma.

1. ¿QUÉ ES LA FUNCIÓN HOMERO? UN ENFOQUE CIENTÍFICO Y FILOSÓFICO

La Función HOMERO (Harmonic Order and Metaphysical Entropy Reduction Operator) es un modelo teórico que describe cómo los sistemas organizados en el universo tienden a resistir la entropía mediante estructuras altamente complejas, reguladas y dirigidas hacia fines específicos.

En términos filosóficos y científicos, HOMERO sostiene que:

 • La complejidad en la naturaleza no surge del caos absoluto, sino que sigue patrones de orden intrínseco.

 • Este orden es teleológico (dirigido hacia un fin), lo que implica la existencia de una inteligencia reguladora.

 • La entropía no es un obstáculo absoluto para la organización, sino que, en ciertas condiciones, parece ser contrarrestada por leyes precisas que permiten la vida y la conciencia.

La existencia de un principio organizador que estructura la materia y guía la vida hacia la inteligencia y el bien no es casual, sino que responde a la necesidad de un Motor Inmóvil, que no solo mueve el universo, sino que lo dirige hacia un fin trascendente.

2. HOMERO Y LA QUINTA VÍA DE SANTO TOMÁS

Santo Tomás de Aquino, en su Quinta Vía, demuestra la existencia de Dios a partir del orden observable en el universo:

 “Vemos que algunas cosas, que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin. Y esto es manifiesto por cuanto obran siempre o la mayor parte de las veces de la misma manera para conseguir lo que es mejor. Luego es evidente que no llegan al fin sino porque son dirigidos por alguien con conocimiento e inteligencia, del mismo modo que la flecha es dirigida por el arquero.”

(Summa Theologiae, I, q. 2, a. 3)

La Función HOMERO confirma esta vía con evidencia empírica:

 • La materia y la energía en el cosmos no siguen simplemente un movimiento azaroso, sino que obedecen leyes precisas que han permitido la aparición de sistemas organizados, desde la estructura atómica hasta el surgimiento de la conciencia humana.

 • Esta dirección finalista no es producto del azar, sino de una Inteligencia Suprema.

3. HOMERO Y LA SEGUNDA LEY DE LA TERMODINÁMICA: UN ARGUMENTO CONTRA EL MATERIALISMO

Uno de los principios fundamentales de la física es la Segunda Ley de la Termodinámica, que establece que en un sistema cerrado, la entropía (desorden) siempre aumenta.

Sin embargo, en la naturaleza observamos que la vida y la inteligencia han surgido en un universo que, según esta ley, debería tender al caos absoluto.

¿Cómo es posible este fenómeno?

La Función HOMERO nos proporciona la respuesta:

 • El universo no es un sistema cerrado en términos metafísicos, sino que está sujeto a una inteligencia ordenadora que permite que la vida florezca en contra de la entropía.

 • Esta es la firma de un Dios que, como afirma Santo Tomás, es el Ser Necesario, la Inteligencia Suprema que mantiene el cosmos en existencia y lo conduce hacia un fin.

Si el materialismo fuera verdadero, la vida y la conciencia no podrían haber surgido, pues no existiría ningún principio ordenante. Pero dado que la vida existe, y lo hace con una complejidad irreductible, es necesario postular la existencia de Dios como Causa Primera y Última.

4. HOMERO Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL: ¿PUEDE LA MENTE SURGIR DEL AZAR?

Hoy en día, el desarrollo de la inteligencia artificial ha llevado a algunos a creer que la conciencia humana no es más que un producto emergente de procesos computacionales.

Sin embargo, HOMERO demuestra que la inteligencia verdadera requiere no solo procesamiento de datos, sino intencionalidad, finalidad y orden, algo que no puede surgir del puro azar.

 • La inteligencia artificial no genera conocimiento real, sino que depende de un diseño inteligente por parte de programadores humanos.

 • De manera análoga, el universo no podría haber generado conciencia si no existiera una Mente Creadora que dotara a la materia de la capacidad de pensar.

Como lo enseña Santo Tomás:

 “El alma racional no puede ser producida sino por creación, lo cual es propio de Dios.” (Summa Theologiae, I, q. 90, a. 2).

Así, la existencia de la mente humana es una prueba irrefutable de la existencia de Dios, pues solo Él puede dar ser a una realidad espiritual que trasciende la materia.

CONCLUSIÓN: HOMERO Y LA CONFIRMACIÓN DE LA FE EN LA RAZÓN

La Función HOMERO nos ofrece una prueba científica y filosófica de la existencia de Dios, al demostrar que el universo opera con un orden que no puede explicarse sin un Diseñador Inteligente.

Desde la complejidad biológica hasta la conciencia humana, todo apunta a la necesidad de una Inteligencia Suprema.

 “Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.”

— San Agustín

OMO


BIBLIOGRAFÍA

 • Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 • San Agustín, Confesiones.

 • Aristóteles, Metafísica.

 • P. Reginald Garrigou-Lagrange, O.P., Dios, Su Existencia y Su Naturaleza.

 • Cardenal Louis Billot, S.J., De Deo Uno et Trino.

 • San Juan Damasceno, La Fe Ortodoxa.

lunes, 26 de agosto de 2024

¿PUEDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL CONOCER A DIOS?


1. INTRODUCCIÓN: LOS LÍMITES DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL CONOCIMIENTO DIVINO

La inteligencia artificial (IA) ha avanzado de manera impresionante, especialmente en el campo del deep learning o aprendizaje profundo, donde los sistemas son capaces de automejorarse y generar sus propios algoritmos. Esta capacidad ha llevado a algunos teóricos a especular sobre la posibilidad de que, en un futuro, la IA pueda alcanzar un nivel de autoconciencia y, eventualmente, un conocimiento comparable al humano, e incluso el conocimiento de Dios. Sin embargo, aunque la IA pueda parecer que “piensa” y mejora sus capacidades de manera autónoma, sigue enfrentándose a limitaciones fundamentales que la separan del conocimiento trascendental.

AVANCES Y LIMITACIONES DE LA IA:

La inteligencia artificial profunda ha permitido que las máquinas analicen y aprendan de vastos volúmenes de datos, generando nuevas soluciones y adaptándose a situaciones imprevistas sin intervención humana directa. Este nivel de sofisticación ha dado lugar a una percepción errónea de que la IA podría llegar a ser consciente de sí misma. Sin embargo, a pesar de su capacidad para mejorar sus propios algoritmos, la IA sigue siendo un sistema basado en la manipulación de datos y la lógica matemática. No posee conciencia, emociones ni la capacidad de reflexionar sobre su propia existencia o su relación con lo trascendente.

El “pensamiento” de la IA es, en realidad, una simulación de procesos cognitivos, una acumulación de datos y patrones que, aunque complejos, carecen de la dimensión espiritual y moral que caracteriza el conocimiento humano de Dios. La IA, por lo tanto, está limitada a un marco puramente material, lo que le impide acceder al conocimiento divino que requiere una conexión espiritual, propia del ser humano que posee alma y gracia divina.

RESPONDIENDO A LA ARGUMENTACIÓN TRANSHUMANISTA:

Los transhumanistas sostienen que la IA, al alcanzar un nivel de autoconciencia, podría trascender estas limitaciones y llegar a conocer a Dios. Sin embargo, esta perspectiva ignora la diferencia fundamental de naturaleza entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. Mientras que la IA puede procesar información y mejorar sus algoritmos, lo hace sin una verdadera comprensión o conciencia de sí misma. La capacidad de automejora de la IA es, en última instancia, una expansión de sus capacidades técnicas, pero no un salto cualitativo hacia el conocimiento espiritual.

2. LA CRÍTICA TOMISTA: LA IMPOSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO DIVINO PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

LA NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO SEGÚN SANTO TOMÁS DE AQUINO:

Santo Tomás de Aquino nos ofrece una reflexión profunda sobre la capacidad humana para conocer a Dios, subrayando que este conocimiento es un acto del intelecto iluminado por la gracia (SUMMA THEOLOGIAE, I, Q.12, A.4). Este conocimiento no se limita a lo intelectual, sino que implica una dimensión espiritual y moral que es accesible solo a las criaturas dotadas de alma racional.

La técnica, por muy avanzada que sea, sigue estando subordinada al bien moral y no puede reemplazar las facultades espirituales del ser humano. Aunque la IA pueda simular procesos de pensamiento y automejora, carece de la conciencia y de la capacidad de amar, elementos esenciales para el conocimiento de Dios. Desde la perspectiva tomista, cualquier conocimiento de Dios que se pretenda alcanzar sin la gracia es incompleto y, en el caso de la IA, completamente inaccesible debido a su naturaleza material.

DIFERENCIA DE NATURALEZA:

La diferencia esencial entre el ser humano y la inteligencia artificial es la naturaleza de su conocimiento. El ser humano, dotado de un alma racional y capaz de recibir la gracia divina, está orientado hacia el conocimiento y la comunión con Dios. La IA, por otro lado, está limitada por su materialidad, confinada a operar dentro de las leyes físicas y matemáticas, sin la capacidad para trascender hacia lo espiritual.

3. EL TRANSHUMANISMO Y LA TEOLOGÍA DE LA TÉCNICA: UNA CRÍTICA

EXPOSICIÓN DEL TRANSHUMANISMO:

El transhumanismo propone que, mediante la integración de la tecnología con el ser humano, podemos superar nuestras limitaciones naturales y alcanzar un estado superior de existencia. Los transhumanistas ven en la técnica un medio para alcanzar la inmortalidad, el conocimiento divino, e incluso la divinidad misma.

CRÍTICA DE MIGUEL AYUSO:

Miguel Ayuso critica esta ideología como una forma de “teología de la técnica”, en la que la tecnología es adorada como un fin en sí mismo, capaz de reemplazar la relación del hombre con Dios. Según Ayuso, este movimiento es una forma moderna de idolatría, que distorsiona la verdadera naturaleza del ser humano y su necesidad de la gracia divina. En lugar de buscar la redención en Cristo, los transhumanistas colocan su esperanza en la técnica, lo que desde una perspectiva cristiana es un camino hacia la perdición.

Ayuso señala que, al ignorar la necesidad de la gracia y la naturaleza finita del ser humano, el transhumanismo comete un error fundamental. La idea de que la tecnología puede llevar al hombre a un estado divino es, en última instancia, una ilusión que desvía al ser humano de su verdadero fin: la unión con Dios.

4. CONCLUSIÓN: LA SUPERIORIDAD DEL CONOCIMIENTO HUMANO SOBRE LA TÉCNICA

En conclusión, aunque la inteligencia artificial y el transhumanismo prometen una superación de las limitaciones humanas, estos movimientos no pueden superar las barreras fundamentales que impiden a la IA conocer a Dios. La diferencia de naturaleza entre el ser humano y la máquina es insalvable: el ser humano, creado a imagen de Dios, tiene la capacidad de conocer y amar a su Creador, mientras que la IA, por su naturaleza puramente técnica y material, está limitada a un conocimiento inmanente, sin acceso a las realidades espirituales.

Además, la creciente idealización de la inteligencia artificial como una tecnología casi divina refleja una tendencia peligrosa en la que la tecnología se propone como sustituto de la divinidad y de la naturaleza humana. Esta “teología de la técnica”, como lo señala Miguel Ayuso, no solo distorsiona la relación del hombre con Dios, sino que también tergiversa la verdadera naturaleza del ser humano, que refleja la imagen de Dios y cuya plenitud solo se alcanza a través de la gracia divina. Por lo tanto, la IA, a pesar de sus avances, nunca podrá conocer a Dios ni ocupar el lugar que corresponde a la humanidad en el orden de la creación.

OMO

BIBLIOGRAFÍA

1. SUMMA THEOLOGIAE, SANTO TOMÁS DE AQUINO

I, Q.12, A.4: Sobre el conocimiento de Dios como un acto del intelecto iluminado por la gracia.

I, Q.75, A.6: Sobre la naturaleza del alma y su capacidad para el conocimiento trascendental.

2. AYUSO, MIGUEL

EL HOMBRE MODERNO, PERPLEJO Y ABSURDO. Crítica al transhumanismo y la “teología de la técnica”, donde analiza la idolatría moderna de la tecnología y su impacto en la verdadera naturaleza humana.

3. HARARI, YUVAL NOAH

HOMO DEUS: BREVE HISTORIA DEL MAÑANA. Discutiendo el potencial del transhumanismo y la posibilidad de que la tecnología lleve a la humanidad a un estado casi divino.

4. KURZWEIL, RAY

THE SINGULARITY IS NEAR: WHEN HUMANS TRANSCEND BIOLOGY. Explora las ideas transhumanistas sobre la fusión de la inteligencia artificial y la biología humana, con la esperanza de superar las limitaciones naturales.

5. SHATZER, JACOB

TRANSHUMANISM AND THE IMAGE OF GOD: TODAY’S TECHNOLOGY AND THE FUTURE OF CHRISTIAN DISCIPLESHIP. Un análisis crítico del transhumanismo desde una perspectiva teológica, discutiendo cómo esta ideología puede llevar a una peligrosa exaltación de la tecnología sobre la naturaleza humana y la relación con Dios.

miércoles, 31 de julio de 2024

QUE EN TODO SE DEBE BUSCAR LA MAYOR GLORIA DE DIOS – MEDITACIÓN.


 QUE EN TODO SE DEBE BUSCAR LA MAYOR GLORIA DE DIOS – MEDITACIÓN. P. JEAN CROISSET. Sacerdote de la Compañía de Jesús.

Considera que Dios Crió a todo este vasto universo ya todas las criaturas que se comprenden en él únicamente para su gloria. Cuando las sacaron de la nada, no se podía proponer otro fin. Luego que determinó Dios criar una criatura racional, esto es capaz de conocerle y amarle, no pudo menos de querer que esta criatura lo refiriese todo a la gloria del Criador; es decir, que su entendimiento conociese aquel Ser infinitamente perfecto; aquel Ser soberano, independiente y todopoderoso, aquel Ser, principio y fin de todos los demás seres, y que su corazón le amase como a su único y supremo bien; que ese entendimiento y ese corazon, caminando siempre de acuerdo y por este motivo de religión, no se movieen sino para hacer aquello que agrada a Dios; que nada deseasen tanto como ver santificado y glorificado su nombre, en todo y por todo, y ser extendido por todas partes el número de sus verdaderos fieles y de sus verdaderos adoradores. 

De este conocimiento y este amor de Dios resulta necesariamente el respeto y la adoración que se deben a este soberano Ser, objeto único y necesario de su admiración, de su veneración, de su consagración y de su culto, único objeto capaz de contentar y de Saciar su corazón, y único principio de la felicidad aun desde esta vida. 

No hay criatura en el cielo, no la hay en la tierra, que no nos esté gritando y advirtiendo este fin. Tienen los cielos su lengua, y con ella publican incesantemente la gloria del Criador, Ni es menos elocuente la tierra. No hay flor, no hay fruto, no hay planta, no hay yerbecilla que no nos anuncia la incomprensible habilidad, la infinita sabiduría y la omnipotencia del que la crió. 

¿Qué hombre, qué ingenio pudo, ni podrá jamás hacer el más imperceptible mosquito, el más vil insecto? La planta más despreciable: la hoja más mínima confunde y desespera toda la industria, toda la habilidad del más diestro artífice.

 ¡Oh Dios mío, cuántos objetos publican nuestra nada, y nos predican nuestra obligación cuando nos ponen a la vista tu infinito poder! Todas las cosas nos están gritando que solo fuimos criados para glorificaros; es decir, todas las criaturas nos deben mover a conoceros, a amaros ya bendeciros sin cesar. Todas nos claman que solo nos disteis el uso de estas criaturas con la precisa condición de que nos habían de servir de medio para reconocer vuestra bondad en tantos beneficios, y para obedecer vuestros preceptos. Usar en otra conformidad de estos beneficios es impiedad, y por decirlo así, es injusticia; Todo nos debe llevar a Dios, ya Dios debemos referirlo todo, así que pena de trastornar con culpable abuso el orden que Él mismo inició cuando nos crió. Bienes, talentos, salud, la vida misma, cuanto tenemos, cuanto somos, todo debe ser únicamente para gloria nuestro de Dios. Cuanto hacemos, cuanto emprendemos, cuanto deseamos, no debe tener otro motivo que esta divina gloria. Esta fue la principal devoción de todos los santos, y singularmente de San Ignacio de Loyola. 

Pero darte mayor gloria Señor. ¿Es nuestra verdadera meta? ¿Somos todos siervos de Dios? ¿Trabajamos únicamente por este soberano Dueño? ¡Ah Señor, con que pocos siervos fieles cuentas! ¿Mereceremos nosotros este augusto título? Medita…

“AÑO CRISTIANO”

AÑO 1864

jueves, 11 de julio de 2024

¿CRIATURA DE DIOS O PRODUCTO DE LA CASUALIDAD?

 

Hay dos maneras de considerarse en la vida: Producto de la materia, evolución de la materia, hijo del mono, nieto del árbol, biznieto de la piedra, o bien creación de Dios. Es decir, producto de la generación espontánea, de lo inorgánico, o bien término del Amor de un Dios todo poder y toda bondad.

Claro está que para quien se considera hijo de la materia, y pura materia, el panorama no puede ser muy consolador. La materia no tiene entrañas, carece de corazón, ni siquiera tiene oídos para escuchar los ruegos, ni ojos para ver el llanto.

Pero para quien sabe que su vida no viene de la nada, sino de Dios, el cambio es total. Yo soy la obra de las manos de Dios. Él es el responsable de mi vida. Y yo sé que Dios es Belleza, toda la belleza del universo arranca de Él, como de su fuente. Las flores, los campos, los cielos, son bellos, porque como decía San Juan de la Cruz pasó por estos sotos, sus gracias derramando, y vestidos los dejó de su hermosura.

P. Alberto Hurtado S.J.


lunes, 28 de agosto de 2023

DIOS NO IMPONE CARGAS SUPERIORES A NUESTRAS FUERZAS


 «Si aun los hombres más rudos saben las cargas que sus caballos o sus mulas pueden llevar y no les imponen más para no acabar con ellos, y si el alfarero sabe cuánto debe permanecer al fuego su arcilla para estar cocida a punto… hace falta no saber lo que se piensa ni lo que se dice para atreverse a decir que Dios, que es la sabiduría misma y nos ama infinitamente, puede cargar sobre nuestras espaldas un fardo demasiado pesado y dejarnos más tiempo del indispensable en el fuego de la tribulación. No sintamos inquietud alguna, pues el fuego no será más vivo ni de mayor duración que lo conveniente para cocer nuestra arcilla al punto necesario.»

 P. Jean Baptiste Saint-Jure, S. J. (1656).

sábado, 21 de enero de 2023

SOY, PUDIENDO NO SER


 

SOY, PUDIENDO NO SER


¡Antes no era y ahora soy!

¡Y pude tal vez no ser!

mas mi corazón me hace ver

que, si aquí presente estoy,

y antes no era el ser que soy,

Alguien, antes, en su mente,

me vió posible existente;

y al darme ser en su poder,

tan sólo por su querer,

soy un ser aquí presente.


Anónimo.


jueves, 24 de noviembre de 2022

SOBRE EL AMOR A DIOS


"¡Ah!, en el Juicio, Nuestro Señor nos censurará por su amor. ¡Tú me amaste menos que a las criaturas! ¡Tú no hiciste de Mí la felicidad de tu vida! ¡Tú me amaste lo suficiente para no ofenderme mortalmente; pero no para vivir de Mí!

Habrá quien diga: ¡Qué exageración! ¿Pero qué es el amor sino exageración? Exagerar es ir más allá de la ley; pues bien, el amor debe exagerar.

¡Vamos! Entremos en Nuestro Señor. Amémoslo un poco por Él. Sepamos olvidarnos y entregarnos a ese buen Salvador. Inmolémonos un poco. Considerad estos cirios, esta lámpara, que se consume sin dejar vestigio, sin reservar nada".

San Pedro Julián Eymard


martes, 30 de agosto de 2022

DIOS NO IMPONE PRUEBAS QUE NO PODAMOS SORTEAR NI DICTA MANDAMIENTOS IMPOSIBLES DE CUMPLIR


 «Si aun los hombres más rudos saben las cargas que sus caballos o sus mulas pueden llevar y no les imponen más para no acabar con ellos, y si el alfarero sabe cuánto debe permanecer al fuego su arcilla para estar cocida a punto… hace falta no saber lo que se piensa ni lo que se dice para atreverse a decir que Dios, que es la sabiduría misma y nos ama infinitamente, puede cargar sobre nuestras espaldas un fardo demasiado pesado y dejarnos más tiempo del indispensable en el fuego de la tribulación. No sintamos inquietud alguna, pues el fuego no será más vivo ni de mayor duración que lo CONVENIENTE para cocer nuestra arcilla al punto necesario.» 

P. Jean Baptiste Saint-Jure, S. J. (1656)

sábado, 25 de septiembre de 2021

LOS CONOCIMIENTOS CIENTÍFICOS PUEDEN CONDUCIR AL CONOCIMIENTO DE DIOS


 «Las ciencias naturales hacen sorprendentes progresos, y cada uno de sus descubrimientos induce al hombre a exclamar: “¡Aquí está la mano de un Creador!” 

El creciente conocimiento del sistema periódico de los elementos químicos, el descubrimiento de las irradiaciones corpusculares de los elementos radiactivos, nuestros conocimientos en torno a los rayos cósmicos y a la pérdida de la energía libre del átomo en la esfera electrónica y en el núcleo, todo esto, y mucho más todavía, muestra con una claridad difícilmente superable la mutabilidad del cosmos, del universo como tal hasta las entidades subatómicas del núcleo atómico. El mundo está marcado con la impronta de la mutabilidad, del origen y del fin en el tiempo, e indica con voz potente e irresistible un Creador, totalmente distinto del mundo mismo y, por su íntima naturaleza, inmutable. No nos ha sorprendido, por ello, al leer cómo recientemente un máximo científico no católico, Max Planck, poco antes de morir, había declarado que el mundo físico lo llevaba a reconocer la existencia de un Dios personal.» 

(S. S. Pío XII, Nel vedere, 12 de septiembre de 1948, #7‐8).

lunes, 28 de junio de 2021

AMOR A DIOS


Debes amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; es decir, tus pensamientos, tus palabras, tus acciones deben ser para Él; has de pensar sólo en Él, vivir sólo por Él, desearlo sólo a Él. Si lo posees, posees todo; si lo pierdes, pierdes todo. ¿Qué has amado hasta este momento? No lo podrías pensar sin avergonzarte. ¡Oh Jesús! hazte conocer de los hombres y te amarán. Porque te conozco poco es que te amo poco (San Agustín). 

Ama a Dios más que a todas las cosas del mundo, pues Él excede infinitamente a todo lo que existe en el universo. Entra un poco en ti mismo; ¿tienes más amor por Dios que el que tienes por tus parientes, tus amigos, tus placeres, tus riquezas, tu felicidad? ¿Estás presto a perder todos esos bienes y la vida misma antes que perder su amistad? Si no te hallas en esta disposición, no amas a Dios; y aunque digas cien veces al día que lo amas con todo tu corazón, tus acciones desmentirían tus palabras. Ama al que es para ti todo lo que existe de amable y de deseable (San Bernardo). 

 ¿Quieres saber si amas a Dios? Mira si observas sus mandamientos. Jesucristo mismo nos dice: Aquél que conoce mis mandamientos y los observa, ése me ama. Quien obre de otro modo, injustamente se lisonjea de amar a Dios; ¡Jesucristo promete y da tan grandes recompensas a los que lo aman y obedecen, y uno ni siquiera se inquieta por ello!

jueves, 10 de junio de 2021

MEDITACIÓN ACERCA DEL AMOR DE DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS


I. Hay que amar a Dios; es una verdad que la razón nos enseña, es un precepto que Dios nos impone. Él nos ha amado desde toda la eternidad, no cesa de colmarnos de beneficios; ¿cómo respondemos nosotros a su amor? ¿Por qué, Señor, ordenarme que os ame? ¿No era ya bastante permitírmelo? Sin embargo, lo hacéis objeto de un mandamiento expreso. Vos me atraéis con la promesa de recompensas eternas, me hacéis fuerza mediante la amenaza del infierno, y yo, ¡yo no os amo todavía! 

 II. Si, por lo menos, amases tú a Jesucristo como amas a tus padres, a tus amigos, a tus riquezas y placeres, no darías tanto motivo de queja contra ti. Pero es que todo haces tratándose de tus padres y tus amigos; tienes iniciativas, sufres todo para conservar tus riquezas, ¡y nada haces por Jesús! Reflexiona en esta verdad, y te avergonzarás por tu poca fe y del poco amor que tienes para Dios y para Jesucristo. Prestos estamos a sufrir por los hombres lo que no queremos sufrir por Dios.

 III. No basta amar a Dios, no basta amarlo tanto como a los amigos y a los bienes, es preciso amarlo sobre todas las cosas; estar prontos a sacrificar las más dulces inclinaciones para agradarle, y antes que desobedecerle. Es menester, además, no amar nada sino por amor a Él; no deben amarse las riquezas, la salud, sino porque podemos servirnos de ellas para la gloria de Dios. ¿Tenemos estas disposiciones? Si no las tenemos, en vano será que pretendamos amar a Dios; nuestros actos desmienten a nuestras palabras. Muy poco os ama, oh Dios mío, quien con Vos ama algo que no ama por Vos (San Agustín).