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miércoles, 18 de agosto de 2021
EFECTOS DE SACRIFICIOS Y ORACIONES DE ALMAS DESCONOCIDAS
"No olvidemos que debemos influir verdaderamente en las almas. Cuando se reflexiona en esto no se comprende cómo con la oración y el sacrificio se puede hacer mucho bien y ejercer un verdadero apostolado; pero así es en realidad.
Ordinariamente se cree que los que hacen el bien a las almas son los predicadores, los confesores, los misioneros, porque son los que hacen ruido y uno no ve sino las apariencias.
Pero no es así. ¡Cuántas veces un sacerdote predica, un alma se convierte; pero se convirtió, no tanto por la predicación del sacerdote, sino por el sacrificio oculto de una pobre alma desconocida que está en un rinconcito del mundo!
Y ni ella sabe lo que hizo, y el que recibió el beneficio tampoco sabe a quién se lo debe. Sólo Dios; y allá en el cielo, el último día de los tiempos, es cuando vamos a descubrir la verdadera historia de las almas.
Vamos a ir de sorpresa en sorpresa. ¡Ah! si esta gracia que yo recibí fue por aquella alma desconocida que está allá, y está otra aquella... ¡y ni siquiera lo sospechaba! Yo creía que había recibido esas gracias por el ministerio de tal sacerdote. No, fue por los sacrificios de almas desconocidas.
De manera que con nuestras oraciones, con nuestros sacrificios, con nuestra vida de Cruz podemos salvar almas y comprar gracias para ellas; más, mucho más quizá que los mismos misioneros y que los mismos apóstoles."
Monseñor Luis María Martínez, Arzobispo Primado de México, Espiritualidad de la Cruz, página 97.
martes, 18 de agosto de 2020
EFECTOS DE SACRIFICIOS Y ORACIONES DE ALMAS DESCONOCIDAS
"No olvidemos que debemos influir verdaderamente en las almas. Cuando se reflexiona en esto no se comprende cómo con la oración y el sacrificio se puede hacer mucho bien y ejercer un verdadero apostolado; pero así es en realidad.
Ordinariamente se cree que los que hacen el bien a las almas son los predicadores, los confesores, los misioneros, porque son los que hacen ruido y uno no ve sino las apariencias.
Pero no es así. ¡Cuántas veces un sacerdote predica, un alma se convierte; pero se convirtió, no tanto por la predicación del sacerdote, sino por el sacrificio oculto de una pobre alma desconocida que está en un rinconcito del mundo!
Y ni ella sabe lo que hizo, y el que recibió el beneficio tampoco sabe a quién se lo debe. Sólo Dios; y allá en el cielo, el último día de los tiempos, es cuando vamos a descubrir la verdadera historia de las almas.
Vamos a ir de sorpresa en sorpresa. ¡Ah! si esta gracia que yo recibí fue por aquella alma desconocida que está allá, y está otra aquella... ¡y ni siquiera lo sospechaba! Yo creía que había recibido esas gracias por el ministerio de tal sacerdote. No, fue por los sacrificios de almas desconocidas.
De manera que con nuestras oraciones, con nuestros sacrificios, con nuestra vida de Cruz podemos salvar almas y comprar gracias para ellas, más mucho más quizá que los mismos misioneros y que los mismos apóstoles."
miércoles, 11 de septiembre de 2019
VIDA INTERIOR por Monseñor Luis María Martínez
“Siempre nos tenemos que preocupar de estas dos cosas: ¿Cómo es mi vida interior? ¿Cómo es mi vida exterior? Mi vida interior, como decía, tiene que ser al principio algo imperfecto, vacilante, como todo lo que comienza; mi vida exterior en los principios es casi siempre una lucha constante contra mis defectos, una purificación, un estar luchando a brazo partido con mi carácter, con mi amor propio, con mi pereza... con todo eso que es la triste herencia que recibí de Adán.
Y tengo que luchar tanto en lo que se refiere al prójimo como en lo que se refiere a mí mismo. Por todas partes me tengo que encontrar con luchas: ¿Tengo que hablar con una persona? luchas, porque allí aparecen todos mis defectos y tengo que corregirlos; ¿Tengo que trabajar conmigo mismo? También tengo luchas interiores, porque tengo que estar luchando con mis defectos. Eso es lo que principalmente constituye mi vida exterior.
La vida interior también es penosa y difícil, porque voy a Dios en medio de distracciones, apenas logro por un momento ponerme en contacto con Él y después ya estoy en otra parte, y tengo que volver a mi alma otra vez a los pies del Señor con esfuerzo; pero eso es mi vida interior, tenue como la luz de la aurora, vacilante como los pasos de un niño, imperfecta como todo lo que comienza, pero ya, ya me pongo en contacto con Dios, aun cuando sea de una manera imperfectísima...
Para ponerme en contacto con Dios debo buscar medios y métodos y sistemas y ciertas reglas ingeniosas. Y lo mismo en mi lucha en lo exterior; no voy a luchar a lo tonto, repartiendo mandobles a derecha e izquierda, sino saber a quién y cómo; tengo que luchar con cierta táctica; si tengo diez o doce enemigos, no me voy a enfrentar con los doce al mismo tiempo.
¿Por dónde comienzo? ¿A cuál venzo primero? Tendré que elegir con quién voy a comenzar, y buscar y estudiar el modo de combatirlo y sistematizar debidamente aquella lucha.
Y luego, en las demás etapas, ya que acabe de luchar con éstos, me encuentro con otros; porque así sucede en el combate espiritual: ya parece que está el campo limpio de enemigos y disfruto por unos momentos de paz. Pero apenas me deja Nuestro Señor disfrutar de unos momentos de calma, cuando debo comenzar de nuevo a luchar, porque se presentan nuevos enemigos y nuevos desórdenes; no hay más remedio ¡a luchar otra vez!
Y se acabó aquella etapa de la vida espiritual y vuelvo a encontrar el descanso. ‘Ahora sí, esto es definitivo’. Y nada, a poco resultan otros nuevos enemigos. Porque dice la Escritura que la vida del hombre sobre la tierra es una lucha constante (Job VII, 1; XIV, 1).”
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sábado, 31 de agosto de 2019
SANTIFÍCATE CONFORME A TU PROPIO CARÁCTER por Monseñor Luis María Martínez
“Hay personas muy serias, otras personas muy sonrientes; unas abiertas y otras cerradas. Esos elementos vienen a constituir el carácter psicológico que no es ni bueno ni malo, se puede ir al cielo con un carácter serio como con un carácter jocoso: tanto se puede ir con un carácter abierto como con uno cerrado. Muchas veces esos caracteres tienen algunas exageraciones, algunos desordenados; eso sí hay que quitarlos, lo que sea moral, lo que dependa de nuestra libertad, pero lo psicológico no, ni conviene.
Porque digámoslo al pasar, no hay cosa peor que querer cambiar nuestro carácter en lo que tiene de natural. Desde luego es perder el tiempo, lo que seria ya razón suficiente. Además de que fácilmente podemos lastimar nuestra alma queriendo modificarlo.
Porque debemos advertir que la gracia está fundada sobre la naturaleza, de manera que ésta, es decir, las cualidades, los elementos que constituyen nuestro carácter natural, Nuestro Señor nos lo dio para que con él nos santifiquemos, y entra ya perfectamente en sus designios, es como base, como fundamento, ¿Cómo queremos destruirlo?
Vemos que hay santos de todos los caracteres: unos son fogosísimos como San Pablo, que apenas lo arrojó Nuestro Señor del caballo en el camino de Damasco y ya está preguntando: ¿Y ahora que voy hacer? No se puso a reflexionar qué había sucedido, no, lo primero: ¿Domine quid me vis facere?. Es un hombre de acción, un hombre de fuego. Le acaba de quitar una empresa, que era la de perseguir a Cristo… ¡Bien, pues que me den otra!
En cambio San Juan, tranquilo, apacible, dulce, que no les decía otra cosa a sus discípulos sino: ‘Hijitos míos, amaos los unos a los otros’. ¡Qué contraste!
Unos santos, como San Francisco de Asís con un corazón inmenso, todo ternura, amando hasta el sol y las estrellas y el agua y todo lo que se le presentaba delante; y otros santos ha habido que no querían ni levantar los ojos para no perder su recogimiento interior.
Unos santos como Santa Teresa de Jesús, limpia, aseada, que le pedía a Dios que sus religiosas no tuvieran parásitos… Santiago Apóstol no se rasuraba ni se cortaba el pelo ni se bañaba ni nada… Y tan santos eran unos como otros, porque cada quien se santifica según su temperamento, su carácter propio.
Y cuando uno quiere quitar su carácter desde luego pierde la sencillez, se vuelve artificial, afectado; eso no es lo que Nuestro Señor nos pide; y lo que es todavía peor, se corre verdaderamente el riesgo de lastimar, de forzar el alma y, muchas veces, hasta de fracasar. No, cada quien tiene que ir al cielo con la cara y con el carácter que Dios le dio; ni modo de cambiar una y otra cosa.
Lo que si hay que procurar cambiar es el carácter moral, pero el psicológico, no.
Tengamos por cierto que con cualquier carácter, con cualquier temperamento se puede ir al cielo y que sería peligrosísimo querer uno cambiar de carácter. Yo he visto casos prácticos de personas que han verdaderamente fracasado, teniendo por otra parte muy buenas cualidades, porque quisieron acomodarse al carácter de otro.
Y por eso es tan peligroso andar uno imitando a los hombres. A Nuestro Señor sí lo podemos imitar sin peligro; siendo tan grande como es, es modelo de todos, chicos y grandes. Pero a los hombres, si hay que imitarlos, se necesita mucha discreción; porque muchas veces andamos imitando a una persona en aquello que tiene de propio, de personal, de individual, de acomodado a su carácter; queremos meternos en aquel cartabón y resultamos sencillamente ridículos, porque no es lo natural ni es por ahí por donde Nuestro Señor nos llama.”
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viernes, 16 de agosto de 2019
SOBRE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS por Monseñor Luis María Martínez +
"Ordinariamente se cree que los que hacen el bien a las almas son los predicadores, los confesores, los misioneros, porque son los que hacen ruido y uno no ve sino las apariencias.
Pero no es así. ¡Cuántas veces un sacerdote predica, un alma se convierte; pero se convirtió, no tanto por la predicación del sacerdote, sino por el sacrificio oculto de una pobre alma desconocida que está en un rinconcito del mundo!
Y ni ella sabe lo que hizo, y el que recibió el beneficio tampoco sabe a quién se lo debe. Sólo Dios; y allá en el cielo, el último día de los tiempos, es cuando vamos a descubrir la verdadera historia de las almas.
Vamos a ir de sorpresa en sorpresa. ¡Ah! si esta gracia que yo recibí fue por aquella alma desconocida que está allá, y está otra aquella... ¡y ni siquiera lo sospechaba! Yo creía que había recibido esas gracias por el ministerio de tal sacerdote. No, fue por los sacrificios de almas desconocidas.
De manera que con nuestras oraciones, con nuestros sacrificios, con nuestra vida de Cruz podemos salvar almas y comprar gracias para ellas, más mucho más quizá que los mismos misioneros y que los mismos apóstoles."
Monseñor Luis María Martínez +, Arzobispo Primado de México, Espiritualidad de la Cruz, página 97.
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domingo, 3 de junio de 2018
SOBERBIA Y DESALIENTO
"Si tenemos confianza, aunque hayamos caído en todos los crímenes, aunque estemos en el fondo de todos los abismos, la confianza es suficientemente poderosa para levantarnos, para volvernos a colocar en el pináculo de la santidad.
Por eso debemos huir del desaliento. Siempre que veamos que el desaliento se acerca a nosotros, tengamos por cierto de que por ahí anda el diablo. Nunca el desaliento es bueno. El menos malo es el que viene de la neurastenia.
Debemos tener ánimo siempre, debemos tener confianza y ese ánimo que no se fundan en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios.
¿SABEMOS CUÁL ES MUY FRECUENTEMENTE LA CAUSA DEL DESALIENTO? ES LA FALTA DE HUMILDAD. Parece extraño. A primera vista se diría: ¿qué cosa más propia de la humildad que el desalentarse? Si yo veo que no valgo nada, estoy lleno de miserias, entonces parece muy propio de la humildad el desaliento.
No; a la humildad le levantan muchos falsos testimonios. Piensan que la humildad es una virtud muy pusilánime, muy deprimente. Y nada de esto, es una virtud fuerte, vigorosa. ¿No fue esa la virtud característica de San Miguel Arcángel con la que acabó con el poder del demonio? La humildad es una de las virtudes más fuertes. Nuestro Señor ¿con qué destruyó también el poder del demonio si no con la santa humildad? No, no es una virtud pusilánime.
El desaliento es propio del orgullo; el orgullo si que es cobarde, que es pusilánime, que es débil. La mayor parte de las desconfianzas y de los desalientos vienen de la falta de humildad. Aunque aparentemente se den motivos de humildad, en el fondo es la que falta.
¿Por qué nos desalentamos? Porque nos sentimos mal al vernos cubiertos de miserias. Quisiéramos estar limpios, en las alturas… y cuando viene una mancha, una falta, una tentación, nos desalentamos."
Monseñor Luis María Martínez.
viernes, 18 de agosto de 2017
ACERCA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS por Mons. Luis María Martínez
Fuente: Espiritualidad de la Cruz, página 97.
Del mismo autor: EL ESPÍRITU SANTO (obra resumida): http://www.catolicidad.com/2011/02/el-espiritu-santo-por-monsenor-luis.html
miércoles, 9 de febrero de 2011
EL ESPÍRITU SANTO por Monseñor Luis María Martínez (Libro)
Ponemos a disposición del lector esta primicia de CATOLICIDAD: Un excelente compendio del libro "El Espíritu Santo", obra cumbre de Mons. Luis María Martínez, quien fuera obispo mexicano y Arzobispo Primado de México (1937-1956), trigésimo segundo sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac. Actualmente se encuentra en proceso de beatificación y es llamado popular y afectuosamente como "el santo del Espíritu Santo", aún cuando no está canonizado.
Precisamente su devoción por la tercera persona de la Santísima Trinidad le llevó a escribir esta obra llamada precisamente así: "El Espíritu Santo". Este libro, muy bien escrito y excelentemente explicado, consta originalmente de 475 páginas, pero gracias a la labor del Dr. Héctor Guiscafre Gallardo que realizó recientemente el presente compendio de poco menos de 50 páginas de texto más cuadros sipnóticos y algunas páginas en blanco como separadores, alcanza apenas las 68.
La obra consta de cuatro partes y finaliza con el índice temático. Vivamente la recomendamos a todos nuestros lectores que podrán leerla en este blog o, para mayor comodidad, si lo desean, imprimirla.
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Mons. Luis María Martínez |
El apasionante tema del Espíritu Santo, siendo tan vital para nuestra fe, es uno que por lo general es poco profundizado por la mayoría de los católicos; este compendio permitirá subsanar esta situación a muchos sin necesidad de leer la obra completa de Mons. Luis María Martínez.
Sin duda, si lo lees, te enamorarás del Espíritu Santo y comprenderás mejor a la tercera persona de la Santísima Trinidad, gracias a la sabiduría de su autor y a la labor del compendiador. CATOLICIDAD se enorgullece de presentar esta primicia en internet.
Para leer el libro, desliza hacia abajo el botón que se encuentra en la parte superior derecha. Te recordamos que hay algunas páginas en blanco como separadores, pero el texto continúa hacia abajo hasta el índice de la obra:
el espiritu santo 12 by tradidi on Scribd
http://www.scribd.com/doc/48476917/el-espiritu-santo-12
el espiritu santo 12 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
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