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lunes, 28 de septiembre de 2020

EL PADRENUESTRO EXPLICADO



P. Decid el Padrenuestro. 
R. Padre nuestro, etc. 
P. ¿Quién ordenó la oración del Padrenuestro? 
R. El mismo Cristo a petición de los Apóstoles. 
P. ¿Para qué la ordenó? 
R. Para enseñarnos a orar. 
P. ¿Qué cosa es orar? 
R. Levantar el alma a Dios y pedirle mercedes. 
P. ¿Por qué nos enseña el Señor a llamarle Padre? 
R. Porque le pidamos con afecto de hijos. 
P. ¿Cómo lo somos? 
R. Por el ser que de Él hubimos de naturaleza y gracia. 
P. ¿Por qué decimos nuestro? 
R. Porque como buenos hermanos, pidamos todos para todos. 
P. ¿Cuándo decís Padre nuestro con quién habláis? 
R. Con Dios nuestro Padre. 
P. ¿Dónde está Dios nuestro Padre? 
R. En todo lugar, por esencia, presencia y potencia. Es necesario advertir la presencia de Dios, cómo nos mira en todo lugar y tiempo, y el recato y modestia con que debemos estar delante de Él. 
P. ¿Pues por qué decís, que está en los cielos? 
R. Porque en ellos se manifiesta más particularmente. 
P. ¿Qué peticiones contiene el Padrenuestro? 
R. Siete, dispuestas con muy grande orden. 
P. ¿Con qué orden? 
R. Las tres primeras pertenecen al honor de Dios, y las otras cuanto al provecho del prójimo y nuestro. 
P. ¿Qué pedimos en ellas? 
R. Abundancia de todos los bienes, y remedio de todos los males. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Santificado sea tu nombre? 
R. Que sea tenido en reverencia, y alabado. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Venga a nos el tu reino? 
R. Que reine en nosotros por gracia y después nos dé la gloria. 
P. ¿Qué pedís diciendo: hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo? 
R. Que la hagan los hombres entera y prontamente, como los Ángeles. 
P. ¿Qué pedís diciendo: EI pan nuestro de cada día dánosle hoy? 
R. Todo lo que es sustento necesario de cuerpo y alma. 
P. ¿Por qué le pedís para hoy limitadamente? 
R. Por quedar necesitados a pedir lo mismo para mañana. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Perdónanos nuestras deudas? 
R. Perdón de culpas y penas, debidas por ellas. 
P. ¿Por qué añadís: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores? 
R. Porque no perdonará Dios al que a otro no perdona. 
P. ¿Qué pedís, diciendo: No nos dejes caer en la tentación? 
R. Que no nos permita darle consentimiento (a las tentaciones). 
P. ¿De cuál mal pedís que os libre, diciendo: Mas líbranos de mal? 
R. Del demonio y del infierno, y de casos desastrosos. 

 P. Jerónimo de Ripalda

miércoles, 3 de febrero de 2010

EL PERDÓN ANTE LA PÉRDIDA DE UN HIJO ASESINADO

Testimonio de unos padres cuyo hijo adoptivo fue asesinado en la pasada Feria de Sevilla. Cuentan su experiencia al perdonar a los asesinos de su hijo y nos muestran como debe ser la misericordia, tal como Cristo nos la enseña.

Dios ama al pecador pero detesta el pecado. Dios vino a salvar a los pecadores. Y estos padres desean la salvación de los asesinos de su amado hijo. Esperan que lo sucedido los vuelva al Señor y sea un principio para la salvación de sus almas, pues sólo se condena quien no se acoge al Señor y rechaza su misericordia y su perdón. Recuerdan como hubo un buen ladrón y uno malo, ambos crucificados junto a Cristo: uno pidió perdón y se arrepintió, mientras el otro se mofaba de Cristo. Uno se acogió a su misericordia y el otro la rechazó.
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La ejemplar postura de estos padres de familia es un vivo testimonio de que al pedir, en el Padrenuestro, que Dios perdone nuestras deudas, lo hacemos diciendo que lo haga en la medida que nosotros perdonamos a nuestros deudores. Ellos sí son congruentes con su oración.

Desean traer un mensaje a una sociedad que, en su generalidad, ha quitado a Dios de su vida y esperan que con su perdón, los asesinos de su hijo cambien, pues es el perdón y el amor lo que cambia y regenera el corazón del hombre, y Dios los ama y quiere también su salvación.

"Nuestro hijo no está muerto" señalan, pues creen en la Vida eterna con una fe viva. "Hemos cumplido nuestra misión al darle la fe" y ver que murió con paz y perdonando, finalizaron.
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Esta historia hace recordar a santa María Goretti que muriendo asesinada por defender su pureza, agonizó perdonando -junto con su madre, pues el padre ya había muerto- al asesino, al igual que este joven -aunque en otras circunstancias- también perdonó a sus victimarios al morir y lo mismo han hecho sus padres adoptivos.
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Ver: ASESINADA POR DEFENDER SU VIRGINIDAD

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viernes, 29 de mayo de 2009

LA INDUDABLE EXISTENCIA DE DIOS

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Dios existe, es un Dios cercano y vivo
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Las pruebas sobre la existencia de Dios:
Las cinco vías (ver Suma Teológica, 1, q2, a3):



Introducción
Primera vía: Se funda en el movimiento
Segunda vía: Se basa en la causalidad eficiente
Tercera vía: Se fundamenta en la contingencia de los seres
Cuarta vía: Considera los grados de perfección que hay en los seres
Quinta vía: Se toma del gobierno del mundo
Desde la Biblia
Conocimiento de Dios por medio de la creación
Conocimiento de Dios por los grados de perfección
El testimonio de la conciencia
La experiencia de Dios
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Introducción

Vivimos en un mundo marcado por la cultura de muerte. Las constantes manifestaciones de rupturas con uno mismo como soledad, tristeza, sin sentido, búsquedas desenfrenadas de falsas seguridades; las rupturas con los demás traducidas en violencia, delincuencia, terrorismo, guerras, entre otras; no tienen otra causa que la ruptura fontal con Aquel que nos creó y nos conoce plenamente, Dios mismo. El anhelo de infinito que cada hombre experimenta en lo más profundo de su corazón se ve traicionado al cerrarle la puerta al Único que puede saciar esa nostalgia de eternidad.

En la historia de la humanidad siempre han estado aquellos que niegan explícitamente a Dios, los denominados ateos; otros que crean dioses a sus medidas trayendo como consecuencia visiones reducidas de Dios, como por ejemplo: los deístas, los panteístas, los idealistas kantianos, etc.

En nuestros días percibimos -por el avance del secularismo- la ausencia de Dios en las estructuras de nuestra sociedad, una sociedad que termina poniendo a Dios "entre paréntesis", regida por un estribillo cada vez más común: "si Dios no está en mi vida práctica y no tengo como probar si existe o no existe, entonces no me interesa".

Ante este panorama, los católicos enfrentamos la urgencia de hacer una opción clara y decidida por anunciar con sólidos argumentos que Dios sí existe y está muy cerca de cada uno de nosotros.

El hombre puede llegar al conocimiento de Dios de muchas maneras. Todas ellas responden tanto a la capacidad natural de la inteligencia humana de conocer la existencia de Dios, como a la Revelación divina que nos ofrece de El un conocimiento sobrenatural.

Por ello, seguidamente señalaremos los principales postulados que nos permiten afirmar que Dios existe, es real y es cercano.

Empezaremos con las cinco vías que Santo Tomás de Aquino desarrolló hace más de 700 años para demostrar la existencia de Dios, desde un conocimiento a posteriori, es decir una manera de aproximarse a la realidad divina desde la experiencia sensible, que va de lo conocido a lo desconocido, de lo sensible a lo espiritual, de los efectos a la causa suprema.
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Primera vía: Se funda en el movimiento

1) Es innegable, y consta a nuestros sentidos, que hay cosas que se mueven, es decir, que cambian. No se trata sólo del movimiento en sentido físico (locomoción), sino en sentido metafísico, es decir, como paso de la potencia al acto (cambios de una condición a otra, de un ser a otro, etcétera).

2) Pues bien, todo lo que se mueve, cambia, muda o transforma es movido por otro, ya que nada se mueve más que cuando está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto. Por ejemplo, el fuego hace que un leño -que está caliente sólo en potencia- pase a estar caliente en acto. Pero no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en potencia y en acto respecto a lo mismo, sino en orden a cosas diversas. Es imposible que una misma cosa sea, por lo mismo y de la misma manera, motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro.

3) Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor, y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano.

Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie.

4) Este primer motor que no es movido por nadie es el que todos entienden por Dios. Luego Dios existe.
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Segunda vía: Se basa en la causalidad eficiente

1) Nos consta por experiencia que hay en el mundo sensible un orden determinado entre las causas eficientes, pues están subordinadas esencialmente entre sí para la producción de un efecto común.

2) Pero no se da, ni es tampoco posible, que una cosa sea causa de sí misma, ni en el orden del ser ni en el de la operación, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible.

3) Ahora bien: esa serie de causas eficientes, subordinadas esencialmente entre sí, no se puede prolongar indefinidamente, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, y ésta causa de la última. Cada una de estas causas actúa por influjo de las causas que la preceden. Y así tenemos que, suprimida una causa se suprime su efecto. Por consiguiente, si no existiese una causa primera, tampoco existiría la intermedia, ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera y, por tanto, no habría efecto último, ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces.

Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera.

4) Esta causa eficiente primera, que no es causada por ninguna otra, a la que están subordinadas todas las demás causas; es decir, esta causa eficiente incausada es llamada por todos Dios. Luego Dios existe.
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Tercera vía: Se fundamenta en la contingencia de los seres

1) Es evidente que hallamos en la naturaleza seres que pueden existir o no existir, pues vemos seres que vienen a la existencia por generación y seres que se destruyen por corrupción; es decir, seres que no tienen en sí mismos la razón de su existencia, sino que están condicionados por otros seres, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Estos seres reciben el nombre de seres contingentes.

2) Ahora bien: es imposible que los seres contingentes hayan existido siempre, ya que lo que tiene la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que no fue. Es decir, los seres contingentes, que tienen la posibilidad de existir y de no existir, reciben la existencia, no por sí mismos, sino por otro ser que ya existe. Así, pues, los seres contingentes son, por esencia, efecto, seres que piden causa, seres que alguna vez han comenzado a existir causados por otro.

Pero, como ya se demostró antes (segunda vía), es imposible y absurdo que haya una serie infinita de seres contingentes, es decir, de causas subordinadas, ya que es imposible que sólo existan efectos.

Por consiguiente, los seres contingentes exigen la existencia de un ser que no haya comenzado a existir; un ser no causado, que exista por sí mismo; un ser que ha existido siempre. A este ser se le llama ser necesario.

3) Pero el ser necesario, o tiene la existencia por sí mismo, o la ha recibido de otro ser necesario superior. En esta segunda hipótesis, si el ser necesario ha recibido su existencia de otro ser necesario superior, es imposible aceptar una serie indefinida de seres necesarios. Es forzoso, por tanto, admitir la existencia de un ser necesario que exista por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de los demás seres.

4) A este ser necesario, que no tiene la existencia recibida de otro, sino que existe por sí mismo, en virtud de su propia naturaleza, es al que todos llaman Dios. Luego Dios existe.
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Cuarta vía: Considera los grados de perfección que hay en los seres

1) Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, más o menos verdaderos y nobles que otros; y lo mismo ocurre con las diversas cualidades. Así, por ejemplo, nadie duda que el hombre es más perfecto que el animal; el animal, más perfecto que el vegetal; y éste más perfecto que el mineral. Lo propio se ha de decir de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de otras perfecciones semejantes, las cuales están realizadas en todos los seres según una diversidad de grados, en virtud de la cual unos seres son más perfectos que otros.

2) Pero la diversidad de grados que se da en esas perfecciones, es decir, las cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos bellas, etc., suponen la existencia de lo máximo; están reclamando un ser óptimo, verdaderísimo, bellísimo, etc. En otras palabras, esos grados dc perfección son algo causado por otro, el cual, si posee esas perfecciones en grado limitado, las tendrá, a su vez, causadas por otro.

3) Pero como es imposible admitir una serie infinita de causas limitadas, causadas, en este proceso de ascensión, llegamos a una primera causa en donde todas esas perfecciones se encuentran en grado sumo y en toda su plenitud. Por lo tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo, bellísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo, pues lo que es verdad máxima es máxima entidad.

Ahora bien: quien tiene una perfección pura en grado máximo, o por esencia, es causa de esta perfección en todos aquellos que la poseen en grado inferior, o por participación. Además, no puede ser más que un único ser, una única perfección subsistente en sí misma, una única perfección en toda su plenitud y totalidad.

4) Por consiguiente, existe algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad, de su belleza y de todas sus perfecciones, porque se trata del Ser sumo, de la Verdad suma, de la suma Bondad; y a este ser todos lo llamamos Dios. Luego Dios existe.
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Quinta vía: Se toma del gobierno del mundo

1) Vemos que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene, es decir, su plena evolución y desarrollo, o la conservación de su especie, o el orden dinámico del cosmos, etc., por lo que se comprende que no van a su fin obrando al azar, sin rumbo ni orientación, sino intencionadamente.

2) Ahora bien: los seres que carecen de conocimiento no pueden tender a sus respectivos fines si no los dirige un ser inteligente que conozca dicho fin, a la manera como el arquero dirige la flecha.

3) Esta inteligencia ordenadora no puede estar ordenada por una serie indefinida de inteligencias, sino que es preciso llegar a un ser inteligente supremo, que consiste en su mismo acto de entender, un entender infinito, subsistente y único; es decir, que es el origen y el fundamento de todas las demás inteligencias que conocen y dirigen las cosas carentes de conocimiento a sus propios fines.

4) Luego existe un Ser inteligente supremo que dirige todas las cosas naturales a sus respectivos fines, y a este Ser lo llamamos Dios. Luego Dios existe.
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Desde la Biblia

Junto a estas cinco pruebas también podemos llegar a constatar la existencia de Dios aproximándonos a la realidad desde un fundamento bíblico:

a) Conocimiento de Dios por medio de la creación

La Sagrada Escritura atestigua este principio: la razón humana puede conocer a Dios por medio de la creación, pues las cosas creadas son testimonio permanente de su Autor y llevan a su Conocimiento con alcance universal.

En este sentido, en el Libro de la Sabiduría encontramos dos motivos por los cuales el hombre puede alcanzar el conocimiento de Dios. Uno es la belleza que hay en las criaturas: por la contemplación de las diversas bellezas creadas, el hombre puede alcanzar el conocimiento de Aquel que es la fuente de toda belleza, Dios, Belleza Suprema. El otro motivo es el poder y la fuerza que existe en la naturaleza creada: las fuerzas de la naturaleza son un reflejo de la Omnipotencia de Aquel a quien se someten todas las potencias.

"Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a y no alcanzan a conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues es el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; porque, si llegaron a adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el universo, ¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?" (Sabiduría 13, 1-9).

b) Conocimiento de Dios por los grados de perfección

Los grados de perfección que el hombre conoce en la naturaleza reflejan la perfección absoluta de un Dios único y personal, al que todos los hombres son llamados a adorar y a seguir.

"La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres, que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque las perfecciones invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del mundo por el conocimiento que de ellas nos dan las criaturas, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en vanos razonamientos, y su insensato corazón se llenó de tinieblas: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso, Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén". (Rom 1, 18-25; ver Hech 14, 14-18; 17, 22-30).

En esta carta, el Apóstol San Pablo enseña claramente que el que no reconoce a Dios lo hace por opción libre, pues no se trata sólo de no percibir lo invisible de Dios en las cosas visibles, sino de un cerrazón del corazón que no quiere reconocer a Dios como Señor, y le niega el dominio sobre el hombre y sobre las cosas. Así, el hombre se degrada, no es capaz de reconocer su puesto en un mundo que se ha convertido en desordenado y caótico, y no acierta a descubrir la dimensión divina que aflora en todas las cosas.

c) El testimonio de la conciencia

Asimismo, en la Sagrada Escritura encontramos otro medio a través del cual el hombre puede conocer a Dios: se trata de su conciencia, la cual expresa tanto la existencia de Dios como la ley natural que Dios escribió en el corazón de todo hombre.

"Cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen las prescripciones de la Ley guiados por la razón natural, sin tener Ley son para sí mismos Ley -es decir, obran según su conciencia-. Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia con los juicios que, alternativamente, ya les acusan o bien les defienden". (Rom 2. 14-15).

Los que no han recibido la Revelación de Dios conocen por su razón natural los principios esenciales que informan la ley natural. En la intimidad de su corazón, todo hombre tiene grabada una ley moral natural que participa de la ley eterna de Dios.

Por último, podemos también llegar a demostrar la existencia de Dios desde la propia experiencia interior.

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Experiencia personal de Dios

Hay muchas personas que no necesitan de esos argumentos antes señalados para creer y amar a Dios, la experiencia interior de percibirse volcado hacia algo eterno lo conduce hacia Aquel Único Eterno, Dios mismo que toca el corazón para entrar en una infinita comunión de amor, en un diálogo personal e intenso.

Es más, el mismo hecho de estar en mayor sintonía con el sello que con su Imagen Dios ha marcado al hombre, lleva a la persona a acercarse a Dios de manera natural, teniendo la convicción de la existencia de Dios como la luz del día o las estrellas de la noche.. Justamente, como imagen de Dios, el hombre conserva esa convicción divina no como algo extraño y añadido por la presión de la cultura, sino como algo propio, como el fundamento radical de su ser, como la luz que explica el dinamismo de su vida, y como el amor en el que encuentra su plenitud.

Ejemplos en la historia de la Iglesia hay muchos, que al momento de ver el propio interior se encuentran con Aquel que ilumina cada espacio del propio ser.

Vemos esto en el testimonio de San Agustín: "Y he aquí que oigo de la casa vecina una voz, no sé si de un niño o de una niña, que decía cantando, y repetía muchas veces: ¡Toma, lee; toma, lee! Y al punto, inmutado el semblante, me puse con toda atención a pensar, si acaso habría alguna manera de juego, en que los niños usasen canturrear algo parecido; y no recordaba haberlo jamás oído en parte alguna. Y reprimido el ímpetu de las lágrimas, me levanté, interpretando que no otra cosa se me mandaba de parte de Dios, sino que abriese el libro y leyese el primer capítulo que encontrase. Porque había oído decir de Antonio, que por la lección evangélica, a la cual llegó casualmente, había sido amonestado, como si se dijese para él lo que se leía: "Ve, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y ven y sígueme" (Mt 19, 31); y con este oráculo, luego se convirtió a Vos. Así que volví a toda prisa al lugar donde estaba sentado Alipio, pues allí había puesto el códice del Apóstol al levantarme de allí; lo arrebaté, lo abrí y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos: No en comilonas ni embriagueces; no en fornicaciones y deshonestidades; no en rivalidad y envidia; sino vestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rom 13, 13-14). No quise leer más, ni fue menester; pues apenas leída esta sentencia, como si una luz de seguridad se hubiera difundido en mi corazón. todas las tinieblas de la duda se desvanecieron".

También, como testimonios más cercano a nuestra época, tenemos al Cardenal Newman, que en su afán de profundizar en la vida interior, se convierte al catolicismo por la oración y el estudio. Asimismo, está Claudel que se siente conmovido en su espíritu al oír el canto del Magníficat en una tarde de Navidad; y confiesa:

"Qué dichosas son las personas que creen! Pero... si fuera verdad... ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! Me ama. Me llama".

-Aciprensa

viernes, 15 de mayo de 2009

UNA CONVERSACION CON DIOS




HOMBRE: Padre Nuestro que estás en los cielos…

DIOS: Si.. Aquí estoy, hijo...

HOMBRE: Por favor... no me interrumpa. ¡Estoy rezando!

DIOS: ¡Pero tu me llamaste hijito!...

HOMBRE: ¿Llamé? No llamé a nadie. Estoy rezando.... Padre Nuestro que estás en los Cielos...

DIOS: ¡¡¡Ah!!! Eres tú nuevamente, hijo.

HOMBRE: ¿Cómo?

DIOS: ¡Me llamaste! Tú dijiste: Padre Nuestro que estás en los Cielos. Estoy aquí. ¿En que te puedo ayudar?

HOMBRE: Pero no quise decir eso. Estoy rezando. Rezo el Padrenuestro todos los días, me siento bien rezando así. Es como cumplir con un deber. Y no me siento bien hasta cumplirlo.

DIOS: Pero ¿cómo puedes decir Padre Nuestro sin pensar que todos son tus Hermanos, ¿Cómo puedes decir “que estás en los cielos”, si no sabes que el Cielo es paz, que el Cielo es amor a todos...?

HOMBRE: Es que realmente no había pensado en eso.

DIOS: Pero... prosigue tu oración, hijo.

HOMBRE: Santificado sea tu nombre...

DIOS: ¡Espera ahí! ¿Qué quieres decir con eso?

HOMBRE: Quiero decir... quiero decir... lo que significa. ¿Cómo lo voy a saber? Es parte de la oración. ¡Sólo eso!

DIOS: Santificado significa digno de respeto, santo, sagrado.

HOMBRE: Ahora entendí. Pero nunca había pensado en el sentido de la palabra SANTIFICADO. "Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo..."

DIOS: ¿Estás hablando en serio?

HOMBRE: ¡Claro! ¿Por qué no?

DIOS: ¿Y que haces tú para que eso suceda?

HOMBRE: ¿Cómo qué hago? ¡Nada! Es que es parte de la oración, hablando de eso... sería bueno que el Señor tuviera un control de todo lo que acontece en el Cielo y en la tierra también.

DIOS: ¿Tengo control sobre ti?

HOMBRE: Bueno... ¡Yo voy a la Iglesia!

DIOS: ¡No fue eso lo que te pregunté! ¿Qué tal el modo en que tratas a tus hermanos, la forma en que gastas tu dinero, el mucho tiempo que das a la televisión, las propagandas por las que corres detrás, y el poco tiempo que me dedicas a Mi? Y no digamos de otros asuntos: tus sensualidades, tus iras, tus irresponsabilidades, tu descuido por el prójimo, tus egoísmos, tu soberbia, tus malos deseos…

HOMBRE: Por favor, ¡Para de criticar!

DIOS: Disculpa. Pensé que estabas pidiendo que se haga mi voluntad. Si eso fuera a acontecer… ¿Qué hacer con aquellos que rezan y no aceptan mi voluntad, el frío, el calor, la lluvia, la naturaleza, la enfermedad, la pobreza, los obstáculos, los problemas....

HOMBRE: Es cierto, tienes razón. Nunca acepto tu voluntad, pues reclamo por todo. Si mandas lluvia, pido sol.. si mandas sol me quejo del calor, si mandas frío, continuo reclamando; pido salud, pero no cuido de ella, dejo de alimentarme o como mucho.

DIOS: Excelente que reconozcas todo eso. Vamos a trabajar juntos tú y yo. Vamos a tener victorias y derrotas. Me está gustando mucho tu nueva actitud.

HOMBRE: Oye Señor, preciso terminar ahora, esta oración está demorando mucho más de lo acostumbrado. Continúo..."el pan nuestro de cada día dánoslo hoy"...

DIOS: ¡Para ahí! ¿Me estas pidiendo sólo el pan material para ti o hablas en plural pidiendo también para otros? No sólo de pan vive el hombre sino también de Mi Palabra. Cuando me pidas el pan, acuérdate de aquellos que no lo tienen. ¡Puedes pedirme lo que quieras, me encanta eso, deja que me vea como un Padre amoroso! Estoy interesado en la última parte de tu oración, continúa...

HOMBRE: "Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores..."

DIOS: Para un momento. Me agrada más lo que dijiste...que pidas que perdone todas tus deudas y no sólo tus ofensas. Pero...¿te has fijado las deudas que tienes conmigo? Eres deudor mío no sólo por tus ofensas y pecados, me debes la vida, me debes la posibilidad de salvarte eternamente si lo buscas y deseas. Te he dado todo lo necesario. Mi Hijo murió por ti en una Cruz para redimirte, te dejó el sacramento del bautismo para limpiar el pecado original con el que naces, te dio el de la Penitencia para que limpies tus faltas y se ofrece en la Eucaristía para llenarte de gracias en la santa comunión; te doy mil gracias si rezas…¿lo has apreciado? Todo esto es obsequio de Dios. ¿Y acaso no me debes la familia, el amigo que te consuela, la Creación entera a tu servicio, la belleza de las flores, el embrujo de la noche…? En fin. ¿Tantas cosas no te hacen también deudor mío? Y si quieres pedir perdón de tus pecados y ofensas, recuerda que yo puedo perdonarte ahora si te arrepientes por verdadero amor a mí, pero deberás hacer el propósito de acudir con mi ministro al sacramento de la penitencia, para reconciliarte ahí a la brevedad. Mi ministro actúa en mi persona y con mi poder. Yo te perdono tus pecados al tiempo que él te absuelve. Recuerda que el arrepentimiento implica un propósito de enmienda, es decir procurar no volver a pecar. Por cierto, tú pides que te perdone en la medida que perdonas, pues así dice la oración. ¿Y tú? ¿Ya has perdonado a ese que tan duramente te ofendió y tanto desprecias?

HOMBRE: ¿Ves? Oye Señor, él me criticó muchas veces y no era verdad lo que decía. Ahora no consigo perdonarlo. Necesito vengarme.

DIOS: Pero… ¿Y tu oración? ¿Qué quieres decir con tu oración? Tú me llamaste y estoy aquí, quiero que salgas de aquí transformado, me gusta que seas honesto. Pero no es bueno cargar con el peso de la ira dentro de ti! ¿Entiendes?

HOMBRE: Entiendo que me sentiría mejor si me vengara.

DIOS: ¡No! Te vas a sentir peor. La venganza no es buena como parece. Piensa en la tristeza que me causarías, piensa en tu tristeza ahora. Yo puedo cambiar todo para ti. Basta que tú lo quieras.

HOMBRE: ¿Puedes? ¿Pero cómo?

DIOS: Perdona a tu hermano, y Yo te perdonaré a ti y te aliviaré. Recuerda que pides que te perdone en la medida que tú perdones también.

HOMBRE: Pero Señor… no puedo perdonarlo.

DIOS: ¡Entonces no me pidas perdón tampoco!

HOMBRE: ¡Estás acertado! Pero sólo quería vengarme, quiero la paz Señor. Está bien, está bien: perdono a todos, pero ¡ayúdame Señor!. Muéstrame el camino a seguir.

DIOS: Esto que pides es maravilloso, estoy muy feliz contigo. Y tú... ¿Cómo te estás sintiendo?

HOMBRE: ¡Bien, muy bien! A decir verdad, nunca me había sentido así. Es muy bueno hablar con Dios.

DIOS: Ahora terminemos la oración… prosigue...

HOMBRE: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal..."

DIOS: Excelente, voy a hacer justamente eso, pero no te pongas en situaciones donde puedas ser tentado. El mal viene del maligno.

HOMBRE: y ahora.. ¿Qué quieres decir con eso?

DIOS: Deja de andar en compañía de personas que te llevan a participar de cosas sucias, secretas. Abandona la maldad, el odio. Todo eso te lleva al camino errado. No uses todo eso como salida de emergencia.

HOMBRE: ¡No te entiendo!

DIOS: ¡Claro que entiendes! Has hecho conmigo eso varias veces. Vas por el camino equivocado y luego corres a pedirme socorro, sin darte cuenta que sufres lo que tú mismo provocaste.

HOMBRE: Tengo mucha vergüenza, perdóname Señor.

DIOS: ¡Claro que te perdono! Siempre perdono a quien está dispuesto a perdonar también. Pero cuando me vuelvas a llamar acuérdate de nuestra conversación, medita cada palabra que dices. Esta oración me agrada de sobremanera…pero bien reflexionada. Termina tu oración.

HOMBRE: ¿Terminar? Ah, sí, "AMEN!"

DIOS: ¿Y qué quiere decir "Amén"?

HOMBRE: No lo sé. Es el final de la oración.

DIOS: Debes decir AMEN cuando aceptas todo lo que quiero, cuando concuerdas con mi voluntad, cuando sigues mis mandamientos, porque AMEN quiere decir ASÍ SEA , estoy de acuerdo con todo lo que oré.

HOMBRE: Señor, gracias por enseñarme esta oración, y ahora gracias también por hacérmela entender.

DIOS: Yo amo a todos mis hijos, pero amo más a aquellos que quieren salir del error, a aquellos que quieren ser libres del pecado. ¡Te bendigo, y permanece en mi paz!

HOMBRE: ¡Gracias Señor! ¡Estoy muy feliz de saber que eres mi amigo y mi Señor!
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Dios sólo le sonrió dulcemente, con un infinito amor
Autor desconocido
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martes, 12 de mayo de 2009

PERDONA NUESTRAS DEUDAS...



Antes se traducía MEJOR el Padrenuestro: Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
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La deuda abarca todo lo que le DEBEMOS a Dios (la vida, la salud, el alimento, el vestido, la familia, la gracia, la redención, etc.). La DEUDA abarca, pues, TODO, naturalmente que también las ofensas que le hacemos.
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La palabra DEBITA en latín se traduce literalmente como DEUDA. Al decir ofensa sólo pedimos a Dios que nos condone lo que debemos por el pecado (ofensas) y no todo lo demás que también le debemos. Traducir la palabra DEBITA como OFENSA es restrictivo. A Dios le debemos TODO, no sólo por nuestras ofensas.
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La Virgen -cuando vivía en la tierra- no habría podido rezar la nueva traducción del padrenuestro porque Ella nunca pecó y por lo tanto jamás ofendió a Dios, en cambio si se traduce literalmente -que es lo más correcto- si lo podría haber rezado -probablemente lo hizo-, porque aún Ella debía todo al Señor. La Virgen tenía para con Dios, la deuda de la Vida (de haber sido creada), de haber sido preservada de todo pecado, de ser la Madre de Dios, etc. Todas esas eran DEUDAS (¡y, por supuesto, no eran ofensas!).
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Luego, la traducción "OFENSAS" hace restrictivo el sentido original de esta oración enseñada por N.S. Jesucristo. Siempre será más correcto decir "DEUDAS", que -como ya hemos explicado- incluyen, también, las ofensas.
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Pidamos a Dios, que nos perdone TODO lo que le debemos, incluyendo -por supuesto- nuestras ofensas. Recemos frecuentemente esta oración. Y no olvidemos que, con el padrenuestro, estamos pidiendo al Padre que nos perdone en la medida que perdonamos nosotros. Si queremos que Dios nos perdone, debemos nosotros también perdonar. El amor y el perdón son la señal del verdadero cristiano.
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