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domingo, 12 de marzo de 2017
REVELACIONES A SOR JOSEFA MENÉNDEZ
"Desde que Judas me entregó en el Huerto de los Olivos, anduvo errante y fugitivo, sin poder acallar los gritos de su conciencia, que le acusaba del más horrible sacrilegio. Cuando llegó a sus oídos la sentencia de muerte pronunciada contra Mí, se entregó a la más terrible desesperación y se ahorcó.
"¿Quién podrá comprender el dolor intenso de mi Corazón cuando vi lanzarse a la perdición eterna esa alma que había pasado tres años en la escuela de mi amor, aprendiendo mi doctrina, recibiendo mis enseñanzas, oyendo tantas veces cómo perdonaban mis labios a los más grandes pecadores?"
(Nota de la Redacción: Haciendo una regresión en el tiempo, situándose antes del ahorcamiento de Judas, Jesús exclama:)
"¡Ah! ¡Judas! ¿Por qué no vienes a arrojarte a mis pies para que te perdone? Si no te atreves a acercarte a Mí por temor a los que me rodean, maltratándome con tanto furor, mírame al menos, ¡verás cuan pronto se fijan en ti mis ojos!..."
(Nota de la Redacción: Ahora ya es tarde, Jesús señala que esa alma traidora se lanzó a la perdición eterna por no arrepentirse y suicidarse por desesperación y falta de confianza en la misericordia divina)
"Almas que estáis enredadas en los mayores pecados... si por más o menos tiempo habéis vivido errantes y fugitivas a causa de vuestros delitos, si los pecados de que sois culpables os han cegado y endurecido el corazón, si por seguir alguna pasión habéis caído en los mayores desórdenes, ¡ah!, no dejéis que se apodere de vosotras la desesperación, cuando os abandonen los cómplices de vuestro pecado o cuando vuestra alma se dé cuenta de su culpa... ¡Mientras el hombre cuenta con un instante de vida, aún tiene tiempo de recurrir a la misericordia y de implorar el perdón!
"Si sois jóvenes y los escándalos de vuestra vida pasada os han degradado ante los hombres, ¡no temáis! aun cuando el mundo os desprecie, os trate de malvados, os insulte, os abandone, estad seguros de que vuestro Dios no quiere que vuestra alma sea pasto dé las llamas del infierno. Desea que os acerquéis a Él para perdonaros. Si no os atrevéis a hablarle, dirigidle miradas y suspiros del corazón y pronto veréis que su mano bondadosa y paternal os conduce a la fuente del perdón y de la vida.
"Si por malicia habéis pasado quizá gran parte de vuestra vida en el desorden o en la indiferencia, y cerca ya de la eternidad, la desesperación quiere poneros una venda en los ojos, no os dejéis engañar; aún es tiempo de perdón, y ¡oídlo bien!; si os queda un segundo de vida, aprovechadlo, porque en él podéis ganar la vida eterna... (Nota de la Redacción: Haciendo un Acto de Contrición perfecta por amor a Dios).
"Si ha transcurrido vuestra existencia en la ignorancia y el error, si habéis sido causa de grandes daños para los hombres, para la sociedad, y hasta para la Religión y por cualquier circunstancia conocéis vuestro error, no os dejéis abatir por el peso de las faltas ni por el daño de que habéis sido instrumento, sino por el contrario, dejando que vuestra alma se penetre del más vivo pesar, abismaos en la confianza y recurrid al que siempre os está esperando para perdonaros todos los yerros de vuestra vida."
* * *
"Lo mismo sucede, si se trata de un alma que ha pasado los primeros años de su vida en la fiel observancia de mis Mandamientos, pero que ha decaído poco a poco del fervor, pasando a una vida tibia y cómoda…
"Pero un día recibe una fuerte sacudida que la despierta; entonces aparece su vida inútil, vacía, sin méritos para la eternidad. El demonio, con infernal envidia, la ataca de mil maneras, le inspira desaliento y tristeza, abultándole sus faltas, acaba por llevarla al temor y a la desesperación.
"¡Almas que tanto amo, no escuchéis este cruel enemigo!... En cuanto sientas la emoción de la gracia y antes de que sea más fuerte la lucha, acude a mi Corazón, pídele que vierta una gota de su Sangre sobre tu alma. ¡Ven a Mí! Ya sabes dónde me encuentro, en los brazos paternales de tus Superiores*. Allí estoy bajo el velo de la fe. Levanta ese velo y dime con entera confianza tus penas, tus miserias, tus caídas... Escucha con respeto mis palabras y no temas por lo pasado. Mi Corazón lo ha sumergido en el abismo de mi misericordia y mi amor te prepara nuevas gracias. Tu vida pasada te dará la humildad que te llenará de méritos, y si quieres darme la mejor prueba de amor, ten confianza y cuenta con mi perdón. Cree que nunca llegarán a ser mayores tus pecados que mi misericordia, pues es infinita."
* * *
"¡Josefa! Permanece sumergida en el abismo de mi amor y pide que las almas se dejen penetrar de esos sentimientos!".
26 de marzo 1923, Lunes Santo
* Nuestros superiores son los sacerdotes que mediante el sacramento de la Penitencia, juzgan y perdonan nuestros pecados.
_____________________________
Sor Josefa Menéndez 1890 – 1923
Religiosa Coadjutora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Recibió mensajes dictados por Nuestro Señor Jesucristo en el convento de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús en Les Feuillants, en Poitiers, Francia, entre 1920 y 1923. En 1938, con el permiso del entonces Cardenal secretario de Estado Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), la Editorial del Apostolado de la Oración de Toulouse publicó Un Appel à l´Amour (Un Llamamiento al Amor), la biografía de Josefa Menéndez, que incluye sus propios registros de visiones, de donde se ha tomado este texto.
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viernes, 2 de agosto de 2013
"LA SODOMÍA ES PESTILENTE PARA MÍ Y DESAGRADABLE HASTA PARA LOS MISMOS DEMONIOS", LE REVELÓ DIOS A SANTA CATALINA DE SIENA
Si no se trata de juzgar el interior de la conciencia de cada homosexual ni si tuvo responsabilidad en las causas que a cada uno en particular lo llevaron a esa equivocada orientación (que los hechos comprueban que puede ser reversible o que, al menos, puede ser llevada en perfecta castidad), pues sólo Dios conoce hasta el más recóndito rincón de esas conciencias, sí es fundamental señalar que la Iglesia Católica enseña que -si se practican- son actos intrínsecamente desordenados y contrarios a la Ley Natural, y los califica como una depravación grave, la que es peor, aún, en caso de ser sacerdotes. De ahí que hubiera sido deseable que el papa Francisco hubiera dicho esto de manera explícita y no sólo de manera implícita, como ya hemos analizado en otro post de nuesto blog (haz click aquí: NO ES VERDAD QUE EL PAPA FRANCISCO APRUEBE LA HOMOSEXUALIDAD), a fin de evitar que sus palabras fueran maliciosamente tergiversadas y perversamente manipuladas por la prensa anticatólica. En adelante habrá que sacar enseñanzas de este episodio.
Por lo anterior, consideramos de vital importancia dar a conocer a nuestros amigos lectores el siguiente texto de Santa Catalina de Siena, sobre sus diálogos con Dios. En ellos transmite sus palabras sobre el pecado de la impureza (en especial el de la homosexualidad o sodomía), que la describe como "algo nauseabundo ante la Divina Majestad" y "desagrable hasta para los demonios".
Por lo anterior, consideramos de vital importancia dar a conocer a nuestros amigos lectores el siguiente texto de Santa Catalina de Siena, sobre sus diálogos con Dios. En ellos transmite sus palabras sobre el pecado de la impureza (en especial el de la homosexualidad o sodomía), que la describe como "algo nauseabundo ante la Divina Majestad" y "desagrable hasta para los demonios".
El Padre Eterno le señala a la santa sus exigencias de limpieza en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.
También le revela: "Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado (de homosexualidad) a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general".
Veamos el texto completo:
Te hago saber, queridísima hija, que a vosotros y a ellos (los sacerdotes) os exijo tanta limpieza en este sacramento (del Santo Sacrificio de la Misa) cuanta es posible al hombre en esta vida. En cuanto esté de vuestra parte, y de la de ellos, debéis procurarla sin cansacio. Debéis considerar que si fuese posible que una naturaleza angélica se purificase para este misterio, sería necesario que lo hiciera de nuevo. No es posible, porque un ángel es puro, pues no puede caer en el veneno del pecado. Te indico esto para que veas cuánta pureza os exijo en este sacramento a vosotros y especialmente a ellos. Pero hacen lo contrario, porque van completamente sucios a este misterio; no sólo con la inmundicia y fragilidad a que naturalmente os halláis inclinados por vuestra débil naturaleza.
Ellos (los que caen en impureza), desgraciados, no sólo no dominan esta fragilidad, aunque la razón lo puede hacer cuando lo quiere el libre albedrío, sino que obran aún peor, porque cometen el maldito pecado que es contra la naturaleza (de homosexualismo o sodomía). Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria en que se encuentran, pues no sólo me es pestilente a mí, sino que ese pecado desagrada a los mismos demonios, a los que esos desgraciados han hecho sus señores. Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza, que sólo por él se hundieron cinco ciudades como resultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia sufrirlas más; que tanto me desagradó ese abominable pecado.
Es desagradable (la sodomía) a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino porque su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehúye -le repele- ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de ese pecado, el demonio se marcha por las razones dichas.
Si te acuerdas bien, sabes cómo antes de la mortandad (la plaga de 1374) te manifesté lo desagradable que me resultaba este pecado y cuán corrompido se hallaba el mundo por él. Por lo que,elevándote sobre ti misma con santo deseo y con sublimación de espíritu, te mostré el mundo entero, y viste en casi toda la gente este miserable pecado y cómo los demonios escapan de él, como te he dicho. Y sabes que recibiste tanta pena, que te parecía estar casi a la muerte. No encontrabais lugar dónde refugiaros, tú y los otros servidores míos, para que esta lepra no os contagiase. No encontraste quien te pudiera cobijar entre los pequeños ni con los grandes, con los jóvenes ni con los viejos, con los religiosos ni con los clérigos, con los prelados ni con los súbditos, se hallaban contaminados por esta maldición.
Te lo manifesté en general; no lo hice con los particulares que por excepción no se contaminaron, pues entre los malos he guardado algunos buenos. La santidad de éstos detiene a mi Justicia para que no mande a las piedras que se vuelvan contra ellos, ni a la tierra que se los trague, ni a los animales que los devoren, ni a los demonios que les saquen el alma del cuerpo. Más bien voy encontrando caminos y modos para poder hacer misericordia, esto es, para que se enmienden, ycomo instrumentos tomo a mis servidores, que están sanos y leprosos, para que intercedan por ellos.
Alguna vez mostraré a éstos, como una vez hice contigo y como tú sabes, estos miserables pecados, para que sean más solícitos en buscar la salvación y me ofrezcan oraciones por ellos con mayor compasión y dolor por los pecados y por la ofensa que me hacen. Si te acuerdas bien, una bocanada de esta pestilencia te afectó tanto, que no podías más, como me dijiste: "¡Oh Padre eterno!, ten misericordia de mí y de tus criaturas. Sácame el alma del cuerpo, porque parece que no lo sufro más, o dame refrigerio y enséñame el lugar de los otros servidores, los tuyos, donde podamos descansar, para que esta lepra no nos pueda dañar ni quitar la limpieza de nuestra alma y de nuestros cuerpos".
Yo te contesté volviéndome hacia ti con ojos de piedad, y te dije y repito: "Hijita mía: sea vuestro reposo dar gloria y alabanza a mi Nombre e incensarme con la oración continua por estos pobrecillos que se hallan en tanta miseria, haciéndose dignos del juicio divino por sus pecados. El lugar donde os cobijéis sea Cristo crucificado, mi Hijo unigénito, habitando y escondiéndoos en la caverna de mi costado, donde gozaréis, por afecto de amor, en la naturaleza humana de Cristo, mi naturaleza divina. En aquel corazón abierto encontraréis mi caridad y la del prójimo, pues por honor a mí, el Padre eterno, y por la obediencia que le impuse para vuestra salvación, sufrió la afrentosa muerte en la santísima Cruz. Viendo y experimentando este amor, seguiréis sus enseñanzas alimentados en la mesa de la Cruz, es decir, soportando por caridad a vuestro prójimo con verdadera paciencia: en penas, tormentos y fatigas, vengan de donde vengan. De esta manera combatiréis la lepra y huiréis de ella.
Este es el remedio dado a ti y a los otros; pero, con todo eso, no se quitaba de tu alma la sensación de la pestilencia y de tiniebla de los ojos del entendimiento. Mi divina providencia, sin embargo, lo remedió, dándote del Cuerpo y de la Sangre de mi Hijo, Dios y hombre entero, tal como lo recibís en el Sacramento del Altar. En señal de que era verdad, se quitó el hedor por medio de la fragancia que recibiste en el Sacramento, y las tinieblas desaparecieron por medio de la luz que en él recibiste. De modo admirable, tal como plugo (place) a mi bondad, quedaste con la fragancia de la sangre en la boca y en el paladar de tu cuerpo durante muchos días, tal como sabes.
Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general, porque están puestos sobre el candelero, son administradores míos, de verdadero Sol, para luz de la virtud y de santa vida; y, sin embargo, lo administran estando ellos en tinieblas.
Tan llenos se encuentran de ellas (las tinieblas), que de la Sagrada Escritura no ven ni entienden más que la corteza, la letra, debido a la hinchazón de su soberbia. Por ser inmundos y lascivos, aunque tienen luz de por sí, de donde la tomaron mis elegidos por razón: es la luz sobrenatural que procede de mí, verdadera Luz, tal como te dije en otro lugar, la reciben sin sacarle el gusto, por no estar en orden el paladar de su alma. Corrompidos por el amor propio y la soberbia, con el estómago atiborrado de inmundicia, deseando dar satisfacción a sus desordenados deseos, repletos de codicia y de avaricia, cometen sin pudor sus pecados. Caen en el pecado de la usura muchos miserables, aunque esté prohibida por mí.
Santa Catalina de Siena
[De El diálogo de la Divina Providencia, en Obras de Santa Catalina de Siena, Madrid: BAC, 1991, p. 292]
domingo, 31 de marzo de 2013
3a. PARTE: LA RESURRECCIÓN, según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich (Resumen)
VIENE DE (haz click): 2a. PARTE: LA PASIÓN, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH (Resumen) |
Cuando se acabó el sábado, Juan fue con las santas mujeres, las consoló. Pero no podía contener sus propias lágrimas por lo que se quedó con ellas solo un corto espacio de tiempo. Entonces, Pedro y Santiago el menor fueron también a verlas con el mismo propósito de confortarlas. Ellas prosiguieron con su pena después de que ellos se fueran.
Vi el alma de Nuestro Señor entre dos ángeles ataviados de guerreros; era luminosa, resplandeciente como el sol del mediodía, la vi atravesar la piedra y unirse con el Sagrado Cuerpo. Vi moverse sus miembros, y el Cuerpo del Señor, unido con su alma y con su divinidad, salir de su mortaja brillante de luz. En ese mismo instante me pareció que una forma monstruosa, con cola de serpiente y una cola de dragón salía de la tierra debajo de la peña, y que se levantaba contra Jesús. Creo que también tenía una cabeza humana. Vi que en la mano del Resucitado ondeaba un estandarte. Jesús pisó la cabeza del dragón y pegó tres golpes en la cola con el palo de su bandera. Desapareció primero el cuerpo, después la cabeza del dragón y quedó solo la cabeza humana. Yo había visto muchas veces esta misma visión antes de la Resurrección y una serpiente igual a la que estaba emboscada en la concepción de Jesús. Me recordó también la serpiente del paraíso, pero ésta todavía era más horrorosa. Creo que era una alegoría de la profecía: "El hijo de la mujer romperá la cabeza de la serpiente", y me pareció un símbolo de la victoria sobre la muerte, pues cuando Nuestro Señor aplastó la cabeza del dragón, ya no vi el sepulcro.
Jesús resplandeciente, se elevó por medio de la peña. La tierra tembló. Uno de los ángeles guerreros, se precipitó del cielo al sepulcro como un rayo, apartó la piedra que cubría la entrada y se sentó sobre ella. Los soldados cayeron como muertos y permanecieron en el suelo sin dar señales de vida. Casio, viendo la luz brillar en el sepulcro se acercó, tocó los lienzos vacíos y se fue con la intención de anunciar a Pilato lo sucedido. Sin embargo aguardó un poco porque había sentido el terremoto y había visto al ángel apartar la piedra a un lado y el sepulcro vacío. Mas no había visto a Jesús.
Mientras la Santísima Virgen oraba interiormente llena de un ardiente deseo de ver a Jesús, un ángel vino a decirle que fuera a la pequeña puerta de Nicodemo, porque Nuestro Señor estaba cerca. El corazón de María se inundó de gozo; se envolvió en su manto y se fue, dejando allí alas santas mujeres sin decir nada a nadie. Le vi encaminarse deprisa hacia la pequeña puerta de la ciudad por donde había entrado con sus compañeras al volver del sepulcro. Caminaba con pasos apresurados, cuando la vi detenerse de pronto en un sitio solitario. Miró a lo alto de la muralla de la ciudad y el alma de Nuestro Señor, resplandeciente, bajó hasta su Madre acompañada de una multitud de almas y patriarcas. Jesús, volviéndose hacia ellos dijo: "He aquí a María, he aquí a mi Madre". Pareció darle un beso y luego desapareció.
En el mismo instante en que un ángel entraba en el sepulcro y la tierra temblaba vi a Nuestro Señor resucitado apareciéndose a su Madre en el Calvario; estaba hermoso y radiante. Su vestido que parecía una copa, flotaba tras Él, era de un blanco azulado, como el humo visto a la luz del sol. Sus heridas resplandecían, y se podían ver a través de los agujeros de las manos. Rayos luminosos salían de las puntas de sus dedos. Las almas de los patriarcas se inclinaron ante la Madre de Jesús. El Salvador mostró sus heridas a su Madre, que se posternó para besar sus pies, mas Él la levantó y desapareció. Se veían luces de antorchas a lo lejos cerca del sepulcro, y el horizonte se esclarecía hacia el oriente, encima de Jerusalén.
La Santa Virgen cayó de rodillas y besó el lugar donde había aparecido su Hijo. Debían ser las nueve de la noche. Sus rodillas y sus pies quedaron marcados sobre la piedra. La visión que había tenido la había llenado de un gozo indecible. Y regresó confortada junto a las santas mujeres, a quienes halló ocupadas en preparar ungüentos y perfumes. No les dijo lo que había visto, pero sus fuerzas se habían renovado, consoló a las demás y las fortaleció en su fe
La Santa Virgen se unió a la preparación de los bálsamos que las santas mujeres habían empezado a elaborar en su ausencia. La intención de ellas era ir al sepulcro antes del amanecer del día siguiente, y verter esos perfumes en el Cuerpo de nuestro Señor.
Las santas mujeres
Estaban las mujeres cerca de la pequeña puerta de Nicodemus cuando Nuestro Señor resucitó pero no vieron nada de los prodigios que habían acontecido en el sepulcro. Tampoco sabían que habían puesto allí una guardia, porque no habían ido la víspera a causa del sábado. Mientras se acercaban se preguntaban entre sí con inquietud: "¿Quién nos apartará la piedra de la entrada?" Querían echar agua de nardo y aceite aromatizado con flores sobre el Cuerpo de Jesús. Querían ofrecer a Nuestro Señor lo más precioso que pudieran encontrar para honrar su sepultura. La que había llevado más cosas era Salomé, no la madre de Juan, sino una mujer rica de Jerusalén, pariente de san José.
Decidieron que, cuando llegaran, dejarían sus perfumes sobre la piedra y esperarían a que alguien pasara para apartarla. Los guardias seguían tendidos en el suelo y las fuertes convulsiones que los sacudían, demostraban cuán grande había sido su terror. La piedra estaba corrida hacia la derecha de la entrada, de modo que se podía penetrar en el sepulcro sin dificultad. Los lienzos que habían servido para envolver a Jesús estaban sobre el sepulcro. La gran sábana estaba en su sitio pero sin su Cuerpo. Las vendas habían quedado sobre el borde anterior del sepulcro, las telas con que María Santísima había envuelto la cabeza de su Hijo estaban en donde había reposado esta.
Vi a las santas mujeres acercarse al jardín, pero, cuando vieron las luces y los soldados tendidos alrededor del sepulcro, tuvieron miedo y se alejaron un poco. Pero Magdalena, sin pensar en el peligro, entró precipitadamente en el huerto y Salomé la siguió a cierta distancia. Otras dos, menos osadas se quedaron en la puerta. Magdalena, al acercarse a los guardias, se sintió sobrecogida y esperó a Salomé; las dos juntas pasaron entre los soldados caídos en el suelo y entraron en la gruta del sepulcro. Vieron la puerta apartada de la entrada y cuando, llenas de emoción penetraron en el sepulcro, encontraron los lienzos vacíos. El sepulcro resplandecía y un ángel estaba sentado a la derecha sobre la piedra. No sé si Magdalena oyó las palabras del ángel, mas salió perturbada del jardín y corrió rápidamente a la ciudad, donde se hallaban reunidos los discípulos. No sé tampoco si el ángel habló a María Salomé, que había quedado en la entrada del sepulcro, pero la vi salir también muy deprisa del jardín, detrás de Magdalena, y reunirse con las otras dos mujeres anunciándoles lo que había sucedido. Se llenaron de sobresalto y de alegría al mismo tiempo, y no se atrevieron a entrar.
Casio que había esperado un rato, pensando quizá que podía ver a Jesús, fue a contárselo todo a Pilato. Al salir se encontró con las santas mujeres, les contó lo que había visto y las exhortó a que fueran a asegurarse por sus propios ojos. Ellas se animaron y entraron en el huerto. A la entrada del sepulcro vieron a dos ángeles vestidos de blanco. Se asustaron y se cubrieron los ojos con las manos y se postraron en el suelo; pero uno de los ángeles les dijo que no tuvieran miedo y que no buscaran allí al crucificado porque había resucitado y estaba vivo. Les mostró el sudario vacío y les mandó decir a los discípulos lo que habían visto y oído añadiendo que Jesús les predecería en Galilea y que recordaran sus palabras: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los pecadores que lo crucificarán pero Él resucitará al tercer día. Entonces los ángeles desaparecieron. Las santas mujeres temblando pero llenas de gozo se volvieron hacia la ciudad. Estaban sobrecogidas y emocionadas; no se apresuraban sino que se paraban de vez en cuando para mirar a ver si veían a Nuestro Señor o si volvía Magdalena.
Mientras tanto Magdalena había ya llegado al cenáculo, estaba fuera de sí y llamó a la puerta con fuerza. Algunos discípulos estaban todavía acostados. Pedro y Juan le abrieron. Magdalena les dijo desde fuera: "Se han llevado el Cuerpo del Señor y no sabemos a dónde lo han llevado". Después de estas palabras se volvió corriendo al huerto. Pedro y Juan entraron alarmados en la casa y dijeron algunas palabras a los otros discípulos. Después la siguieron corriendo; Juan más deprisa que Pedro.
El cabello le caía sobre ambos lados sobre la cara, se lo recogió con las manos echándoselo hacia atrás y entonces, a diez pasos del sepulcro, en el oriente, donde el jardín sube hacia la ciudad vio aparecer una figura vestida de blanco, entre los arbustos a la luz del sepulcro y corriendo hacia él oyó que le dirigía estas palabras: "Mujer ¿por qué lloras?" Creyó que era el huertano porque llevaba una azada en la mano y sobre la cabeza un sombrero ancho, que parecía hecho de corteza de árbol. Yo había visto bajo esta forma al jardinero de la parábola de Jesús que contara en Betania a las santas mujeres poco antes de su Pasión. No resplandecía sino que era como un simple hombre vestido de blanco a la luz del crepúsculo. Él le preguntó de nuevo: "¿Por qué lloras?" Entonces ella en medio de sus lágrimas respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé a dónde. Si lo has visto dime dónde está y yo iré a por Él." Y volvió a dirigir la vista frenéticamente a su alrededor. Entonces Jesús le dijo con su voz de siempre: "¡Magdalena!" Ella reconociendo su voz y olvidando crucifixión, muerte y sepultura, como si siguiera vivo dijo volviéndose repentinamente hacia Él: "¡Rabí!" postrándose de rodillas ante Él, con sus brazos extendidos hacia los pies del Resucitado. Pero Él la detuvo diciéndole: "No me toques, pues aún no he subido hacia mi Padre. Ve a decirles a mis hermanos que subo hacia mi Padre y Vuestro Padre, hacia mi Dios y Vuestro Dios" y desapareció.
Jesús le dijo que no le tocara a causa de la impetuosidad de ella, que pensaba que Él vivía la misma vida que antes. En cuanto a las palabras de "aún no he subido a mi Padre" quería expresar que aún no había dado las gracias al Padre por la obra de la Redención, a quién pertenecen las primicias de la alegría. Pero ella en el ímpetu de su amor, ni siquiera se daba cuenta de las cosas grandes que habían pasado. Lo único que quería era poder besar sus pies como antes.
Después de un momento de perturbación Magdalena corrió al sepulcro, donde seguían los ángeles, que le repitieron las mismas palabras que habían dicho alas otras mujeres, que no buscaran allí al Crucificado porque había resucitado como había predicho. Segura entonces del milagro salió a buscar a las santas mujeres encontrándolas en el camino que conduce al Gólgota.
Toda esta escena no duró más de tres minutos. Eran las dos y media cuando Nuestro Señor se había aparecido a Magdalena y Juan y Pedro llegaban al jardín justo cuando ella acababa de irse. Juan entró el primero deteniéndose a la entrada del sepulcro. Miró por la piedra apartada y vio que estaba vacío. Después llegó Pedro y entró en la gruta donde vio los lienzos doblados. Juan le siguió e inmediatamente creyó que había resucitado y ambos comprendieron claramente todas las palabras que les había dicho. Pedro escondió los lienzos bajo su manto y volvieron corriendo. Los ángeles seguían allí pero creo que Pedro no los vio. Juan dijo más tarde a los discípulos de Emaús que había visto desde fuera a un ángel.
En ese momento los guardias revivieron, se levantaron y recogieron sus picas y faroles. Estaban aterrorizados. Yo los vi correr hasta llegar a las puertas de la ciudad. Mientras tanto Magdalena contó a las santas mujeres que había visto a Nuestro Señor y lo que los ángeles le habían dicho; luego se volvió a Jerusalén y las mujeres al jardín creyendo que allí encontrarían a los dos Apóstoles. Cuando ya estaban cerca Jesús se les apareció vestido de blanco y les dijo: "Yo os saludo". Ellas se echaron a sus pies anonadadas. Él les dijo algunas palabras y parecía indicarles algo con la mano. Luego desapareció.
Entonces las santas mujeres corrieron al cenáculo y contaron a los discípulos que quedaran allí, lo que habían visto. Ellos no querían creerlas ni a ellas ni a Magdalena, calificando todo lo que les decían de sueños de mujeres, hasta que volvieron Pedro y Juan. Al regresar estos se habían encontrado también con Tadeo y Santiago el menor, que los habían seguido y estaban muy conmovidos, ya que Nuestro Señor se les había aparecido a ellos también cerca del cenáculo. Yo había visto a Jesús pasar delante de Pedro y de Juan y me pareció que Pedro lo vio porque lo vi sobrecogerse súbitamente. No sé si Juan lo reconoció.
Los guardias
Casio fue a ver a Pilato una hora tras la Resurrección cuando aún el Gobernador romano estaba durmiendo. Le contó emocionado cuanto había visto en el huerto. Le relató sobre el temblor de la peña y cómo un ángel había apartado la piedra del sepulcro y que los lienzos quedaran vacíos. Le dijo que Jesús de Narzaret era efectivamente el Mesías, el Hijo de Dios y que, verdaderamente había resucitado. Pilato escuchó todo el relato con terror escondido y sin querer demostrarlo dijo a Casio: "Eso son supersticiones, has cometido una necedad acercándote tanto al sepulcro del Galileo, sus dioses se han apoderado de ti y te han hecho ver todas esas visiones fantásticas que ahora me cuentas. Te aconsejo que no digas nada de esto a los sacerdotes, porque ellos podrían perjudicarte". Hizo como si creyera que los discípulos hubieran robado y escondido el Cuerpo de Jesús mientras los guardias se habían dormido borrachos y que contaban esas supercherías para no declarar y reconocer su negligencia. Cuando Pilato hubo dicho todo esto y Casio se fue, él corrió a ofrecer sacrificios a sus dioses.
Los cuatro soldados que habían estado custodiando el sepulcro llegaron a continuación y relataron a Pilato lo mismo que Casio, pero él no queriendo escucharles más, los envió a Caifás. Los demás soldados estaban ya en el templo donde se habían reunido muchos ancianos judíos, ante los que narraban lo que había ocurrido en el huerto del sepulcro. Después de las deliberaciones, los ancianos cogieron a los soldados uno a uno y a fuerza de dinero o amenazas, los fueron convenciendo para que contaran que los discípulos se habían llevado el Cuerpo de Jesús mientras ellos dormían. Los soldados dijeron que sus compañeros habían ido a casa de Pilato a contarles lo mismo y que les iban a contradecir, pero los fariseos les prometieron que lo amañarían todo con el gobernador. En esto llegaron los soldados que habían ido a casa de Pilato y se negaron a rectificar lo que le habían contado a este.
Se había ido corriendo el rumor de que José de Arimatea se había librado milagrosamente de la prisión. Así que cuando los soldados fueron acusados por los fariseos de haberse dejado sobornar por los discípulos de Cristo para dejarles llevarse el Cuerpo y amenazados con fuertes castigos por no presentar el cadáver de Jesús, los soldados dijeron que cómo era que no castigaran también a los que no habían podido custodiar y presentar el de José. Algunos que se mantuvieron firmes en lo que habían dicho y hablaron libremente del juicio inicuo de la antevíspera y del modo en que se había interrumpido la Pascua, fueron enviados a la cárcel. Los demás difundieron el embuste que fue extendido por los saduceos, herodianos y fariseos, esparciéndolo por todas las sinagogas y acompañándolo de injurias contra Jesús.
Sin embargo todas esas calumnias no consiguieron lo que pretendían, porque tras la Resurrección de Jesús, muchos de los judíos de la ley antigua se aparecieron a muchos de sus descendientes que eran capaces de recibir la gracia, exhortándolos a que se convirtiesen. Muchos discípulos dispersados por el país y atemorizados, vieron también apariciones semejantes que los consolaron y afirmaron en la Fe.
La aparición de los muertos que salieron de sus sepulcros no tenían el aspecto de Jesús Resucitado, renovado y con su Cuerpo glorificado, no sujeto a la muerte, con el que subió al cielo ante sus discípulos; sino que esos cuerpos que habían salido del sepulcro para dar testimonio de Cristo, eran simples cadáveres, prestados como vestiduras a las almas que los habían habitado, para luego volver a dejarlos nuevamente en la tierra, hasta que resuciten como todos nosotros el día del Juicio Final. Ninguno resucitó como Lázaro, que realmente volvió a la vida y luego murió por segunda vez.
Final de las visiones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
El domingo siguiente, si mal no recuerdo, vi a los judíos lavar y purificar el Templo ofreciendo sacrificios expiatorios, escondiendo las señales del terremoto con tablas y alfombras y continuaron las celebraciones de la Pascua que se habían interrumpido. Dijeron que no se habían podido terminar aquel mismo día por la presencia de impuros al Templo y aplicaron no sé de qué modo, una visión de Ezequiel sobre la resurrección de los muertos. Amenazaron con graves castigos a los que murmuraran o hablaran; sin embargo no calmaron sino a la parte del pueblo más ignorante e inmoral. Los mejores se convirtieron primero en secreto y después de Pentecostés, abiertamente.
El Sumo Sacerdote y sus acólitos perdieron una gran parte de su osadía al ver que la doctrina de Jesús se propagaba tan rápidamente. En el tiempo del diaconado de San Esteban, Ofel y la parte oriental del Sión no podían contener la comunidad cristiana y fueron ocupando el espacio que se extiende desde la ciudad hasta Betania.
Vi a Anás como poseído por el demonio y al final fue confinado para no volver a ser visto nunca más públicamente. La locura de Caifás era menos evidente exteriormente, en cambio era tal la violencia de la rabia secreta que lo devoraba, que acabó perturbado en su raciocinio.
El jueves después de la Pascua, vi a Pilato hacer buscar a su mujer inútilmente por la ciudad. Estaba escondida en casa de Lázaro, en Jerusalén. No podían adivinarlo, pues ninguna mujer habitaba en aquella casa. Esteban, que era primo de San Pablo, le llevaba comida y le contaba lo que sucedía en la ciudad. También vi a Simón el Cirineo el día después de la Pascua; fue a ver a los Apóstoles y les pidió ser instruido y bautizado por ellos. Casio dejó la milicia y se juntó con los discípulos. Fue uno de los primeros que recibieron el bautismo, después de Pentecostés, junto con otros soldados convertidos al pie de la Cruz.
FIN
Fragmentos y resumen de la Visiones y Revelaciones de Ana Catalina Emerich. Para ir al inicio de la serie de tres, HAZ CLICK AQUÍ.
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CATOLICIDAD DESEA A TODOS SUS AMIGOS-LECTORES FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN: EL SEÑOR HA RESUCITADO ¡ALELUYA!
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sábado, 30 de marzo de 2013
2a. PARTE: LA PASIÓN, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH (Resumen)
LUCIFER SERÁ DESENCADENADO ANTES DEL AÑO 2,000, PROFETIZÓ ESTA RELIGIOSA
Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que esa sangre redentora, que pide misericordia para nosotros, pidiera venganza contra ellos; Pilatos mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado, en donde brillaba una piedra preciosa y otra capa... Cuando Pilatos se sentó, dijo a los judíos: "¡Ved aquí a vuestro Rey!"; y ellos respondieron: "¡Crucificadlo!". "¿Queréis que crucifique a vuestro Rey?", volvió a decir Pilatos. "¡No tenemos más Rey que César!" gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio...Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al emperador Tiberio; después expuso la acusación intentada contra Jesús, que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte, por haber agitado la paz pública y violado su ley, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de los judíos, habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime. El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús, y al acabar dijo: "Condeno a Jesús de Nazareth, Rey de los judíos, a ser crucificado"; y mandó traer la cruz.
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Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que esa sangre redentora, que pide misericordia para nosotros, pidiera venganza contra ellos; Pilatos mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado, en donde brillaba una piedra preciosa y otra capa... Cuando Pilatos se sentó, dijo a los judíos: "¡Ved aquí a vuestro Rey!"; y ellos respondieron: "¡Crucificadlo!". "¿Queréis que crucifique a vuestro Rey?", volvió a decir Pilatos. "¡No tenemos más Rey que César!" gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio...Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al emperador Tiberio; después expuso la acusación intentada contra Jesús, que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte, por haber agitado la paz pública y violado su ley, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de los judíos, habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime. El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús, y al acabar dijo: "Condeno a Jesús de Nazareth, Rey de los judíos, a ser crucificado"; y mandó traer la cruz.
JESÚS CARGA CON SU CRUZ HASTA EL CALVARIO
...Cuando Pilatos salía del Tribunal, una parte de los soldados lo siguió y formó ante el palacio; una pequeña escolta se quedó con los condenados. Veintiocho fariseos armados, entre los cuales estaban los seis enemigos de Jesús que habían estado presentes en su arresto en el huerto de los Olivos, vinieron a caballo para acompañarlo al suplicio. Los verdugos condujeron a Jesús al centro de la plaza, adonde fueron los esclavos a dejar la cruz a sus pies. Los dos brazos estaban provisionalmente atados a la pieza principal con cuerdas. Jesús se arrodilló, la abrazó y la besó tres veces, dirigiendo a su Padre acciones de gracias por la Redención del género humano. Como los sacerdotes paganos abrazaban un nuevo altar, así Nuestro Señor abrazaba su cruz. Los soldados, con gran esfuerzo, colocaron la pesada carga de la cruz sobre el hombro derecho de Jesús...
...Recorrieron un tramo más de calle y llegaron a la cuesta de una muralla vieja interior de la ciudad. Delante de ella hay una plaza abierta, de donde salen tres calles. En esa plaza, Jesús, al pasar sobre una piedra gruesa, tropezó y cayó; la Cruz se deslizó de su hombro, quedó a su lado y ya no se pudo levantar. Algunas personas bien vestidas que pasaban para ir al Templo, exclamaron llenas de compasión: "¡Ah, mira este pobre hombre, está agonizando!". Pero sus enemigos no tenían piedad de Él. Esto causó un tumulto y retraso; no podían poner a Jesús en pie y los fariseos dijeron a los soldados: "No llegará vivo si no buscáis a un hombre que le ayude a llevar la Cruz". Vieron a poca distancia un pagano, llamado Simón el Cirineo, acompañado de sus tres hijos, que llevaba debajo del brazo un haz de ramas menudas, pues era jardinero y venía de trabajar en los jardines situados cerca de la muralla oriental de la ciudad. Estaba atrapado en medio de la multitud y los soldados, habiendo reconocido por su vestido que era un pagano y un obrero de la clase inferior, lo agarraron y le mandaron que ayudara al Galileo a llevar su Cruz. Primero rehusó, pero tuvo que ceder a la fuerza. Sus hijos lloraban y gritaban y algunas mujeres que los conocían, se hicieron cargo de ellos.
Simón sentía mucho disgusto y vejación por tener que caminar junto a un hombre en tan deplorable estado como en el que se hallaba Jesús: sucio, herido y su ropa toda llena de lodo. Mas Jesús lloraba y le miraba con ternura, de modo que Simón se sintió conmovido. Le ayudó a levantarse y al instante los alguaciles ataron sobre sus hombros uno de los brazos de la Cruz. Él seguía a Jesús detrás, que se sentía aliviado de su carga. Se pusieron otra vez en marcha. Simón era un hombre robusto, de cuarenta años; sus hijos llevaban vestidos de color rojo. Dos eran ya crecidos, se llamaban Rufo y Alejandro: se reunieron después a los discípulos de Jesús. El tercero era más pequeño y lo he visto viviendo con San Esteban, aún niño. Simón no llevó mucho tiempo la Cruz sin sentirse penetrado de compasión y profundamente tocado por la gracia...
...Después que los alguaciles extendieron al Divino Salvador sobre la Cruz y habiendo estirado su brazo derecho sobre el brazo derecho de la Cruz, lo ataron fuertemente; uno de ellos puso la rodilla sobre su pecho sagrado, otro le abrió la mano, y el tercero apoyó sobre la carne un clavo grueso y largo, y lo clavó con un martillo de hierro. Un gemido dulce y claro salió del pecho de Jesús y su sangre saltó sobre los brazos de sus verdugos. Los clavos era muy largos, la cabeza chata y del diámetro de una moneda mediana, tenían tres esquinas y eran del grueso de un dedo pulgar a la cabeza: la punta salía detrás de la Cruz.
Habiendo clavado la mano derecha del Salvador, los verdugos vieron que la mano izquierda no llegaba al agujero que habían abierto; entonces ataron una cuerda a su brazo izquierdo y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que la mano llegó al agujero. Esta dislocación violenta de sus brazos lo atormentó horriblemente, su pecho se levantaba y sus rodillas se estiraban. Se arrodillaron de nuevo sobre su cuerpo, le ataron el brazo para hundir el segundo clavo en la mano izquierda; otra vez se oían los quejidos del Señor en medio de los martillazos. Los brazos de Jesús quedaban extendidos horizontalmente, de modo que no cubrían los brazos de la Cruz.
Estaba cubierto de una palidez mortal y exhalaba gemidos de su pecho. Los fariseos lo llenaban de insultos y de burlas. Habían clavado a la Cruz un pedazo de madera para sostener los pies de Jesús, a fin de que todo el peso del cuerpo no pendiera de las manos y para que los huesos de los pies no se rompieran cuando los clavaran. Ya se había hecho el clavo que debía traspasar los pies y una excavación para los talones. El cuerpo de Jesús se hallaba contraído a causa de la violenta extensión de los brazos. Los verdugos extendieron también sus rodillas atándolas con cuerdas; pero como los pies no llegaban al pedazo de madera, puesto para sostenerlos, unos querían taladrar nuevos agujeros para los clavos de las manos; otros vomitando imprecaciones contra el Hijo de Dios, decían: "No quiere estirarse, pero vamos a ayudarle". En seguida ataron cuerdas a su pierna derecha, y lo tendieron violentamente, hasta que el pie llegó al pedazo de madera. Fue una dislocación tan horrible, que se oyó crujir el pecho de Jesús, quien, sumergido en un mar de dolores, exclamó: "¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío!".
Después ataron el pie izquierdo sobre el derecho y habiéndolo abierto con una especie de taladro, tomaron un clavo de mayor dimensión para atravesar sus sagrados pies. Esta operación fue la más dolorosa de todas. Conté hasta treinta martillazos. Los gemidos de Jesús eran una continua oración, que contenía ciertos pasajes de los salmos que se estaban cumpliendo en aquellos momentos. Durante toda su larga Pasión el divino Redentor no ha cesado de orar. He oído y repetido con Él estos pasajes y los recuerdo algunas veces al rezar los salmos; pero actualmente estoy tan abatida de dolor, que no puedo coordinarlos. El jefe de la tropa romana había hecho clavar encima de la Cruz la inscripción de Pilatos. Como los romanos se burlaban del título de Rey de los judíos, algunos fariseos volvieron a la ciudad para pedir a Pilatos otra inscripción. Eran las doce y cuarto cuando Jesús fue crucificado y en el mismo momento en que elevaban la Cruz, el templo resonaba con el ruido de las trompetas que celebraban la inmolación del cordero pascual.
La hora del Señor había llegado: un sudor frío corrió sus miembros, Juan limpiaba los pies de Jesús con su sudario. Magdalena, partida de dolor, se apoyaba detrás de la Cruz. La Virgen Santísima de pie entre Jesús y el buen ladrón, miraba el rostro de su Hijo moribundo. Entonces Jesús dijo: "¡Todo está consumado!". Después alzó la cabeza y gritó en alta voz: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue un grito dulce y fuerte, que penetró el cielo y la tierra: enseguida inclinó la cabeza y rindió el espíritu.
Juan y las santas mujeres cayeron de cara sobre el suelo. El centurión Abenadar tenía los ojos fijos en la cara ensangrentada de Jesús, sintiendo una emoción muy profunda. Cuando el Señor murió, la tierra tembló, abriéndose el peñasco entre la Cruz de Jesús y la del mal ladrón. El último grito del Redentor hizo temblar a todos los que le oyeron. Entonces fue cuando la gracia iluminó a Abenadar. Su corazón, orgulloso y duro, se partió como la roca del Calvario; tiró su lanza, se dio golpes en el pecho gritando con el acento de un hombre nuevo: "¡Bendito sea el Dios Todopoderoso, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; éste era justo; es verdaderamente el Hijo de Dios!". Muchos soldados, pasmados al oír las palabras de su jefe, hicieron como él. Abenadar, convertido del todo, habiendo rendido homenaje al Hijo de Dios, no quería estar más al servicio de sus enemigos. Dio su caballo y su lanza a Casio, el segundo oficial, quien tomó el mando y habiendo dirigido algunas palabras a los soldados, se fue en busca de los discípulos del Señor, que se mantenían ocultos en las grutas de Hinnón. Les anunció la muerte del Salvador y se volvió a la ciudad a casa de Pilatos.
Cuando Abenadar dio testimonio de la divinidad de Jesús, muchos soldados hicieron como él: lo mismo hicieron algunos de los que estaban presentes y aún algunos fariseos de los que habían venido últimamente. Mucha gente se volvía a su casa dándose golpes de pecho y llorando. Otros rasgaron sus vestidos y se cubrieron con tierra la cabeza. Era poco más de las tres cuando Jesús rindió el último suspiro. Los soldados romanos vinieron a guardar la puerta de la ciudad y a ocupar algunas posiciones para evitar todo movimiento tumultuoso. Casio y cincuenta soldados se quedaron en el Calvario...
FUE SEPULTADO
Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. Fue un espectáculo muy tierno; tenían el mismo cuidado, las mismas precauciones como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús. Todos los circunstantes tenían los ojos fijos en el cuerpo del Señor y seguían sus movimientos, levantaban las manos al cielo, derramaban lágrimas y daban señales del más profundo dolor. Todos estaban penetrados de un respeto profundo, hablando sólo en voz baja para ayudarse unos a otros. Mientras los martillazos se oían, María, Magdalena y todos los que estaban presentes a la crucifixión, tenían el corazón partido. El ruido de esos golpes les recordaba los padecimientos de Jesús; temían oír otra vez el grito penetrante de sus sufrimientos. Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies. Después de un rato, Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el sábado. María se despidió de Él en los términos más tiernos... Introdujeron el cuerpo del Señor, llenaron de aromas una parte del sepulcro, extendieron una sábana sobre la cual pusieron el Cuerpo y salieron. Entonces entró la Virgen, se sentó al lado de la cabeza, y se bajó, llorando, sobre el cuerpo de su Hijo. Cuando salió de la gruta, Magdalena entró y besó, llorando, los pies sagrados de Jesús; pero habiéndole dicho los hombres que debían cerrar el sepulcro, se volvió con las otras mujeres. Pusieron la tapa de color oscuro, y cerraron la puerta...
DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS
Cuando Jesús, dando un grito, exhaló su alma santísima, yo la vi, como una forma luminosa, entrar en la tierra al pie de la cruz; muchos ángeles, entre los cuales estaba Gabriel, la acompañaban...El sitio donde entró el alma de Jesús estaba dividido en tres partes: eran como tres mundos...El Salvador, radiante de luz era conducido en triunfo por los ángeles entre los dos círculos; en el de la izquierda estaban los Patriarcas anteriores a Abrahan, en el de la derecha hallábanse las almas de los que habían vívido desde Abrahán hasta San Juan Bautista. Cuando Jesús pasó así, no lo conocieron; mas todo se llenó de gozo y de deseo v hubo como una dilatación en esos lugares estrechos donde estaban apretados. Jesús pasó entre ellos como el aire, como la luz, como el rocío de la redención, mas con la rapidez de un viento impetuoso. Penetró entre esos dos círculos hasta un sitio cubierto de niebla, donde estaban Adán y Eva; les hablo, y ellos le adoraron con gozo indecible. El Señor, acompañado de los dos primeros seres humanos, entró a la izquierda en el circulo de los Patriarcas anteriores a Abrahán; era una especie de purgatorio...El Salvador se presentó a ellas, y cantaron sus alabanzas. El alma del Señor, hacia el limbo propiamente encontró el alma del buen ladrón conducida por los ángeles al seno de Abrahán, y a del mal ladrón que los demonios llevaban a los infiernos.
El alma de Jesús, acompañada de los ángeles, de las almas libertadas y de los malos espíritus cautivos, entro en el seno de Abrahán. Ese lugar me pareció más elevado; como cuando se sube de una iglesia subterránea a la iglesia superior. Los demonios encadenados resistían, y no querían entrar; mas los ángeles les obligaron a ello. Allí se hallaban todos los santos israelitas, a la izquierda los Patriarcas, Moisés, los Jueces y los Reyes; a la derecha los Profetas, los antecesores de Jesús y sus parientes como Joaquín, Ana, José, Zacarías, Isabel y Juan. No había malos espíritus en ese lugar; la sola pena que en el se padecía era el deseo ardiente del cumplimiento de la promesa, el cual estaba satisfecho. Una alegría y felicidad indecibles entraron en esas almas, que saludaron y adoraron al Redentor. Algunos de ellos fueron enviados sobre la tierra para tomar momentáneamente sus cuerpos y dar testimonio de Jesús. Entonces fue cuando tantos muertos se aparecieron en Jerusalén. Se me aparecían como cadáveres errantes, y depusieron otra vez sus cuerpos en la tierra, como un enviado de la justicia deja su capa de oficio cuando ha cumplido con la orden se sus superiores.
Después vi a Jesús, con su acompañamiento triunfal entrar en una esfera más profunda, donde se hallaban los paganos piadosos que habían tenido un presentimiento de la verdad y la desearon. Había entre ellos malos espíritus, pues tenían ídolos. Vi a los demonios obligados a confesar su fraude y esas almas adoraron al Señor con grande alegría. Los demonios fueron encadenados y llevados cautivos. Vi también a Jesús atravesar como Libertador muchos lugares donde había almas encerradas; pero mi triste estado no me permite contarlo todo...Vi multitud innumerable de almas rescatadas elevarse del purgatorio y del limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial....En fin, vi a Jesús acercarse con rostro severo al centro del abismo. El infierno se me apareció... Un aullido de horror se elevaba sin cesar; las puertas se hundieron, y apareció un mundo horrible de tinieblas...
LUCIFER SERÁ DESENCADENADO POR ALGÚN TIEMPO, CINCUENTA O SESENTA AÑOS ANTES DEL AÑO 2,000
Cuando los ángeles echaron las puertas abajo, fue como un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y lamentos. Algunos ángeles arrojaron a ejércitos enteros de demonios. Todos tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios. Muchos fueron encadenados en un círculo que rodeaba otros círculos concéntricos. En el medio del infierno había un abismo de tinieblas: Lucifer fue precipitado en él encadenado, y negros vapores se extendían sobre él. Todo esto se hizo según ciertos arcanos divinos. He sabido que Lucifer debe ser desencadenado por algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo, si no me equivoco. Otros muchos nombres de que no me acuerdo, fueron designados. Algunos demonios deben quedar sueltos antes para castigar y tentar al mundo. Algunos han sido desencadenados en nuestros días, otros lo serán pronto. Me es imposible contar todo lo que me ha sido mostrado; es demasiado para que yo pueda coordinarlo.
Continúa aquí, haz click: 3a. PARTE: LA RESURRECCIÓN, según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick (Resumen)
FUE SEPULTADO
Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. Fue un espectáculo muy tierno; tenían el mismo cuidado, las mismas precauciones como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús. Todos los circunstantes tenían los ojos fijos en el cuerpo del Señor y seguían sus movimientos, levantaban las manos al cielo, derramaban lágrimas y daban señales del más profundo dolor. Todos estaban penetrados de un respeto profundo, hablando sólo en voz baja para ayudarse unos a otros. Mientras los martillazos se oían, María, Magdalena y todos los que estaban presentes a la crucifixión, tenían el corazón partido. El ruido de esos golpes les recordaba los padecimientos de Jesús; temían oír otra vez el grito penetrante de sus sufrimientos. Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies. Después de un rato, Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el sábado. María se despidió de Él en los términos más tiernos... Introdujeron el cuerpo del Señor, llenaron de aromas una parte del sepulcro, extendieron una sábana sobre la cual pusieron el Cuerpo y salieron. Entonces entró la Virgen, se sentó al lado de la cabeza, y se bajó, llorando, sobre el cuerpo de su Hijo. Cuando salió de la gruta, Magdalena entró y besó, llorando, los pies sagrados de Jesús; pero habiéndole dicho los hombres que debían cerrar el sepulcro, se volvió con las otras mujeres. Pusieron la tapa de color oscuro, y cerraron la puerta...
DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS
Cuando Jesús, dando un grito, exhaló su alma santísima, yo la vi, como una forma luminosa, entrar en la tierra al pie de la cruz; muchos ángeles, entre los cuales estaba Gabriel, la acompañaban...El sitio donde entró el alma de Jesús estaba dividido en tres partes: eran como tres mundos...El Salvador, radiante de luz era conducido en triunfo por los ángeles entre los dos círculos; en el de la izquierda estaban los Patriarcas anteriores a Abrahan, en el de la derecha hallábanse las almas de los que habían vívido desde Abrahán hasta San Juan Bautista. Cuando Jesús pasó así, no lo conocieron; mas todo se llenó de gozo y de deseo v hubo como una dilatación en esos lugares estrechos donde estaban apretados. Jesús pasó entre ellos como el aire, como la luz, como el rocío de la redención, mas con la rapidez de un viento impetuoso. Penetró entre esos dos círculos hasta un sitio cubierto de niebla, donde estaban Adán y Eva; les hablo, y ellos le adoraron con gozo indecible. El Señor, acompañado de los dos primeros seres humanos, entró a la izquierda en el circulo de los Patriarcas anteriores a Abrahán; era una especie de purgatorio...El Salvador se presentó a ellas, y cantaron sus alabanzas. El alma del Señor, hacia el limbo propiamente encontró el alma del buen ladrón conducida por los ángeles al seno de Abrahán, y a del mal ladrón que los demonios llevaban a los infiernos.
El alma de Jesús, acompañada de los ángeles, de las almas libertadas y de los malos espíritus cautivos, entro en el seno de Abrahán. Ese lugar me pareció más elevado; como cuando se sube de una iglesia subterránea a la iglesia superior. Los demonios encadenados resistían, y no querían entrar; mas los ángeles les obligaron a ello. Allí se hallaban todos los santos israelitas, a la izquierda los Patriarcas, Moisés, los Jueces y los Reyes; a la derecha los Profetas, los antecesores de Jesús y sus parientes como Joaquín, Ana, José, Zacarías, Isabel y Juan. No había malos espíritus en ese lugar; la sola pena que en el se padecía era el deseo ardiente del cumplimiento de la promesa, el cual estaba satisfecho. Una alegría y felicidad indecibles entraron en esas almas, que saludaron y adoraron al Redentor. Algunos de ellos fueron enviados sobre la tierra para tomar momentáneamente sus cuerpos y dar testimonio de Jesús. Entonces fue cuando tantos muertos se aparecieron en Jerusalén. Se me aparecían como cadáveres errantes, y depusieron otra vez sus cuerpos en la tierra, como un enviado de la justicia deja su capa de oficio cuando ha cumplido con la orden se sus superiores.
Después vi a Jesús, con su acompañamiento triunfal entrar en una esfera más profunda, donde se hallaban los paganos piadosos que habían tenido un presentimiento de la verdad y la desearon. Había entre ellos malos espíritus, pues tenían ídolos. Vi a los demonios obligados a confesar su fraude y esas almas adoraron al Señor con grande alegría. Los demonios fueron encadenados y llevados cautivos. Vi también a Jesús atravesar como Libertador muchos lugares donde había almas encerradas; pero mi triste estado no me permite contarlo todo...Vi multitud innumerable de almas rescatadas elevarse del purgatorio y del limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial....En fin, vi a Jesús acercarse con rostro severo al centro del abismo. El infierno se me apareció... Un aullido de horror se elevaba sin cesar; las puertas se hundieron, y apareció un mundo horrible de tinieblas...
LUCIFER SERÁ DESENCADENADO POR ALGÚN TIEMPO, CINCUENTA O SESENTA AÑOS ANTES DEL AÑO 2,000
Cuando los ángeles echaron las puertas abajo, fue como un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y lamentos. Algunos ángeles arrojaron a ejércitos enteros de demonios. Todos tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios. Muchos fueron encadenados en un círculo que rodeaba otros círculos concéntricos. En el medio del infierno había un abismo de tinieblas: Lucifer fue precipitado en él encadenado, y negros vapores se extendían sobre él. Todo esto se hizo según ciertos arcanos divinos. He sabido que Lucifer debe ser desencadenado por algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo, si no me equivoco. Otros muchos nombres de que no me acuerdo, fueron designados. Algunos demonios deben quedar sueltos antes para castigar y tentar al mundo. Algunos han sido desencadenados en nuestros días, otros lo serán pronto. Me es imposible contar todo lo que me ha sido mostrado; es demasiado para que yo pueda coordinarlo.
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viernes, 29 de marzo de 2013
VIERNES SANTO, SEGÚN LAS VISIONES DE ANA CATALINA EMMERICH (Resumen 1era. Parte)
RECUERDA QUE HOY OBLIGAN EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA
Jesús dijo por segunda vez: "¿A quién buscáis?". Ellos respondieron también: "A Jesús Nazareno". "Yo soy, ya os lo he dicho; soy yo a quien buscáis; dejad a éstos". A estas palabras los soldados cayeron una segunda vez con contorsiones semejantes a las de la epilepsia. Jesús dijo a los soldados: "Levantaos". Se levantaron, en efecto, llenos de terror; pero como los soldados estrechaban a Judas, los soldados le libraron de sus manos y le mandaron con amenazas que les diera la señal convenida, pues tenían orden de tomar a aquél a quien besara. Entonces Judas vino a Jesús, y le dio un beso con estas palabras: "Maestro, yo os saludo". Jesús le dijo: "Judas, ¿tu vendes al Hijo del hombre con un beso?". Entonces los soldados rodearon a Jesús, y los alguaciles, que se habían acercado, le echaron mano.
Explicación de lo que hoy se conmemora, haz click AQUÍ
Hallándose Jesús con los tres Apóstoles en el camino, entre Getsemaní y el jardín de los Olivos, Judas y su gente aparecieron a veinte pasos de allí, a la entrada del camino: hubo una disputa entre ellos, porque Judas quería que los soldados se separasen de él para acercarse a Jesús como amigo, a fin de no aparecer en inteligencia con ellos; pero ellos, parándolo, le dijeron: "No, camarada; no te acercarás hasta que tengamos al Galileo". Jesús se acercó a la tropa, y dijo en voz alta e inteligible: "¿A quién buscáis?". Los jefes de los soldados respondieron: "A Jesús Nazareno". - "Yo soy", replicó Jesús. Apenas había pronunciado estas palabras, cuando cayeron en el suelo, como atacados por apoplejía. Judas, que estaba todavía al lado de ellos, se sorprendió, y queriendo acercarse a Jesús, el Señor le tendió la mano, y le dijo: "Amigo mío, ¿qué has venido a hacer aquí?". Y Judas balbuceando, habló de un negocio que le habían encargado. Jesús le respondió en pocas palabras, cuya sustancia es ésta: "¡Más te valdría no haber nacido!". Mientras tanto, los soldados se levantaron y se acercaron al Señor, esperando la señal del traidor: el beso que debía dar a Jesús. Pedro y los otros discípulos rodearon a Judas y le llamaron ladrón y traidor. Quiso persuadirlos con mentiras, pero no pudo, porque los soldados lo defendían contra los Apóstoles, y por eso mismo atestiguaban contra él.
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El beso de Judas |
Judas quiso huir, pero los Apóstoles lo detuvieron: se echaron sobre los soldados, gritando: "Maestro, ¿debemos herir con la espada?". Pedro, más ardiente que los otros, tomó la suya, pegó a Malco, criado del Sumo Sacerdote, que quería rechazar a los Apóstoles, y le hirió en la oreja: éste cayó en el suelo, y el tumulto llegó entonces a su colmo. Los alguaciles habían tomado a Jesús para atarlo: los soldados le rodeaban un poco más de lejos, y, entre ellos, Pedro que había herido a Malco. Otros soldados estaban ocupados en rechazar a los discípulos que se acercaban; o en perseguir a los que huían. Cuatro discípulos se veían a lo lejos: los soldados no se habían aún serenado del terror de su caída, y no se atrevían a alejarse por no disminuir la tropa que rodeaba a Jesús.
Tal era el estado de cosas cuando Pedro pegó a Malco, mas Jesús le dijo enseguida: "Pedro, mete tu espada en la vaina, pues el que a cuchillo mata a cuchillo muere: ¿crees tú que yo no puedo pedir a mi Padre que me envíe más de doce legiones de ángeles? ¿No debo yo apurar el cáliz que mi Padre me ha dado a beber? ¿Cómo se cumpliría la Escritura si estas cosas no sucedieran?". Y añadió: "Dejadme curar a este hombre". Se acercó a Malco, tocó su oreja, oró, y la curó.
Los soldados que estaban a su alrededor con los alguaciles y los seis fariseos; éstos le insultaron, diciendo a la tropa: "Es un enviado del diablo; la oreja parecía cortada por sus encantos, y por sus mismos encantos la ha curado". Entonces Jesús les dijo: "Habéis venido a tomarme como un asesino, con armas y palos; he enseñado todos los días en el templo, y no me habéis prendido; pero vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas, ha llegado". Mandaron que lo atasen, y lo insultaban diciéndole: "Tu no has podido vencernos con tus encantos". Jesús les dio una respuesta, de la que no me acuerdo bien, y los discípulos huyeron en todas direcciones. Los cuatro alguaciles y los seis fariseos no cayeron cuando los soldados, y por consecuencia no se habían levantado. Así me fue revelado, porque estaban del todo entregados a Satanás, lo mismo que Judas, que tampoco se cayó, aunque estaba al lado de los soldados.
Todos los que se cayeron y se levantaron se convirtieron después, y fueron cristianos. Estos soldados habían puesto las manos sobre Él. Malco se convirtió después de su cura, y en las horas siguientes sirvió de mensajero a María y a los otros amigos del Salvador.
La coronación de espinas se hizo en el patio interior del cuerpo de guardia. El pueblo estaba alrededor del edificio; pero pronto fue rodeado de mil soldados romanos, puestos en buen orden, cuyas risas y burlas excitaban el ardor de los verdugos de Jesús, como los aplausos del público excitan a los cómicos. En medio del patio había el trozo de una columna; pusieron sobre él un banquillo muy bajo. Habiendo arrastrado a Jesús brutalmente a este asiento, le pusieron la corona de espinas alrededor de la cabeza, y le atacaron fuertemente por detrás. Estaba hecha de tres varas de espino bien trenzadas, y la mayor parte de las puntas eran torcidas a propósito para adentro. Habiéndosela atado, le pusieron una caña en la mano; todo esto lo hicieron con una gravedad irrisoria, como si realmente lo coronasen rey. Le quitaron la caña de las manos, y le pegaron con tanta violencia en la corona de espinas, que los ojos del Salvador se inundaron de sangre. Sus verdugos arrodillándose delante de Él le hicieron burla, le escupieron a la cara, y le abofetearon, gritándole: "¡Salve, Rey de los judíos!". No podría repetir todos los ultrajes que imaginaban estos hombres. El Salvador sufría una sed horrible, su lengua estaba retirada, la sangre sagrada, que corría de su cabeza, refrescaba su boca ardiente y entreabierta. Jesús fue así maltratado por espacio de media hora en medio de la risa, de los gritos y de los aplausos de los soldados formados alrededor del Pretorio.
Jesús, cubierto con la capa colorada, la corona de espinas sobre la cabeza, y el cetro de cañas en las manos atadas, fue conducido al palacio de Pilatos. Cuando llegó delante del gobernador, este hombre cruel no pudo menos de temblar de horror y de compasión, mientras el pueblo y los sacerdotes le insultaban y le hacían burla. Jesús subió los escalones. Tocaron la trompeta para anunciar que el gobernador quería hablar. Pilatos se dirigió a los príncipes de los sacerdotes y a todos los circunstantes, y les dijo: "Os lo presente otra vez para que sepáis que no hallo en Él ningún crimen".
Jesús fue conducido cerca de Pilatos, de modo que todo el pueblo podía verlo. Era un espectáculo terrible y lastimoso la aparición del Hijo de Dios ensangrentado, con la corona de espinas, bajando sus ojos sobre el pueblo, mientras Pilatos, señalándole con el dedo, gritaba a los judíos: "¡Ecce Homo!". Los príncipes de los sacerdotes y sus adeptos, llenos de furia, gritaron: “¡Que muera! ¡Que sea crucificado!". – "¿No basta ya?", dijo Pilatos. "Ha sido tratado de manera que no le quedará gana de ser Rey". Pero estos insensatos gritaron cada vez más: "¡Que muera! ¡Que sea crucificado!".
Pilatos mandó tocar la trompeta, y dijo: "Entonces, tomadlo y crucificadlo, pues no hallo en Él ningún crimen". Algunos de los sacerdotes gritaron: "¡Tenemos una ley por la cual debe morir, pues se ha llamado Hijo de Dios!". Estas palabras, se ha llamado Hijo de Dios, despertaron los temores supersticiosos de Pilatos; hizo conducir a Jesús aparte, y le preguntó de dónde era. Jesús no respondió, y Pilatos le dijo: "¿No me respondes? ¿No sabes que puedo crucificarte o ponerte en libertad?". Y Jesús respondió: "No tendrías tú ese poder sobre mí, si no lo hubieses recibido de arriba; por eso el que me ha entregado en tus manos ha cometido un gran pecado".
Pilatos, en medio de su incertidumbre, quiso obtener del Salvador una respuesta que lo sacara de este penoso estado: volvió al Pretorio, y se estuvo solo con Él. "¿Será posible que sea un Dios? se decía a sí mismo, mirando a Jesús ensangrentado y desfigurado; después le suplicó que le dijera si era Dios, si era el Rey prometido a los judíos, hasta dónde se extendía su imperio, y de qué orden era su divinidad. No puedo repetir más que el sentido de la respuesta de Jesús. El Salvador le habló con gravedad y severidad; le dijo en qué consistía su reino y su imperio; después le reveló todos los crímenes secretos que él había cometido; le predijo la suerte miserable que le esperaba, y le anunció que el Hijo del hombre vendría a pronunciar contra él un juicio justo.
Pilatos, medio atemorizado y medio irritado de las palabras de Jesús, volvió al balcón, y dijo otra vez que quería libertar a Jesús. Entonces gritaron: "¡Si lo libertas, no eres amigo del César!". Otros decían que lo acusarían delante del Emperador, de haber agitado su fiesta, que era menester acabar, porque a las diez tenían que estar en el templo. Por todas partes se oía gritar: "¡Que sea crucificado!"; hasta encima de las azoteas, donde había muchos subidos.
Pilatos vio que sus esfuerzos eran inútiles. El tumulto y los gritos eran horribles, y la agitación del pueblo era tan grande que podía temerse una insurrección. Pilatos mandó que le trajesen agua; un criado se la echó sobre las manos delante del pueblo, y el gritó desde lo alto de la azotea: "Yo soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros responderéis por ella". Entonces se levantó un grito horrible y unánime de todo el pueblo, que se componía de gentes de toda la Palestina: "¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes!”.
AL DESNUDARLE LA TÚNICA
-Romance de la Cruz-
-Romance de la Cruz-
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¡Dormid en ella mi Amor para que el hombre despierte! |
En tanto que el hoyo cavan
donde la cruz asienten,
en que al Cordero levantan
figurado por la sierpe.
Aquella ropa inconsútil
que de Nazaret ausente
libró la hermosa María
después de su parto alegre
de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.
No bajan a desnudarle
los espíritus celestes,
sino soldados que luego
sobre su ropa echan suertes.
Quitáronle la corona
y se abrieron tantas fuentes,
que todo el cuerpo divino
cubrió la sangre que vierten.
Al despegarle la ropa
las heridas reverdecen,
pedazos de carne y sangre
salieron de entre los pliegues.
Alma pegada en tus vicios,
si no puedes o no quieres
despegarte tus costumbres,
piensa en esta ropa y puedes.
A la sangrienta cabeza
la dura corona vuelve
que para mayor dolor
le coronaron dos veces.
Asió la soga un soldado
tirando Cristo de suerte,
que donde va por su gusto
quiere que por fuerza llegue.
Dio Cristo en la Cruz de ojos,
arrojado de las gentes,
que primero que la abrace
quieren también que la bese.
¡Que cama os está esperando,
mi Jesús, bien de mis bienes,
para que el cuerpo cansado
siquiera a morir se acueste!
¡Oh que almohadas de rosas
las espinas os prometen!
¡qué corredores dorados
los de esos falsos crueles!
Dormid en ella, mi amor
para que el hombre despierte,
aunque más dura se os haga
que en Belén entre la nieve.
Que en fin, aquella tendría
abrigo de las paredes,
las tocas de vuestra madre
y el heno de aquellos bueyes.
¡Qué vergüenza le daría
al cordero santo al verse,
siendo tan honesto y casto,
desnudo entre tanta gente!.
¡Ay divina madre suya!
si ahora llegáis a verle
en tan miserable estado
¿quién ha de haber que os consuele?
Mirad, reina de los cielos,
si el mismo Señor es este,
cuyas carnes parecían
de azucenas y claveles.
Mas ¡ay madre de piedad!
que sobre la cruz le tienden
para tomar la medida
por donde los clavos entren.
¡Oh terrible desatino!
medir al inmenso quieren;
pero bien cabrá en la cruz
el que cupo en un pesebre.
Ya Jesús está de espaldas,
y tantas penas padece,
que con ser la cruz tan dura
ya por descanso la tiene.
Alma de pérfido mármol,
mientras en tus vicios duermes,
dura cama tiene Cristo:
no te despierte la muerte.
Félix Arturo Lope de Vega y Carpio
(1562 - 1635)
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