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martes, 30 de julio de 2024

La Simplicidad Auténtica: Un Antídoto Contra la Superficialidad


 
En un mundo donde la apariencia y la superficialidad parecen dominar, las ideas de G. K. Chesterton sobre la simplicidad auténtica resultan refrescantes y necesarias. En "Heretics," Chesterton nos ofrece una visión profunda y práctica para vivir de manera más significativa y auténtica.

Las redes sociales nos bombardean con imágenes de vidas perfectas, pero Chesterton nos advierte que la verdadera simplicidad no se trata de seguir modas superficiales, sino de vivir de manera auténtica. Como él dice: "La simplicidad es el resultado de la sabiduría y no de la moda."

“La simplicidad no consiste en el uso de sandalias, sino en el rechazo de los adornos innecesarios y la superficialidad que a menudo los acompaña.”

La simplicidad auténtica es el fruto de la sabiduría. Vivir de manera sencilla no significa renunciar a todo, sino elegir conscientemente lo que es verdaderamente importante. Chesterton nos recuerda que una vida llena de cosas innecesarias puede ser más complicada y menos satisfactoria que una vida centrada en lo esencial.

“La simplicidad auténtica surge de la capacidad de manejar la complejidad con sabiduría y propósito.”

La humildad es clave para vivir de manera sencilla. Chesterton enseña que una persona verdaderamente humilde no busca impresionar, sino que vive de acuerdo con sus principios y valores más profundos.

“La humildad es la madre de la simplicidad; la verdadera grandeza reside en vivir de acuerdo con nuestros principios sin pretensiones.”

En contraste, el mundo actual promueve la soberbia y el egocentrismo. Se nos anima a "vender" una imagen perfecta de nosotros mismos, a acumular y mostrar nuestras posesiones, y a buscar la aprobación constante de los demás. Esta cultura del "yo" y de la superficialidad es lo opuesto a la humildad y la simplicidad.

Chesterton utiliza ejemplos concretos para ilustrar su punto de vista. Simplificar tu vestuario, elegir actividades que realmente disfrutes, o dedicar tiempo a relaciones significativas son formas de aplicar estas ideas en tu vida.

"Un hombre puede vivir más plenamente en una casa sencilla y modesta que en un palacio lleno de adornos inútiles."

Santo Tomás de Aquino, en su "Summa Theologiae," explica que la naturaleza tiene un propósito teleológico, orientado hacia Dios: “Todas las criaturas están ordenadas hacia Dios como a su fin último, porque su ser y su bondad derivan de Dios.”

San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, introduce el concepto de "tanto cuanto," que significa que todas las criaturas deben ser usadas en la medida en que nos ayudan a alcanzar nuestro fin último: la salvación.

"El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma. Las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado."

Este principio nos invita a utilizar las cosas del mundo de manera justa y moderada, siempre orientadas hacia nuestro fin último, que es la unión con Dios.

San Francisco de Asís es quizás el ejemplo más prominente de la simplicidad y la humildad en la vida cristiana. Renunció a todas sus riquezas y comodidades para vivir una vida de pobreza y servicio, encontrando alegría y satisfacción en las cosas simples.

“Deseo poca cosa y lo poco que deseo, lo deseo poco.” - San Francisco de Asís

San Francisco nos enseña que la verdadera libertad y felicidad provienen de vivir una vida centrada en lo esencial y en el servicio a los demás. Su vida es un testimonio de cómo la humildad puede conducir a una simplicidad auténtica y liberadora.

La visión de Chesterton sobre la simplicidad, enriquecida por las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, San Ignacio de Loyola y San Francisco de Asís, es más relevante que nunca. Nos invita a rechazar la superficialidad y a abrazar una vida centrada en lo esencial. Al vivir con autenticidad y sencillez, descubrimos una vida más rica y plena.

Santo Tomás nos recuerda que la verdadera felicidad en esta tierra radica en la virtud y en la otra vida, en la bienaventuranza. La humildad, como madre de la simplicidad, es el camino más adecuado para este propósito. Es más acorde con la naturaleza humana y proporciona un camino más sencillo y liberador, contrario a la soberbia.

La simplicidad es el camino de la sabiduría. La humildad nos lleva a cumplir con nuestro fin último, guiándonos hacia la expresión más perfecta de nuestra naturaleza. En un mundo que promueve la soberbia, optar por la sencillez y la humildad es un acto de sabiduría y valentía.

La próxima vez que te sientas abrumado por la presión de las apariencias, recuerda estas enseñanzas. Pregúntate: ¿Qué es lo que realmente importa? Es realmente necesario?Al vivir con autenticidad y sencillez, encontramos no solo una mayor satisfacción y significado en nuestras vidas, sino también el camino hacia nuestra verdadera felicidad y salvación. 

Viva Cristo Rey.

OMO

miércoles, 4 de octubre de 2023

EN LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


En el día de hoy que celebramos la fiesta de San Francisco de Asis recordemos que la forma de amar que se exige a un católico, es lo primero que debería saberse. Consideremos que se debe amar a Dios sobre todas las cosas, que se debe amar con ternura y con inteligencia, que amar al prójimo deriva de la verdad y no va peleado con la justicia. 

Va una oración transmitida por nuestros mayores que encierra la filosofía franciscana:


En este nuevo día, gracias te tributamos 

oh Dios omnipotente y Señor de lo creado.

Tu divina clemencia se ha dignado sacarnos 

de la oscuridad de la noche a la luz del sol claro.

Llenas de tu gloria todo el vasto teatro 

y en el mundo cuanto existe es obra de tu mano; 

por ti, nacen las flores y reverdece el campo; 

los árboles nos dan fruto y el sol nos da sus rayos; 

te alaban en las ramas los pájaros ufanos 

y en el agua los peces cantan tu Nombre Santo.

Bendice Dios clemente y guía nuestros pasos 

para que eternamente tu Santa Ley sigamos. Amén.


viernes, 4 de octubre de 2019

¡SEÑOR HAZ DE MÍ INSTRUMENTO DE TU PAZ!


Que allí donde haya odio, ponga yo amor; 
donde haya ofensa, ponga yo perdón; 
donde haya discordia, ponga yo unión; 
donde haya error, ponga yo verdad; 
donde haya duda, ponga yo fe; 
donde haya desesperación, ponga yo esperanza; 
donde haya tinieblas, ponga yo luz; 
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto 
ser consolado como consolar; 
ser comprendido, como comprender; 
ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe; 
olvidando, como se encuentra; 
perdonando, como se es perdonado; 
muriendo, como se resucita a la vida eterna. Amén.

San Francisco de Asís

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martes, 13 de agosto de 2019

SAN FRANCISCO DIXIT


"Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible ".

San Francisco de Asís

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martes, 4 de octubre de 2016

CUANDO LOS INDÍGENAS SE ABRIERON A LA GRACIA TENÍAN GRANDES DOTES NATURALES


Hoy, 4 de octubre, que celebramos la fiesta de nuestro seráfico Padre San Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, es importante recordar con gran agradecimiento a los doce apóstoles de México, también conocidos como los doce apóstoles de Nueva España. Ellos fueron un grupo de doce misioneros franciscanos (el mismo número de los discípulos con los que Jesucristo inció su Iglesia) que llegaron -procedentes de Belvís de Monroy, Cáceres- al recién fundado virreinato de Nueva España en mayo de 1524 con el objetivo de traer la verdadera fe y convertir al cristianismo a la población indígena. Fueron grandes defensores de los indios. El grupo estaba compuesto por:

Fray Martín de Valencia,
Francisco de Soto,
Martín de Jesús (o de la Coruña),
Juan Juárez,
Antonio de Ciudad Rodrigo,
Toribio de Benavente (Motolinía),
García de Cisneros,
Luis de Fuensalida,
Juan de Ribas,
Francisco Jiménez,
Andrés de Córdoba y
Juan de Palos (estos dos últimos hermanos legos).


Fray Toribio de Benavente, quizá el más dotado intelectualmente de los doce, su aspecto eran tan pobre que por eso los indios le llamaron "Motolinía" que en lengua náhuatl quiere decir "pobrecito". De él se decía: "pusiéronle este nombre de Motolinia los caciques y señores de México, que quiere decir en su lengua el fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba a los indios y se quedaba algunas veces sin comer, y traía unos hábitos muy rotos y andaba descalzo y siempre les predicaba, y los indios lo querían mucho porque era una santa persona" (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España II de Bernal Díaz del Castillo).

¿Qué opinión le merecían a este santo varón los indígenas que recién se abrían a la Gracia de Cristo?


Decía Motolinía: "El que enseña al hombre la ciencia, ese mismo proveyó y dio a estos Indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y oficios que les han enseñado, porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los oficios que en Castilla están muchos años en los deprender (en aprender), acá en sólo mirarlos y verlos hacer, han quedado muchos maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y sosegado, no orgulloso ni derramado como otras naciones." (Historia de los Indios de la Nueva España).


Foto: Ramón Moreno. Azulejo ubicado a las afueras del convento franciscano de Belvís de Monroy, Cáceres.

Tema relacionado (haz clic): ISABEL LA CATÓLICA, DEFENSORA DE LOS INDIOS DE AMÉRICA

lunes, 18 de junio de 2012

ORACIÓN ATRIBUIDA A SAN FRANCISCO DE ASÍS


Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, permíteme sembrar amor;
donde haya agravio, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya desesperación, esperanza;
donde haya tinieblas, luz; y
donde hay tristeza, alegría.

Oh Divino Maestro,
concédeme que no busque tanto
ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar;
porque es dando como recibimos;
perdonando, como somos perdonados;
y muriendo como nacemos a la vida eterna.

San Francisco de Asís

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martes, 5 de julio de 2011

EL AMOR DE SAN FRANCISCO POR LA CREACIÓN

Ver video (quienes reciben este blog por mail, hagan click en el título del post):

Esta bella oración de San Francisco es conocida por varios nombres: Cántico de las Criaturas, Alabanzas de las Criaturas e Himno de la Hermana Muerte. Fue escrito en romance umbro (la tierra del santo) y se lo considera el primer poema en la lengua italiana. Se lo celebró como "el más bello trozo de poesía religiosa después de los Evangelios" y "la expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad de Francisco". Lo cantó por todos, por ti y por mi; por los hombres y los astros; por las criaturas y las plantas; por toda esta naturaleza que Cristo reconcilió y pacificó en su cruz. Francisco interpretó el silencioso canto que toda la creación le tributa a Dios, y la silenciosa melodía que Dios canta en la creación. Y lo hizo porque ocupaba el último lugar, y así pudo ser el primero. Porque era el más humilde de los siervos, y esto le permitió comprender como nadie la grandeza de su Señor.

Si deseas el Cántico de las criaturas como texto y no como video haz click aquí
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sábado, 2 de julio de 2011

RELATO DE CÓMO SAN FRANCISCO CURÓ MILAGROSAMENTE DE ALMA Y CUERPO A UN LEPROSO


El verdadero discípulo de Cristo San Francisco, mientras vivió en esta vida miserable, ponía todo su esfuerzo en seguir a Cristo, el perfecto Maestro. Así sucedía muchas veces, por obra divina, que cuando él curaba a alguien el cuerpo, Dios le sanaba al mismo tiempo el alma, tal como se lee de Cristo (cf. Mt 9,1-8). Por ello, no sólo servía él gustosamente a los leprosos, sino que había ordenado a los hermanos de su Orden que, cuando iban por el mundo o se detenían, sirvieran a los leprosos por amor de Cristo, que por nosotros quiso ser tenido por un leproso (1).

Sucedió una vez, en un lugar no lejos de aquel en que entonces se hallaba San Francisco, que los hermanos servían a los leprosos y enfermos de un hospital; y había allí un leproso tan impaciente, insoportable y altanero, que todos estaban persuadidos, como era en verdad, que estaba poseído del demonio, porque profería palabras groseras y maltrataba a quienes le servían, y, lo que era peor, blasfemaba tan brutalmente de Cristo bendito y de su madre santísima la Virgen María, que no se hallaba ninguno que quisiera y pudiera servirle. Y por más que los hermanos se esforzaban por sobrellevar con paciencia, por acrecentar el mérito de esta virtud, sus villanías e insultos, optaron por dejar abandonado al leproso, porque su conciencia no les permitía soportar las injurias contra Cristo y su madre. Pero no quisieron hacerlo sin haber informado antes a San Francisco, que se hallaba en un eremitorio próximo.

Cuando se lo hicieron saber, fue San Francisco a ver al leproso. Acercándose a él, le saludó diciendo:

-- Dios te dé la paz, hermano mío carísimo.

-- Y ¿qué paz puedo yo esperar de Dios -respondió el leproso enfurecido-, si Él me ha quitado la paz y todo bien y me ha vuelto podrido y hediondo?

-- Ten paciencia, hijo -le dijo San Francisco-; las enfermedades del cuerpo nos las da Dios en este mundo para salud del alma; son de gran mérito cuando se sobrellevan con paciencia.

-- Y ¿cómo puedo yo llevar con paciencia -respondió el leproso- este mal que me atormenta noche y día sin parar? Y no es sólo mi enfermedad lo que me atormenta, sino que todavía me hacen sufrir esos hermanos que tú me diste para que me sirvieran, y que no lo hacen como deben.

Entonces, San Francisco, conociendo por luz divina que el leproso estaba poseído del espíritu maligno, fue a ponerse en oración y oró devotamente por él. Terminada la oración, volvió y le dijo:

-- Hijo, te voy a servir yo personalmente, ya que no estás contento de los otros.

-- Está bien -dijo el enfermo-; pero ¿qué me podrás hacer tú más que los otros?

-- Haré todo lo que tú quieras -respondió San Francisco.

-- Quiero -dijo el leproso- que me laves todo de arriba abajo, porque despido tal hedor, que no puedo aguantarme yo mismo.

San Francisco hizo en seguida calentar agua con muchas hierbas olorosas; luego desnudó al leproso y comenzó a lavarlo con sus propias manos, echándole agua un hermano. Y, por milagro divino, donde San Francisco tocaba con sus santas manos desaparecía la lepra y la carne quedaba perfectamente sana. Y según iba sanando el cuerpo, iba también curándose el alma; por lo que el leproso, al ver que empezaba a curarse, comenzó a sentir gran compunción de sus pecados y a llorar amarguísimamente; y así, a medida que se iba curando el cuerpo, limpiándose de la lepra por el lavado del agua, por dentro quedaba el alma limpia del pecado por la contrición y las lágrimas.

Cuando se vio completamente sano de cuerpo y alma, manifestó humildemente su culpa y decía llorando en alta voz:

-- ¡Ay de mí, que soy digno del infierno por las villanías e injurias que yo he hecho a los hermanos y por mis impaciencias y blasfemias contra Dios!

Estuvo así quince días, llorando amargamente sus pecados y pidiendo misericordia a Dios, e hizo entera confesión con el sacerdote. San Francisco, al ver el milagro tan evidente que Dios había obrado por sus manos, dio gracias a Dios y se fue de aquel eremitorio a tierras muy distantes; debido a su humildad, en efecto, trataba de huir siempre de toda gloria mundana y en todas sus acciones buscaba el honor y la gloria de Dios y no la propia.

Y quiso Dios que aquel leproso, curado en el cuerpo y en el alma, enfermase de otra enfermedad quince días después de su arrepentimiento, y, fortalecido con los sacramentos eclesiásticos, murió santamente. Al ir al paraíso por los aires su alma se apareció a San Francisco cuando éste se hallaba orando en un bosque y le dijo:

-- ¿Me conoces?

-- ¿Quién eres? -dijo San Francisco.

-- Soy el leproso que Cristo bendito curó por tus méritos -dijo él-, y ahora voy a la vida eterna; de lo cual doy gracias a Dios y a ti. Bendita sea tu alma y bendito tu cuerpo, benditas sean tus palabras y tus acciones, porque por tu mano se salvarán en el mundo muchas almas. Y sabe que en el mundo no hay un sólo día en que los santos ángeles y otros santos no estén dando gracias a Dios por los santos frutos que tú y tu Orden realizáis en diversas partes del mundo. ¡Cobrad ánimo, dad gracias a Dios y seguid así con su bendición!

Dichas estas palabras, se fue al cielo; y San Francisco quedó muy consolado.

En alabanza de Cristo. Amén.

Nota 1Cf. Is 53,3s. San Francisco reconoce en su Testamento que la gracia de la conversión le vino a través de su experiencia del servicio a los leprosos; fue Dios mismo quien «le llevó» entre ellos. Por eso, ese servicio de amor a los «hermanos cristianos» era el noviciado que él exigía de sus seguidores. En los primeros años de la fraternidad, los hermanos se hospedaban frecuentemente en las leproserías y tomaban a su cargo la asistencia de los leprosos (LP 9 y 65). Más aún, había cierto compromiso de compartir con ellos el fruto del trabajo y de la mendicación, como lo establecía 1 R 8,10.

Fuente: Las Florecillas de San Francisco, Cap. XXV. http://www.franciscanos.org/florecillas/menu.html
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