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lunes, 22 de noviembre de 2021
miércoles, 20 de enero de 2021
VERDADES Y MENTIRAS, MAYORÍAS Y MINORÍAS
Nunca hay que olvidarse que la mentira es siempre tal, por más que la crean todos, y la verdad también es tal, por más que no la crea nadie. El aborto siempre será un asesinato de un ser humano inocente, y esa es la verdad, aunque llegaran a ser pocos los que la acepten.
No hay que hacer o dejar de hacer algo según lo que hagan las mayorías a las minorías. Hay que hacer todo aquello que sea bueno y justo, por más que eso solo lo haga una minoría, y hay que rechazar lo malo y pecaminoso, por más que sea aceptado por la mayoría. Por lo tanto, seamos fieles a Cristo Jesús, pues solo Él es el Camino, la Verdad y la Vida (y recordemos que fue rechazado por la mayoría que pidió su crucifixión).
P. Tomás Beroch
miércoles, 28 de octubre de 2020
¿PUEDEN EXISTIR VARIAS RELIGIONES BUENAS?: Tomado del libro «La Religión Demostrada» del Reverendo Padre P. A. Hillaire
Con los criterios aquí expuestos -que datan de 1900 con todas las aprobaciones oficiales-, y que representan la verdadera doctrina de la Iglesia, es fácil a cualquier fiel poder evaluar las reuniones ecuménicas y derivadas que erradamente se vienen promocionando en los últimos 50 años por la jerarquía de la Iglesia, en las cuales se invitan a otras religiones a orar por objetivos comunes, como la paz mundana. El solo hecho de invitar a otra religión, en tanto que tal, a orar, incluso si no se hace conjuntamente, presupone forzosamente en el que invita el reconocimiento explícito de la plena validez, efectividad y capacidad del invitado de agradar a Dios con las mismas, lo cual no es más que poner en pie de igualdad a todas las religiones, lo mismo las falsas que la verdadera. Veamos detenidamente lo que siempre ha enseñado la Iglesia Católica ‐que es una verdad perenne‐ y que magistralmente explica el Padre Hillaire a continuación:
«¿Pueden existir varias religiones buenas?
Respuesta: No; pues no puede haber sino una sola religión verdadera. Así como no hay más que un solo Dios, no hay más que una sola verdadera manera de honrarle; y esta religión obliga a todos los hombres que la conocen.
1º Una religión, para ser buena, debe agradar a Dios. Pero como Dios es la verdad, y una religión falsa no podría agradarle, no puede aprobar una religión fundada sobre la mentira y el error.
2º No puede existir más que una sola religión verdadera, pues la religión es el conjunto de nuestros deberes para con Dios y estos deberes son los mismos para todos los hombres. Y, a la verdad, estos deberes nacen de las relaciones existentes entre la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre. Pero como la naturaleza de Dios es una, y la naturaleza humana es la misma en todos los hombres, es evidente que, los deberes tienen que ser los mismos para todos. Por consiguiente, la verdadera religión es una y no puede ser múltiple. Las formas sensibles del culto pueden variar; la esencia del culto, no.
3º Toda religión comprende tres cosas: dogmas que creer, una moral que practicar y un culto que rendir a Dios. Si dos religiones son igualmente verdaderas, tienen el mismo dogma, la misma moral, el mismo culto; y entonces ya no son distintas.
Si son distintas, no pueden serlo sino por enseñar doctrinas diferentes acerca de una de estas materias y, en este caso, ya no son igualmente verdaderas. Por ejemplo, a esta pregunta: ¿Jesucristo es Dios? Sí, dice un católico; puede ser, dice un protestante racionalista; no, contesta un judío; es un profeta como Mahoma, añade un musulmán… Estos cuatro hombres no pueden tener razón a la vez; evidentemente uno solo dice la verdad. Luego, las religiones que admiten, aunque sólo sea una verdad dogmática diferente, no pueden ser igualmente verdaderas.
Lo que decimos del dogma hay que afirmarlo también de la moral no hay más que una sola moral, puesto que ha de fundarse en la misma naturaleza de Dios y del hombre que no se mudan. Lo mismo debe decirse del culto, por lo menos en cuanto a sus prácticas esenciales.
Cuando los protestantes dicen: "Nosotros servimos al mismo Dios que los católicos, luego nuestra religión es tan buena como la de ellos", contestamos: ‐Ciertamente, vosotros servís al mismo Dios puesto que no hay más que uno, pero no le servís de la misma manera. No le servís, en la forma con que quiere ser servido. Ahí está la diferencia… Dios es el Señor, y el hombre debe someterse a su voluntad.
Los que dicen que todas las religiones son buenas, no ven en la religión más que un homenaje tributado a Dios, y piensan erróneamente que cualquier homenaje le es grato. Olvidan que la religión encierra verdades que creer, deberes que cumplir y un culto que tributar. Y es claro que no pueden existir varias religiones de creencias contradictorias y de prácticas opuestas, porque la verdad es una sola, y Dios no puede aprobar el error.
PRIMERA OBJECIÓN: Todas las religiones son buenas
Respuesta: ¿Acaso todas las monedas son buenas? ¿No hay que distinguir entre las verdaderas y las falsas? Pues lo mismo sucede con la religión. Pero, la moneda falsa supone la buena de la que no es más que una criminal imitación; así, las falsas religiones suponen la verdadera.
Si todas las religiones son buenas se puede ser católico en Roma, anglicano en Londres, protestante en Ginebra, musulmán en Constantinopla, idólatra en Pekín y budista en la India. ¿No es esto ridículo? ¿No es afirmar que el sí y el no son igualmente ciertos en el mismo caso?
‐Decir que todas las religiones son buenas es un absurdo palpable, una blasfemia contra Dios, un error funesto para el hombre.
1º Un absurdo. ‐Es cierto que en las diferentes religiones hay algunas verdades admitidas por todos (o casi todos), como son la existencia de Dios, la espiritualidad del alma, la vida futura con sus recompensas y castigos eternos. Mas ellas se contradicen en otros puntos fundamentales. El católico, por ejemplo, afirma que la Iglesia tiene por misión explicarnos la palabra de Dios encerrada en la Biblia, mientras que el protestante declara que todo cristiano debe interpretar por sí mismo la palabra divina y forjarse una religión a su manera…
Podríamos citar indefinidamente las divergencias contradictorias de las diversas religiones. Pero es evidente que dos cosas contradictorias no pueden ser verdaderas, porque la verdad es una, como Dios, y no se contradice. Si la Iglesia ha recibido de Jesucristo la misión de explicarnos la Biblia, no queda a la voluntad de cada cristiano el interpretarla a su manera… Es absurdo decir que el sí y el no pueden ser igualmente ciertos sobre el mismo punto… Mas como lo que no es verdadero, no es bueno, porque la mentira y el error de nada sirven, debemos concluir que no pudiendo todas las religiones ser verdaderas, no pueden ser todas buenas.
2º Una blasfemia contra Dios. ‐Decir que todas las religiones son buenas, no es solamente contradecir al buen sentido, sino blasfemar contra Dios. Es tomar a Dios por un ser indiferente para la verdad y para el error. Se supone que Dios puede amar con igual amor de complacencia al cristiano que adora a su Hijo Jesucristo que al mahometano que le insulta; que debe aprobar al Papa, que condena la herejía, y a Lutero, a Calvino y a Enrique VIII, que se rebelan contra la Iglesia; que bendice al católico que adora a Jesucristo presente en la Eucaristía y sonríe al calvinista que se burla de ese misterio… Pero atribuir a Dios semejante conducta es negar sus divinos atributos; es decir, que trata a la mentira como a la verdad, al mal como al bien, y que acepta con la misma complacencia el homenaje y el insulto… ¿No es esto una blasfemia estúpida?
3º Un error funesto para el hombre. ‐Para llegar a la felicidad eterna debe el hombre seguir el camino que a ella le lleva, y sólo la religión verdadera es el camino que lleva al cielo. ¿No es una gran desgracia errar el camino? ¡Y si al menos llegados al término se pudiera desandar lo andado!… Pero si uno yerra por su culpa, se ha perdido para toda la eternidad.
LA INDIFERENCIA AL ENSEÑAR QUE SE PUEDEN SEGUIR TODAS LAS RELIGIONES (es decir cualquier religión), PROPENDE A ALEJAR AL HOMBRE DE LA VERDADERA RELIGIÓN, DEL ÚNICO MEDIO DE ALCANZAR SU META. ES, POR CONSIGUIENTE, UN ERROR FUNESTO.
SEGUNDA OBJECIÓN: Un hombre honrado no debe cambiar de religión hay que seguir la religión de los padres.
Respuesta: Cada uno puede y debe seguir la religión de sus padres si esta religión es verdadera; pero si es falsa, hay obligación de renunciar a ella para abrazar la verdadera.
Así, cuando uno ha tenido la dicha de nacer en la verdadera religión (la Católica romana), no necesita cambiar de creencias, y debe estar pronto a derramar hasta la ultima gota de su sangre antes que apostatar. Pero cuando no se ha tenido la dicha de nacer en la verdadera religión, si uno llega a conocerla, es absolutamente necesario, so pena de falta grave, abandonar la falsa religión y abrazar la verdadera.
El deber más sagrado del hombre es el de seguir la verdad desde el instante mismo en que la conoce: ante todo, hay que obedecer a Dios. Abandonar la falsa religión para seguir la verdadera, es acatar la voluntad de Dios, y, por consiguiente, cumplir el más sagrado de los deberes. Sin duda nada merece tanto respeto como las creencias de nuestros padres; pero este respeto tiene sus límites, los límites de la verdad. Nadie está obligado a copiar los defectos de los padres. Si vuestros padres son ignorantes ¿es necesario acaso que, por respeto, permanezcáis ignorantes como ellos? La salvación es un asunto personal, individual, del que cada uno es responsable ante Dios.
Las causas por las cuales se descuida abrazar la verdadera religión son el respeto humano, los intereses temporales, el deseo de seguir las propias pasiones; pero, evidentemente, estas causas son malas y, por tanto, hay que sacrificarlas para cumplir la voluntad de Dios y salvar el alma».
martes, 10 de septiembre de 2019
S.S. PÍO XII NOS ADVIRTIÓ SOBRE LOS INNOVADORES QUE INTENTAN DESTRUIR LA IGLESIA
"Estoy preocupado por los mensajes de la Santísima Virgen a Lucía de Fátima. Esa persistencia de María sobre los peligros que amenazan a la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio de alterar la Fe en Su Liturgia, en Su Teología, en Su alma... Escuché a mi alrededor innovadores que quieren desmantelar la Sagrada Capilla, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar Sus ornamentos y hacerla sentir remordimientos de Su pasado histórico. Llegará un día en que el mundo civilizado negará a su Dios, en que la Iglesia dudará como Pedro dudó. Ella será tentada de creer que el hombre se ha vuelto Dios. En nuestras iglesias, los Cristianos buscarán en vano la lámpara roja donde Dios los esperaba. Como María Magdalena lloró ante la tumba vacía, ellos preguntarán, “¿Donde lo han llevado?”".
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lunes, 10 de diciembre de 2018
¡CUIDADO! NO SEAMOS CÓMPLICES DE LA MENTIRA MODERNISTA
Hace tres años se publicó el siguiente escrito en el blog Adelante la Fe, que no solo no ha perdido actualidad sino que los engaños ahí denunciados cobran mayor vigencia y gravedad en nuestros días:
"La mentira empapa hoy todo lo que nos rodea, ha calado en [...] los fieles. Poco, muy poco, se salva de la aguachina, parecería que vivimos en una gigantesca burbuja de la que es imposible escapar. Existe una iglesia de la mentira [la falsa iglesia sobre la que nos advierte la Sagrada Escritura] que se contrapone hoy abrumadoramente a la Iglesia de la Verdad.
Nada más nacer mienten muchos delante de sus hijos, cuando padres y/o padrinos juran ante lo más sagrado educar y custodiar la Fe del infante… sin tener la menor intención de hacerlo, y con el único fin de usar el templo sagrado y la ceremonia como antesala de una fiesta privada de presentación de su nuevo hijo. Por si quedara alguna duda, previamente el párroco ya nos ha aleccionado sobre el nuevo Bautismo, nada de pecado original, es una fiesta de bienvenida.
En cuanto nos enseñan a rezar nos mienten, enseñándonos un Padre nuestro en el que se han falsificado las propias palabras de Jesucristo… ¿cabe atrevimiento mayor?
Nos engañan cuando vamos a la catequesis, instruyéndonos en un cristianismo ajeno a la verdad católica, a la vida sacramental auténtica y a las obligaciones morales… sustituyéndolo por una vaga enseñanza humanista e histórica de Cristo, con nulas obligaciones morales. Eso sí, zarandajas mil que no falten, desde pintar barcas, hacer teatro, a recordarnos el urbanismo y a ser «buenos» con el medio ambiente, pero los niños terminan y no saben ni hacer un acto de contrición. Los padres de mientras se lavan por completo las manos sin asumir que no es el «catequista», sino que son ellos los principales responsables de formar cristianamente a sus hijos.
Nos mienten en nuestra primera comunión, cuando muchos padres llevan a sus hijos a la catequesis, no por interés en que sean catequizados, sino como un mero trámite para que el párroco de turno les permita celebrar el inicio de su fiestecita de «puesta de largo»… horas y más horas preparando convites y ni una sola en ver qué formación tiene el niño. Tras la comunión no vuelve a aparecerse por la Iglesia. ¡Un aplauso a la congruencia!
Nos timan en todo tipo de grupos «católicos», parroquiales, coros, de oración, renovaciones, comunidades… donde finalmente se estimula de todo, menos una verdadera vida sacramental y moral acorde con la doctrina tradicional de la Iglesia, y donde no se promueve la debida adoración y respeto al más «débil», a Jesús Eucarístico.
Falsifican el noviazgo, cuando los padres no enseñan los valores del compromiso cristiano, y lo reducen todo a la búsqueda de los perfectos atributos físicos, económicos y de carácter, pero excluyendo la espiritualidad y valores cristianos, tolerando, aprobando y aplaudiendo todas las inmoralidades patentes que cometen los hijos en sus propias narices… los padres apostatan para justificar la apostasía de los hijos.
Nos mienten cuando nos casamos, vendiéndonos el matrimonio como una barra libre de la concupiscencia, donde los hijos son un objeto a estudiar y diseccionar rechazando la plena entrega y confianza en el Plan de Dios… paternidad responsable.
Se burlan de nosotros cuando vamos a Misa, asistiendo a una ceremonia en la que se ha camuflado, escamoteado, escondido, la realidad sacrificial de la Santa Misa para hacernos creer que es una cena de oración fraterna… nos quieren vender azúcar envuelta en un paquete de sal.
Nos estafan con la doctrina, cuando pretenden hacer pasar por católico lo que no es más que pura apostasía… nos engañan en homilías, conferencias, libros, catequesis, exhortaciones apostólicas, sínodos...
La Sociedad pretende no ya engañarnos, sino que mintamos nosotros, cuando quieren que a un hombre le llamemos mujer, que a una mujer le llamemos hombre, que a la sodomía le llamemos orientación, que lo anormal y aberrante sea llamado normal y opción.
Nos vemos obligados a consensuar con el engaño, cuando hay que disimular, callar, no decir para no ofender, la riada de disparates, apostasías, inmoralidades y actos irracionales que no paramos de ver en casi todo y todos los que nos rodean: concubinatos, adulterios, divorcios, inmoralidad, abortos, juego con la vida embrionaria…
Nos engañan incluso cuando fallecemos, cuando dicen a todos los que asisten a nuestro funeral que ya estamos en el cielo, cuando lo más probable es que, en el mejor de los casos, estemos en el purgatorio esperando que alguien rece por nosotros para aliviarnos… pero nadie lo hace, porque un desalmado con casulla se ha encargado de decir a todos que no hace falta, ya que estoy salvado.
Nos mienten desde que nacemos hasta la muerte y, lo que es peor, pretenden obligarnos a mentir. Nos quieren hacer creer que vivimos en un cuento de hadas, cuando es de terror, aunque envuelto en una gigantesca sonrisa. Pero no lo olviden, a Dios no podremos mentirle. Él está rodando la película de nuestras vidas, a cámara muuuuy lenta, con todo tipo de detalles, y nos pedirá cuenta no sólo por lo que hemos hecho, sino por lo que hemos dejado de hacer… y decir.
¿Quién no es cómplice de esta gran mentira en mayor o menor medida? La crisis de la Iglesia y de la sociedad es, sobre todo, una crisis de Santos, de valientes. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra."
Hasta aquí el escrito de Miguel Ángel Yáñez -publicado por Adelante la Fe- que, en su inicio, como preámbulo, atinadamente nos recordaba lo dicho por Dios: «No habitará dentro de mi casa el hombre doble, y el mentiroso no durará en mi presencia». Del Libro de los Salmos, 100-7.
Cuidado, no seamos cómplices de la Contraiglesia que intenta destruir a la Iglesia Católica Romana fundada por N.S. Jesucristo, no seamos parte de todo lo aquí denunciado para no ser, por falsarios, rechazados por Dios.
Nota: Título de Catolicidad
Nota: Título de Catolicidad
lunes, 20 de noviembre de 2017
martes, 21 de febrero de 2017
miércoles, 28 de septiembre de 2016
lunes, 29 de agosto de 2016
jueves, 18 de agosto de 2016
domingo, 24 de julio de 2016
martes, 1 de diciembre de 2015
¿UNA VERDAD INCÓMODA O MUCHAS MENTIRAS RECONFORTANTES? Tema VI
El falso ecumenismo que busca la unidad cristiana por encima de la Verdad Revelada y de la UNICIDAD de la verdadera Iglesia Católica, derivará luego -por el germen de su propio relativismo- en un indiferentismo religioso total, en el que dirán que cualquier religión inventada por el hombre es cierta y buena.
Más de la misma serie (haz clic): ¿Verdades incómodas o mentiras reconfortantes?
martes, 3 de febrero de 2015
¿VERDADES INCÓMODAS O MENTIRAS RECONFORTANTES? Tema V.
Temas relacionados (haz clic): 1) LOS ANTICONCEPTIVOS MATAN, ¡CIENTÍFICAMENTE COMPROBADO! -PRIMERA PARTE 2) ¿SON ABORTIVOS EL DIU, EL NORPLANT, LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS Y LA TERAPIA DE REEMPLAZO? 3) ¿EXISTE ALGÚN ANTICONCEPTIVO QUE NO SEA ABORTIVO? 4) MATRIMONIO, CONTRACEPCIÓN Y REGULACIÓN NATURAL DE LOS NACIMIENTOS
Temas de la misma serie: ¿Verdades incómodas o mentiras reconfortantes?
Temas de la misma serie: ¿Verdades incómodas o mentiras reconfortantes?
miércoles, 17 de diciembre de 2014
jueves, 7 de agosto de 2014
sábado, 5 de julio de 2014
sábado, 21 de junio de 2014
viernes, 20 de junio de 2014
¡HABLEMOS CLARO!
SERIE: ¿VERDADES INCÓMODAS O MENTIRAS RECONFORTANTES? No. 1
PROFÉTICO ARTÍCULO DE 1992:
LA CUESTIÓN DEL ABORTO
por Julián Marías (17.VI.1914 – 15.XII.2005).
La espinosa cuestión del aborto voluntario se puede plantear de maneras muy diversas. Entre los que consideren la inconveniencia o ilicitud del aborto, el planteamiento más frecuente es el religioso. Pero se suele responder que no se puede imponer a una sociedad entera una moral «particular». Hay otro planteamiento que pretende tener validez universal, y es el científico. Las razones biológicas, concretamente genéticas, se consideran demostrables, concluyentes para cualquiera. Pero sus pruebas no son accesibles a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, que las admiten «por fe»; se entiende, por fe en la ciencia.
Creo que hace falta un planteamiento elemental, accesible a cualquiera, independiente de conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen, de una cuestión tan importante, que afecta a millones de personas y a la posibilidad de vida de millones de niños que nacerán o dejarán de nacer.
Esta visión ha de fundarse en la distinción entre «cosa» y «persona», tal como aparece en el uso de la lengua. Todo el mundo distingue, sin la menor posibilidad de confusión, entre «qué» y «quién», «algo» y «alguien», «nada» y «nadie». Si se oye un gran ruido extraño, me alarmaré y preguntaré: «qué pasa?» o ¿qué es eso?». Pero si oigo unos nudillos que llaman a la puerta, nunca preguntaréis «¿qué es», sino «¿quién es?».
Se preguntará qué tiene esto que ver con el aborto. Lo que aquí me interesa es ver en qué consiste, cuál es su realidad. El nacimiento de un niño es una radical «innovación de la realidad»: la aparición de una realidad «nueva». Se dirá que se deriva o viene de sus padres. Sí, de sus padres, de sus abuelos y de todos sus antepasados; y también del oxígeno, el nitrógeno, el hidrógeno, el carbono, el calcio, el fósforo y todos los demás elementos que intervienen en la composición de su organismo. El cuerpo, lo psíquico, hasta el carácter, viene de ahí y no es rigurosamente nuevo.
Diremos que «lo que» el hijo es se deriva de todo eso que he enumerado, es «reductible» a ello. Es una «cosa», ciertamente animada y no inerte, en muchos sentidos «única», pero al fin una cosa. Su destrucción es irreparable, como cuando se rompe una pieza que es ejemplar único. Pero todavía no es esto lo importante.
«Lo que» es el hijo puede reducirse a sus padres y al mundo; pero «el hijo» no es «lo que» es. Es «alguien». No un «qué», sino un «quién», a quien se dice «tú», que dirá en su momento «yo». Y es «irreductible a todo y a todos», desde los elementos químicos hasta sus padres, y a Dios mismo, si pensamos en él. Al decir «yo» se enfrenta con todo el universo. Es un «tercero» absolutamente nuevo, que se añade al padre y a la madre.
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¿Acaso su cuerpo tiene cuatro brazos, dos corazones, dos cabezas, dos ADNs distintos? El bebé está alojado en ella, no es parte de ella. |
El niño no nacido aún es una realidad «viniente», que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino. Y si se dice que el feto no es un quién porque no tiene una vida personal, habría que decir lo mismo del niño ya nacido durante muchos meses (y del hombre durante el sueño profundo, la anestesia, la arteroesclerosis avanzada, la extrema senilidad, el coma).
A veces se usa una expresión de refinada hipocresía para denominar el aborto provocado: se dice que es la «interrupción del embarazo». Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. La horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta. Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien. Y es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses del nacimiento va a ser sorprendido por la muerte.
Con frecuencia se afirma la licitud del aborto cuando se juzga que probablemente el que va a nacer (el que iba a nacer) sería anormal física y psíquicamente. Pero esto implica que el que es anormal «no debe vivir», ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal por accidente, enfermedad o vejez. Y si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto detrás de la cortina. Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno.
Y es curioso cómo se prescinde enteramente del padre. Se atribuye la decisión exclusiva a la madre (más adecuado sería hablar de la «hembra embarazada»), sin que el padre tenga nada que decir sobre si se debe matar o no a su hijo. Esto, por supuesto, no se dice, se pasa por alto. Se habla de la «mujer objeto» y ahora se piensa en el «niño tumor», que se puede extirpar como un crecimiento enojoso. Se trata de destruir el carácter personal de lo humano. Por ello se habla del derecho a disponer del propio cuerpo. Pero, aparte de que el niño no es parte del cuerpo de su madre, sino «alguien corporal implantado en la realidad corporal de su madre», ese supuesto derecho no existe. A nadie se le permite la mutilación; los demás, y a última hora el poder público, lo impiden. Y si me quiero tirar desde una ventana, acuden la policía y los bomberos y por la fuerza me lo impiden.
El núcleo de la cuestión es la negación del carácter personal del hombre. Por eso se olvida la paternidad y se reduce la maternidad a soportar un crecimiento intruso, que se puede eliminar. Se descarta todo uso del «quién», de los pronombres tú y yo. Tan pronto como aparecen, toda la construcción elevada para justificar el aborto se desploma como una monstruosidad.
¿No se tratará de esto precisamente? ¿No estará en curso un proceso de «despersonalización», es decir, de «deshominización» del hombre y de la mujer, las dos formas irreductibles, mutuamente necesarias, en que se realiza la vida humana? Si las relaciones de maternidad y paternidad quedan abolidas, si la relación entre los padres queda reducida a una mera función biológica sin perduración más allá del acto de generación, sin ninguna significación personal entre las tres personas implicadas, ¿qué queda de humano en todo ello? Y si esto se impone y generaliza, si a finales del siglo XX la Humanidad vive de acuerdo con esos "principios", ¿no habrá comprometido, quién sabe hasta cuándo, esa misma condición humana? Por esto me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final.
COMENTARIO NUESTRO: Estos "principios" ya están muy generalizados. Lo que temía Julián Marías es un hecho en muchas partes del mundo.
domingo, 15 de junio de 2014
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