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domingo, 13 de abril de 2025

LA VIRGEN CUIDÓ CON ESMERO Y AMOR QUE NO SE PERDIESE NI UNA GOTA DE SANGRE DE SU HIJO JESUCRISTO, DIOS Y AHORA SE PERMITE QUE CAIGAN LAS PARTÍCULAS CONSAGRADAS CON LA COMUNIÓN EN LA MANO



Tertuliano*: “…cuidamos escrupulosamente que algo del cáliz o del pan pueda caer a tierra” 

San Hipólito: “… cada uno esté atento… que ningún fragmento caiga y se pierda, porque es el Cuerpo de Cristo que debe ser comido por los fieles y no despreciado” 

Orígenes*:  “Con qué precaución y veneración, cuando recibís el Cuerpo del Señor lo conserváis, de manera que no caiga nada o se pierda algo del don consagrado”.

San Cirilo: “… recíbela cuidando que nada de ella se pierda, porque dime: si alguno te diese unas limaduras de oro ¿no las guardarías con toda diligencia procurando no perder nada de ellas?
¿No procurarás, pues, con mucha más diligencia que no se te caiga ninguna migaja de lo que es más precioso que el oro y las piedras preciosas?”.

LA VIRGEN MARÍA DURANTE LA FLAGELACIÓN DE SU HIJO JESUCRISTO, DIOS.

Beata Ana Catalina Emmerick (visiones y revelaciones): "Cuando volvió en sí, vio que los sayones se llevaban a su Hijo despedazado. Jesús se limpió los ojos llenos de sangre para ver a su Madre. Ella alzó dolorosamente las manos hacia Él y siguió con la vista las sangrientas huellas de sus pies. Entonces vi que María y Magdalena se apartaron del pueblo hacia otro lado y se acercaron al sitio de la flagelación, y, rodeadas y ocultas por las demás mujeres y otras buenas personas que se arrimaron, se tiraron al suelo junto a la columna y secaron con aquellos paños hasta la mínima gota que encontraron de la santa sangre de Jesús”.
 
*Hasta quienes cayeron en algún error proclamaban el respeto y cuidado de las partículas consagradas.

jueves, 13 de marzo de 2025

LA DESOBEDIENCIA QUE SE CONVIERTE EN LEY


Sólo un ejemplo: la comunión en la boca y de rodillas era la ley universal de la Iglesia. La posibilidad de darla en la mano (y de pie) entró como excepción en contadísimos lugares dizque para no dejarlos, por su desobediencia, fuera de la Iglesia. Ahora se ha generalizado por todo el mundo, a tal grado que pareciera que quienes sigan la norma que evita que caigan las partículas consagradas fueran los "rebeldes". La desobediencia se convirtió en fuente de ley.


miércoles, 15 de enero de 2025

NO PERMITAS QUE TE DEN LA COMUNIÓN EN LA MANO Y DE PIE


—A Dios sólo se va de rodillas; pero el hombre es demasiado orgulloso y fatuo para doblarlas (San Agustín).

— Al nombre de Jesús, dóblese toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos (San Pablo).

Si los hombres pudieran verte con los sentidos del cuerpo, tal y como estás en el Santísimo Sacramento, todos caerían de rodillas, rostro en tierra, para adorarte en forma irresistible, inclusive tus más acérrimos enemigos. Pero Tú me has dicho muchas veces que la libertad sin prueba es una palabra hueca que no tiene sentido alguno. Y porque creaste al hombre libre has puesto un velo en este Sacramento, Misterio de Amor y Fe, para que sólo te contempláramos con ese sexto sentido de la fe, que se agranda con la humildad y se atrofia y anula con la fatuidad y el orgullo, para probar de esta suerte el libre albedrío.

Si pues te viera con los sentidos corporales me arrodillaría, ¿y por qué no te veo con ellos voy a permanecer de pie? ¿Dónde está en mí el “hombre nuevo”? ¡Oh, no! Ahora, más que nunca, me postraré. Me arrodillaré, como lo hizo Tomás cuando, reconociendo tu divinidad, exclamaba ¡Señor mío y Dios mío! Como se postraba Pedro cuando te confesaba por Hijo de Dios; como se postraba Magdalena, como se arrodillaban los rengos y leprosos, y los cieguitos a quienes Tú curabas; así me postro de hinojos, con esa rúbrica, ese gesto, el más natural, que constituye de por sí un acto de fe, al igual que haría si corrieras el velo del Sacramento y pudiera verte cara a cara.

Sé, Señor, que los israelitas comieron de pie el cordero pascual, pero porque aquello era sólo una figura, un símbolo, una promesa; pero… nada más, y las promesas se esperan de pie. Pero en la plenitud de los tiempos, Tú, en la Eucaristía, ya no eres símbolo, como muchos pretenden, sino la más viva realidad: eres Carne y Sangre, alimento nuestro. Y en todos los tiempos has puesto antorchas vivientes que dan testimonio de esta realidad. Así Ángela de Foligno, así Isabel de Reute, Nicolás von Flue, Catalina de Siena, Luisa Lateau, Ana Catalina Emmerich, sor María Marta Chambón, Teresa Neumann y tantos otros. Si dejaste la Santa Misa, renovación incruenta del mismo Sacrificio de la Cruz, también como memorial de tu Pasión y Muerte, y ya al comienzo te postraste en el suelo junto a la roca de Getsemaní, ¿qué menos puedo hacer yo que postrarme contigo, en el momento de recibir aquella misma sangre que sudaste y derramaste?

“De rodillas ante este gran Sacramento; que el Antiguo Testamento ceda lugar al Rito nuevo y supla la fe la flaqueza de nuestros sentidos”; así reza la Iglesia en el “Tantum ergo”. Tú bien claro dijiste, Señor: “no se puede poner vino nuevo en odres viejos”. Si los israelitas permanecieron de pie, alentando la esperanza de una promesa, nosotros, que de veras hemos progresado, DESEAMOS ARRODILLARNOS, y así lo haremos, para recibir y comer, ESTANDO EN GRACIA SANTIFICANTE (ESTO ES: SIN PECADO MORTAL MEDIANTE LA CONFESIÓN SACRAMENTAL), la Misma Realidad que se encuentra presente en todas y hasta en la más pequeña partícula de la hostia consagrada que recibiremos EN LA BOCA, no permitiendo que nos la den en la mano porque las partículas consagradas (donde estás completo con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) caerían al suelo y otras partes, algo que nunca permitiremos de nuestra parte.

Estamos en todo nuestro derecho de EXIGIR que se nos dé la Eucaristía de rodillas y en la boca. Y así, sin temor ni vacilación, lo exigiremos por amor a Ti, y de no lograrlo buscaremos aquellos pastores que tengan la suficiente reverencia para así hacerlo.

¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!


miércoles, 5 de junio de 2024

MEDITACIÓN SOBRE LA MANERA DE COMULGAR


I. Recibe a menudo a Jesucristo en el adorable Sacramento del altar. Es el alimento de tu alma, es el pan de vida, es un remedio para tus enfermedades espirituales y una fuerza invencible contra tus tentaciones. Tu fe se hará más viva, tu esperanza más firme, tu caridad más ardiente, si a menudo participas de este divino Misterio; es la fuente de todas las gracias. ¡Ah Señor, cuán bueno sois! ¡Me permitís recibiros tan frecuentemente como lo desee, y yo desprecio vuestras mercedes!

II. Ten cuidado de que la familiaridad no engendre menosprecio; disponte a recibir este adorable Sacramento con tanto esmero como si no debieses gozar de este favor sino una sola vez en tu vida. Humildad, recogimiento, pureza de corazón son las condiciones remotas que debes traer para esta acción. Acércate con fe, con temor y con amor (San Gregorio).

III. En el momento de acercarte a la sagrada Mesa, reanima tu devoción mediante actos de fe, de humildad y de amor; cuanto más dispuesto estés, tantas más gracias recibirás. ¿Cómo te comportas antes, durante y después de la Santa Comunión? Examínate prolijamente acerca de esto. Los que reciben a Jesucristo con el alma manchada por el pecado, cometen crimen tan grande como el de los que lo entregaron a los judíos para ser crucificado (San Agustín).

La devoción al Santísimo Sacramento. Orad por las órdenes religiosas.

martes, 4 de julio de 2023

PARA COMULGAR ES NECESARIO NO HABER COMETIDO PECADO MORTAL DESPUÉS DE LA ÚLTIMA CONFESIÓN BIEN HECHA.


-Si se está en pecado mortal es necesario efectuar primero una Confesión bien realizada (examen de conciencia, dolor y arrepentimiento por haber pecado, propósito firme de no volver a pecar, decir los pecados cometidos: su número y agravantes, y cumplir la penitencia)-

Discípulo. —Ahora, dígame, Padre: ¿basta, para comulgar, no estar en pecado mortal?

Maestro. —Sí, además de estar en ayunas en la forma  como lo prescribe la Iglesia y de saber lo que se va a recibir, basta no estar en pecado mortal para comulgar. Sin embargo, es necesario también ir con rectitud de intención, como, por ejemplo, para amar a Jesucristo, por espíritu de devoción, para obtener gracias espirituales y materiales, pues cuanto con mejores disposiciones se vaya a comulgar, más bendiciones y gracias se recibirán.

Jesucristo, al tomar nuestra naturaleza humana, se ha acomodado, por decirlo así a nuestro modo de ser. ¿No hacemos así nosotros con nuestros amigos y conocidos y, en general, con nuestros prójimos? Cuando uno nos ama, nos honra y nos aprecia con predilección, nosotros correspondemos a ese amor y atenciones; al que más nos aprecia y nos estima, más le amamos y estimamos también nosotros.

Lo mismo sucede con la Comunión; cuanto con más fe, piedad y devoción nos acercamos a comulgar, mejor nos conquistamos la simpatía, la bondad y la delicadeza del corazón de Jesucristo.

D. —Como hacían los Santos, ¿verdad Padre?

M. —Sí, como hacían los Santos, y como hacen las almas profundamente cristianas, las almas que quieren a Jesús y su amor.

D. — ¿Serán muchas estas almas?

M. — Muchísimas. Hay muchos sacerdotes realmente dignos, que celebran y comulgan diariamente, como los Santos. Religiosos y religiosas realmente piadosos, que diariamente comulgan, como si fueran ángeles... Madres sinceramente piadosas y cristianas, jóvenes de ambos sexos pertenecientes a institutos religiosos y de familias cristianas, que cada día se acercan a comulgar con las mejores disposiciones. Únicamente los veletas, los disipados, los tibios, la gente de poca fe, se acercan a comulgar con indiferencia, sin reflexión.

D. — ¿Estos tales, harán mal la Comunión?

M. —No, si no están en pecado mortal no comulgan mal; siempre hacen una obra buena y admirable, como dice el Catecismo; pero se privan de muchas gracias.

D. — ¿Qué quiere decir, Padre, con esto?

M. —Para explicártelo mejor te pondré ejemplos, quizá un poco rastreros; pero escúchalos con paciencia.

Ve un primer caso: Dos campesinos trabajan en la misma tierra: el uno la trabaja y la cultiva con asiduidad, quitando primero las hierbas, cavándola, rastrillándola; la abona, y con todo cuidado deposita en ella la semilla; abre Zanjas para el desagüe, pone cercas para que no pasen por ella, y vigila constantemente su campo. El otro por el contrario, la trabaja de cualquier manera, de prisa y de pasada. ¿Quién de los dos crees recogerá mejores y más abundantes frutos?

D. —Sin duda, el primero.

M. —Pues lo mismo sucede con la Comunión: en conformidad con las disposiciones que se llevan y del interés que uno se toma, y de la devoción y piedad que se pone; en proporción, digo, del cuidado con el cual se manifiesta a Jesucristo nuestro amor y nuestra benevolencia, se recibirán el provecho y los frutos.

Segunda comparación: Salen juntos dos al mercado o de paseo. El uno se contenta con andar, respirando aire sano, gozando del sol, mirando los prados floridos, o, si va al mercado, observando la mercancía expuesta y los escaparates de las tiendas; el otro, por el contrario, recoge de aquellas flores, hace provisión de los artículos que más le agradan y serán más útiles para él y para su familia. Al volver, ¿quién de los dos habrá aprovechado mejor el paseo?

D.  ––Sin duda, el que ha adquirido y llevado a su casa lo bueno que encontró.

M. —Pues así se comprende enseguida que la Comunión es un tesoro de inapreciable valor, inagotable bien que se ofrece a todos los cristianos, y del que más disfruta y se enriquece el que mejor se industria.

D. —Si es así, poco fruto he sacado yo hasta ahora de mis Comuniones; pero, en adelante, quiero que sean tan devotas y tan fervorosas, que constituyan un verdadero tesoro para mi alma.

M. — Muy bien, persevera en tus propósitos y haz que sean firmes y eficaces.

D. —Sin embargo, Padre, si uno va a comulgar sin esta fe y esta devoción, ¿comulgará mal?

M. —No. La Comunión, te he dicho, está mal hecha cuando uno se acerca a ella en pecado mortal y sin las disposiciones de que hablamos antes; de lo contrario, siempre estará bien hecha y será buena y provechosa, porque obra ex opere operato, como enseñan los teólogos, o sea, por su propia virtud sobrenatural y divina.

D. —El que no tiene esas disposiciones, ¿haría mejor no comulgando que frecuentando la Comunión?

M. —A esta pregunta te respondo con una tercera comparación:

Es frecuente dar con personas que por estar indispuestas, no sacan gusto de la comida y casi preferirían no comer, pues aun lo poco que comen lo toman a la fuerza y con cierta repugnancia. No obstante, aquello poquito, tomado de esa manera, les aprovecha, se convierte en sangre y en carne, y así van tirando y desempeñan sus quehaceres. ¿Que sería mejor para éstos: comer o no comer?

D. —Si no comen se mueren.

M. —Luego así debe pensarse de la Comunión, que es alimento de las almas. Si no comen morirán, acabarán languideciendo y caerán en el pecado, que es muerte de las almas.

     El Espíritu Santo hace hablar así al pecador en la Sagrada Escritura: “Estoy mustio como hierba cortada; mi corazón se encuentra seco como el heno del prado porque He dejado de comer mi pan”. Esto es, sabía que debía comer el pan que Jesús me ha dado para vivir, y por indiferencia, por descuido, por fútiles razones, no lo he hecho. Esto constituirá el continuo remordimiento de los que descuidan la Comunión, aunque vivan sin cometer faltas graves.

D. —Entonces, Padre, ¿hacen mal los que dejan de comulgar porque no sienten ni piedad ni devoción?

M. —Sí. Hacen mal y se equivocan, como los que no comen porque no sienten apetito, los que no toman medicamentos cuando están enfermos, los que no buscan ayuda cuando están débiles, los que no se acercan a la lumbre cuando sienten frío, o a la fuente cuando tiene sed.

Pbro. Luis José Chiavarino. COMULGAD BIEN

miércoles, 17 de mayo de 2023

A DIOS SÓLO SE VA DE RODILLAS


Al nombre de Jesús, dóblese toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos (San Pablo). 

Si los hombres pudieran verte con los sentidos del cuerpo, tal y como estás en el Santísimo Sacramento, todos caerían de rodillas, rostro en tierra, para adorarte en forma irresistible, inclusive tus más acérrimos enemigos.

Pero Tú me has dicho muchas veces que la libertad sin prueba es una palabra hueca que no tiene sentido alguno. Y porque creaste al hombre libre has puesto un velo en este Sacramento, Misterio de Amor y Fe, para que sólo te contempláramos con ese sexto sentido de la fe, que se agranda con la humildad y se atrofia y anula con la fatuidad y el orgullo, para probar de esta suerte el libre albedrío.

Si pues te viera con los sentidos corporales me arrodillaría, ¿y por qué no te veo con ellos voy a permanecer de pie? ¿Dónde está en mí el “hombre nuevo”?

¡Oh, no! Ahora, más que nunca, me postraré. Me arrodillaré, como lo hizo Tomás cuando, reconociendo tu divinidad, exclamaba ¡Señor mío y Dios mío!

Como se postraba Pedro cuando te confesaba por Hijo de Dios; como se postraba Magdalena, como se arrodillaban los rengos y leprosos, y los cieguitos a quienes Tú curabas; así me postro de hinojos, con esa rúbrica, ese gesto, el más natural, que constituye de por sí un acto de fe, al igual que haría si corrieras el velo del Sacramento y pudiera verte cara a cara.

Sé, Señor, que los israelitas comieron de pie el cordero pascual, pero porque aquello era sólo una figura, un símbolo, una promesa; pero… nada más, y las promesas se esperan de pie. Pero en la plenitud de los tiempos, Tú, en la Eucaristía, ya no eres símbolo, como muchos pretenden, sino la más viva realidad: eres Carne y Sangre, alimento nuestro.

Y en todos los tiempos has puesto antorchas vivientes que dan testimonio de esta realidad.

Así Ángela de Foligno, así Isabel de Reute, Nicolás von Flue, Catalina de Siena, Luisa Lateau, Ana Catalina Emmerich, sor María Marta Chambón, Teresa Neumann y tantos otros.

Si dejaste la Eucaristía como memorial de tu Pasión y Muerte, y ya al comienzo te postraste en el suelo junto a la roca de Getsemaní, ¿qué menos puedo hacer yo que postrarme contigo, en el momento de recibir aquella misma sangre que sudaste y derramaste?

“De rodillas ante este gran Sacramento; que el Antiguo Testamento ceda lugar al Rito nuevo y supla la fe la flaqueza de nuestros sentidos”; así reza la Iglesia en el “Tantum ergo”. Tú bien claro dijiste, Señor: “no se puede poner vino nuevo en odres viejos”.

Si los israelitas permanecieron de pie, alentando la esperanza de una promesa, nosotros, que de veras hemos progresado, DESEAMOS ARRODILLARNOS para recibir y comer la Misma Realidad.

Revista “Roma” N° XIII. Marzo de 1970

jueves, 12 de enero de 2023

COMULGA EN LA BOCA Y DE RODILLAS



Los modernistas increparon al Papa Pío X, para que les permitiera comulgar de pie, aduciendo que los israelitas habían comido de pie el cordero pascual, símbolo y promesa de la eucaristía. 

La respuesta del Papa fue: “Los símbolos y promesas se reciben de pie, más la realidad se recibe de rodillas y con amor.” 

Catecismo mayor papa san Pío X: 

¿Qué quiere decir: Comulgar con devoción? Comulgar con devoción quiere decir acercarse a la sagrada Comunión con humildad y MODESTIA, así en la persona como en el VESTIDO, prepararse antes (*) y dar gracias después de la sagrada comunión. 

643.- ¿Cómo hemos de estar en el acto de recibir la Sagrada Comunión? En el acto de recibir la Sagrada Comunión hemos de estar ARRODILLADOS, tener la cabeza medianamente levantada, los ojos modestos y vueltos a la Sagrada Hostia, la BOCA suficientemente abierta y la lengua un poco fuera sobre el labio. 

 (*)Nota: Antes de comulgar se debe analizar la conciencia y si se ha cometido pecado mortal después de la última Confesión bien hecha, deberá de acercarse al sacramento de la Penitencia, y con dolor de haber ofendido a Dios y con propósito firme de no volver a pecar, acusará sus pecados al sacerdote confesor. Nadie puede comulgar en pecado grave, pues hacerlo es un gravísimo sacrilegio y quien lo realiza "come y bebe su propia condenación" como explica san Pablo y enseña el Concilio de Trento. 
______________ 

 No vayas, por ningún motivo, con sacerdotes que obligan a tomar la hostia con la mano, en donde quedan partículas consagradas en las que está Cristo realmente presente y caen por todas partes.

martes, 17 de mayo de 2022

SI “A DIOS SÓLO SE VA DE RODILLAS”, ¿POR QUÉ, ARBITRARIAMENTE, NOS PROHÍBEN RECIBIRTE DE RODILLAS Y EN LA BOCA?


 Al nombre de Jesús, dóblese toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos (San Pablo). Si los hombres pudieran verte con los sentidos del cuerpo, tal y como estás en el Santísimo Sacramento, todos caerían de rodillas, rostro en tierra, para adorarte en forma irresistible, inclusive tus más acérrimos enemigos.

Pero Tú me has dicho muchas veces que la libertad sin prueba es una palabra hueca que no tiene sentido alguno. Y porque creaste al hombre libre has puesto un velo en este Sacramento, Misterio de Amor y Fe, para que sólo te contempláramos con ese sexto sentido de la fe, que se agranda con la humildad y se atrofia y anula con la fatuidad y el orgullo, para probar de esta suerte el libre albedrío.

Si pues te viera con los sentidos corporales me arrodillaría, ¿y por qué no te veo con ellos voy a permanecer de pie? ¿Dónde está en mí el “hombre nuevo”?

¡Oh, no! Ahora, más que nunca, me postraré. Me arrodillaré, como lo hizo Tomás cuando, reconociendo tu divinidad, exclamaba ¡Señor mío y Dios mío!

Como se postraba Pedro cuando te confesaba por Hijo de Dios; como se postraba Magdalena, como se arrodillaban los rengos y leprosos, y los cieguitos a quienes Tú curabas; así me postro de hinojos, con esa rúbrica, ese gesto, el más natural, que constituye de por sí un acto de fe, al igual que haría si corrieras el velo del Sacramento y pudiera verte cara a cara.

Sé, Señor, que los israelitas comieron de pie el cordero pascual, pero porque aquello era sólo una figura, un símbolo, una promesa; pero… nada más, y las promesas se esperan de pie. Pero en la plenitud de los tiempos, Tú, en la Eucaristía, ya no eres símbolo, como muchos pretenden, sino la más viva realidad: eres Carne y Sangre, alimento nuestro.

Y en todos los tiempos has puesto antorchas vivientes que dan testimonio de esta realidad.

Así Ángela de Foligno, así Isabel de Reute, Nicolás von Flue, Catalina de Siena, Luisa Lateau, Ana Catalina Emmerich, sor María Marta Chambón, Teresa Neumann y tantos otros.

Si dejaste la Eucaristía como la renovación del sacrificio del Calvario, y al comienzo de tu Pasión te postraste en el suelo junto a la roca de Getsemaní, ¿qué menos puedo hacer yo que postrarme contigo, en el momento de recibir aquella misma sangre que sudaste y derramaste?

“De rodillas ante este gran Sacramento; que el Antiguo Testamento ceda lugar al Rito nuevo y supla la fe la flaqueza de nuestros sentidos”; así reza la Iglesia en el “Tantum ergo”. Tú bien claro dijiste, Señor: “no se puede poner vino nuevo en odres viejos”.

Si los israelitas permanecieron de pie, alentando la esperanza de una promesa, nosotros, que de veras hemos progresado, DESEAMOS ARRODILLARNOS para recibir y comer la Misma Realidad.

Roma, Marzo de 1970.