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martes, 28 de enero de 2025

TEOLOGÍA DEL DOLOR: UN CAMINO HACIA LA LUZ DIVINA


INTRODUCCIÓN: EL SUFRIMIENTO COMO PUERTA AL MISTERIO

El dolor, en su aparente inutilidad, es el gran interrogante de la humanidad. Sin embargo, bajo la luz de la fe, se convierte en un misterio cargado de sentido, una participación en la vida misma de Dios. La tradición cristiana no se limita a explicar el sufrimiento: lo eleva, lo transfigura, lo llena de gracia. En palabras de San Juan Crisóstomo:

“No hay mayor tesoro que un alma que sabe transformar el dolor en gloria.”

1. CRISTO, ALFA Y OMEGA DEL DOLOR

Todo sufrimiento encuentra su clave en Cristo. Él asumió en su humanidad el dolor de todos los hombres, y en su cruz, el sufrimiento se convirtió en puente hacia la redención. Como dijo San Gregorio Magno:

“Aquel que es impasible en su divinidad quiso experimentar el dolor en su humanidad para hacer de nuestra miseria un camino hacia su gloria.”

La cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria: el lugar donde la aparente ausencia de Dios se convierte en su presencia más radical. Como afirmó San Bernardo de Claraval:

“La cruz es la cátedra desde la que Cristo enseña el amor más puro.”

2. EL DOLOR COMO ESCALERA HACIA EL CIELO SEGÚN SAN AMBROSIO

San Ambrosio consideraba el sufrimiento como un medio privilegiado para alcanzar la santidad. En su visión, las pruebas no son castigos, sino gestos pedagógicos de Dios:

“El Señor no permite que suframos porque nos odia, sino porque nos ama más allá de nuestra comprensión. El dolor no es una caída, sino un peldaño en la escalera hacia la eternidad.”

El santo veía en la paciencia ante las tribulaciones una virtud esencial, ya que el sufrimiento purifica al alma de todo lo terrenal y la eleva hacia lo celestial:

“El oro se purifica en el fuego; así también las almas se perfeccionan en el crisol de las pruebas.”

3. SAN AGUSTÍN: EL ORDEN DEL AMOR Y EL DOLOR

Para San Agustín, el sufrimiento está ligado a la capacidad de amar. Sólo quien ama puede sufrir, y cuanto más se ama, mayor es el dolor. Sin embargo, este sufrimiento, cuando está orientado hacia Dios, se convierte en fuente de gloria y santificación:

“El sufrimiento tiene un propósito oculto: ordenar nuestros amores hacia el bien eterno y alejarnos de los bienes pasajeros.”

El obispo de Hipona reconocía que, en medio del dolor, Dios no sólo prueba al alma, sino que la fortalece:

“En la fragua del sufrimiento, el oro de la fe brilla con más intensidad.”

4. SANTO TOMÁS DE AQUINO: EL VALOR REDENTOR DEL DOLOR

El Doctor Angélico ve el sufrimiento como un medio por el cual el hombre participa en la obra redentora de Cristo. En la Summa Theologiae escribe:

“El sufrimiento adquiere un valor infinito cuando se une a los méritos de la Pasión de Cristo, pues Él es la cabeza de la Iglesia y nosotros sus miembros.”

Para Santo Tomás, el dolor no es un fin en sí mismo, sino una oportunidad de crecer en virtud y acercarse a Dios:

“La paciencia en el sufrimiento perfecciona las virtudes y dispone al alma para la gloria eterna.”

5. SAN JUAN DE LA CRUZ: LA NOCHE OSCURA DEL DOLOR PURIFICADOR

El místico carmelita ofrece una de las reflexiones más sublimes sobre el dolor. Para él, el sufrimiento es una noche oscura en la que el alma se purifica de todo lo creado para unirse plenamente a Dios. En La Subida al Monte Carmelo, escribe:

“El alma que quiere llegar a la unión divina debe pasar por el crisol del sufrimiento, donde todas sus imperfecciones son quemadas por el fuego del amor.”

Lejos de ser un castigo, el sufrimiento es una prueba de amor:

“Dios, al despojar al alma de sus consuelos, la prepara para el abrazo más íntimo con Él.”

6. PADRE PÍO: LA ALEGRÍA DE SUFRIR CON CRISTO

El Padre Pío vivió el dolor como un don divino, manifestado en los estigmas y en su constante ofrecimiento de sufrimientos por la salvación de las almas. Decía con frecuencia:

“El sufrimiento es un regalo demasiado grande para almas pequeñas, porque sólo las almas grandes pueden llevar la cruz con amor.”

Su espiritualidad estaba marcada por la unión con Cristo crucificado:

“Cuando sufrimos con amor, nuestras almas son como cálices que recogen la Sangre de Cristo y la vierten sobre las almas necesitadas.”

7. SANTA TERESA DE ÁVILA: EL DOLOR EN LA VIDA INTERIOR

Santa Teresa enseña que el sufrimiento, lejos de ser un obstáculo, es una herramienta que Dios utiliza para moldear el alma según su voluntad:

“No entendemos lo que pedimos cuando pedimos amor a Dios sin pedir también sufrimientos, porque el verdadero amor se prueba en el dolor.”

La santa describe sus propias pruebas como “dulces tormentos”, pues a través de ellas alcanzaba una mayor intimidad con Cristo.

8. EL DOLOR COMO MISTERIO DE REDENCIÓN Y SANTIFICACIÓN

Los santos coinciden en que el sufrimiento no es absurdo, sino un misterio que, al ser abrazado con fe, se convierte en fuente de vida y redención. Como dijo Santa Catalina de Siena:

“En la cruz, el alma encuentra la llave de todas las puertas: del amor, de la gracia y de la gloria.”

El sufrimiento, cuando se ofrece con amor, tiene un valor infinito. No sólo transforma al alma, sino que la convierte en corredentora con Cristo.

9. APLICACIONES PRÁCTICAS DEL DOLOR TRANSFORMADO

 • Aceptar el sufrimiento con serenidad: Reconocerlo como una oportunidad para crecer en virtud.

 • Ofrecer el dolor con amor: Uniéndolo a los méritos de Cristo por la salvación de las almas.

 • Buscar refugio en la oración: Especialmente en la meditación de la Pasión y en la devoción a la Eucaristía.

 • Dejarse moldear por Dios: Abandonando las resistencias y confiando plenamente en su voluntad.

EPÍLOGO: EL CANTO DE LA CRUZ

“En la cruz está la vida y el consuelo,

y ella sola es el camino para el cielo.

En la cruz está el Señor de cielo y tierra,

y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra.

Toma, pues, la cruz de buen grado,

que en ella está el camino para el descanso.”

(San Juan de la Cruz)


OMO


BIBLIOGRAFÍA

 • San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios.

 • San Ambrosio, De Officiis Ministrorum.

 • San Agustín, La Ciudad de Dios.

 • Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 • San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares.

 • San Juan de la Cruz, La Subida al Monte Carmelo.

 • Santa Teresa de Ávila, Las Moradas.

 • Santa Catalina de Siena, Diálogo de la Divina Providencia.

 • Padre Pío, Cartas y Escritos Espirituales.

 • San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Mateo.

lunes, 13 de enero de 2025

LA HISTORIA DEL PADRE PIO Y UN ALMA DEL PURGATORIO


Una noche, mientras rezaba solo, el Padre Pío abrió los ojos y encontró a un anciano de pie frente a él. Confundido, le preguntó: “¿Quién eres? ¿Qué quieres?”

El hombre respondió: “Soy Pietro Di Mauro. Morí en este convento en 1908 y todavía estoy en el purgatorio. Necesito una santa misa para liberarme”.

El Padre Pío prometió rezar por él. Al día siguiente, descubrió registros que confirmaban la muerte del hombre exactamente como se describe.

Esta no fue la única vez que las almas del purgatorio buscaron las oraciones del Padre Pío. Una vez dijo: “Por este camino pasan tantas almas de muertos como de vivos”.

¡Un poderoso recordatorio de la importancia de la oración y la misa para los fieles difuntos!

miércoles, 22 de noviembre de 2023

EL ABORTO Y EL PADRE PÍO


 En este breve artículo podemos vislumbrar lo terriblemente grave y aberrante que era para el Padre Pío el crimen del aborto y las funestas consecuencias que éste acarrea.

En cierta ocasión el padre Pellegrino Funicelli, quien asistió al padre Pío durante muchos años, le preguntó: “Hoy usted negó la absolución a una mujer porque se sometió voluntariamente a un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con esta pobre desafortunada?”.

El padre Pío respondió: "El día que las personas dejen de horrorizarse por el aborto será el día más terrible para la humanidad. El aborto no es sólo un homicidio, sino también un suicidio. ¿No deberíamos tener la valentía de manifestar nuestra fe frente a los que cometen dos crímenes en un solo acto?"

“¿Suicidio?”, preguntó el padre Pellegrino.

"El suicidio de la raza humana será comprendido por los que verán la tierra poblada por ancianos y despoblada de niños: estará incendiada como un desierto", contestó el padre Pío.

"Cuando veas un alma que anuncia el aborto como un acto benigno, sabrás que en ella reina el príncipe de las tinieblas y que está en peligro de muerte eterna. ¡Ay, de nosotros, si consentimos con ese miserable y mortal pecado! No osemos tomar el lugar del Creador y no permitamos que ningún hombre lo haga. Y no seamos cómplices de este crimen maldito por culpa de nuestro silencio o nuestra tibieza."


martes, 24 de octubre de 2023

EL ARMA


Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre Pío usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre signi­ficativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.

El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:

"Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:

-“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”

Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.

Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: *¡Con esta arma, eres tú quien ganarás!* Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desva­necidas. ¡Yo me desperté!

En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!... ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!... ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perju­dicará!”

Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»

Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.

Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.

Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.

Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le pre­guntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.

Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.

Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!... Solamente hay un Rosario”.

Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!... ¿La verdadera Arma?”

Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció conti­nuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.

El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: "Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.

Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi).

lunes, 24 de octubre de 2022

EL PADRE PÍO Y EL SANTO ROSARIO


 

Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre Pío usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre signi­ficativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.

El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:

«Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:

-“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”

Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.

Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: *¡Con esta arma, eres tú quien ganarás!* Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desva­necidas. ¡Yo me desperté!

En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!... ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!... ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perju­dicará!”

Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»

Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.

Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.

Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.

Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le pre­guntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.

Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.

Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!... Solamente hay un Rosario”.

Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!... ¿La verdadera Arma?”

Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció conti­nuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.

El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: "Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.

Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi).

miércoles, 22 de junio de 2022

LA VIDA SE ABRE PARA QUIEN MUERE EN GRACIA


Quien habitualmente vive en gracia, es de esperar que termine así la vida terrenal y, por esto, empiece a vivir eternamente la verdadera vida.

viernes, 10 de junio de 2022

EL PADRE PÍO NOS ENSEÑA CÓMO DEBE SER NUESTRO COMPORTAMIENTO EN LA IGLESIA Y DURANTE EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA


Una carta del Padre Pío para Annita Rodote, Pietrelcina, 25 de julio de 1915.

San Pío de Pietrelcina nos enseña cómo oír la Misa:

”Con el fin de evitar irreverencias e imperfecciones en la casa de Dios, en la iglesia –que el divino Maestro llama casa de oración-, les exhorto en el Señor a practicar lo siguiente:

Entre en la iglesia en silencio y con gran respeto, considerándose indigna de aparecer ante la Majestad del Señor. Entre otras consideraciones piadosas, recuerde que nuestra alma es el templo de Dios y, como tal, debemos mantenerla pura y sin mácula ante Dios y sus ángeles.

Avergoncémonos por haber dado acceso al diablo y sus seducciones muchas veces (con su seducción del mundo, su pompa, su llamada a la carne) por no ser capaces de mantener nuestros corazones puros y nuestros cuerpos castos; por haber permitido a nuestros enemigos insinuarse en nuestros corazones, profanando el templo de Dios que somos a través del santo bautismo.

En seguida, tome agua bendita y haga la señal de la cruz con cuidado y lentamente.

En cuanto esté ante Dios en el Santísimo Sacramento, haga una genuflexión devotamente. Después de haber encontrado su lugar, arrodíllese y haga el tributo de su presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento. Confíe todas sus necesidades a Él junto con la de los demás. Hable con Él con abandono filial, dé libre curso a su corazón y dele total libertad para actuar en usted como él crea mejor.

Al asistir a la Santa Misa y a las funciones sagradas, permanezca muy compuesta, cuando en pie, arrodillada y sentada, y realice todos los actos religiosos con la mayor devoción. Sea modesta en su mirada, no gire la cabeza aquí y allí para ver quién entra y sale. No ría, por respeto a este santo lugar y también por respeto de quienes están cerca de usted. Intente no hablar, excepto cuando la caridad o la estricta necesidad lo requieran.

Si reza con los demás, diga las palabras de la oración claramente, observe las pausas y nunca se apresure.

En suma, compórtese de tal manera que todos los presentes sean edificados, y que, a través de usted, sean instados a glorificar y amar al Padre celestial.

Al salir da iglesia, debe estar recogida y calma. En primer lugar, pida el permiso de Jesús en el Santísimo Sacramento; pida perdón por las faltas cometidas en su presencia divina y no Le deje sin pedir y recibir Su bendición paterna.

Cuando esté fuera de la iglesia, sea como todo seguidor del Nazareno debería ser. Sobre todo, sea extremamente modesta en todo, pues esta es la virtud que, más que cualquier otra, revela los sentimientos del corazón. Nada representa un objeto más fiel o claramente que un espejo. Igualmente, nada representa mejor las buenas cualidades de un alma que la mayor o menor regulación del exterior, como cuando alguien parece más o menos modesta.

Debe ser modesta al hablar, modesta en la sonrisa, modesta en su porte, modesta al caminar. Todo eso debe ser practicado, no por vanidad, con el fin de mostrarse a sí misma, ni con hipocresía con el fin de aparecer buena a los ojos de los demás, sino, por la fuerza interna de la modestia, que reglamenta el funcionamiento exterior del cuerpo.


jueves, 30 de septiembre de 2021

LAS ÚLTIMAS HORAS DE SAN PIO DE PIETRELCINA


Noche del 22 de septiembre de 1968, de las 21.00 a las 24.00 horas.

 La última noche del Padre Pío es narrada de manera sencilla y conmovedora por el Padre Pellegrino da Sant’Elia a Pianisi.

  La historia que cuenta de esa noche, como único y privilegiado testigo de las últimas horas de la vida terrena del Padre Pío, es segura e incuestionablemente confiable.

  Es una historia grabada en la grabadora. Aquí hay un gran extracto del texto según lo informado por Luigi Peroni en su libro Padre Pio da Pietrelcina:

  Padre Pellegrino: "... En particular, durante la noche sucedió que a menudo preguntaba por la hora, especialmente cuando se acercaba la hora de la Santa Misa; pasada la medianoche, alrededor de la una, empezó a preguntar la hora con mucha frecuencia.

  De nueve a medianoche

  Así fue la última noche: de nueve a medianoche fue como todas las demás.

  Pero noté este detalle: mientras que las otras veces, cuando se fue a la cama recuperó un hermoso color, esa noche había recoloreado un poco, pero no como las otras veces.

  Tenía los ojos llorosos, rojos, pero las lágrimas no fluían ... Unas lágrimas en la pestaña, que me limpié.

  Durante estas tres primeras horas me llamó cinco o seis veces para preguntarme la hora. [...]

  23 de septiembre de 1968: desde la medianoche hasta las 2:30 am

  ... A medianoche empezó a temblar como un niño; un miedo, un terror que duró hasta la una después de la medianoche. Quería que me sentara a su lado, cerca de la cama, y ​​me apretó las manos con fuerza. Luego me preguntó: "Guagliò, ¿dijiste 'una misa?".

  Eran alrededor de las 12.10. Y yo: "Es muy temprano", respondí sonriendo, "¡todavía es medianoche!" Y él: “¡Mbè! Esta mañana me lo dirás”.

   Esta frase me sonó nueva al oído, porque, cuando me pedía misa, y lo hacía casi todas las mañanas, o me preguntaba: "¿Lo dices según mis intenciones?", O, a veces, me decía. él mismo: “Decir misa esta mañana según mis intenciones”. Pero nunca había usado esa expresión: "¡Esta mañana lo dirás por mí!".

  Aproximadamente a las 12:30 me pidió que lo confesara. Lo confesé y, después de la confesión, así, de la nada, me dijo: "Si el Señor me llama hoy, pida perdón a los cohermanos por las molestias que les he dado y pida una oración por mi alma a los hermanos y hijos espirituales ".

   Le respondí casi mal, oponiéndome a él con bastante fuerza, diciendo en dialecto: "Padre espiritual, ¡tienes 'ganas de hacer campaña' otra vez!".

  Luego, casi arrepintiéndome de la respuesta poco cortés, o al menos un poco fuerte, traté de endulzarla, y dije: “Pero si tenías razón ... - entonces, casi para complacerlo y no solo para pedir la bendición ... pero si tienes razón, ¿puedo pedirte la última bendición para los hermanos, para todos los hijos espirituales, para tus enfermos? ”. Dijo: “Sí, los bendigo a todos”.

  Y luego añadió: “¡Mbè! Sin embargo, pido la caridad del superior para que dé esta última bendición en mi lugar ”.

  Finalmente me pidió que renovara mi profesión religiosa. Lo había confesado muchas otras veces, pero nunca me había pedido que renovara mi profesión religiosa. Este hecho me impactó un poco.

  De todos modos, le hice renovarlo. Dijo: "Di tú por delante ... yo digo después de ti ...". Casi para decirlo con más precisión, o casi para ponerme de nuevo en mi capacidad de memoria, sin confiar en la suya. Repitió después de mí; y yo, finalmente, cerré así: "¡Y yo, de parte de Dios, si guardas estas cosas, te prometo la vida eterna!".

  Se quedó otros cinco o diez minutos en la cama, y ​​mientras tanto me preguntaba la hora muy a menudo, cada tres o cuatro minutos, pero sin hacer comentarios. Bueno, esto me parece que ha sido diferente con las otras noches: la solicitud de tiempo. Es decir, mientras que las otras noches preguntaba por la hora y también comentaba ... "¡Mbè! Este tiempo nunca pasa ”; o: "¡Qué pronto pasó! ...", esa noche, sin embargo, a esa hora entre la medianoche y la una, preguntó la hora, pero no la comentó. Realmente parecía que tenía una cita y que, en definitiva, tenía prisa. [...] A la una terminó esta pelea, y lo noté porque me dijo: "Quiero levantarme, porque respiro mejor en la silla".

  Se lo puse difícil, pero insistió y cedí. Se levantó y parecía un hombre joven, aunque yo, cuando fue a lavarse la cara, y cuando se peinaba, le llevaba la mano por la axila. Caminaba derecho: no lo había visto así en cinco o seis años. Este hecho me impresionó tremendamente. Y así también cuando lo acompañé hasta la puerta para dar los habituales cuatro pasos en medio de los pasillos; porque cuando se levantaba para prepararse para la misa, hacia las dos, las dos y media, ya veces hasta la una, siempre daba cuatro pasos por los pasillos.

  Esa noche, cuando llegó a la puerta, en lugar de atravesar los pasillos, dijo: "Vamos a la logia". Él mismo encendió la luz, entrando en la logia; se sentó allí y empezó a mirar ... Dejó de rezar (porque nada más levantarse ya tenía la corona en la mano, o inmediatamente se la puso en la mano para rezar).

  En la logia dejó de rezar y pasó cinco minutos hurgando, volviendo los ojos hacia arriba y hacia abajo, y mirándolos especialmente en el punto donde lo pusimos tan pronto como murió. Un reflejo póstumo mío, mi impresión actual, es que él ya estaba allí, acostado.

  Pasados ​​cinco minutos, me dijo: “¡Mbè! Volvamos a la habitación ”. Desde que se levantó de la cama hasta que me pidió que volviera a la habitación, debieron pasar quince o veinte minutos, no más; luego era la una y cuarto, la una y veinte. Fui a ayudarlo, pero había comenzado a pesar; él mismo dijo: “¡No puedo hacerlo!”. Entonces, para animarlo, le dije: "Padre espiritual, no se preocupe, aquí hay una silla de ruedas".

  De hecho, la silla de ruedas estaba allí, fuera de la puerta que conducía a la terraza. Lo tomé, me acerqué a él, lo hice sentarse y lo llevé de regreso a la habitación. Allí, lo hice acostarse en el sillón y él, señalando la silla de ruedas, hizo el gesto, con la mano izquierda, de decir: "sácala fuera"; casi para aclarar: ahora ya no es necesario.

  De vuelta al interior, vi que se había puesto pálido. Pasé una mano por su frente: había un poco de sudor frío. Pero esto no me habría impresionado, porque a menudo sucedía que tenía ataques de asma y, por lo tanto, se sentía mal. En cambio, me impresionó el hematoma que comenzaba a aparecer en los labios.

  Sin embargo, durante un rato seguí preparando una plataforma, que colocamos debajo de sus pies, para mantenerlos elevados cuando él estaba en la silla, para que no se hincharan más. De hecho, en los últimos meses, con este sistema, es decir, con una pequeña cama supletoria y con esa plataforma, ya no le hincharon los pies como antes.

  Mientras preparaba este taburete, él, mirando la fotografía de su madre, que está frente a la silla, me dijo: “¿Quién está ahí? ...” “¡Eh! - le respondí - ¡hay una fotografía de su madre! ”. Y él: “Veo a dos madres”. Yo, creyendo que esto se debía al malestar, y que como consecuencia su vista se había debilitado un poco, dije: “Padre, pero alrededor de este pequeño cuadro que representa a su madre, hay una ... dos ... tres fotografías. de la Madonna di Pietrelcina; luego están las fotografías de los enfermos, la fotografía de Maria Pyle ... ”. Pero él respondió: "Los veo todos con claridad, pero ahí veo a dos madres ...".

  Entonces pensé que era algo un poco fuera de lo natural y quise insistir, pero él comenzó a decir: "Jesús, María, Jesús, María ..." y nunca más me respondió. Al ver que el moretón en mis labios había crecido, me asusté y me moví para ir a buscar a alguien. Inmediatamente se dio cuenta y me dijo: "No, no molestes a nadie". Empecé de todos modos, y cuando llegué frente a la puerta del superior, escuché que me llamaban en voz bastante alta. Vuelvo pensando que me estaba llamando por otra razón. En cambio, fue por lo mismo: es decir, no despiertes a nadie, no molestes a nadie.

  Entonces respondí ... un poco fuerte: "Padre espiritual - dije - lo siento, pero ahora no mandas, yo mando". Así que lo dejé, mientras él seguía diciendo: "No molestes a nadie". Corrí a llamar al padre Mariano, pero la puerta de su habitación estaba cerrada, mientras que la de Fra Guglielmo (Bill Martin), el fraile americano, estaba abierta. Entré, lo desperté, lo sacudí, de inmediato lo acompañé a Padre Pío, e inmediatamente corrí a llamar al Dr. Sala.

  El Dr. Sala habrá llegado después de diez minutos, o como máximo un cuarto de hora. En cuanto lo vio, dijo: "Bueno, es uno de los ataques habituales ...". Y no quedó impresionado.

  Pero cuando levantamos al Padre Pío para acostarlo, me di cuenta de que estaba completamente suelto: sus rodillas ya no podían sostenerlo, sus brazos pesaban ... en fin, parecía un cadáver. Con dificultad, de hecho, logramos ponerlo en la cama para la inyección ...

  Sala, ayudándonos también, porque no podía hacerlo, hizo que lo volviera a sentar en el sillón. Pero incluso en esta posición, la respiración se hizo cada vez más lenta y todo indicaba un inminente colapso decisivo. Dr. Sala quedó impresionado cuando la inyección no produjo el efecto deseado.

  Habían pasado más de diez minutos y no se había producido ninguna reacción, tanto que, ahora conscientes de lo que iba a pasar de forma irremediable, decidimos con el Dr. Sala para llamar al tutor, avisar a la comunidad, a los médicos de guardia en la Casa Sollievo ya su sobrino Mario Pennelli.

  Nos miramos a la cara con el Dr. Sala. Dije: “¡Bueno! Voy a llamar al superior ”». El padre Pellegrino, hacia las dos de la tarde, fue a despertar al guardián. EL Dr. José sabía que Sala llamó al Dr. Giovanni Scarale, anestesista de la Casa Sollievo della Sofferenza, describió rápidamente la situación y le pidió que viniera de inmediato y trajera los instrumentos necesarios para la respiración artificial del Padre.

  Luego regresó a la habitación del Padre Pío, se aplicó un tubo nasal conectado a un cilindro de oxígeno e inmediatamente fue a llamar al Dr. Giuseppe Gusso, director médico de la Casa Sollievo.

  Mientras tanto, el guardián, entrando en la celda del Padre, lo vio sentado en la silla jadeante. Se dio cuenta de la gravedad de la situación e inmediatamente fue a despertar al padre Raffaele da Sant’Elia a Pianisi, confesor del padre.

  Mientras tanto, llegaron a la habitación el padre Mariano, el padre Paolo y los dos médicos de la Casa Sollievo. Dr. Scarale se puso inmediatamente a trabajar. Detrás del padre, le dijo que respirara profundamente, mientras con la mano derecha controlaba el pulso carotídeo. Mientras tanto, los otros cohermanos se habían despertado y se habían reunido en oración alrededor del Padre Pío. Del libro del Dr. Emanuele Giannuzzo, San Pío, págs. 417-24: 23 de septiembre de 1968: Últimos minutos antes de las 2:30 a. m.

   El Padre Pellegrino narra los últimos minutos de la vida del Padre, fallecido a las 2.30: “Mientras tanto, le di un buen sorbo de café. Le llevé la taza a los labios y él mismo tuvo fuerzas para beber, pero ya no tenía fuerzas para tragar toda la bebida. También fue por esta razón que no pudimos administrarle la Sagrada Eucaristía.

  El Paolo da San Giovanni Rotondo, sacristán del Santuario, administró el sacramento de los enfermos al Padre ... ».

  Pasan unos instantes y luego el Padre "... alrededor de las dos y media ... las dos y treinta y uno, como un niño que se duerme, inclinó un poco la cabeza hacia la izquierda y falleció ...".

  La noticia se difundió rápidamente. Ya, cerca de la celda del Padre, había una treintena de frailes, presentes en San Giovanni Rotondo con motivo del cincuentenario de los estigmas. (Giannuzzo, San Pio, 418-23)

  La desaparición de los estigmas Después de la muerte, el tutor y el Dr. Giuseppe Sala invitó a los presentes a salir de la celda para permitir los lastimosos oficios sobre el cuerpo del Padre.
 Además del guardián y el Dr. Sala, el padre Raffaele, el padre Mariano, el padre Pellegrino y el padre Giacomo permanecieron en la celda.

  Quitado del sillón, el cuerpo de Padre Pío fue colocado en la cama. Al volver a montar el cuerpo, se observó con asombro que ya no quedaba ningún rastro de los estigmas. La piel parecía perfectamente sana donde antes, y durante 50 años, se habían impreso los estigmas. Un misterio dentro del misterio.

jueves, 19 de agosto de 2021

SOBRE LAS MODAS


 Padre Pío de Pietrelcina hablando de modas indecentes: 

 “Quiero que todos ustedes, mis queridos hijos espirituales, luchen con el ejemplo, y sin respeto humano, una santa batalla contra la moda indecente. ¡Dios estará contigo y te salvará! Las mujeres que buscan las vanidades de la ropa nunca pueden llevar la vida de Jesucristo, pierden todo adorno del alma tan pronto como este ídolo entra en sus corazones. Cuídense de cualquier vanidad en sus vestidos, porque el Señor permite que estas almas caigan a causa de esta vanidad".

miércoles, 23 de septiembre de 2020

HACE 52 AÑOS MURIÓ EL PADRE PÍO



El Padre Pío nació en el seno de una sencilla, humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del sur de Italia, llamada Pietrelcina. 

A la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Frailes Menores Capuchinos, en la localidad de Morcone. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910, en la Catedral de Benevento. Ocho años más tarde, el 20 de septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del Padre Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia. 

Fue heroico en su apostolado sacerdotal, que duró 58 años. Grandes multitudes, de todas las nacionalidades, pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables.

A través de sus cartas al confesor, se descubren insospechables y tremendos sufrimientos espirituales y físicos, seguidos de dicha inefable, fruto de su íntima y continua unión con Dios y de su ardiente amor por la Eucaristía y por la Santísima Virgen. 

El Señor lo llamó al premio celestial el 23 de septiembre de 1968. El Padre Pío fue sepultado en la cripta del Santuario de Ntra. Sra. de las Gracias, en San Giovanni Rotondo, meta de un número cada vez mayor de peregrinos de todo el mundo. 

 Padre Pío, ruega por nosotros.