viernes, 4 de julio de 2025
lunes, 19 de mayo de 2025
martes, 28 de enero de 2025
TEOLOGÍA DEL DOLOR: UN CAMINO HACIA LA LUZ DIVINA
INTRODUCCIÓN: EL SUFRIMIENTO COMO PUERTA AL MISTERIO
El dolor, en su aparente inutilidad, es el gran interrogante de la humanidad. Sin embargo, bajo la luz de la fe, se convierte en un misterio cargado de sentido, una participación en la vida misma de Dios. La tradición cristiana no se limita a explicar el sufrimiento: lo eleva, lo transfigura, lo llena de gracia. En palabras de San Juan Crisóstomo:
“No hay mayor tesoro que un alma que sabe transformar el dolor en gloria.”
1. CRISTO, ALFA Y OMEGA DEL DOLOR
Todo sufrimiento encuentra su clave en Cristo. Él asumió en su humanidad el dolor de todos los hombres, y en su cruz, el sufrimiento se convirtió en puente hacia la redención. Como dijo San Gregorio Magno:
“Aquel que es impasible en su divinidad quiso experimentar el dolor en su humanidad para hacer de nuestra miseria un camino hacia su gloria.”
La cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria: el lugar donde la aparente ausencia de Dios se convierte en su presencia más radical. Como afirmó San Bernardo de Claraval:
“La cruz es la cátedra desde la que Cristo enseña el amor más puro.”
2. EL DOLOR COMO ESCALERA HACIA EL CIELO SEGÚN SAN AMBROSIO
San Ambrosio consideraba el sufrimiento como un medio privilegiado para alcanzar la santidad. En su visión, las pruebas no son castigos, sino gestos pedagógicos de Dios:
“El Señor no permite que suframos porque nos odia, sino porque nos ama más allá de nuestra comprensión. El dolor no es una caída, sino un peldaño en la escalera hacia la eternidad.”
El santo veía en la paciencia ante las tribulaciones una virtud esencial, ya que el sufrimiento purifica al alma de todo lo terrenal y la eleva hacia lo celestial:
“El oro se purifica en el fuego; así también las almas se perfeccionan en el crisol de las pruebas.”
3. SAN AGUSTÍN: EL ORDEN DEL AMOR Y EL DOLOR
Para San Agustín, el sufrimiento está ligado a la capacidad de amar. Sólo quien ama puede sufrir, y cuanto más se ama, mayor es el dolor. Sin embargo, este sufrimiento, cuando está orientado hacia Dios, se convierte en fuente de gloria y santificación:
“El sufrimiento tiene un propósito oculto: ordenar nuestros amores hacia el bien eterno y alejarnos de los bienes pasajeros.”
El obispo de Hipona reconocía que, en medio del dolor, Dios no sólo prueba al alma, sino que la fortalece:
“En la fragua del sufrimiento, el oro de la fe brilla con más intensidad.”
4. SANTO TOMÁS DE AQUINO: EL VALOR REDENTOR DEL DOLOR
El Doctor Angélico ve el sufrimiento como un medio por el cual el hombre participa en la obra redentora de Cristo. En la Summa Theologiae escribe:
“El sufrimiento adquiere un valor infinito cuando se une a los méritos de la Pasión de Cristo, pues Él es la cabeza de la Iglesia y nosotros sus miembros.”
Para Santo Tomás, el dolor no es un fin en sí mismo, sino una oportunidad de crecer en virtud y acercarse a Dios:
“La paciencia en el sufrimiento perfecciona las virtudes y dispone al alma para la gloria eterna.”
5. SAN JUAN DE LA CRUZ: LA NOCHE OSCURA DEL DOLOR PURIFICADOR
El místico carmelita ofrece una de las reflexiones más sublimes sobre el dolor. Para él, el sufrimiento es una noche oscura en la que el alma se purifica de todo lo creado para unirse plenamente a Dios. En La Subida al Monte Carmelo, escribe:
“El alma que quiere llegar a la unión divina debe pasar por el crisol del sufrimiento, donde todas sus imperfecciones son quemadas por el fuego del amor.”
Lejos de ser un castigo, el sufrimiento es una prueba de amor:
“Dios, al despojar al alma de sus consuelos, la prepara para el abrazo más íntimo con Él.”
6. PADRE PÍO: LA ALEGRÍA DE SUFRIR CON CRISTO
El Padre Pío vivió el dolor como un don divino, manifestado en los estigmas y en su constante ofrecimiento de sufrimientos por la salvación de las almas. Decía con frecuencia:
“El sufrimiento es un regalo demasiado grande para almas pequeñas, porque sólo las almas grandes pueden llevar la cruz con amor.”
Su espiritualidad estaba marcada por la unión con Cristo crucificado:
“Cuando sufrimos con amor, nuestras almas son como cálices que recogen la Sangre de Cristo y la vierten sobre las almas necesitadas.”
7. SANTA TERESA DE ÁVILA: EL DOLOR EN LA VIDA INTERIOR
Santa Teresa enseña que el sufrimiento, lejos de ser un obstáculo, es una herramienta que Dios utiliza para moldear el alma según su voluntad:
“No entendemos lo que pedimos cuando pedimos amor a Dios sin pedir también sufrimientos, porque el verdadero amor se prueba en el dolor.”
La santa describe sus propias pruebas como “dulces tormentos”, pues a través de ellas alcanzaba una mayor intimidad con Cristo.
8. EL DOLOR COMO MISTERIO DE REDENCIÓN Y SANTIFICACIÓN
Los santos coinciden en que el sufrimiento no es absurdo, sino un misterio que, al ser abrazado con fe, se convierte en fuente de vida y redención. Como dijo Santa Catalina de Siena:
“En la cruz, el alma encuentra la llave de todas las puertas: del amor, de la gracia y de la gloria.”
El sufrimiento, cuando se ofrece con amor, tiene un valor infinito. No sólo transforma al alma, sino que la convierte en corredentora con Cristo.
9. APLICACIONES PRÁCTICAS DEL DOLOR TRANSFORMADO
• Aceptar el sufrimiento con serenidad: Reconocerlo como una oportunidad para crecer en virtud.
• Ofrecer el dolor con amor: Uniéndolo a los méritos de Cristo por la salvación de las almas.
• Buscar refugio en la oración: Especialmente en la meditación de la Pasión y en la devoción a la Eucaristía.
• Dejarse moldear por Dios: Abandonando las resistencias y confiando plenamente en su voluntad.
EPÍLOGO: EL CANTO DE LA CRUZ
“En la cruz está la vida y el consuelo,
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra.
Toma, pues, la cruz de buen grado,
que en ella está el camino para el descanso.”
(San Juan de la Cruz)
OMO
BIBLIOGRAFÍA
• San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios.
• San Ambrosio, De Officiis Ministrorum.
• San Agustín, La Ciudad de Dios.
• Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.
• San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares.
• San Juan de la Cruz, La Subida al Monte Carmelo.
• Santa Teresa de Ávila, Las Moradas.
• Santa Catalina de Siena, Diálogo de la Divina Providencia.
• Padre Pío, Cartas y Escritos Espirituales.
• San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de Mateo.
lunes, 13 de enero de 2025
LA HISTORIA DEL PADRE PIO Y UN ALMA DEL PURGATORIO
Una noche, mientras rezaba solo, el Padre Pío abrió los ojos y encontró a un anciano de pie frente a él. Confundido, le preguntó: “¿Quién eres? ¿Qué quieres?”
El hombre respondió: “Soy Pietro Di Mauro. Morí en este convento en 1908 y todavía estoy en el purgatorio. Necesito una santa misa para liberarme”.
El Padre Pío prometió rezar por él. Al día siguiente, descubrió registros que confirmaban la muerte del hombre exactamente como se describe.
Esta no fue la única vez que las almas del purgatorio buscaron las oraciones del Padre Pío. Una vez dijo: “Por este camino pasan tantas almas de muertos como de vivos”.
¡Un poderoso recordatorio de la importancia de la oración y la misa para los fieles difuntos!
lunes, 4 de diciembre de 2023
miércoles, 22 de noviembre de 2023
EL ABORTO Y EL PADRE PÍO
En cierta ocasión el padre Pellegrino Funicelli, quien asistió al padre Pío durante muchos años, le preguntó: “Hoy usted negó la absolución a una mujer porque se sometió voluntariamente a un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con esta pobre desafortunada?”.
El padre Pío respondió: "El día que las personas dejen de horrorizarse por el aborto será el día más terrible para la humanidad. El aborto no es sólo un homicidio, sino también un suicidio. ¿No deberíamos tener la valentía de manifestar nuestra fe frente a los que cometen dos crímenes en un solo acto?"
“¿Suicidio?”, preguntó el padre Pellegrino.
"El suicidio de la raza humana será comprendido por los que verán la tierra poblada por ancianos y despoblada de niños: estará incendiada como un desierto", contestó el padre Pío.
"Cuando veas un alma que anuncia el aborto como un acto benigno, sabrás que en ella reina el príncipe de las tinieblas y que está en peligro de muerte eterna. ¡Ay, de nosotros, si consentimos con ese miserable y mortal pecado! No osemos tomar el lugar del Creador y no permitamos que ningún hombre lo haga. Y no seamos cómplices de este crimen maldito por culpa de nuestro silencio o nuestra tibieza."
martes, 24 de octubre de 2023
EL ARMA
Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre Pío usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre significativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.
El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:
"Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:
-“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”
Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.
Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: *¡Con esta arma, eres tú quien ganarás!* Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desvanecidas. ¡Yo me desperté!
En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!... ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!... ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perjudicará!”
Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»
Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.
Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.
Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.
Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le preguntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.
Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.
Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!... Solamente hay un Rosario”.
Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!... ¿La verdadera Arma?”
Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció continuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.
El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: "Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.
Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi).
viernes, 30 de junio de 2023
lunes, 24 de octubre de 2022
EL PADRE PÍO Y EL SANTO ROSARIO
Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre Pío usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre significativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.
El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:
«Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:
-“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”
Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.
Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: *¡Con esta arma, eres tú quien ganarás!* Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desvanecidas. ¡Yo me desperté!
En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!... ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!... ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perjudicará!”
Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»
Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.
Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.
Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.
Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le preguntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.
Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.
Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!... Solamente hay un Rosario”.
Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!... ¿La verdadera Arma?”
Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció continuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.
El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: "Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.
Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi).
sábado, 13 de agosto de 2022
miércoles, 22 de junio de 2022
LA VIDA SE ABRE PARA QUIEN MUERE EN GRACIA
viernes, 10 de junio de 2022
EL PADRE PÍO NOS ENSEÑA CÓMO DEBE SER NUESTRO COMPORTAMIENTO EN LA IGLESIA Y DURANTE EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA
San Pío de Pietrelcina nos enseña cómo oír la Misa:
”Con el fin de evitar irreverencias e imperfecciones en la casa de Dios, en la iglesia –que el divino Maestro llama casa de oración-, les exhorto en el Señor a practicar lo siguiente:
Entre en la iglesia en silencio y con gran respeto, considerándose indigna de aparecer ante la Majestad del Señor. Entre otras consideraciones piadosas, recuerde que nuestra alma es el templo de Dios y, como tal, debemos mantenerla pura y sin mácula ante Dios y sus ángeles.
Avergoncémonos por haber dado acceso al diablo y sus seducciones muchas veces (con su seducción del mundo, su pompa, su llamada a la carne) por no ser capaces de mantener nuestros corazones puros y nuestros cuerpos castos; por haber permitido a nuestros enemigos insinuarse en nuestros corazones, profanando el templo de Dios que somos a través del santo bautismo.
En seguida, tome agua bendita y haga la señal de la cruz con cuidado y lentamente.
En cuanto esté ante Dios en el Santísimo Sacramento, haga una genuflexión devotamente. Después de haber encontrado su lugar, arrodíllese y haga el tributo de su presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento. Confíe todas sus necesidades a Él junto con la de los demás. Hable con Él con abandono filial, dé libre curso a su corazón y dele total libertad para actuar en usted como él crea mejor.
Al asistir a la Santa Misa y a las funciones sagradas, permanezca muy compuesta, cuando en pie, arrodillada y sentada, y realice todos los actos religiosos con la mayor devoción. Sea modesta en su mirada, no gire la cabeza aquí y allí para ver quién entra y sale. No ría, por respeto a este santo lugar y también por respeto de quienes están cerca de usted. Intente no hablar, excepto cuando la caridad o la estricta necesidad lo requieran.
Si reza con los demás, diga las palabras de la oración claramente, observe las pausas y nunca se apresure.
En suma, compórtese de tal manera que todos los presentes sean edificados, y que, a través de usted, sean instados a glorificar y amar al Padre celestial.
Al salir da iglesia, debe estar recogida y calma. En primer lugar, pida el permiso de Jesús en el Santísimo Sacramento; pida perdón por las faltas cometidas en su presencia divina y no Le deje sin pedir y recibir Su bendición paterna.
Cuando esté fuera de la iglesia, sea como todo seguidor del Nazareno debería ser. Sobre todo, sea extremamente modesta en todo, pues esta es la virtud que, más que cualquier otra, revela los sentimientos del corazón. Nada representa un objeto más fiel o claramente que un espejo. Igualmente, nada representa mejor las buenas cualidades de un alma que la mayor o menor regulación del exterior, como cuando alguien parece más o menos modesta.
Debe ser modesta al hablar, modesta en la sonrisa, modesta en su porte, modesta al caminar. Todo eso debe ser practicado, no por vanidad, con el fin de mostrarse a sí misma, ni con hipocresía con el fin de aparecer buena a los ojos de los demás, sino, por la fuerza interna de la modestia, que reglamenta el funcionamiento exterior del cuerpo.