viernes, 29 de agosto de 2025
DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
viernes, 3 de junio de 2022
VISITAR Y CUIDAR A LOS ENFERMOS
La enfermedad llega, con o sin tarjeta de visita. Un accidente, un día de viento, un bulto extraño en la espalda, un dolor de cabeza aparentemente inexplicable.
El enfermo empieza un camino difícil. Primero intenta conocer qué está pasando. Luego busca los remedios para curarse, si esto resulta posible, y para calmar los dolores. En ocasiones, hay esperanzas de sanación. Otras veces, recibe una noticia difícil: ha comenzado una enfermedad irreversible, que tal vez durará muchos años o que llevará pronto a la muerte.
En el camino de la enfermedad, ayuda y consuela encontrar manos amigas, consejos buenos, atenciones médicas adecuadas. Sufrir solos aumenta, para muchos, el sentimiento de pena. Sufrir acompañados por quienes nos aman de verdad alivia casi tanto o más que un calmante.
Por eso, entre las obras de misericordia corporales, la primera invita a “visitar y cuidar a los enfermos”. De este modo, quien está sano, y también quien está enfermo pero todavía puede hacer mucho, ofrecen su tiempo, su cercanía, sus palabras (cuando son oportunas), sus cuidados, a quienes conviven durante días o meses con la enfermedad.
La invitación de visitar a los enfermos viene del mismo Jesucristo. Primero, con su ejemplo: acogía y curaba a muchos enfermos que encontró a lo largo de su vida. Después, con sus palabras, al recordarnos que quien visita a un enfermo visita al mismo Cristo (cf. Mt 25,31-46).
Desde el ejemplo de Cristo, los bautizados sentimos la llamada a ser auténticos prójimos de nuestros hermanos enfermos. De modo especial, el domingo puede convertirse en un día dedicado a visitar a los enfermos.
Los cristianos que disponen de tiempo de descanso deben acordarse de sus hermanos que tienen las mismas necesidades y los mismos derechos y no pueden descansar a causa de la pobreza y la miseria. El domingo está tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios humildes para con los enfermos, débiles y ancianos.
Al cuidar y visitar a los enfermos actuamos según el buen samaritano del que nos habla Jesús en el Evangelio (cf. Lc 10,28-37), y vivimos el mensaje del amor y del servicio que se conmueve y que acompaña al otro, más allá de los propios miedos o de los planes personales. ¿No merece mi hermano gestos concretos de cariño y de ternura precisamente porque está ahora más necesitado a causa de sus sufrimientos?
Visitar y cuidar a los enfermos es la primera de las obras de misericordia corporales. Vale la pena recordarlo, para aprender a mirar a los demás “con los ojos de Cristo”, para acogerlos desde la perspectiva del Maestro que vino para servir y que atendió con tanta ternura a muchos enfermos encontrados a lo largo del camino.
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic. net
miércoles, 31 de agosto de 2016
MI AMIGO EL IMPENITENTE (Meditación)
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Oremos por él |
domingo, 1 de junio de 2014
DESTINO DE CRUZ
Tarda unos segundos en bajar el audio. Si te pide ir a Goear, actualiza de nuevo la página con F5. Escúchalo mientras miras las imágenes (luego podrás leer la letra que está más abajo).
No, no nos contentemos con dar lo que nos sobra y sentirnos, así, muy "buenitos". Demos lo que necesitamos y démonos nosotros mismos. En particular, no hay más grande obra de caridad que ayudar al prójimo a llegar a Cielo.
Repetimos: No, no nos contentemos con dar sólo lo que nos sobra y sentirnos, así, muy "buenitos". Ni seamos de aquellos que dan caridad únicamente como una mera fórmula para ganar prestigio social, ni juzguemos a otros suponiendo que incurren en ese defecto. Sólo Dios conoce el corazón y la intención de cada uno. En cuanto sea posible, que nuestra mano izquierda no se entere lo que hace la derecha. ¡Hay tanto que podemos hacer en beneficio de una mayor equidad luchando por la justicia social en diversas empresas y preocupándonos verdaderamente de nuestro prójimo al que debemos amar! No olvidemos que también existen los pecados de omisión y de ellos daremos cuenta. Tan grave es la apatía y evitar el compromiso con los que menos tienen como, también, enarbolar su causa como un pretexto político y demagógico para fines meramente partidistas por conveniencia personal o de grupo, y/o para impulsar esquemas o sistemas sociales que la realidad ha comprobado que sólo esclavizan más al pobre, le quitan su libertad y devienen en socializar su miseria, inspirados en tesis materialistas y antirreligiosas que operan, además, contra la parte trascendente del propio hombre: su alma y su espiritualidad. Lo peor es que estas tesis se han infiltrado incluso dentro de la propia Iglesia en detrimento de los mismos pobres y hasta son abanderadas por clérigos modernistas que rocían el marxismo con agua bendita. No, el católico verdadero ama al prójimo en Dios y por amor a Dios, y lucha por la justicia social verdadera y por el bien común. Ni el odio de clases ni la violencia fratricida pueden ser su patrimonio. Lo lamentable es que por la grave descristianización social, producto -en gran medida- de la escuela materialista, laica y atea así como por el descuido en la formación religiosa familiar, en muchos -de cualquier nivel socioeconómico- existe una apatía y un descuido por el segundo mandamiento en el que se resume la Ley: el amor al prójimo como a sí mismos, que exige el desprendimiento del propio egoísmo. Y ello es notorio -en creyentes que lo son ya sólo de nombre- desde un funcionario o ejecutivo enriquecido por la corrupción como hasta en personajes provenientes de clases económicamente bajas que también lo han hecho mediante su incursión en el crimen organizado, empleando como modus vivendi la extorsión, el secuestro, el tráfico de personas y estupefacientes, y el asesinato; sin importarles nada ni nadie más que su propio beneficio a costa de lo que sea y por encima de todo y todos. La injusticia, la corrupción y el egoísmo más profundo campean por todas partes y en todos los niveles y clases sociales.
Hoy, más que nunca, urge difundir de nuevo los principios morales y religiosos por todos los medios en la sociedad. En la familia, en la escuela, en el templo, en los medios de comunicación, etc. Hay que crear hombres con profundas convicciones éticas y religiosas. Cierto que sobre la humanidad pesa el lastre del pecado original y que la maldad y el pecado siempre existirán en mayor o menor medida, pero nunca habían alcanzado este nivel en nuestro medio y sólo retornando al amor a Dios y al amor al prójimo se podrá detener la debacle.
¿Tú en qué forma práctica participas en ello?, ¿qué obras de caridad practicas?, ¿te preocupas por el bien común?, ¿realmente amas a tu prójimo como a ti mismo?
Analízalo y no olvides que en la tarde de la vida seremos juzgados en el amor.
Interpreta Marito.