martes, 8 de diciembre de 2009

ATAQUE MODERNISTA A LA FE DEL PUEBLO CATÓLICO: LO ACUSAN DE CARECER DE UNA "FE ADULTA"


"Pero aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo (si posible fuese), os predique un evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema": San Pablo (Gal. I,8).

Autor: Lic. Oscar Méndez Casanueva

Una de los métodos que emplea el modernismo religioso para atacar la catolicidad del pueblo sencillo, quizá poco ilustrado pero con un amor firme a Dios, seguidor de las enseñanzas de la Iglesia y devoto de sus tradiciones católicas, es denostarlo con el pseudoargumento de que carece de una "Fe adulta".

Empleando este eslogan, se habla de “depurar” y “purificar” la Fe del pueblo y sus tradiciones. Estos modernistas que Su Santidad San Pío X los definía como los peores enemigos que ha tenido la Iglesia -pues traman su ruina no desde fuera sino desde dentro-, pretenden descalificar la Fe del pueblo sencillo, proponiendo -¡claro está!- la suya como parámetro y medida de lo que es la "Fe" que llaman "adulta".

Así, con una soberbia desmedida y haciendo caso omiso del Magisterio infalible de la Iglesia, proponen una nueva "Fe" que en realidad ya no es católica. Si bien, como definía San Pío X, el modernismo es la suma de todas las herejías, no todos sus actos son formalmente heréticos. Así, de igual manera, algunas de las críticas que exponen podrán tener algún fundamento real, pues es cierto que en ocasiones la Fe sencilla y poco ilustrada del pueblo provoca imprecisiones y hasta errores –de diversa magnitud- en algunos sectores del mismo. Sin embargo, con ese pretexto, los modernistas se erigen en jueces implacables y manifiestan un desprecio por la Fe de esas personas y de toda manifestación popular de religiosidad; y proponen, como solución, no la ilustración y el reencauzamiento en donde haya reales desviaciones sino, por el contrario, la adopción de nuevos criterios doctrinales y nuevos usos y costumbres religiosas que son propias de la herejía modernista y no de la catolicidad. Todo esto lo fundamentan en lo que pueda haber de cierto, pero sobretodo en lo que no lo es, siendo –en realidad, como veremos- sólo una calumnia objetiva y un desprecio injustificado contra ese pueblo sencillo.

QUÉ ES LA FE

Veamos primero qué es la Fe, para luego analizar si existe o no una Fe adulta en el pueblo católico poco ilustrado.

La Fe –dentro del campo religioso y circunscrito a la Fe católica, es decir a la verdadera- excluyendo su otra significación objetiva (un conjunto de verdades religiosas que deben ser creídas), consiste, como acto subjetivo, el realizado por el creyente que presta su adhesión a la Verdad revelada por Dios. Es, pues, un acto de la voluntad y no del entendimiento propiamente dicho. Es la aceptación del misterio que excede a la capacidad de comprensión, pues –el misterio- es superior a ésta. Éste es el mérito de la Fe: Si, bien, el entendimiento puede aceptar la posibilidad, en rigor quien acepta la proposición es el acto de voluntad que cree sin necesidad de la evidencia*. Para tener Fe en la forma expuesta, se precisa la gracia de Dios: sin ella, el entendimiento como máximo llegaría a admitir la posibilidad de la proposición de Fe; y la voluntad –como máximo- llegaría a no rechazarla. La aceptación del misterio supera las fuerzas naturales por razón del objeto conocido y por razón de la capacidad de conocer, y por tanto, necesita ayuda especial de la gracia.

Esta aceptación no es irracional, pues la razón me dice que lo que Dios revela debe ser cierto, más allá de su comprensión. Si el misterio no nos es comprensible, por nuestras limitaciones, no significa que no sea cierto. Lo es, puesto que Dios lo reveló. Excede la capacidad nuestra de comprensión, pero es cierto. La Fe es, por tanto, racional pues es razonable creer lo que Dios enseña. Sin embargo, la lucha que se entabla en uno mismo, que por un lado nos induce a creer pero por el otro -simultáneamente- nos induce a sólo admitir la posibilidad del hecho, pero no su realidad, sólo puede ser superada por la gracia de Dios, por la cual realizamos el acto de Fe, prestando más crédito a los motivos que existen para creer que a la incomprensión –derivada de nuestras propias limitaciones- de lo que se cree.

Así, el misterio de la Fe –en cuanto tal- resulta inasequible tanto para los más sabios como para los más ignorantes. El más sabio de los hombres no entiende el misterio propiamente, de la misma manera que el más ignorante tampoco. Alrededor del misterio, en todo lo que lo bordea, el sabio podrá saber mucho del misterio, pero en cuanto tal no sabe más que el ignorante, siendo ambos católicos. Así, el más prestigiado teólogo, por mucho que sepa y por muchas lucubraciones que realice, nunca logrará saber sobre el misterio en sí, es decir sobre el misterio mismo, más que un humilde campesino de Fe rústica y sencilla.

¿CUÁL SERÍA, ENTONCES, UNA FE ADULTA?

Si consideramos que el término “adulto” significa o implica un grado determinado de desarrollo y perfección de los actos realizados por un ser considerado adulto, Fe adulta será la Fe desarrollada, la Fe que tenga cierta perfección en el ejercicio de los actos específicos de la misma. Y dado que la Fe consiste en un acto de la voluntad ayudada por la gracia, m
ediante el cual el creyente se adhiere a la verdad revelada, podemos comprender que aquella persona que presta esa adhesión con plena firmeza y seguridad es la que tendrá una Fe adulta. Y aquí el calificativo de “adulto” cobra un significado que va más allá de las cronologías y de las edades, pues puede tener Fe adulta tanto el niño, como el adulto, el sabio como el ignorante, el teólogo como el campesino. Más aún: Si el ignorante o el niño tienen una Fe FIRME, su Fe será adulta; mientras que carecerán de ella los sabios o los teólogos, si dudan, vacilan, admiten condiciones o titubean.

Además, si tomamos en cuenta que la Fe aumenta y se acrecienta por el ejercicio de la virtud, poseerá un Fe mayor y más adulta y por lo mismo más fuerte y vigorosa, quien mejor cumpla la voluntad de Dios. En esto no interviene el mayor grado de cultura o conoci
miento. Aquel que inflado por los conocimientos de la ciencia humana –que comparada con el amor a Cristo, es estiércol, según dice San Pablo- lleva una vida de disipación, ciertamente no podrá comparar su Fe con la del ignorante piadoso y que es fiel a la voluntad divina al procurar obrar en todo conforme a ella.
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Así, puede tener mucha fe o carecer de ella tanto el sabio como el ignorante, el rico como el pobre, o bien, el téologo o el campesino iletrado.

Por su parte, el modernismo religioso ha hecho un eslogan del término “Fe adulta”, no para acrecentar la firmeza en la Fe católica y la práctica de la virtud que la robustece, lo que llevaría a incrementar esa Fe adulta verdadera, sino para propagar doctrinas contrarias a la misma. Menospreciando la Fe sencilla del pueblo, los modernistas quieren presentarse como reformadores y sabios, buscando trastocar todo lo que de divino tiene la Iglesia, pues no hay aspecto –por sagrado que sea- en donde no quieran meter mano. Todo esto ya lo denunció y advirtió el papa San Pío X en su encíclica Pascendi Dominici Gregis.
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Ciertamente es de desearse que el pueblo sencillo se instruya más profundamente en su Fe para que esos conocimientos le permitan defenderse de los ataques de los enemigos de la Iglesia, tanto internos como externos; también es importante reencauzar la religiosidad popular cuando surjan desviaciones reales por ignorancia, pero todo eso constituye un aspecto que nada tiene que ver con menospreciar la Fe del pueblo sencillo o la religiosidad popular con el fin de intentar trastocar, precisamente, esa Fe en aras de un supuesto conocimiento “superior” del que, con manifiesta soberbia, hace gala el modernismo religioso para revolucionar la Fe auténticamente adulta y fiel al magisterio infalible de la Iglesia de Cristo.

Nuestro pueblo católico, cuando realmente lo es -esto es quienes aceptan firmemente la Fe recibida y demuestran esa Fe con rotundidad y fortaleza-, tiene verdadera Fe adulta. Por el contrario, no sólo no tendrán Fe adulta, sino que carecerán de Fe, aquellos que dudan o propagan la duda de cualquier dogma católico o impugnan –ya sea de un modo velado o abierto- el magisterio de la Iglesia. No importa que se digan teólogos muy renombrados o que posean altos cargos en la estructura eclesial o sean sólo sean parte de un estrato social sin mucha cultura. No hay efecto sin causa y si desde Roma, hace varios años ya (en 1968), se denunció la autodemolición de la Iglesia, es porque existen los autodemoledores, es decir quienes desde dentro trabajan arduamente y pretenden terminar con Ella.

Aunque sabemos que la Iglesia no podrá ser nunca demolida, pues es obra divina que subsistirá hasta la consumación de los tiempos, sí habrá muchos que caigan en la trampa de estos autodestructores, cuya labor es muy eficaz y ciertamente provocará la ruina de miríadas** de almas. Nuestro Señor nos advirtió que los falsos profetas serían lobos con piel de oveja. De ahí la necesidad imperiosa de prevenirnos y de combatir sus errores.

De ahí, también, nuestro ruego a Santa María de Guadalupe: "Dulcísima Madre, ¡conserva nuestra fe, salva nuestra Patria y defiéndenos de los falsos pastores! Amén".
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Cristo le dijo a Tomás: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que han creído sin haber visto” (Jn XX, 24-29).
** Miríada: Cantidad indefinidamente grande.

Nota: Varios conceptos se fundamentan en un antiguo y breve estudio anónimo sobre lo que es la Fe católica.
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Para leer la encíclica de S.S. San Pío X sobre el modernismo, haz click aquí: Pascendi Dominici Gregis.
Para leer más temas sobre modernismo haz click en la etiqueta: Herejía modernista y recorre los diversos temas hacia abajo.
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Ver comentarios:
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2 comentarios:

  1. Me encantó este escrito, muy claro y bien fundado.

    Que bueno que denuncian estos errores sin duda. Gracias por ser la voz firme de la doctrina católica.

    Que la sma Virgen del Carmen los colme de bendiciones en su apostolado.

    María Elena Rojas.

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  2. El pueblo fiel si tiene fe adulta, los progresistas la es´tan perdiendo sino la an ya perdifdo

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