miércoles, 1 de julio de 2009

CINCO CITAS FUNDAMENTALES CONTRA EL MODERNISMO

PARA QUIENES DESEAN UNA UNIDAD SIN BASE EN LA VERDADERA FE:
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“Habremos de sufrir, mal que nos pese, las consecuencias de las faltas de nuestros padres, hasta tanto no hayamos vuelto a edificar en el seno de la sociedad el templo destruido. Nada se hará mientras Dios no sea vuelto a colocar por encima de todas las cosas humanas; mientras su derecho no sea solemnemente reconocido y respetado de manera seria y práctica (…) Sólo un partido podrá salvar al mundo: el partido de Dios. Sólo aquí hay salvación: abjurar nuestros sueños de independencia frente al Ser Soberano y someternos a Él; desplegar ante los hombres la enseña del príncipe de la milicia celestial, con su divisa «¿Quién como Dios?», «¿Quis ut Deus?» ¿Y la conciliación? Sí, sin duda(*), pero tenemos algo más y mejor que hacer, que acercar los hombres unos a otros; el gran acercamiento a realizar es reconciliar la tierra con el cielo. Que nadie se confunda: lo que se mueve, y lo que se agita en el mundo, no es de hombre a hombre sino del hombre a Dios”. Cardenal Louis Pie, sobre quien tanto se inspiró San Pío X, de su obra: "Lettre pastorale à l’occasion de la prise de possession de son diocése". 1849. (Ver también el siguiente enlace: ACERCA DEL VERDADERO Y EL FALSO ECUMENISMO )
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PARA PREVENIRNOS DE LOS ERRORES CONTRA LA FE:
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“Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón extremada de oír doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores para satisfacer sus deseos, y cerrarán sus ojos a la verdad y se convertirán a las fábulas”. San Pablo. II Timoteo, 4, 3-4.
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SOBRE LOS FALSOS PASTORES:

" Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces: por sus frutos los conocereís". N.S. Jesucristo. MAT 7:15

.SOBRE LA INFILTRACIÓN MODERNISTA QUE INTENTA SOCAVAR LA IGLESIA:

."No es necesario buscar a los fabricantes de errores entre los enemigos abiertos, sino que, con grande y angustioso dolor, los vemos introducidos en el seno mismo de la Iglesia, y son por ello tanto más peligrosos cuanto que son más difíciles de descubrir. Nos referimos, Venerables Hermanos, a tantos seglares y, lo que es más lastimoso, a tantos sacerdotes que, con un falso amor a la Iglesia, sin ningún sólido fundamento filosófico ni teológico, incluso impregnados de doctrinas envenenadas, que inoculan hasta la médula de los huesos de la Iglesia, se alzan como reformadores, con una absoluta falta de humildad; como ejército compacto arremeten contra lo que de más santo hay en la obra de Cristo, y ni siquiera: respetan la persona del Redentor divino: con sacrílega osadía la reducen a la categoría de puro y simple hombre. A todos ellos los incluimos entre los enemigos aun cuando ellos mismos se asombren; pero -dejando aparte sus intenciones que sólo Dios puede juzgar- nadie que conozca sus doctrinas y su modo de hablar y de actuar podrá extrañarse de lo que decimos. Y no exageraría quien los incluyese entre los peores adversarios de la Iglesia. Pues, como hemos dicho, no desde fuera, sino dentro mismo de la Iglesia llevan a cabo su perversa actividad; por eso, el peligro se encuentra metido en las venas y en las entrañas de la Iglesia; con mucha mayor eficacia dañina, puesto que conocen tan íntimamente a la Iglesia. A todo esto se añade que no atacan las ramas o los retoños, sino las raíces mismas: la fe y sus más profundas fibras. y una vez dañada esta raíz de inmortalidad, intentan propagar el virus por todo el árbol, de tal manera, que no hay aspecto de la verdad católica en donde no pongan su mano y que no traten de corromper. Emplean tales tácticas para hacer daño, que no se encuentran otras más malvadas ni más insidiosas: son una mezcla de racionalista y católico, tan hábilmente presentada, que con facilidad engañan a los incautos; y son hasta tal punto osados, que no hay consecuencia que les detenga o que no mantengan con firme obstinación. Además, suelen llevar una vida llena de actividad, con gran dedicación al estudio, y unas costumbres intachables que les atrae la estima de todos, lo cual es muy adecuado para engañarles. Pero lo que hace pensar que no tienen remedio es que tienen el espíritu tan absorbido por sus doctrinas, que no admiten ninguna autoridad ni aceptan ningún freno; y como obran con conciencia errónea, creen que es celo por la verdad lo que en realidad sólo es efecto de la soberbia y de la obcecación. Habíamos esperado conseguir que algún día estos hombres rectificaran su actitud, adoptando con ellos primero una actitud indulgente, como con hijos Nuestros que son; después, siendo más severos; por último, aun contra nuestros deseos, hemos tenido que reprenderles públicamente. Sabéis bien, Venerables Hermanos, que todo ha sido inútil: se sometían un momento, para volver a levantar la cabeza más llenos de soberbia. Si se tratase sólo de ellos, quizá hasta podríamos pasar todo esto por alto, pero se trata del prestigio y de la tranquilidad de la religión católica. Por tanto, es preciso interrumpir un silencio, que sería criminal prolongar, y arrancar la máscara de estos hombres, para mostrarlos ante la Iglesia entera tal y como son. Como los modernistas (este es el nombre que con razón se les da) utilizan la táctica insidiosa de no exponer sus doctrinas orgánicamente estructuradas, sino desarticuladas, para que parezcan inconexas y poco concretas, cuando en realidad son firmes y consistentes, lo primero que hay que hacer es presentar esas doctrinas en su conjunto, señalando los lazos que las unen, y a continuación determinar las causas de los errores e indicar los remedios adecuados para atajar el mal". S.S. San Pío X de su encíclica "Pascendi Dominici Gregis".
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PARA NO SER SORPRENDIDOS:
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"Pero aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo, os predique un evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema. Os lo he dicho y os lo repito: Cualquiera que os anuncie un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema". San Pablo. Gal I 8-9.
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(*) Nota: La conciliación entre los hombres será consecuencia lógica de reconciliar a los hombres con el verdadero Dios, con la verdadera fe, es decir, con la verdadera religión. Es una añadidura que se daría de buscar primero el reino de Dios y su justicia.
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