jueves, 30 de julio de 2009

LA NUEVA "CARIDAD": UNA VIRTUD LOCA


CRISTO: CORDERO Y LEÓN


“No puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar”, dice Machado en alguno de sus versos del poema “La Saeta”, refiriéndose al dolor que le causa Cristo crucificado al pueblo andaluz; que es tanto, que él prefiere recordar a Cristo cuando anduvo predicando en la mar.
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Lo que es un bello y piadoso recurso literario, no puede ser transportado a la teología, porque lo que es válido poéticamente no lo es para el entendimiento integral del Redentor, ya que Cristo es UNO. Es el mismo que nace en un pesebre de una Virgen purísima; el mismo que asombra –cuando niño- por sus conocimientos en la sinagoga; el que predica esas enseñanzas llenas de sabiduría y belleza conocidas como “el sermón de la montaña”; el que cura enfermos y resucita muertos; el que fustiga terriblemente a los fariseos llamándoles “raza de víboras” y “sepulcros blanqueados”; el que evita la lapidación de la pecadora diciendo que el que esté libre de culpa lance la primera piedra, pero que tampoco la justifica, sino que le dice que no peque más; el que pide que dejen se acerquen los niños a Él, porque de ellos es el Reino de los Cielos; el que violentamente arroja a los mercaderes que profanan el templo pero que como manso cordero se entrega para obrar la Redención del género humano crucificado en una cruz. Por ello dice San Pablo que el cristiano predica a Jesús CRUCIFICADO, porque en su crucifixión se centra su misión salvífica y el fin para el que se hizo hombre, como nosotros, siendo Dios.
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Un aspecto sobresaliente en Cristo fue su equilibrio entre ser fuerte y también muy dulce, no por nada es que él representa al verdadero león, pero también al verdadero cordero. O sea, el perfecto discernimiento y equilibrio entre la autoridad y el servicio, el amor y la disciplina, el cariño y la corrección. Jesús era muy dulce, pero cuando debía decir las cosas con dureza, las decía. Cristo es nuestro ejemplo a seguir en este equilibrio necesario: león y cordero, cordero y león. Ni cordero cuando hay que ser león, ni león cuando hay que ser cordero.
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Cristo que se define a sí mismo como “el Camino, LA VERDAD y la Vida” no puede ser dividido por nosotros sin ser adulterado. Cristo es cada parte de su vida y de su enseñanza, pero lo es, en tanto no se desintegre de toda ella. Puede estudiarse o meditarse algún aspecto, pero no rompiendo su marco conceptual íntegro. Su vida, su ejemplo y su doctrina no pueden ser desasociadas parcialmente del todo. Así, no podemos enfatizar únicamente su piedad por los enfermos olvidando su santa ira contra los profanadores del templo ni sus terribles palabras a los fariseos. Cristo y la Verdad son un TODO. Por ello, dice a sus apóstoles: “Id y predicad, el que creyere se salvará y el que no creyere se condenará”. Cristo NO INVITA A PREDICAR SOLO LO QUE A LOS DEMÁS LES GUSTA, O SOLO AQUELLO EN LO QUE EXISTAN COINCIDENCIAS. LA UNIDAD QUE BUSCA CRISTO, ES EN LA VERDAD INTEGRAL. NO PERSIGUE LA UNIDAD EN EL CONSENSO O EN LA EVENTUAL COINCIDENCIA DE ALGUNAS IDEAS Y CONCEPTOS. Cristo choca terriblemente con el falso concepto de caridad moderno. Una caridad distorsionada, fuera de la verdad íntegra. Una caricatura de caridad que sólo proclama las verdades que no molestan a los demás. Una dizque caridad que es igual a la de un ciego que guía a otro ciego: ambos caen al hoyo. Para quien así piensa, Cristo será un radical cuando dice que el que no creyere la Verdad -que se le predica- será condenado, pues no comprenden que quien pudiendo ver y aceptar la Verdad, la rechaza, peca contra el Espíritu Santo que es el Espíritu de Verdad.
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La verdadera religión no es un mosaico de doctrinas contradictorias. Los falsos pastores (y sus seguidores) que han reformado y adulterado el mensaje de Cristo fundando nuevas religiones y sectas, no pertenecen a su rebaño. Rebaño al que están llamados todos los hombres y a los que la verdadera Iglesia de Cristo abre sus brazos para acogerlos con verdadero amor. Cristo no admite que se relativice su mensaje: “el que no creyere se condenará” sentencia. Ya hemos hablado, en otros temas, sobre la manera en que pudieran salvarse los no católicos de buena fe, con ignorancia invencible, que cumplan con la ley natural, a pesar de sus falsas religiones. Eso es una cosa y otra, muy distinta, incluir a esas falsas religiones o sectas –en sí mismas- como parte del rebaño de Cristo. Así como el Padre y el Hijo son uno (con el Espíritu Santo, un mismo Dios en tres personas distintas), el creyente debe ser UNO con la Verdad, ya que ésta, no es un bufete para fraccionarla y elegir sólo lo que nos gusta o conviene. Debe haber un solo rebaño bajo un solo Pastor. Ese rebaño ya existe, no es una simple aspiración. La aspiración es que todos pertenezcan a él. Las sectas separadas son precisamente eso: desgarramientos de ese rebaño único. ¡Ojalá vuelvan al redil amoroso dónde Cristo las espera y de donde nunca debieron salir! A él son llamadas paternalmente. Todos tienen el derecho a ser evangelizados en la Verdad íntegra de Cristo. Con nuestra falsa caridad, no les ocultemos esa Verdad que debieran conocer y reconocer. Es injusto y poco caritativo. ¿Cuántos nacidos en el error no han sido evangelizados en la Verdad total (la palabra de Dios custodiada y definida por la Iglesia Católica bajo la autoridad de Pedro), debido a nuestros temores y “tácticas” para proclamarla? Volvamos al Magisterio Infalible de la Iglesia y busquemos la conversión de los separados, para que retornen al lugar que ocupaban en el verdadero redil sus antepasados (antepasados de ellos y de quienes provocaron los cismas y herejías ya seculares).
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NO PODEMOS, SI QUEREMOS SER FIELES AL MENSAJE DE CRISTO, PREDICAR ÚNICAMENTE LO QUE NOS UNE, OLVIDANDO LO QUE NOS SEPARA. LA VERDADERA CARIDAD Y JUSTICIA PARA CON EL PRÓJIMO, NOS EXIGE LA PREDICACIÓN INTEGRAL DE LA VERDAD, si es que realmente deseamos el bien último de nuestro prójimo, que en ello consiste fundamentalmente, la perfecta y verdadera caridad. El pastor que predica la verdad íntegra no es un pastor del odio sino del amor a los demás. El que la oculta en detrimento del prójimo, actuará objetivamente como un falso profeta, aún cuando lo hiciera de buena fe. Hay quienes con la mejor intención se han dejado engañar y consideran esta estrategia (hablar de lo que une y callar lo que divide) como algo positivo. A ellos nos dirigimos con el mejor ánimo, en espera de que reflexionen. Una cosa es enfatizar lo que nos une para atraer a los errados a la Verdad íntegra, y otra, muy distinta, el callar u ocultar lo que nos separa. Ello sería, hablando objetivamente, traicionar la misión de la Iglesia y del cristiano.
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Cada quien dará cuenta a Dios, en el Juicio que nos haga, por la fidelidad a su Verdad y a la manera de practicar la verdadera caridad para con el prójimo. El juicio interno de cada quien, se lo dejamos a Dios. Cuando alguien actúa o piensa erróneamente, es preferible suponer que será por equivocación (aún cuando esta equivocación pudiera ser, ante Dios, por ignorancia culpable) y debemos procurar disuadirlo de su error. Es cierto que no debemos ser jueces del interior de cada quien, pero si debemos juzgar y distinguir entre la Verdad objetiva y el error objetivo. Para ello, Dios nos concedió el razocinio. Ciertamente, hoy en día, se han sembrado múltiples doctrinas erróneas y muchísimos no tienen la guía y el fundamento para advertir y rechazar esos errores, son los equivocados con ignorancia sin culpa. Es gente buena que ha sido engañada y está inmersa en una mentalidad que deforma –de una o de otra manera- la genuina doctrina de Cristo. A ellos debemos ayudar a percibir cual es el CAMINO, la VERDAD y la VIDA. No hay ni puede haber odio contra el errado. Por el contrario, con toda simpatía debemos tenderles la mano para que reconozcan la Verdad íntegra, sin concesiones al error ni ocultamiento de aquello que nos separa. Cristo es totalmente exigente cuando les pide a sus apóstoles que prediquen y evangelicen sin componendas con el error. Esa es la verdadera caridad. La sinagoga no soportó la Verdad total que Cristo enseñaba y por ello pidió la muerte del Mesías que esperaban. Ciertamente, Cristo nunca se contuvo en predicarla, pues no buscaba halagar los oídos que lo escuchaban, sino que, al predicar la Verdad íntegra, lo que realmente pretendía, era la salvación de todos, pues no hay genuina caridad cuando se oculta o se calla la Verdad salvífica.
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Ese antiguo error sobre la caridad se está poniendo de moda como si fuera la gran novedad y como signo de una falsa “modernidad”, de dizque “amor al prójimo” y de un supuesto “amplio criterio”. Esta “caridad” deformada, esta “caridad” fuera de la Verdad, es una más de las virtudes locas de nuestro tiempo, tal como calificó Chesterton aquellas virtudes que se distorsionan y pierden su auténtico y original sentido, para transformarse en una caricatura de la verdadera y genuina virtud a la que hacen mención y referencia.
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Sigamos pues el ejemplo de Cristo, que fue león para predicar y defender íntegra la Verdad, y cordero para atraer a ella a las ovejas y morir redimiéndolas, pendiente de un leño, en la más grande y terrible desolación.
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Lic. Oscar Méndez Casanueva
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"Mira ya como el León de la tribu de Judá, la estirpe
de David, ha ganado la victoria..."(Apoc V,5).
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