miércoles, 28 de abril de 2010

CONSAGRACIÓN AL SACRATÍSIMO CORAZÓN DE CRISTO REY

Acto de proclamación del Sagrado Corazón de Jesús como Rey de México y juramento de fidelidad y vasallaje.

Corazón Sacratísimo: Radiantes de júbilo como fieles vasallos, venimos hoy a postrarnos al pie de tu trono y gozosos te proclamamos a la faz del mundo: REY INMORTAL DE LA NACION MEXICANA, al acatar tu Soberanía sobre todos los pueblos.

Queremos coronar tu frente, ¡Oh Cristo Rey!, con una diadema de corazones mexicanos y poner en tus manos el cetro de un poder absoluto, para que rijas y gobiernes a tu pueblo amado. Eres Rey como afirmaste en tu pasión, ¡porque eres el Hijo de Dios! Por lo tanto, ¡Oh Monarca amabilísimo!, este pueblo tuyo, que tiene hambre y sed de justicia, que se ampara en tu celestial Realeza, te promete entronizar tu Corazón en todos sus hogares, pobres o ricos y rendirte el homenaje que mereces, reconociendo tus derechos santísimos sobre todo el orbe.

Consagramos a tu Corazón Sagrado, la Iglesia de México con todos sus Pastores, Ministros y Comunidades religiosas; la Patria querida con todos sus hogares, las familias con todos sus miembros; ancianos, jóvenes o niños; a los amigos y a los enemigos y muy particularmente a las madres, las esposas y las hijas, destinadas a modelar el corazón del futuro pueblo mexicano, para que triunfes y reines en todos los habitantes de esta Nación.

Todos ¡Oh Cristo Rey!, con ardiente júbilo te juramos fidelidad como nobles generosos vasallos. Habla, pues, manda, reclama y exige con imperio: pídenos la sangre y la vida, que son tuyas, porque totalmente te pertenecemos; resueltos estamos a dártelos por defender tu bandera hasta que triunfe y sea exaltado, reverenciado y amado para siempre tu herido Corazón.

Ya reina en México tu Corazón divino y desde la santa Montaña consagrada a ti, enjugará las lágrimas, restañará la sangre, curará las heridas de esta nación conquistada por Santa María de Guadalupe. Tú dominarás en ella con el cetro suavísimo de tu misericordia y en la paz como en la guerra, en la agitación como en la tranquilidad, nos verás con benignos ojos y extenderás tus benditas y poderosas manos para bendecirnos. Y nosotros, con todas las generaciones futuras, te aclamaremos nuestro Rey y Salvador. Allá volarán las muchedumbres a pedirte gracias y a ofrecerte, con alma y vida, guardar tu santa Ley. Y tú, Redentor amoroso de los hombres, atrae a tu Corazón adorable a los pecadores para convertirlos.

Recobra el dominio sobre tantas almas apóstatas, desorientadas y engañadas con falsas y perversas doctrinas; conserva la fe en nosotros y despréndenos del apego y deseo por los miserables bienes del mundo; calma los odios y une a los hermanos; ilumina a los ciegos; perdona a los ingratos; pero, sobre todo, concede a tu Iglesia la libertad y la paz por la que tanto suspiramos. Derrite con el fuego de tu divino pecho, misericordioso Jesús, el hielo de las almas; establece tus reales en todos los pueblos de nuestro país y penetre tu caridad a las cárceles, a los hospitales, a las escuelas, a los talleres; haz un trono para ti en cada corazón mexicano, porque los Pastores y las ovejas, los padres y los hijos, nos gloriamos en ser tuyos. Danos, por fin, una santa muerte, sepultándonos en la herida preciosa de tu Corazón de amor, para resucitar en los esplendores del cielo, cantando eternamente:

CORAZÓN SANTO
TÚ REINAS YA
MÉXICO TUYO
SIEMPRE SERÁ.

El Acto de Consagración al Sacratísimo Corazón de Cristo Rey se realizó la primera vez por el Episcopado Mexicano en pleno, durante el Primer Congreso Eucarístico Nacional celebrado del 5 al 12 de octubre de 1924.
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